domingo, 31 de marzo de 2013

Dos cantantes costarricenses lanzan «Papa Francisco»: ritmo latino y pegadizo estribillo

Dos músicos costarricenses, Marco Navarro y Luis Mauricio Vargas, compusieron una canción para el Papa Francisco inspirados en la homilía que pronunció en la Misa inaugural de su pontificado, el 19 de marzo de este año.


En declaraciones a ACI Prensa, los músicos aseguraron que la razón por la que decidieron crear la canción Papa Francisco es “el Espíritu Santo, el cual depositó en nuestros corazones cumplir el deseo del Santo Padre: Oren por mí”: “Qué mejor motivo para hacer una canción que se convierta en una oración de agradecimiento a Dios, en la cual millones de personas puedan orar por él”.

Ambos manifestaron su intenso anhelo de que esta canción “llegue a ser escuchada por Su Santidad, y que sepa que sus palabras impactaron nuestros corazones jóvenes aún”.

Marco y Luis Mauricio expresaron también su deseo de decirle al Papa Francisco “que su vida está transformando millones de personas con el poder del Espíritu Santo. Ésa es la alegría que se respira en el pueblo católico, en el mundo entero”.

Luis Mauricio Vargas tiene 31 años, está casado y trabaja como productor de música católica en Costa Rica, Centroamérica y Estados Unidos. Por su parte, Marco Navarro, de 34 años y también casado, evangeliza con la música en distintos grupos parroquiales de Costa Rica.


LETRA DE LA CANCION:

 
EL ES UN HOMBRE HUMILDE Y BUENO

PADRE JESUITA, JUSTO Y AUSTERO

TIENE LA FUERZA Y LA TEMPLANZA

QUE CRISTO PUSO EN EL DESIERTO

EL ES TU HERMANO,, AMERICANO

QUE CON, MARIA REINA DEL CIELO

TRAERA ESPERANZAS Y BENDICIONES

TODA LA PAZ AL MUNDO ENTERO

FRANCISCO.. PAPA DEL PUEBLO

QUE CLAMA Y LUCHA POR LOS OBREROS

EL ES FRANCISCO. PAPA DEL PUEBLO

PASTOR DE UN REBAÑO GRANDE COMO EL CIELO

EL ES NACIDO EN ARGENTINA

CRECIO EN FLORES BARRIO PORTEÑO

COSTUMBRES SIMPLES Y FE DE HIERRO

PARA LOS POBRES ES UN REMEDIO

EL ES TANGUERO Y FUTBOLERO

LO EMOCIONA SU SAN LORENZO

PERO AHORA EN EL VATICANO

ESTA OCUPANDO EL LUGAR

DE PEDRO.

Dejémonos renovar por misericordia de Dios

VATICANO, 31 Mar. 13 / 09:11 am (ACI/EWTN Noticias).- En su mensaje pascual Urbi et Orbi por el domingo de Resurrección, ante más de 250 mil fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco invitó a los cristianos a dejarnos “renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas”.


A continuación el texto completo del mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua!

Es una gran alegría, al comienzo de mi ministerio, poderos dar este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles.

Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, está la esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. Siempre vence la misericordia de Dios.

También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido tiene este evento (cf. Lc 24,4).

¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en nuestro corazón.

Esto puede hacerlo el amor de Dios. Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna.

Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro de esperanza.

He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros, es el hombre vivo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7).

Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana.

Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).

He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz.

Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero.

Paz para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo.

Paz para Iraq, y que cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo. ¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?

Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí, para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos terroristas.

Paz para el Este la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo.

Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.

Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia, egoísmo que continúa la trata de personas... !la esclavitud más extendida en el siglo XXI.

La trata de personas es la esclavitud más extendida del siglo XXI! Un mundo desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra.

Que Jesús Resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales y nos haga custodios responsables de la creación.

Queridos hermanos y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma y en todo el mundo, les dirijo la invitación del Salmo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / “Eterna es su misericordia”» (Sal 117,1-2).



sábado, 30 de marzo de 2013

Acepta sin miedo la novedad y la sorpresa de Jesús Resucitado en tu vida, alienta el Papa en Vigilia Pascual

VATICANO, 30 Mar. 13 / 09:28 pm (ACI).- En la homilía de la Vigilia Pascual que celebró esta noche en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco hizo una clara exhortación a aceptar al Señor Jesús Resucitado, cuya novedad y sorpresa transforman la vida; y precisó que no existe situación que no pueda cambiar ni pecado que no pueda perdonar si uno de verdad se abre a Él.


El rito se inició con la bendición del fuego y la preparación del cirio pascual en el atrio de la Basílica, mientras se cantaba el Exsultet. Durante la Misa el Papa confirió el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión a cuatro personas de Italia, Albania, Rusia y Estados Unidos.

A continuación la homilía completa del Santo Padre.

Queridos hermanos y hermanas

En el Evangelio de esta noche luminosa de la Vigilia Pascual, encontramos primero a las mujeres que van al sepulcro de Jesús, con aromas para ungir su cuerpo (cf. Lc 24,1-3). Van para hacer un gesto de compasión, de afecto, de amor; un gesto tradicional hacia un ser querido difunto, como hacemos también nosotros.

Habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz. Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado.

Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro. Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor.

Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4). ¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo.

A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios; tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

Pero volvamos al Evangelio, a las mujeres, y demos un paso hacia adelante. Encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6).

Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor –el ir al sepulcro–, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en la historia de la humanidad.

Jesús no ha muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, es el «hoy» eterno de Dios.

Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano.

Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive.

Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.

Hay un último y simple elemento que quisiera subrayar del Evangelio de esta luminosa Vigilia Pascual. Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» –observa san Lucas–, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe.

Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8). La invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9).

Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.


En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, que guardaba todos estas cosas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios; que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros; que nos enseñe cada día a no buscar entre los muertos a Aquel que vive. Amén.

SERMÓN DE LA SOLEDAD DE MARÍA

Qué complejos son los designios de Dios, cómo es posible que una muerte tan atroz haya sido la salvación del mundo; cómo es posible que una tarde tan oscura, haya alumbrado para siempre a la humanidad. Quizás lo que Dios quiere mostrarnos es un camino. Él nos regala, nos dona a su Hijo para que a través de Él, nosotros tengamos vida eterna, pero también nos regala la figura de María para que nosotras las mujeres encontremos en ella un modelo a seguir.



Hoy sábado santo después de haber conmemorado la pasión y muerte de Jesús, retumban en nuestras mentes dos palabras, Cruz y soledad.
Quizás esta es la única época del año en que nos detenemos a contemplar estas dos situaciones:

María y su Hijo, han agotado hasta lo último todas las experiencias del sufrir humano .No hay un solo dolor que el hombre padezca que ellos no hayan padecido. En sus almas, agrandadas por una calidad humana excepcional y por la gracia, se resolvieron todos los pesares de nosotros los hijos del mundo.

La soledad de María es la soledad de muchas mujeres de hoy, de muchas madres que han perdido sus hijos en la guerra, de aquellas que han asesinado a sus hijos por miedo a perder su vida de comodidad, de aquellas mujeres que no tienen un esposo que las acompañe, que han sido abandonadas, las que hoy son maltratadas, física y sicológicamente, sin embargo, al igual que lo hizo María nosotros no podemos quedarnos en tristezas y soledades, nosotras las mujeres, debemos a ejemplo de María, ser valientes para caminar en la profundidad del dolor pero con la esperanza de salir victoriosas. La vida es demasiado corta para malgastarla en depresiones y soledades, el mundo nos necesita fuertes, perseverantes y llenas de Optimismo.


Si María no hubiese comprendido los designios de Dios y no hubiese sido lo suficientemente fuerte para levantarse después de su dolor y ver la gloria de su Hijo resucitado y ser pionera de la iglesia, ¿quién le habría dado fuerza a los apóstoles para continuar? allí radica la importancia de la mujer en la iglesia y en la sociedad, Ella no se detuvo en sentimentalismos. Bien había podido decir, “NO CONFIO EN USTEDES APOSTOLES POR QUE ME DEJARON SOLA CON MI HIJO EN LA CRUZ…No, ella comprendió su miedo y los llenó de valor, los impulsó para que siguieran adelante, por que ella tenia la fuerza del espíritu. Y es así, como hasta nuestros días nos sigue acompañando, nos sigue llenando de valor, nos precede en nuestro camino; es nuestra estrella de evangelización, es la madre a la cual podemos acudir en momentos de desesperación; ella siempre nos escucha y nos impulsa, nos da fuerza para continuar el camino, no nos deja desfallecer; siempre nos acompaña y camina con nosotros, ella es el rostro maternal de la Iglesia.

Cuando te asalte la soledad; cuando pienses que nadie te quiere; cuando a tu sufrir parezcan ridículas las palabras de consuelo; cuando el apretón de manos no te diga nada; cuando el dolor te golpee con su absurdo; cuando no entiendas nada y corras el riesgo de enloquecer y desesperar; cuando creas que Dios te ha abandonado y sientas la tentación de la rebeldía... piensa en María, tu Madre, Nuestra Señora de la Soledad.

No olvides, Dios nos ha hecho para amar, es nuestra naturaleza, el amor Dios nos ha creado para causas grandes.

viernes, 29 de marzo de 2013

Primer Vía Crucis del papa Francisco en el Coliseo

El papa Francisco presidió este Viernes Santo en el Coliseo de Roma el primer Vía Crucis de su pontificado, en el que dijo que la Cruz de Jesús es la "palabra" con la que Dios ha respondido al mal del mundo y que los cristianos tienen que responder al mal con el bien.


Ante varias decenas de miles de personas que acudieron al Coliseo romano para el sugestivo rito, el pontífice manifestó que no quería añadir muchas palabras, "ya que en esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la Cruz misma".

"La Cruz de Jesús es la palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad ha hablado, ha respondido y su respuesta es la Cruz de Cristo", afirmó el papa Bergoglio.

El pontífice subrayó que la Cruz es amor, misericordia, perdón y también juicio.

"Dios nos juzga amándonos, si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva. No olvidéis esto", aseguró.

El papa argentino manifestó también que la Cruz es asimismo la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor y que los seguidores de Jesús deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz, como Jesús".

El pontífice destacó que las meditaciones de las 14 estaciones del Vía Crucis han sido escritas por jóvenes libaneses y les agradeció "el testimonio" que dan.

"Lo hemos visto cuando el papa Benedicto fue al Líbano (el año pasado), hemos visto la belleza y la fuerza de la unidad de los cristianos de aquella Tierra y de la amistad de tantos hermanos musulmanes y muchos otros. Es un signo de esperanza para Oriente Medio y para el mundo entero".

El Obispo de Roma exhortó a los fieles a continuar el Vía Crucis en la vida de cada día, a caminar juntos "llevando en el corazón esta palabra de amor y de perdón que es la Cruz".

El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continuó por delante del Arco de Trajano y concluyó en la colina del Palatino, desde donde lo presidió el papa.

La cruz fue portada por el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, por una familia italiana y otra india, por un enfermo y varios voluntarios y por dos seminaristas chinos.

También lo portaron dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, un religioso nigeriano y otro libanés y dos jóvenes de Brasil, donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en julio próximo.

Las meditaciones de las 14 estaciones del rito las escribieron varios jóvenes libaneses bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita, y fueron solicitadas por Benedicto XVI tras el viaje a Líbano.
En las mismas, los jóvenes denunciaron las injusticias de los poderosos, exigieron libertad religiosa y pidieron a los cristianos que sigan en Tierra Santa, "a pesar, incluso, de la persecuciones que sufren".

En la estación "Jesús es condenado a muerte", los muchachos afirmaron que en el mundo actual muchos son los "pilatos" que tienen en las manos los resortes del poder y los usan "al servicio de los más fuertes" y que son muchos los que, "débiles y viles ante esas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida".

También denunciaron que el hombre pretende expulsar a Dios de la vida del mundo y pusieron como ejemplo el laicismo "ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre" y el integrismo violento "que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos".

Los muchachos pidieron por los pueblos "humillados y que sufren", especialmente los de Oriente Medio, y exigieron libertad religiosa en una región donde los cristianos son una exigua minoría, frente al Islam mayoritario.

Abogaron por un Oriente Medio más fraterno, pacífico y justo, que recupere el esplendor de su vocación de ser "cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos".

Todos los años el papa encarga las meditaciones del Vía Crucis a personalidades católicas o de otras religiones, entre ellos el patriarca ecuménico de Constantinopla, el ortodoxo Bartolomé I.
El Vía Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por Benedicto XIV. Tras decenas de años de olvido volvió a celebrarse en 1925.

En 1964 Pablo VI acudió para presidir allí el rito y desde entonces todos los años acude el sucesor de San Pedro en la noche del Viernes Santo.


Textos del Vía Crucis del Coliseo Romano, presidido el Viernes Santo por el Papa Francisco:
http://infocatolica.com/?t=ic&cod=16904

La muerte se ha convertido en un puente hacia la eternidad

VATICANO, 29 Mar. 13 / 05:20 pm (ACI/EWTN Noticias).- En la celebración de la Pasión del Señor, presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro esta tarde, el P. Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, tuvo a cargo la meditación, en la que afirmó que gracias a Cristo la muerte “se ha convertido en un puente hacia la eternidad”.

















A continuación, puede leer el texto completo de la predicación del P. Raniero Cantalamessa:

Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. Él fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre... De esa manera, Dios ha querido mostrar su justicia: en el tiempo presente, siendo justo y justificando a los que creen en Jesús. (Rom 3, 23-26).

Hemos llegado al culmen del Año de la fe y a su momento resolutivo. ¡Esta es la fe que salva, "la fe que vence al mundo" (1 Jn 5,5)! La fe – apropiación por la cual hacemos nuestra, la salvación obrada por medio de Cristo, y nos revestimos con el manto de su justicia.

Por una parte está la mano extendida de Dios que ofrece al hombre su gracia; por la otra, la mano del hombre que se extiende para acogerla mediante la fe. La "nueva y eterna alianza" está sellada con un apretón de mano entre Dios y el hombre.

Tenemos la posibilidad de tomar, en este día, la decisión más importante de la vida, aquella que nos abre las puertas de la eternidad: ¡creer! ¡Creer en que "Jesús murió por nuestros pecados y ha resucitado para nuestra justificación" (Rom 4, 25)!

En una homilía pascual del siglo IV, un obispo pronunciaba estas palabras excepcionalmente modernas y existenciales: "Para cada hombre, el principio de la vida es aquel, a partir del cual Cristo ha sido inmolado por él.
Pero Cristo es inmolado por el en el momento en el cual reconoce la gracia y se hace consciente de la vida que le ha sido procurada por aquella" (Homilía pascual del año 387, en SCh 36, p. 59 s.).

¡Qué extraordinario! Este Viernes Santo, celebrado en el Año de la fe y ante la presencia del nuevo sucesor de Pedro, podría ser, si lo queremos, el principio de una nueva vida. El obispo Hilario de Poitiers, convertido al cristianismo en edad adulta, repensando en su vida pasada, decía: "Antes de conocerte, yo no existía".

Aquello que se requiere es solamente que no nos escondamos como Adán después de la culpa, que reconozcamos tener necesidad de ser justificados; que no nos auto-justifiquemos.

El publicano de la parábola subió al templo e hizo una breve oración: "Oh Dios, ten piedad de mí, pecador". Y Jesús dice que aquel hombre regresó a casa "justificado", es decir, hecho justo, perdonado, hecho criatura nueva; creo que cantando alegremente en su corazón (Lc 18,14).

¿Qué había hecho de extraordinario? Nada, se había puesto en la verdad ante Dios, y es lo único que Dios necesita para actuar.
Como quien, en la escalada de una pared alpina, habiendo superado un paso peligroso, se detiene un momento para recuperar el aliento y admirar el nuevo panorama que se ha abierto ante él, así hace también el apóstol Pablo al inicio del capítulo 5 de la Carta a los Romanos, después de haber proclamado la justificación mediante la fe:

“Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”. (Rom 5, 1-15).

Son efectuadas hoy, desde los satélites artificiales, fotografías a rayos infrarrojos de enteras regiones de la tierra y del entero planeta. ¡Cómo aparece diferente el panorama visto desde lo alto, a la luz de aquellos rayos, en comparación con aquello que vemos con la luz natural y estando dentro!

Recuerdo una de las primeras fotos satelitales difundidas en el mundo; reproducía la entera península del Sinaí. Muy diferentes eran los colores, más evidentes los relieves y las depresiones. Es un símbolo. También la vida humana, vista a los rayos infrarrojos de la fe, desde las alturas del Calvario, es diferente de lo que se ve “a simple vista”.

Todo – dijo el sabio del Antiguo Testamento – sucede igual, del justo hasta el impío... “Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y en lugar de la justicia, la iniquidad”. (Ecl 3, 16, 9, 2). Y en efecto, en todos los tiempos se ha visto la iniquidad triunfante y a la inocencia humillada.

Pero para que no se crea que en el mundo hay algo fijo y seguro, he aquí, nota Bossuet, que a veces se ve lo contrario, es decir la inocencia sobre el trono y la iniquidad sobre el patíbulo. ¿Pero qué concluía Qoelet? Entonces me dije a mí mismo: Dios juzgará al justo y al malvado, porque allá hay un tiempo para cada cosa y para cada acción”. (Ecl 3, 17). Encontró el punto de vista que nuevamente pone el alma en paz.

Aquello que el Qoelet no podía saber y que nosotros más bien sí sabemos es que este juicio ya se ha dado: "Ahora dice Jesús – caminando hacia su pasión–, ha llegado el juicio de este mundo, ahora será echado fuera el príncipe de este mundo, y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí "(Jn 12, 31-32).

En Cristo muerto y resucitado, el mundo alcanzó su meta final. El progreso de la humanidad avanza hoy a un ritmo vertiginoso, y la humanidad ve abrir ante sí nuevos e inesperados horizontes fruto de sus descubrimientos.

Y también, se puede decir que ya ha llegado el final de los tiempos, porque en Cristo, subido a la derecha del Padre, la humanidad ha alcanzado a su meta final. Ya comenzaron los cielos nuevos y la tierra nueva.

A pesar de todas las miserias, las injusticias y las monstruosidades existentes sobre la tierra, en él ya se inauguró el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos lo contrario, pero el mal y la muerte realmente están vencidos para siempre.

Sus fuentes se han secado; la realidad es que Jesús es el Señor del mundo. El mal ha sido radicalmente vencido por la redención por él obrada. El mundo nuevo ya ha comenzado.
Una cosa sobretodo aparece diversa, vista con los ojos de la fe: ¡la muerte! Cristo entró en la muerte como se entra en una prisión oscura; pero salió de ella por la pared opuesta. No ha regresado de donde había venido, como Lázaro que vuelve a la vida para morir de nuevo.

Abrió una brecha hacia la vida que nadie podrá cerrar jamás, y por la cual todos pueden seguirlo. La muerte no es más un muro contra el que se estrella toda esperanza humana; se ha convertido en un puente hacia la eternidad. Un "puente de los suspiros", tal vez porque a nadie le gusta morir, pero un puente, ya no más un abismo que todo lo traga.

"El amor es fuerte como la muerte", dice el Cantar de los Cantares (8,6). ¡En Cristo ha sido más fuerte que la muerte!

En su "Historia eclesiástica del pueblo inglés", Beda el Venerable narra cómo la fe cristiana hizo su ingreso en el norte de Inglaterra. Cuando los misioneros venidos de Roma llegaron a Northumberland, el rey del lugar convocó al consejo de dignatarios para decidir si se les debía permitir o no, difundir el nuevo mensaje.

Algunos de los presentes se mostraron a favor, otros en contra. Era invierno y afuera había nieve y ventisca, pero la habitación estaba iluminada y cálida. En cierto momento, un pájaro salió de un agujero de la pared, sobrevoló asustado un rato por la sala, y luego desapareció por un agujero en la pared opuesta.

Entonces se levantó uno de los presentes y dijo: “Oh rey, nuestra vida en este mundo es como ese pájaro. No sabemos de dónde venimos, por un poco de tiempo gozamos de la luz y del calor de este mundo, y luego desaparecemos de nuevo en la oscuridad, sin saber a dónde vamos.

Si estos hombres son capaces de revelarnos algo del misterio de nuestras vidas, debemos escucharlos”.

La fe cristiana podría retornar a nuestro continente y en el mundo secularizado por la misma razón por la que hizo su entrada: como la única que tiene una respuesta segura que dar a los grandes interrogantes de la vida y de la muerte.

La cruz separa a los creyentes de los no creyentes, porque para unos es un escándalo y una locura, y para otros es el poder de Dios y la sabiduría de Dios (cf. 1 Cor 1, 23-24); pero en un sentido más profundo, ésta une a todos las hombres, creyentes y no creyentes.

“Jesús tenía que morir [...] no solo por una nación, sino que también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11, 51 s.). Los nuevos cielos y la tierra nueva pertenecen de derecho a todos y son para todos: porque Cristo murió por todos.

La urgencia que nace de todo aquello es evangelizar: "El amor de Cristo nos impulsa, al pensar que uno murió por todos" (2 Cor 5,14). ¡Nos impulsa a la evangelización!

Anunciamos al mundo la buena nueva de que "ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, me libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte" (Rom 8, 1-2)

Hay una narración del judío Franz Kafka que es un fuerte símbolo religioso y adquiere un significado nuevo, casi profético, escuchado el Viernes Santo. Se titula "Un mensaje imperial". Habla de un rey que, en su lecho de muerte, llama junto a sí a un súbdito y le susurra un mensaje al oído.

Es tan importante aquel mensaje que se lo hace repetir, a su vez, al oído. Luego despide con un gesto al mensajero que se pone en camino. Pero oigamos directamente del autor lo que sigue de la historia, marcada por el tono onírico y casi de pesadilla típico de este escritor:

"Extendiendo primero un brazo, luego el otro, se abre paso a través de la multitud como ninguno. Pero la multitud es muy grande; sus alojamientos son infinitos. ¡Si ante él se abriera el campo libre, cómo volaría! En cambio, qué vanos son sus esfuerzos; todavía está abriéndose paso a través de las cámaras del palacio interno, de las cuales no saldrá nunca. Y aunque lo lograra, no significaría nada: todavía tendría que esforzarse para descender las escaleras. Y si esto lo consiguiera, no habría adelantado nada: tendría que cruzar los patios; y después de los patios el segundo palacio circundante. Y cuando finalmente atravesara la última puerta --aunque esto nunca, nunca podría suceder--, todavía le faltaría cruzar la ciudad imperial, el centro del mundo, donde se amontonan montañas de su escoria. Allí en medio, nadie puede abrirse paso a través de ella, y menos aún con el mensaje de un muerto. Tú, mientras tanto, te sientas junto a tu ventana y te imaginas tal mensaje, cuando cae la noche".

Desde su lecho de muerte, Cristo confió a su Iglesia un mensaje: "Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Todavía hay muchos hombres que están de pie junto a la ventana y sueñan, sin saberlo, con un mensaje como el suyo. Juan, acabamos de oírlo, dice que el soldado traspasó el costado de Cristo en la cruz "para que se cumpliese la Escritura que dice: «Mirarán al que traspasaron»" (Jn. 19, 37).

En el Apocalipsis añade: "He aquí que viene entre las nubes, y todo ojo le verá, aún aquellos que le traspasaron; y por él todos los linajes de la tierra harán lamentación" (Ap 1,7).

Esta profecía no anuncia la venida final de Cristo, cuando ya no será el momento de la conversión, sino del juicio. En su lugar describe la realidad de la evangelización de los pueblos. En ella se verifica una misteriosa, pero real venida del Señor que les trae la salvación.

Lo suyo no será un grito de desesperación, sino de arrepentimiento y de consuelo. Es este el significado de la escritura profética que Juan ve realizada en el costado traspasado de Cristo, es decir de Zacarías 12, 10: "Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén, un espíritu de gracia y de súplica; y mirarán hacia mí, al que ellos traspasaron".

La evangelización tiene un origen místico; es un don que viene de la cruz de Cristo, de aquel costado abierto, de aquella sangre y de aquella agua. El amor de Cristo, como aquel trinitario, del que es la manifestación histórica, es "diffusivum sui", tiende a expandirse y alcanzar a todas las criaturas "especialmente a las más necesitadas de su misericordia".

La evangelización cristiana no es conquista, no es propaganda; es el don de Dios para el mundo en su Hijo Jesús. Es dar a la Cabeza la alegría de sentir fluir la vida desde su corazón hacia su cuerpo, hasta vivificar sus miembros más alejados.

Tenemos que hacer todo lo posible para que la Iglesia no se convierta nunca en aquel castillo complicado y atestado descrito por Kafka, y para que el mensaje pueda salir de ella libre y feliz como cuando inició su recorrido.

Sabemos cuáles son los impedimentos que puedan retener al mensajero: los muros divisorios, empezando por aquellos que separan a las varias iglesias cristianas entre ellas, el exceso de burocracia, las partes de ceremoniales, leyes y controversias pasadas, convertidas en escombros.

En el Apocalipsis, Jesús dice que Él está a la puerta y llama (Ap 3,20). A veces, como señaló nuestro Papa Francisco, no llama para entrar, sino que llama desde dentro para salir.

Salir hacia las "periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia y de la indiferencia religiosa, y de cada forma de miseria".

Sucede como con algunos edificios antiguos. A través de los siglos, y para adaptarse a las exigencias del momento, se les ha llenado de tabiques, escalinatas, de cuartos y cuartitos.

Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no responden a las exigencias actuales, es más, éstas son un obstáculo, y entonces se hace necesario tener el valor de derribarlas y reportar el edificio a la simplicidad y linealidad de sus orígenes.

Esta fue la misión que recibió un día un hombre que estaba orando ante el crucifijo de San Damián: "Ve, Francisco, y repara mi Iglesia".

"¿Y quién es capaz de cumplir semejante tarea?", se preguntaba aterrorizado el Apóstol frente a la tarea sobrehumana de ser en el mundo "el perfume de Cristo", y he aquí su respuesta que vale también hoy: "no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios.

Él nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida”. (2 Cor 2, 16; 3, 5-6).

Que el Espíritu Santo, en este momento en cual se abre para la Iglesia un tiempo nuevo, pleno de esperanza, despierte en los hombres que están en la ventana la espera del mensaje, y en los mensajeros, la voluntad de hacerlo llegar a ellos, también al precio de la vida.



jueves, 28 de marzo de 2013

Papa Francisco celebra la Cena del Señor con menores carcelados

VATICANO, 28 Mar. 13 / 02:47 pm (ACI/EWTN Noticias).- Al celebrar hoy la Misa de Jueves Santo en el Instituto de Casal del Marmo, un centro penitenciario para menores, en una ceremonia íntima, el Papa Francisco señaló que, a ejemplo de Jesús debemos “ayudarnos los unos a los otros… a veces me enojaré con alguien, pero debemos superarlo y si ellos piden un favor debemos hacerlo”.

A continuación el texto completo de la Homilía que pronunció hoy el Santo Padre:

Esto es conmovedor, Jesús lava los pies de sus discípulos. Pedro no entiende nada. Él se rehúsa, pero Jesús le explica. Jesús, Dios hizo esto, y Él mismo le explica a los discípulos: ‘¿Se dan cuenta de lo que he hecho por ustedes?’ Ustedes me llaman Maestro y Señor, y hacen bien, porque lo soy. Si yo, entonces, el Maestro y Señor, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado un modelo a seguir, así que lo que yo he hecho por ustedes, ustedes también deben hacer.

Es el ejemplo puesto por Nuestro Señor, es importante para Él lavar sus pies, porque entre nosotros el que es el más alto debe estar al servicio de los otros. esto es un símbolo, es una señal –lavar sus pies significa que estoy a su servicio-.

Y nosotros también, uno al otro, pero no tenemos que lavarnos los pies los unos a los otros todos los días. Así que, ¿qué significa esto? Que tenemos que ayudarnos los unos a los otros… a veces me enojaré con alguien, pero debemos superarlo y si ellos piden un favor debemos hacerlo.

Ayudémonos los unos a los otros. esto es lo que Jesús nos enseña. Esto es lo que hago. Y lo hago de corazón. Hago esto de corazón, porque es mi deber, como sacerdote y como Obispo debo estar a su servicio.

Pero es un deber que viene desde mi corazón, y es un deber que amo. Amo hacerlo porque es lo que el Señor me ha enseñado. Pero ustedes deben ayudarnos y ayudarse los unos a los otros, siempre. Y al ayudarnos los unos a los otros, nos haremos bien entre nosotros.

Ahora realizaremos la ceremonia del Lavatorio de los Pies y debemos cada uno de nosotros pensar:
¿Estoy realmente dispuesto a ayudar a los otros?
Solamente piénsenlo.
Piensen que esta señal es la caricia de Cristo, porque Jesús vino a hacer esto, para servirnos, para ayudarnos.

Papa Francisco: si el confesionario está disponible, «se formará cola»

El Jueves Santo el Papa «se apuntó» a un almuerzo durante el cual escuchó más que habló, pero lo que dijo fue denso e importante.

El Papa Francisco llamó por teléfono a Benedicto XVI después de celebrar en la basílica de San Pedro la misa crismal. Un saludo con motivo de las fiestas pascuales. Casi una prolongación de la comunión que había caracterizado la atmósfera de la misa en la basílica de San Pedro. “Una llamada telefónica bella, intensa y significativa”, así la definió el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, en la rueda de prensa del Viernes Santo.


También el Jueves Santo, el Papa Francisco almorzó con siete sacerdotes de Roma. “Se trata de una costumbre del sustituto de la Secretaría de Estado, Angelo Becciu, que se remonta a cuando era nuncio. Apenas lo supo el Papa se unió volentieri”. En el apartamento del nuncio estaban invitados al almuerzo sacerdotes que monseñor Becciu conoce. Entre ellos, un sacerdote de Caritas, otro empeñado en la pastoral con los gitanos, también un sacerdote en silla de ruedas, otro sacerdote que se ocupa en la formación permanente de los jóvenes y otro con minusvalía física que es guía espiritual de otros sacerdotes”.

El Papa Francisco “se quedó muy contento con este encuentro con los sacerdotes romanos”, dijo el portavoz, especialmente porque “ellos tenían muchas historias para contar sobre sus actividades”.

"Insisto: puertas abiertas"... y confesonario encendido

Uno de los comensales, Enrico Feroci, de Caritas de Roma indicó que se sintió como ´portavoz´ de todos los pobres de esta ciudad: “Fue la primera vez que veía al Papa, dejará huella en mi vida ver al obispo de Roma que estaba sentado en nuestra mesa y nos escuchaba”, dijo a los micrófonos de Radio Vaticano. “Su capacidad de escuchar --prosiguió- es algo fantástico. Uno tiene la sensación de que uno se encuentra a su gusto al contar las experiencias que uno vive”. Y añadió que “fue algo fuera de la norma: con nosotros reía, explicaba, reflexionaba, y nos daba consejos”.

“Dejen las puertas abiertas de las iglesias -nos dijo Francisco-, así la gente entra, y dejen una luz encendida en el confesionario para señalar su presencia y verán que se formará «»cola”.

"Me acordé la frase de Zaqueo, baja y del baja y ven a almorzar con nosotros", indicó el sacerdote que precisó. "Todos los sacerdotes estabamos implicados en ayuda social. Le conté de la Cáritas de Roma, de sus 36 comedores y de los centros para madres con los niños. “Vi los ojos del Papa humedecerse al escuchar la experiencia de quienes trabajan en lo social”. Fue un “un animarnos a hacer más, porque nuestro obispo nos lo indica”.

“Un almuerzo -prosiguió Mons. Feroci- en el que ni nos dimos cuenta de que comimos, como si se hablara solamente entre amigos que conversan serenamente. Lo importante era con quien estábamos y lo que nos decía”.

"Al despedirnos -concluyó el responsable Cáritas- nos abrazó uno por uno. A uno de los sacerdotes le dijo: ´Insisto, puertas abiertas´. A otro: ´Es muy importante el cuidado de los sacerdotes, te los recomiendo´. Y nos regaló a cada uno un rosario.
Tuve la sensación que en breve vendrá entre los pobres de Roma así como a las comunidades en las parroquias. Lo sentiremos presente en la pastoral de nuestra ciudad”.

Sacerdotes obreros de los años 70

Entre los presentes estaba también el párroco Mario Pasquale, que tuvo una experiencia en los años setenta como sacerdote obrero con diversas actividades manuales, como mozo de equipajes en la estación Tiburtina.

“En este primer encuentro tuve la oportunidad de responderle al Papa ¿quien eres tú? Tuve la impresión del obispo ideal que uno quiere tener en la propia vida”.
Don Pascuale le contó al papa que en esos años eran unos 40 sacerdotes que habían tomado la decisión de vivir con los marginados. “Los frutos no nos toca a nosotros juzgarlos, nuestro espíritu era el de dar testimonio con nuestra presencia a estas problemática” dijo.

¿Cómo acogió el papa este testimonio? “Estaba muy atento, tuve la sensación que quería conocer y advertí que no estaba esperando para decirme lo que él pensaba sino para escucharme, como persona, como sacerdote. Y me sentí escuchado en mi historia, en mi camino, en mi ser sacerdote. El hecho de encontrarlo en este modo me ha dado la sensación de sentirme entendido sobre ese momento particular”.

“Tuve la impresión -concluyó el sacerdote- de que me dijo ´ama a la Iglesia y hasta el fondo´. En particular cuando nos abrazó a cada uno de nosotros como un padre que abraza a su hijo que no ve desde hace años”.

Misa Crismal: El Papa pide a sacerdotes ser pastores

VATICANO, 28 Mar. 13 / 08:07 am (ACI).- El Papa Francisco presidió esta mañana en la Basílica de San Pedro su primera Misa Crismal de Jueves Santo. A los sacerdotes presentes, unos 1600, que en esta Eucaristía renuevan sus promesas sacerdotales, les pidió renovar el espíritu de santidad con el que fueron ungidos el día de su ordenación y compartir la “unción” que recibieron con todos los que están a su cargo, especialmente con los que “no tienen nada de nada”.


A continuación el texto completo de la homilía del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas

Celebro con alegría la primera Misa Crismal como Obispo de Roma. Os saludo a todos con afecto, especialmente a vosotros, queridos sacerdotes, que hoy recordáis, como yo, el día de la ordenación.

Las Lecturas nos hablan de los «Ungidos»: el siervo de Yahvé de Isaías, David y Jesús, nuestro Señor. Los tres tienen en común que la unción que reciben es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven; su unción es para los pobres, para los cautivos, para los oprimidos... Una imagen muy bella de este «ser para» del santo crisma es la del Salmo: «Es como óleo perfumado sobre la cabeza, que se derrama sobre la barba, la barba de Aarón, hasta la franja de su ornamento» (Sal 133,2). La imagen del óleo que se derrama, que desciende por la barba de Aarón hasta la orla de sus vestidos sagrados, es imagen de la unción sacerdotal que, a través del
ungido, llega hasta los confines del universo representado mediante las vestiduras.

La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis
sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires.

De la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto por los trapos, sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en su pueblo vivo y consolado, pasamos a fijarnos en la acción. El óleo precioso que unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino que se derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unción es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos. La unción no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite... y amargo el corazón.

Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe. Nos lo
agradece porque siente que hemos rezado con las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus esperanzas. Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor:
«Rece por mí, padre, que tengo este problema...». «Bendígame» y «rece por mí» son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve convertida en petición.
Cuando estamos en esta relación con Dios y con su Pueblo, y la gracia pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores entre Dios y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas, a veces puramente materiales, incluso banales – pero lo son sólo en apariencia – el deseo de nuestra gente de ser ungidos con el óleo perfumado, porque sabe que lo tenemos. Intuir y sentir como sintió el Señor la angustia esperanzada de la hemorroisa cuando tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en medio de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos. Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la mujer que padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos – futuros sacerdotes – todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferia existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todos lados hasta sofocarlo (cf. Lc 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de la unción divina en los bordes de su manto.

Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones
reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a  minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada.

El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco – no digo «nada» porque nuestra gente nos roba la unción, gracias a Dios – se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón.
De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja», pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús.

Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.

Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido. Amén.


miércoles, 27 de marzo de 2013

Miles de jóvenes del UNIV se encuentran por primera vez con el Papa Francisco

27 de marzo, 2013. (Romereports.com) Unos 3.000 universitarios de 60 países y 200 universidades están en Roma para participar como cada Semana Santa en el Congreso UNIV. Esta es la primera vez que se reúnen con el nuevo Papa.


PAPA FRANCISCO

“Saludo a los universitarios que participan en el congreso internacional promovido por la Prelatura del Opus Dei. Querido amigos, habéis venido a Roma para la Semana Santa para tener una experiencia de fe y un enriquecimiento espiritual”.

Al papa Francisco le regalaron un vídeo llamado 'La fe a los 20' en el que jóvenes de varios países cuentan cómo viven la fe en su vida ordinaria. El Papa agradeció mucho la calurosa acogida.

PAPA FRANCISCO

“Os agradezco vuestra oración y vuestro cariño al Papa. Con vuestra presencia en el mundo universitario, cada uno de vosotros puede realizar lo que esperaba San Josemaría Escrivá: 'Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres'”.

Rocco viene de Roma y es la envidia de todos sus compañeros. Él ha podido saludar y hablar personalmente con el papa Francisco.

“Me dijo que rezará por él, éstas fueron sus palabras. Yo le pedí que rezara por todos los jóvenes del UNIV que están participando en el congreso durante la Semana Santa. Le pedí, además, que rezará por mí y mi familia”.
Otros, como estos jóvenes españoles de Madrid, han regalado un frasco con un contenido muy particular.

“Un frasco lleno de papeles en los que la gente lo que ha ido haciendo es ofrecer horas de estudio que eran por las intenciones y persona del Papa”.


No faltaron a la cita los argentinos. Vienen de Buenos Aires. Dicen que allí le echarán de menos. Pero están contentas de que ahora sea el nuevo Papa.
“En Argentina, en Buenos Aires, estos días antes de venirnos desde la elección se nota la gente removida, la esperanza que hay. Hay un viento nuevo realmente de esperanza en Buenos Aires, en la gente. Todo el mundo contento, un ambiente que hace ya mucho que no se veía en Buenos Aires”.

La presencia de tantos jóvenes en la audiencia fue un pequeño anticipo de lo que vivirá el papa Francisco durante la JMJ de Río de Janeiro el próximo mes de julio.

El Papa alienta a «salir» y acompañar a Cristo con su Cruz

VATICANO, 27 Mar. 13 / 09:36 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco presidió esta mañana la primera audiencia general de su pontificado y en ella exhortó a vivir profundamente la Semana Santa, alentando a seguir a Jesús, saliendo de uno mismo, para llegar a los más alejados de Él. A continuación el texto completo de la catequesis:


¡Hermanos y hermanas, buenos días!

Me alegra darles la bienvenida a mi primera Audiencia general. Con profunda gratitud y veneración tomo el ‘testigo’ de las manos de mi amado predecesor Benedicto XVI. Después de Pascua vamos a reanudar las catequesis del Año de la fe. Hoy quisiera detenerme sobre la Semana Santa. Con el Domingo de Ramos comenzamos esta Semana –centro de todo el Año Litúrgico– en la que acompañamos a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección.


Pero ¿qué puede significar para nosotros vivir la Semana Santa? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino del Calvario hacia la Cruz y la Resurrección?

En su misión terrenal, Jesús recorrió las calles de Tierra Santa; llamó a doce personas simples para que permanecieran con Él, compartieran su camino y continuaran su misión; las eligió entre el pueblo lleno de fe en las promesas de Dios.


Habló a todos, sin distinción, a los grandes y a los humildes, al joven rico y a la pobre viuda, a los poderosos y a los débiles; trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló, comprendió; dio esperanza; llevó a todos la presencia de Dios que se interesa de cada hombre y mujer, como hace un buen padre y una buena madre con cada uno de sus hijos. Dios no esperó a que fuéramos a Él, sino que es Él que se mueve hacia nosotros, sin cálculos, sin medidas. Dios es así: Él da siempre el primer paso, Él se mueve hacia nosotros.

Jesús vivió las realidades cotidianas de la gente más común: se conmovió delante de la multitud que parecía un rebaño sin pastor; lloró ante el sufrimiento de Marta y María por la muerte de su hermano Lázaro; llamó a un publicano como su discípulo; sufrió también la traición de un amigo.

En Él, Dios nos ha dado la certeza de que Él está con nosotros, en medio de nosotros. "Los zorros –ha dicho Jesús– tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". (Mt 8:20). Jesús no tiene hogar, porque su casa es la gente, somos nosotros, su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia amorosa de Dios.

En la Semana Santa nosotros vivimos el culmen de este camino, de este plan de amor que recorre a través de toda la historia de la relación entre Dios y la humanidad. Jesús entra en Jerusalén para cumplir el paso final, en el que resume toda su existencia: se entrega totalmente, no se queda con nada para sí mismo, ni siquiera con su vida.

En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz "para nosotros". El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, ofrece en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros, para habitar entre nosotros.

Y en el Huerto de los Olivos, al igual que en el juicio ante Pilatos, no opone resistencia, se da; es el Siervo sufriente ya anunciado por Isaías, que se despoja de sí mismo hasta la muerte (cf. Is 53:12).

Jesús no vive este amor que lleva al sacrificio de manera pasiva o como un destino fatal; desde luego no oculta su profunda perturbación humana frente a la muerte violenta, pero se entrega plenamente a la confianza del Padre.

Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la cruz, Jesús "me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2:20). Cada uno de nosotros puede decir: me amó y se entregó a sí mismo por mí. Cada uno puede decir este "por mí".

¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que éste es también mi camino, el tuyo, nuestro camino. Vivir la Semana Santa, siguiendo a Jesús, no sólo con la conmoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos –como dije el domingo pasado– para salir al encuentro de los demás, para ir hasta las periferias de la existencia, ser nosotros los primeros en movernos hacia nuestros hermanos y hermanas, especialmente los que están más alejados, los olvidados, los que están más necesitados de comprensión, de consuelo y de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y lleno de amor!

Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la muerte, sino la del amor y la de la entrega de sí mismo que da vida. Es entrar en la lógica del Evangelio. Seguir, acompañar a Cristo. Permanecer con Él requiere una "salir", salir.

Salir de sí mismos, de un modo de vivir la fe cansado y rutinario, de la tentación de ensimismarse en los propios esquemas que terminan por cerrar el horizonte de la acción creadora de Dios. Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros, colocó su tienda entre nosotros para traer su misericordia que salva y da esperanza. También nosotros, si queremos seguirlo y permanecer con Él, no debemos contentarnos con permanecer en el recinto de las noventa y nueve ovejas, debemos "salir", buscar con Él a la oveja perdida, a la más lejana. Recuerden bien: salir de nosotros, como Jesús, como Dios salió de sí mismo en Jesús y Jesús salió de sí mismo para todos nosotros.

Alguien podría decirme: "Pero Padre no tengo tiempo", "tengo muchas cosas que hacer", "es difícil", "¿qué puedo hacer yo con mi poca fuerza, también con mi pecado, con tantas cosas?". A menudo nos conformamos con algunas oraciones, con una Misa dominical distraída e inconstante, con algún gesto de caridad, pero no tenemos esta valentía de "salir" para llevar a Cristo.

Somos un poco como San Pedro. Tan pronto como Jesús habla de la pasión, muerte y resurrección, de darse a sí mismo, de amor a los demás, el Apóstol lo lleva aparte y lo reprende. Lo que Jesús dice altera sus planes, le parece inaceptable, pone en dificultad las seguridades que él se había construido, su idea del Mesías.

Y Jesús mira a los discípulos y dirige a Pedro quizá una de las palabras más duras del Evangelio: "¡Retírate, vade retro, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". (Mc 8:33). Dios piensa siempre con misericordia: no olviden esto. Dios piensa siempre con misericordia: ¡es el Padre misericordioso! Dios piensa como el padre que espera el regreso de su hijo y va a su encuentro, lo ve venir cuando todavía está muy lejos...

¿Esto qué significa? Que todos los días iba a ver si el hijo volvía a casa: éste es nuestro Padre misericordioso. Es la señal que lo esperaba de corazón en la terraza de su casa. Dios piensa como el samaritano que no pasa cerca del desventurado compadeciéndose o mirando hacia otra parte, sino socorriéndolo sin pedir nada a cambio; sin preguntar si era judío, si era pagano, si era samaritano, si era rico, si era pobre: no pide nada. No pide estas cosas, no pide nada. Va en su ayuda: así es Dios. Dios piensa como el pastor que da su vida para defender y salvar a las ovejas.

La Semana Santa es un tiempo de gracia que el Señor nos da para abrir las puertas de nuestros corazones, de nuestra vida, de nuestras parroquias –¡qué pena tantas parroquias cerradas! – de los movimientos, de las asociaciones, y "salir" al encuentro de los demás, acercarnos nosotros para llevar la luz y la alegría de nuestra fe ¡Salir siempre! Y hacer esto con amor y con la ternura de Dios, con respeto y paciencia, sabiendo que ponemos nuestras manos, nuestros pies, nuestro corazón, pero que es Dios quien los guía y hace fecundas todas nuestras acciones.

Les deseo a todos que vivan bien estos días siguiendo al Señor con valentía, llevando en nosotros mismos un rayo de su amor a todos los que encontremos.

Mensaje Pascua 2013 - Cardenal Jorge M. Bergoglio

Este saludo de pascua fue grabado en Argentina por nuestro Cardenal Jorge Mario Bergoglio, previo al Cónclave y a su elección como el Santo Padre Francisco...

lunes, 25 de marzo de 2013

El Santo Padre Francisco felicita la Pascua a la comunidad hebrea de Roma

Ciudad del Vaticano, 25 de marzo de 2013 (Zenit.org)
Rocío Lancho García

Esta mañana, ha informado la web de la comunidad hebrea de Roma, "la oficina de la Secretaría de Estado del Vaticano ha enviado un carta firmada por el papa Francisco al Rabino de la Comunidad Hebrea de Roma. El santo padre ha enviado su felicitación de buen Pesach a toda la comunidad romana."

Comienza la carta de Francisco recordando que "a pocos días de nuestro encuentro, y con renovada gratitud por haber querido honorar con su presencia y la de otros distinguidos representares de la comunidad hebrea la celebración de inicio de mi ministerio, me complace especialmente extenderle a usted y a toda la comunidad de Roma las felicitaciones más fervientes por la gran fiesta de la Pesach". A continuación, el santo padre dice que "el omnipotente que ha liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto para guiarlo a la Tierra Prometida, continúe a liberarnos de todo mal y a acompañarnos con su bendición". Finaliza la carta pidiendo oración por él y les asegura la oración por ellos "confiando poder profundizar los lazos de estima y amistad recíproca".

La comunidad hebrea de Roma ha publicado en su página web que "el Rabino Riccardo Di Segni ha acogido con agrado las felicitaciones del pontífice y le agradecerá en las próximas horas, enviando al papa Francisco los mejores deseos por la Pascua Cristiana".

Nos decía el 25 de Marzo de 2012 en la misa del Niño por Nacer , nuestro amado Cardenal Bergoglio,ahora S.S Francisco

"Cuidar la vida, y solamente se la cuida ...como la cuidó Jesús. Y cuidar la vida entraña el cuidarnos entre nosotros, el más pequeñito, que apenas se ve en una ecografía, el más anciano, añejo de sabiduría por haber caminado y trabajado con dignidad.

Y también cuidar la vida de aquel que se desvió, no condenar, rezar por él, hacer penitencia por él, pedir la misericordia de Dios por él.

Tantos Herodes que no sólo no se ocupan de la vida de los demás sino que la limitan, la acotan o la matan. Pedir, orar, todo eso es morir a uno mismo, para que la vida crezca en los demás, todo eso es morir como Jesús para que la vida sea cuidada.

Escuchemos la voz de Jesús en el Evangelio, el que tiene apego a su vida la va a perder. Cuidar la vida de mi hermano, cuidar la vida de cualquier ser humano supone sacrificio, supone cruz, supone no cuidarme yo. Supone que nos sea concedida esa gracia. Le pedimos al comenzar la misa: “Padre, danos la gracia de participar generosamente de este amor que llevó a tu Hijo a entregarse por nosotros.

En esta misa pidamos la gracia de cuidarnos mutuamente, de cuidar toda la vida, de trabajar para que tantos Herodes que se dan a lo largo del transcurso de una vida, no logren su cometido: facilitemos huidas a Egipto para cuidar a los hermanos, desde los más chiquitos hasta los más grandes.

La que nos da un ejemplo de cómo se cuida la vida es Ella, que cuidó a Dios chiquitito y cuidó a Dios clavado en una Cruz, de pie y de pie, con fortaleza y generosidad.

Madre, enséñanos a cuidar la vida."

domingo, 24 de marzo de 2013

Papa Francisco en Domingo de Ramos: No os dejéis robar la esperanza de Jesús

El papa Francisco preside la Misa del Domingo de Ramos, con la bendición de las palmas


Durante la homilía, el Papa Francisco ha explicado el significado del Domingo de Ramos, que recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén antes de la Pasión. El Papa dijo que los cristianos deben transmitir la alegría de haber encontrado a Dios en sus vidas. “No seáis nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús”, dijo el Papa en la primera celebración de la primera Semana Santa de su pontificado.

HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO!!!!

1. Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompañan festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19,38).

Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Y ahora entra en la Ciudad Santa.

Es una bella escena, llena de luz, de alegría, de fiesta.

Al comienzo de la Misa, también nosotros la hemos repetido. Hemos agitado nuestras palmas, nuestros ramos de olivo, y hemos cantado: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!» (Antífona); también nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida.

Y aquí nos viene la primera palabra: alegría. No sean nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables…, y ¡hay tantos! Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Llevemos a todos la alegría de la fe.


2. Pero nos preguntamos: ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar (cf. Lc 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Recordemos la elección del rey David: Dios no elige al más fuerte, al más valiente; elige al último, al más joven, uno con el que nadie había contado. Lo que cuenta no es el poder terrenal. Ante Pilato, Jesús dice: «Yo soy Rey», pero el suyo es el poder de Dios, que afronta el mal del mundo, el pecado que desfigura el rostro del hombre. Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, de poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Queridos amigos, con Cristo, con el Bien, todos podemos vencer el mal que hay en nosotros y en el mundo.
¿Nos sentimos débiles, inadecuados, incapaces? Pero Dios no busca medios potentes: es con la cruz con la que ha vencido el mal. No debemos creer al Maligno, que nos dice: No puedes hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia, contra tus pecados. Jamás hemos de acostumbrarnos al mal. Con Cristo, podemos transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Debemos llevar la victoria de la cruz de Cristo a todos y por doquier; llevar este amor grande de Dios. Y esto requiere de todos nosotros que no tengamos miedo de salir de nosotros mismos, de ir hacia los demás. En la Segunda Lectura, san Pablo nos dice que Jesús se despojó de sí mismo, asumiendo nuestra condición, y ha salido a nuestro encuentro (cf. Flp 2,7). Aprendamos a mirar hacia lo alto, hacia Dios, pero también hacia abajo, hacia los demás, hacia los últimos. Y no hemos de tener miedo del sacrificio. Piensen en una mamá o un papá: ¡cuántos sacrificios! Pero, ¿por qué lo hacen? Por amor. Y ¿cómo los afrontan? Con alegría, porque son por las personas que aman. La cruz de Cristo, abrazada con amor, no conduce a la tristeza, sino a la alegría.

3. Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes. Queridos jóvenes, los imagino haciendo fiesta en torno a Jesús, agitando ramos de olivo; los imagino mientras aclaman su nombre y expresan la alegría de estar con él. Ustedes tienen una parte importante en la celebración de la fe. Nos traen la alegría de la fe y nos dicen que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre, incluso a los setenta, ochenta años. Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y ustedes lo saben bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y ustedes no se avergüenzan de su cruz. Más aún, la abrazan porque han comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo y que Dios ha triunfado sobre el mal precisamente con el amor. Llevan la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La llevan respondiendo a la invitación de Jesús: «Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año. La llevan para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz.
Queridos amigos, también yo me pongo en camino con ustedes, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Les doy cita en aquella gran ciudad de Brasil.

Prepárense bien, sobre todo espiritualmente en sus comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero. Vivamos la alegría de caminar con Jesús, de estar con él, llevando su cruz, con amor, con un espíritu siempre joven. Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida. Amén.

El Papa Francisco vuelve a bajarse del papamóvil para saludar a algunos enfermos:
Después de la Misa del Domingo de Ramos el Papa Francisco recorrió la plaza de San Pedro subido en el papamóvil para saludar y bendecir a las miles de personas presentes. En varios momentos paró el coche para estrechar las manos de las personas que le esperaban.

También bendijo muchos niños que los guardias de seguridad le acercaron. Pero un momento muy especial fue cuando pasó junto a una zona reservada a discapacitados, donde se paró más tiempo de lo habitual, antes de volver al Vaticano.