lunes, 31 de agosto de 2015

SESIÓN INAUGURAL DEL XVIII ENCUENTRO DE PASTORAL CASTRENSE

En este primer día de reunión, tomó la palabra el anfitrión del encuentro, Monseñor Pedro Candia, Administrador Diocesano de nuestro Obispado Castrense, subrayando la importancia de esta convocatoria pastoral, que tiene a la familia militar como eje de reflexión.
”La tarea pastoral de las Capellanías como verdaderas parroquias personales convoca también a la familia como signo visible y convincente de la fe que camina y trabaja en medio de los desafíos del acontecer castrense. Hoy las familias cristianas están llamadas a vivir su fe en Jesús en medio del llamado paradigma tecnocrático que pretenden reducirla a un producto social fácilmente desechable y sustituible. De modo que las familias necesitan renovar con impulso nuevo y verdadera sensibilidad las convicciones que la hacen auténticamente cristiana en medio de toda sociedad pragmática y materialista. Los fieles castrenses conllevan la impronta de una vocación de servicio que también debe ser para ellas el reflejo de esa comunión y amor que emerge desde su interioridad y se expande a toda la Iglesia. La tarea evangelizadora en las familias castrenses no están exentas de esta tarea que tiene al mismo Espíritu Santo como inspirador y director, del que es cada vez más necesario escucharlo y ponerse a su servicio, para que todo proyecto humano produzca frutos de salvación”. Señaló Monseñor Candia.
Seguidamente, el señor Presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana para la Pastoral Castrense, Monseñor Fabio Suescún Mutis, agradeció la presencia de los participantes recordando la importancia de reflexionar a la familia militar como eficaz medio de salvación para los hombres y mujeres de las fuerzas armadas y de seguridad: “No es posible pastoral castrense alguna sino convoca a la familia que la tiene como su fundamento. Y más en este año en que el Papa Francisco precisa una mirada especial de toda la Iglesia sobre ella, para escucharla, fortalecerla, promoverla”.
A su turno tuvo lugar la presentación de los representantes de las delegaciones participantes: Comisión para el Diálogo y la Comunicación del CELAM, Argentina, Brasil; Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay, Perú, Guatemala, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Panamá, México, El Salvador y República Dominicana.
Son dieciséis las delegaciones convocadas de toda América Latina que se reúnen hasta el próximo viernes en el Hotel Holiday Inn de Ezeiza: para reflexionar en torno a la realidad de la familia y su llamado evangelizador en el ámbito de la vida militar. Así, el Encuentro Latinoamericano de Pastoral Castrense pretende avivar el camina al próximo Sínodo de las familias propuestas por SS. Francisco en la ciudad de Roma para este año.

Asesinan a sacerdote católico e incendian su casa en Argentina

BUENOS AIRES, 31 Ago. 15 / 10:31 am (ACI).- El P. Luis Jesús Cortez de 75 años de edad fue asesinado el fin de semana en una localidad cercana a Córdoba (Argentina) y luego incendiaron su casa, aparentemente para cubrir el crimen.
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Según señala el diario Clarín, el fiscal de la localidad de Alta Gracia, Emilio Drazile, confirmó anoche el homicidio del sacerdote: “estaba en el piso y con elementos alrededor que hacían suponer que estuvo atado, aunque ya estaban quemados. Desde el principio había cosas que generaban dudas, sobre todo la puerta que se encontraba abierta, considerando que el Padre Luis era muy precavido en ese sentido”.
La noticia de la muerte de Cortez, ocurrida probablemente luego de un robo, conmocionó a los casi 50 mil habitantes de Alta Gracia, ubicada a 37 kilómetros de Córdoba.
El sacerdote fue encontrado el sábado a la tarde por los bomberos en su casa, cuando vecinos alertaron que no había ido a celebrar la Misa y que salía mucho humo de su casa.
El Arzobispado de Córdoba informó que hoy se realiza el velatorio del sacerdote y luego el Arzobispo Carlos Ñáñez celebra la Misa y las exequias en el cementerio local.
El Padre Luis Jesús Cortés nació el 26 de enero de 1940, fue ordenado sacerdote el 24 de Mayo de 1969. Era el párroco emérito de la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, de la ciudad de Alta Gracia.
En un comunicado del Arzobispado agradecen “las oraciones por el padre Luis, por su entrega y servicio pastoral durante 46 años de sacerdocio en la Iglesiade Córdoba”.

EUCARISTÍA INAUGURAL DEL XVIII ENCUENTRO LATINOAMERICANO Y EL CARIBE DE PASTORAL CASTRENSE

En la tarde de hoy, se celebró en el hotel Holiday Inn de Ezeiza, la Santa Misa de apertura del XVII Encuentro Latinoamericano y el Caribe de Pastoral Castrense, bajo el lema “La Familia Castrense Evangelizada y Evangelizadora”.
Fue presidida por Monseñor José María Arancedo, Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Los concelebrantes principales fueron Monseñor Fabio Suescún Mutis, Obispo Castrense de Colombia y Monseñor Pedro Candia, Administrador Diocesano de nuestro Obispado.
En su homilía, Monseñor Arancedo destacó el importante rol del Capellán Castrense para la vida de los militares y policías y refirió que “Cuando vemos que la dimensión espiritual del hombre parecería que no es un derecho que le corresponde, hay que trabajar mucho sabiendo que la presencia de ustedes la sociedad los necesita. A veces pueden tener la crítica, puede ser; no hay que desanimarse”.
Por otra parte, Monseñor Pedro tuvo emotivas palabras de agradecimiento a los presentes por su notable participación.

Foto de Obispado Castrense de Argentina.

sábado, 29 de agosto de 2015

Marcando el Norte: Penitencia (2ª parte)

Este bloque de programas de "Marcando el Norte", en el que intervienen el profesor Javier Paredes, Catedrático de Historia Contemporánea, y el P. Rafael Alonso Reymundo, Catedrático de Geografía e Historia y fundador de la Asociación "Hogar de la Madre", está dedicado a explicar algunos de los sacramentos de la Iglesia y a profundizar en el sentido de los mismos.
Seguimos hablando sobre el sacramento de la Penitencia. El P. Rafael explica en qué consiste una celebración penitencial, que no sustituye a la confesión personal. Nos habla también de la preparación al sacramento y del modo de confesarse.

viernes, 28 de agosto de 2015

El Papa: el espíritu de la oración devuelve el tiempo a Dios

(RV).- Tras haber reflexionado acerca de cómo vive la familia los tiempos de la fiesta y del trabajo, en su catequesis del último miércoles de agosto, y en el ámbito de la 100ª audiencia general desde el inicio de su pontificado, elPapa Francisco se detuvo a considerar, con los numerosos fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro, el tiempo de la oración.
Hablando en italiano el Santo Padre destacó que los cristianos lamentan con sinceridad la falta de tiempo para rezar más porque el corazón humano siembre busca la oración, incluso sin saberlo. Y afirmó que está bien creer en Dios con todo el corazón y esperar que Él nos ayude en las dificultades, al igual que sentirse en el deber de darle gracias. Sin embargo, Francisco invitó a preguntarnos si queremos al Señor, y si el pensamiento de Dios nos conmueve, nos sorprende y nos mueve a la ternura.
Lenguaje intensivo del amor
De ahí su invitación a pensar en el gran mandamiento que sostiene a todos los demás con su fórmula: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, que utiliza “el lenguaje intensivo del amor”. Por esta razón el Papa Bergoglio también formuló la pregunta de si logramos pensar en Dios como la caricia que nos mantiene en vida, antes de la cual no hay nada. Una caricia que ni siquiera la muerte interrumpe. O si pensamos en Él sólo como en el Omnipotente creador de todas las cosas, elJuez que controla todas la acciones, lo que también es verdad. Pero como dijo el Pontífice, sólo cuando Dios es el afecto de todos nuestros afectos, llega a ser pleno el significado de estas palabras. Entonces – añadió  el Papa – nos sentimos felices, y también un poco desconcertados, porque Él piensa en nosotros y, sobre todo – exclamó – ¡nos ama!
Se trata de algo impresionante, dijo Francisco, puesto que Dios podía  hacerse reconocer sencillamente como el Ser Supremo, impartir sus mandamientos y esperar los resultados. Y, en cambio, Dios ha hecho y hace infinitamente más que esto. Y, de hecho – prosiguió – un corazón en el que habita el afecto por Dios hace que también se vuelva oración un pensamiento sin palabras o una invocación ante una imagen sagrada o un beso hacia la Iglesia. Por eso es bello cuando las mamás enseñan a sus hijos pequeños a enviar un beso a Jesús o a la Virgen, porque en ese  momento – explicó el Santo Padre – el corazón de los niños se transforma en lugar de oración, que es un don del Espíritu Santo.
Por esta razón el Papa pidió que jamás olvidemos pedir este don para cada uno de nosotros, a fin de que el tiempo de la entera vida familiar esté envuelto en el amor de Dios con la búsqueda espontánea del tiempo de la oración.
Hacia el final de su catequesis el Pontífice afirmó que el espíritu de la oración devuelve el tiempo a Dios, y después de recordar el episodio evangélico de las hermanas de Lázaro, Marta y María, en que la primera aprendió que escuchar al Señor era verdaderamente lo esencial, la “parte mejor” del tiempo; Francisco sugirió leer en casa el Evangelio, meditándolo, en la familia, mientras se reza el Rosario, para que llegue a ser como un pan bueno que alimenta el corazón de todos.
Francisco concluyó invitando a descubrir la belleza de la oración en la familia para que rezando unos por otros seamos protegidos por el amor de Dios.
Después de su catequesis el Papa Bergoglio invitó a los presentes a participar, el próximo martes 1º de septiembre, en la Primera Jornada Mundial de Oración dedicada al cuidado de la creación, que el mismo Pontífice instituyó el pasado 6 de agosto, y que tendrá lugar en la Basílica Vaticana, a las 17.00, donde el Santo Padre presidirá la Liturgia de la Palabra.
Estas fueron sus palabras:
“El próximo martes, 1º de septiembre, se celebrará la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación. En comunión de oración con nuestros hermanos ortodoxos y con todas las personas de buena voluntad, queremos ofrecer nuestra contribución a la superación de la crisis ecológica que está viviendo la humanidad.
En todo el mundo, las diversas realidades eclesiales locales han programado oportunas iniciativas de oración y de reflexión, para hacer que esa Jornada sea un momento fuerte también con vistas a la asunción de estilos de vida coherentes.
Con los obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de la Curia romana, nos encontraremos en la Basílica de San Pedro a las 17.00 para la Liturgia de la Palabra, a la que desde ahora invito a participar a los romanos, a los peregrinos y a cuantos lo deseen”.
(María Fernanda Bernasconi - RV). 
Texto y audio completo de la catequesis del Papa en italiano traducido al español
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber reflexionado sobre cómo la familia vive los tiempos de la fiesta y del trabajo, consideramos ahora el tiempo de la oración. La queja más frecuente de los cristianos consiste precisamente en el tiempo: “Debería rezar más…: quisiera hacerlo, pero a menudo me falta el tiempo”. Lo escuchamos continuamente.
La pena es sincera, ciertamente, porque el corazón humano busca siempre la oración, incluso sin saberlo; y si no la encuentra, no tiene paz. Pero para que se encuentren, es necesario cultivar en el corazón un amor ‘cálido’ por Dios, un amor afectivo.
Podemos hacernos una pregunta muy sencilla. Está bien creer en Dios con todo el corazón, está bien esperar que nos ayude en las dificultades, está bien sentir el deber de agradecerle. Todo bien. Pero ¿Queremos también un poco al Señor? ¿El pensamiento de Dios nos conmueve, nos asombra, nos enternece?
Pensamos a la formulación del gran mandamiento, que sostiene todos los otros: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu» (Dt 6,5; cfr Mt 22, 37). La fórmula usa el lenguaje intenso del amor, reversándolo en Dios. Aquí, el espíritu de oración vive principalmente aquí. Y si vive aquí, vive todo el tiempo y no se va nunca. ¿Conseguimos pensar en Dios como la caricia que nos tiene en vida, antes de la cual no hay nada? ¿Una caricia de la cual nada, ni siguiera la muerte, nos puede despegar? ¿O lo pensamos solamente como el gran Ser, el Todopoderoso que ha hecho cada cosa, el Juez que controla cada acción? Todo es verdad, naturalmente. Pero sólo cuando Dios es el afecto de todos nuestros afectos, el significado de estas palabras se hace pleno. Entonces nos sentimos felices, y también un poco confundidos, porque Él piensa en nosotros. Pero sobre todo ¡nos ama! ¿No es impresionante esto? ¿No es impresionante que Dios nos acaricie con amor de padre? Es muy bello, muy bello.
Podía simplemente darse a conocer como el Ser supremo, dar sus mandamientos y esperar los resultados. En cambio Dios ha hecho y hace infinitamente más que eso. Nos acompaña en el camino de la vida, nos protege, nos ama.
Si el afecto por Dios no enciende el fuego, el espíritu de la oración no calienta el tiempo. Podemos también multiplicar nuestras palabras, “como hacen los paganos” decía Jesús; o también mostrar nuestros ritos, “como hacen los fariseos” (cfr Mt 6,5.7). Un corazón habitado por el afecto por Dios convierte en oración incluso un pensamiento sin palabras, o una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso enviado hacia la iglesia. Es bello cuando las madres enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen. ¡Cuánta ternura hay en eso!
En aquel momento el corazón de los niños se transforma en lugar de oración. Y es un don del Espíritu Santo. ¡No olvidemos nunca pedir este don para cada uno de nosotros! Porque el Espíritu de Dios tiene su modo especial de decir en nuestros corazones “Abbà”, es decir, “Padre”, nos enseña a decir padre, propio como lo decía Jesús, un modo que no podremos nunca encontrar solos (cfr Gal4, 6). Este don del Espíritu es en familia donde se aprende a pedirlo y a apreciarlo. Si lo aprendes con la misma espontaneidad con la cual aprendes a decir “papá” y “mamá”, lo has aprendido para siempre. Cuando esto sucede, el tiempo de la entera vida familiar viene envuelto en el vientre del amor de Dios, y busca espontáneamente el tiempo de la oración.
El tiempo de la familia, lo sabemos bien, es un tiempo complicado y lleno de gente, ocupado o preocupado. Siempre es poco, nunca basta, hay tantas cosas por hacer. Quien tiene una familia aprende pronto a resolver una ecuación que ni siquiera los grandes matemáticos saben resolver: ¡dentro de las veinticuatro horas hace entrar el doble! Es así eh. ¡Existen mamás y papás que podrían vencer el Nobel por esto! ¿eh? ¡En 24 horas hacen 48! No sé cómo hacen pero se mueven y hacen, hay tanto trabajo en familia.
El espíritu de la oración restituye el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una vida a la cual le falta siempre el tiempo, reencuentra la paz de las cosas necesarias y descubre la alegría de los dones inesperados. Buenas guías para esto son las dos hermanas Marta y María, de quienes habla el Evangelio que hemos escuchado; ellas aprendieron de Dios la armonía de los ritmos familiares: la belleza de la fiesta, la serenidad del trabajo, el espíritu de oración (cfr Lc 10, 38-42). La visita de Jesús, a quien querían bien, era su fiesta. Un día, pero, Marta aprendió que el trabajo de la hospitalidad, si bien es importante, no es todo, pero que escuchar al Señor, como hacía María, era la cosa verdaderamente esencial, la “parte mejor” del tiempo. Que la oración brote de la escucha de Jesús, de la lectura del Evangelio, no olviden, cada día leer un pasaje del Evangelio. La oración brote de la confianza con la Palabra de Dios. ¿Hay esta confianza en nuestra familia? ¿Tenemos en casa el Evangelio? ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos? ¿Lo meditamos rezando el Rosario? El Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos. Y en la mañana y en la noche, y cuando nos sentamos en la mesa, aprendemos a decir juntos una oración, con mucha sencillez: es Jesús que viene entre nosotros, como iba en la familia de Marta, María y Lázaro. Una cosa que tengo en el corazón, que he visto en las ciudades: ¡hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la Cruz! Tú mamá, papá, enseña al niño a rezar, a hacer la señal de la Cruz, esta es una tarea bella de las mamás y de los papás.
En la oración de la familia, en sus momentos fuertes y en sus pasajes difíciles, somos confiados los unos a los otros, para que cada uno de nosotros en familia sea cuidado por el amor de Dios. Gracias.

Marcando el Norte: Penitencia (1ª parte)

jueves, 27 de agosto de 2015

¿Por qué necesitamos la Misa del domingo?

agosto 27, 2015

No vamos a cumplir una regla, vamos por una necesidad existencial: la necesidad de unirnos con Dios y “divinizar” nuestra vida.

10 motivos fundamentales

  1. El domingo es el día de la resurrección de Cristo, día de la nueva creación, de la vida nueva glorificada. La Misa nos hace participar –a través de un gran milagro– de esa resurrección. Así introduce en nuestra vida la vida eterna de Jesús resucitado. Esa vida divina “entra” en nuestra vida por la participación en la Misa. Somos redimidos y santificados. Sin la Misa nuestra vida queda reducida a la sola dimensión temporal –por tanto transitoria y caduca–, se ve privada de su enriquecimiento sobrenatural. Por tanto, lo 1º: aporta la dimensión de eternidad a nuestra vida.
  2. Dios baja a nosotros y nos da el sacrificio de su Hijo para que se lo ofrezcamos. Es imposible pensar en algo de mayor valor para ofrecerle. Con la Misa le ofrecemos el sacrificio perfecto. Lo 2º: ofrecemos a Dios lo único digno de Dios que podemos ofrecer.
  3. La Misa dominical centra nuestra vida en Dios. La semana es una unidad de tiempo fundamental de nuestra vida. El centro de la semana lo tenemos en el domingo (“dies Domini”: el día del Señor). Con la misa centramos nuestra semana en Dios, todo gira en torno al altar: consagramos la semana que hemos vivido y ponemos en las manos de Dios la que tenemos por delante. Así divinizamos nuestra vida semana a semana, domingo a domingo. 3º: La Misa garantiza que nuestra semana esté centrada en Dios.
  4. Concreta el mandamiento de “amar a Dios sobre todas las cosas”. La asistencia a Misa semanal pone de manifiesto que no hay actividad que prioricemos ante el gran don de Dios de la Eucaristía (descanso, deporte, viajes, asados…). Así Dios es lo primero en mi vida, no de un modo teórico, sino existencial.
  5. Es el alimento que necesitamos. En nuevo maná. Necesitamos alimentar nuestra alma semanalmente. ¿Cada cuánto alimentamos nuestro cuerpo? ¿Qué necesidad de alimento tiene nuestra alma?
  6. La necesitamos para dar un nuevo valor a lo que hacemos. Es fuente de gracia y santidad. En la misa dominical ofrecemos toda la semana: así la santificamos, le damos una dimensión divina que no tiene al margen de la Misa. Así la Misa asume toda la semana y Dios pone otra dimensión a la humana: del tiempo a la eternidad.
  7. Crea comunión eclesial. No amamos a Dios solos, no le damos culto solos, sino en comunión de caridad, unidos a nuestros hermanos. Así la Misa dominical supera un posible individualismo y nos integra en la oración común. Porque como miembro de la familia de Dios, rendimos culto a Dios de acuerdo a nuestra naturaleza social, junto a nuestros hermanos. El culto a Dios no es sólo interior (en tu corazón) sino también exterior (que los demás vean tu fe) y comunitario (dar culto unido a tu hermanos). Es decir, es necesario reunirnos con otros para adorar juntos a Dios. Más allá de tus gustos personales, asistís a Misa no por vos mismo (porque te guste) sino para mostrar tu reverencia al Omnipotente en comunión con los demás. Nuestra relación con Dios tiene una dimensión comunitaria. No basta rezar solo, tampoco en familia, hace falta hacerlo unidos a nuestros hermanos en la fe. En este sentido es un acto de comunión con nuestros hermanos en la fe: compartir lo más importante que tenemos: la Eucaristía, es decir, Cristo mismo. En este sentido faltar sería un desprecio de tus hermanos y una falta de unidad.
  8. Tenemos que obedecer a la Iglesia. No es cuestión de un capricho del Papa, sino de una necesidad. En el siglo IV, la Iglesia se vio obligada a imponer este precepto para garantizar a sus fieles el mínimo de vida eucarística que necesitan. La Sagrada Escritura da una gran importancia (cfr. Adán y Eva, diluvio, Abraham, Saúl…). Desde esta perspectiva, faltar a Misa es un acto de desobediencia. Este precepto de la Iglesia concreta el tercer mandamiento del Decálogo: Santificar las fiestas. La gran fiesta es el domingo, y se santifica con la participación en la fuente de santidad, que es la Misa.
  9. Si faltáramos (sin un motivo serio que nos lo impida) cometeríamos un pecado grave.El precepto que obliga a los bautizados a asistir a Misa los domingos y fiestas supone una obligación grave: su incumplimiento también lo es.
  10. En el caso de los padres: no sólo está en juego su deber personal de asistir a Misa, cuando faltan impiden que sus hijos asistan, ya que cuando son menores, no pueden ir solos. Basta recordar las palabras de Jesús: “dejen que los niños vengan a Mí y no se lo impidan” (Mt 19,14).

Otros seis motivos no menores.

  1. Porque Dios es nuestro Creador y debemos dedicarle un tiempo semanal. Es la manifestación de vivir centrado en Dios y en la salvación: vivir el año centrado en la Pascua; la semana, en el domingo; el domingo, en la Misa. Tu Creador ha dispuesto que un día de la semana sea para El: “Acuérdate da santificar el día sábado. Los seis días de la semana trabajarás y harás todas tus labores. Mas el séptimo es sábado, consagrado al Señor tu Dios” (Exodo 20,8-10). Y parece que tiene derecho a tu obediencia. Faltar sin un motivo serio a Misa es una desobediencia evidente (decirle a Dios “no te quiero dar mi tiempo”). Y más allá de la obediencia… Dios se lo merece.
  2. Porque necesitamos de la Eucaristía para vivir una vida realmente cristiana. Es una necesidad vital, de manera que sin la Eucaristía semanal, no nos darían las fuerzas espirituales para vivir como un hijo de Dios.
  3. Porque sin la Eucaristía no tendríamos acceso a la vida eterna. Jesús no dejó lugar a dudas: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre”; “en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo de Dios y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros”; “el que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna” (cfr. Juan 6,30-58)
  4. Porque Jesús nos invita a su mesa y sacrificio. El lo mandó explícitamente a sus discípulos al instituir la Eucaristía: “Hagan esto en memoria mía”. Asistir a Misa no es más que cumplir este mandato del Señor. Y no es sólo una memoria histórica, es una memoria que lo hace presente. Jesús te invita y se te entrega… no responder, ser indiferente su llamado, sería un desprecio bastante considerable.
  5. Porque viviendo en una sociedad que en muchos aspectos no es cristiana, la Misa es la primera manera de defender, robustecer y manifestar nuestra fe. Es necesaria para “proteger” tu espíritu del materialismo sofocante que nos rodea: que tu espíritu pueda al menos una vez a la semana “respirar” un aire espiritual. Además es el primer testimonio cristiano: los demás necesitan tu ejemplo. ¿Te das cuenta qué testimonio de fe da a los que no creen… quien dice creer y muestra no valorar lo que cree?
  6. Porque es mucho mejor ir que no ir. Puede parecer tonto… pero para quien aspira a lo mejor… alcanzaría solo este motivo. Yo no creo que haya un plan más santo y santificante para el domingo. Seriamente, ¿te has puesto a pensar qué es lo que Dios quiere que hagas? Si el domingo se te apareciera un ángel y le preguntaras ¿que hago, voy a Misa o me quedo viendo una película? ¿qué pensás que te contestaría? Es claro que el más interesado en que no vayas a Misa es el demonio… De esto no cabe duda.

Motivos comúnmente aducidos para perderse el tesoro de la Misa

  1. Me aburro. La acusación más frecuente contra la Misa es que es aburrida. En primer lugar a Misa no vamos a divertirnos… Es un problema personal a resolver: no parece que Dios sea aburrido -es la perfección absoluta-. Además si tanta gente va a Misa con gusto, algunos incluso todos los días… será que algo le ven… que a vos se te escapa… La solución será descubrir qué tiene la Misa para que los cristianos la consideren tan importante.
  2. Tengo fiaca. “Prefiero quedarme durmiendo”. No parece que sea un motivo muy racional, meritorio o valioso que merezca ser tenido en cuenta.
  3. No tengo ganas/No lo siento. ¿Tus ganas son más importantes que la voluntad de Dios? Además a Misa no vas porque a vos te guste sino para agradar a Dios. Se va a Misa a honrar a Dios y no a honrarte a vos. Es decir que mientras que a Dios le agrade… no hay problema… la cosa va bien. Y si te cuesta… ¿acaso Dios no merece ese sacrificio que incluso hace más valioso y meritorio el acto?
  4. Es siempre lo mismo. Si se tratara de una obra de teatro o de una película… estaría absolutamente de acuerdo con vos. Pero no es una representación teatral… Es algo vivo, que pasa ahora. No sos (al menos no deberías ser) un espectador. Sos partícipe, actor. Imagináte que alguien dejara de asistir a un asado porque en los asados siempre pasa lo mismo… (perdón a la Misa por la comparación).
  5. Desinterés. Las cosas de Dios no me interesan. Si Dios te resbala… estás en problemas… Habrá que ver cómo solucionar la falta de apetencia de lo divino… que te hace no apto para el cielo… y desarrollar la sensibilidad espiritual.
  6. No tengo tiempo. No parece que lo que te pide Dios -1 de las 168 horas de la semana- sea una pretensión excesiva. En concreto, quien te creó, te mantiene en el ser y te da lo que te queda de vida -y sólo El sabe de cuánto se trata…- se merece el 0,59% del tiempo que El te da. Si no tenés tiempo para Dios… ¿para quién lo vas a tener?
  7. Otros planes mejores. No parece que a Dios le interese competir con el fútbol, hockey, cine… No te olvides que el primer mandamiento es “amar a Dios sobre todas las cosas”… Si tenés otros planes que te importan más que Dios… quizá el problema más que en el tercer mandamiento está antes en el primero…
  8. Tengo dudas de fe. La fe es un don de Dios, con lo cual hay que pedirla. Alejarte de Dios dejando de ir a Misa, no parece el mejor método para resolver dudas la fe e incrementarla… La frecuencia de sacramentos -confesión y comunión- es la más efectiva manera de aumentar la fe.
  9. Estoy peleado con Dios. “Hubo algo que pasó en mi vida (la muerte de un ser muy querido, un fracaso muy doloroso, una enfermedad… o cualquier otra tragedia) que me hizo enojar con Dios: si El me hace esto… ¿por qué yo voy a ir a Misa? Es la manera de mostrarle a Dios mi disconformidad con la forma de tratarme”. Hay quienes dejan de ir a Misa como una manera de vengarse de Dios. Pero, en los momentos de dolor ¿no será mejor refugiarnos en Dios y buscar su fortaleza más que reaccionar como un chiquito caprichoso de tres años? Él sabe más… Además, acusar de maltratarnos a quien más nos quiere y murió por nosotros… ¿no será demasiado? ¿No seré yo el que pierdo… alejándome de Dios?
  10. “Hay gente que va y después se porta mal”. “Yo no quiero ser como ellos”, decís seguro de vos mismo. “Además, hay otros que no van, y son buenos”. Es evidente que ir a Misa sólo no basta. Pero, no se puede mezclar la física nuclear con el dulce de leche, ya que las dos cosas no tienen nada que ver. En quienes van y después no son honestos, lo que es malo es ser deshonestos… no el hecho de ir a Misa… que sigue siendo algo bueno aunque ellos después se porten mal fuera de la Misa… Además la causa de su supuesta deshonestidad no es el ir a Misa. Lo mismo se puede decir de los “buenos” que no van a Misa: su “bondad” no procede de su falta de Misa… y tan “buenos” no serán si les falta una dimensión tan importante de bondad como la bondad misma… es decir Dios. Por otro lado, yo creo que nadie se atrevería a afirmar que los que no van a Misa son mejores que los que van… Finalmente, esto no es un concurso de bondad, ni comparaciones… sino tratar de determinar cuán bueno es ir a Misa. Y claramente, el dejar la Misa no mejora a nadie…
  11. No me he confesado y entonces no puedo comulgar. No es necesario comulgar, ni hay ninguna obligación de hacerlo. No comulgar no es pecado; no ir a Misa, sí. Además el problema se solucionaría bastante fácilmente con una breve confesión…
  12. Llevarle la contraria a mis padres. Ofender a Dios para hacer sufrir a tus padres no parece una actitud muy inteligente…
  13. El cura me cae mal. Por más tonto que te parezca el cura, no vas a Misa para darle el gusto, ni para hacerle un favor. El no gana ni pierde nada con tu asistencia o ausencia. El que gana o pierde, sos vos: tu amor a Dios. Además… estoy seguro de que la ciudad en que vivís es lo suficientemente grande como para que puedas encontrar alguno que te caiga más simpático…

Cómo conseguir disfrutar de la Misa

  1. El sistema básico consiste, primero, en ir a Misa: nunca nadie ha conseguido valorar la Misa a base de no ir.
  2. Para gozar la Misa hay que entenderla, para entenderla hay que saber qué es. No se puede disfrutar si no se sabe lo que pasa. Un misterio de amor infinito está escondido en signos, habrá que conocer esos signos. Hay muchísimos libros y folletos… los encontrarás en cualquier librería.
  3. Tratar de vivir la Misa. No asistir como una estatua, estar atento, responder, rezar, cantar, evitar las distracciones, etc. Es decir que “gozar” la Misa depende más de uno que de la Misa…
  4. Leer y meditar los textos de la Liturgia. Tiene una riqueza inagotable, de manera que nadie que medite las partes y oraciones de la Misa puede aburrirse. Es absolutamente imposible. No se encuentra un límite, de manera que siempre se les puede sacar nuevos sentidos, matices, dimensiones, etc.
  5. Hay oraciones lindísimas para preparar el corazón para tan importante encuentro con Dios.
P. Eduardo Volpacchio (La Plata, 27.8.2015)

lunes, 24 de agosto de 2015

Cambio de agujas: Gloria Polo (1ª parte)

El testimonio de Gloria Polo se ha dado a conocer en todo el mundo durante las últimas décadas. Su juventud estuvo llena de vicios, alcohol, sexo, brujería, aborto, anorexia... Ella misma admite que en esos momentos llegó a odiarse a sí misma. Pero el Señor quiso mostrarle su amor inmenso y su misericordia de una manera extraordinaria. Se ha convertido en un testimonio de esperanza y una llamada a la conversión para miles de personas.

domingo, 23 de agosto de 2015

EUCARISTÍA PAN DE VIDA

María nos ayude a ir a Jesús, para experimentar la libertad que Él nos da, alienta el Papa

¡Jesús es la persona que necesitamos!
(RV).- Él nos brinda la «libertad de limpiar nuestras opciones de las incrustaciones mundanas y  de los miedos»,  destacó el Papa Francisco en sus palabras, para introducir el rezo mariano, del XXI primer domingo del Tiempo Ordinario. Dirigiéndose a los miles de fieles romanos y de peregrinos de tantas partes del mundo, que una semana más acudieron a la Plaza de San Pedro,  y a los que se suman a través de los medios de comunicación, el Obispo Roma hizo hincapié, con el Evangelio de Juan, en que «la fidelidad a Dios es ser fieles a Jesús».
Y exclamó que «¡necesitamos estar con Él, alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna!»
«Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida», reiteró luego el Santo Padre, subrayando que «Cristo no es un elemento accesorio: es el ‘pan vivo’, el alimento indispensable». Y que «ligarse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino, abiertos a los desafíos de nuestro tiempo».
Reflexionando sobre las palabras de Jesús sobre el ‘Pan de la vida’, al día siguiente del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, el Papa señaló cómo se apagó en la gente el gran entusiasmo del día anterior, puesto que se esperaban palabras, que según algunos, debían ser más ‘exitosas’para lo que pensaban que debía ser un Mesías.
¡Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo de entender la misión del Mesías!
Ante los que se alejan de Jesús por su lenguaje duro, Él no hace descuentos, recordó el Papa, evocando asimismo la profesión de fe con la que San Pedro responde al Señor, que le había preguntado: «¿también ustedes quieren irse?».
A las que Pedro respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. No dijo dónde iremos, sino a quién, enfatizó el Santo Padre.
«Siempre las palabras de Jesús nos ponen en crisis; en crisis por ejemplo, ante el espíritu del mundo, a la mundanidad». Señaló también el Papa e invitó a preguntarnos cada uno «¿Quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, una idea, es un personaje histórico solamente? O es verdaderamente aquella persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo».
(CdM – RV)
Texto completo de las palabras del Papa antes del rezo del Ángelus:
«Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Concluye hoy la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan, con las palabras sobre el ¡Pan de la vida’, pronunciadas por Jesús, al día siguiente del milagro de la multiplicación de los panes y peces.
Al final de su sermón, el gran entusiasmo del día anterior se apagó, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daba su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo así claramente al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente, que las juzgó indignas del Mesías, no ‘exitosas’
Algunos miraban a Jesús como a un Mesías que debía hablar y actuar de modo que su misión tuviera éxito, ¡enseguida!
¡Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo de entender la misión del Mesías!
Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje, lenguaje inquietante del Maestro. Y el  pasaje de hoy cuenta su malestar: «¡Es duro este lenguaje! – decían - ¿Quién puede escucharlo?». (Jn 6,60)
En realidad, ellos entendieron bien las palabras de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un leguaje que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos ponen en crisis; en crisis por ejemplo, ante el espíritu del mundo, a la mundanidad. Pero Jesús ofrece la clave para superar la dificultad; una clave hecha con tres elemento. Primero, su origen divino: él ha bajado del cielo y subirá allí donde estaba antes (62).
Segundo, sus palabras se pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, Aquel que «da la vida» (n. 63). Y es precisamente el Espíritu Santo el que hace comprender bien a Jesús.
Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: «hay entre ustedes algunos que no creen». (64), dice Jesús. En efecto, desde ese momento, «muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo». (n. 66) Ante estas defecciones, Jesús no hace descuentos  y no atenúa sus palabras, aún más obliga a realizar una opción precisa: o estar con Él o separarse de Él, y dice a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». (n. 67)
Entonces, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. (n. 68) No dice: ‘¿dónde iremos?’, sino ‘¿a quién iremos?’. El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es cuestión de fidelidad a una persona, con la cual nos enlazamos para caminar juntos por el mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna!
Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida.  Cristo no es un elemento accesorio: es el ‘pan vivo’, el alimento indispensable. Ligarse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino.
Cada uno de nosotros puede preguntarse, ahora: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, una idea, es un personaje histórico solamente? O es verdaderamente aquella persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo. ¿Para ti quién es Jesús? ¿Intentas conocerlo en su palabra? ¿Lees el Evangelio todos los días, un pasaje, del Evangelio para conocer a Jesús? ¿Llevas el Evangelio todos los días, en la bolsa, para leerlo, en todas partes? Porque cuanto más estamos con Él, más crece el anhelo de permanecer con él. Ahora les pediré amablemente, hagamos un momentito de silencio y cada uno de nosotros en silencio, en su corazón, se pregunte: ¿quién es Jesús para mí? En silencio, cada uno responda, en su corazón: ¿quién es Jesús para mí?
Que la Virgen María nos ayude a ‘ir’ siempre a donde Jesús, para experimentar la libertad que Él nos ofrece, y que nos consiente limpiar nuestras opciones de las incrustaciones mundanas y  de los miedos.»

miércoles, 19 de agosto de 2015

“Continúen dando testimonio de Cristo resucitado, eligiendo amar”, el Papa a la Comunidad de Taizé

(RV).- ¡Buen camino para la comunidad de Taizé! Es el aliento del Papa Francisco al termine de la Audiencia General, del tercer miércoles de agosto, a la Comunidad Ecuménica de Taizé en la víspera del aniversario de su fundación y donde recordó a su fundador, quien fue asesinado por una enferma mental hace 10 años atrás durante la oración vespertina:
«Mañana la Comunidad de Taizé cumple 75 años. Deseo dirigir mi saludo acompañado con mi oración a los hermanos, en el recuerdo de su amado fundador Roger Schutz, del que hemos recordado el X aniversario de su muerte, hace tres días. ¡Buen camino para la comunidad de Taizé!»
Además, el Santo Padre envió un mensaje para esta ocasión al actual superior de Taizé, frère Alois, donde expresa su gratitud a Dios, quien genera “siempre nuevos testigos fieles hasta el final”. Citando a su predecesor, Benedicto XVI, el Papa define al fundador, frére Roger “un incansable testigo del Evangelio de la paz y de la reconciliación, animado por el fuego del ecumenismo de la santidad”. “Ha sido este fuego, subraya el Obispo de Roma, lo que lo ha llevado a fundar una comunidad que puede ser considerada como una verdadera ‘parábola de comunión’, que hasta hoy, ha tenido un rol importante en construir puentes de fraternidad entre los cristianos”.
“Buscando apasionadamente la unidad de la iglesia, Cuerpo de Cristo, frére Roger – escribe el Papa – se ha abierto a los tesoros de las diferentes tradiciones cristianas, sin realizar rupturas con su origen protestante”. Con la perseverancia de quien ha dado testimonio durante su larga vida, ha contribuido a cambiar las relaciones entre los cristianos aun separados, trazando para muchos un camino de reconciliación”.
Alimentado por la Sagrada Escritura, frére Roger ha recibido la enseñanza de los Padres de la Iglesia, actualizando las fuentes cristianas para los jóvenes. El superior de Taizé – señala el Pontífice – “entendía a las nuevas generaciones; tenía confianza en ellos haciendo de Taizé un lugar de encuentro donde los jóvenes provenientes de todo el mundo se sientan respetados y acompañados en su búsqueda espiritual”. “Frére Roger – recuerda el Papa ha amado a los pobres, a los desheredados, a aquellos que aparentemente no cuentan, mostrando con su existencia y con la de sus hermanos que la oración va de la mano con la solidaridad humana”.
Finalmente, el Santo Padre, agradece a Dios “por la vida donada del fundador frére Roger, hasta la muerte violenta. Pueda la comunidad de Taizé – desea el Papa – mantener siempre vivo el testimonio que él ha dado de Cristo resucitado y el llamado que constantemente ha renovado a elegir amar”.