lunes, 31 de mayo de 2010

Homosexuales y adopción de menores

Hasta hace muy pocos años todo el mundo sabía lo que era un "matrimonio normal", lo que era un "homosexual" y quienes podían o no adoptar a un menor. A nadie, desde hace miles de años, se le ha ocurrido igualar la unión entre dos homosexuales con el matrimonio. De pronto, llegan los progres; y en nombre de su peculiar sentido de la libertad, igualdad y fraternidad, utilizan las palabras matrimonio y homosexual con significados opuestos al sentir general de la sociedad. Sorprendentemente, la adopción de menores por los homosexuales, se torna una exigencia, un derecho.

Zapatero, Presidente del Gobierno español, prometió que: "no sólo piensa aprobar los "matrimonios" homosexuales, sino también la adopción de niños por éstos "si hay consenso social" O sea, cuando él quiera.

"Ni qué decir tiene que los homosexuales son ciudadanos de pleno derecho, y por ello, acreedores de la misma consideración y respeto que merecen quienes no lo son. Pero eso no les da derecho, por muy bien organizados y concienciados que estén, a tratar de imponer a la mayoría, a través de poderosos grupos de presión, su particular visión del matrimonio y de las adopciones de menores"

Además, ¿a cuento de que viene crear este problema artificial? ¿Ignoran que por cada niño que en España necesita adopción hay muchísimas familias "normales" que para a adoptar a los niños tienen que ir a por ellos a China o al Perú? Nó, no lo ignoran, y esto quiere decir que les importan un comino los homosexuales y los niños, los cuales se utilizan como medio para arrebañar votos y conseguir el poder; para ello, los partidos de izquierda y algunos políticos despistados de la derecha o centro, no sólo tratan de cambiar el Derecho de Familia sino también el diccionario y el sentido del lenguaje. Se empieza por llamar matrimonio a cualquier unión de dos homosexuales , después se pedirá para las uniones de tres o más personas del mismo o diferente sexo, después … para lo que haga falta. Resultado: el desprestigio del verdadero matrimonio.

Destruyendo al matrimonio, se destruirá la familia y destruyendo la familia habremos destruido la sociedad. Entonces tendremos vía libre para implantar una nueva sociedad, que nadie sabe como será. En último término, el movimiento gay es sólo un eslabón más, de nuevas ideologías que pretenden la destrucción de la sociedad occidental: judeocristiana, romana y griega. Ya lo intentaron en Rusia y en China con consecuencias desastrosas. ¿Por qué la sustituiremos? ¿Por el islamismo, el budismo, la Nueva Era, …?

Todas las personas tenemos limitaciones, los homosexuales también, y con esas limitaciones hay que contar. Digan lo que digan las leyes, ignorarlas sería engañarnos y engañar a los demás. ¿Es una de esas limitaciones la adopción de menores? ¿Por qué se aducen tantas "razones" morales, físicas, científicas para justificar esas adopciones?. Generalmente, cuando se aducen muchas razones es porque no se tiene razón. Jarabes para la tos hay muchos porque ninguno cura.

Una duda nos ronda : El movimiento gay, parte de cuyas exigencias pueden ser legítimas, ¿ Es un movimiento genuino o está siendo orquestado y utilizado por poderes ocultos, por gentes a quienes sólo interesa el voto, el poder y que han visto en los homosexuales una fuente de votos e influencias?

La Iglesia Católica, como siempre, va muy por delante en materias de igualdad y libertad sobre las progresías de turno. Para empezar, el homosexual es considerado un hermano nuestro, hijo del mismo Padre. Sigue con el mandamiento básico: Amarás al prójimo como a ti mismo. El Catecismo de la Iglesia Católica continúa: «Deben ser acogidos – los homosexuales- con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta» (No. 2358).¿Por qué se ocultan estas afirmaciones en los medios de difusión?

Por otra parte, el Catecismo se muestra no menos claro al tratar con la moralidad de los matrimonios entre homosexuales: «Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso» (No. 2357). ¿Pero es que alguien no sabía esto?

Lo realmente vergonzoso y lamentable es que se haya elevado a la categoría de dogma político lo que no pasa de vulgar prostitución social y política. Como hay que justificar lo injustificable, se echa mano del "Relativismo Moral y Social" que como un cáncer esta minando el tejido de nuestras sociedades. Siempre se encuentra un "filósofo" capaz de convertir en verdad profunda, lo que no es más que una simple aberración. Así, todo vale. La única vara de medir son nuestros intereses, pasiones y deseos particulares. Lógicamente, chocan con la Iglesia Católica. Sin embargo, lo que la Iglesia condena en los homosexuales es lo mismo que condena en los heterosexuales: el uso del sexo fuera de los límites de toda razón y moral , el engaño disimulado y la degeneración social. Y esto si lo están imponiendo las mayorías políticas dominantes, no la Iglesia. La demagogia es letal para las democracias.

¿Saben Vds de algún político dispuesto a dar uno de sus hijos o hijas en adopción a una pareja de gays o lesbianas? ¿Qué dirían los políticos de relieve si a los porteros de los ministerios les llamamos "Ministros", a los bedeles de Institutos le ponemos el nombre de "Catedráticos", y a los cabos del regimiento les llamamos "Coroneles"?. No por eso dejarían de ser respetados porteros, bedeles y cabos; pero ministros, catedráticos y coroneles se habrían convertido en motivos de risas y chanzas, primer paso para su eliminación.

Legíslese para que ningún ciudadano sea injustamente discriminado. Ténganse en cuenta las deficiencias y limitaciones de cualquier grupo humano: Un ciego no debe conducir un autobús, ni un enfermo mental regir un hospital. Dejemos de enredar con las adopciones de menores , y pongamos a las uniones de homosexuales cualquier nombre, pero ¡nunca!, ¡nunca!, el de matrimonio; a no ser que lo que realmente se esté intentando sea destruir al matrimonio y a la familia

sábado, 29 de mayo de 2010

30/ MAYO:San Juan Diego Cuauhtlatoatzain, laico

San Juan Diego, que en 1990 SS. Juan Pablo II llamó «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac», según una tradición bien documentada nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila». Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los PP. Franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo.

El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.

El 12 de diciembre, martes, mientras el santo se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.
El santo, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en grandioso templo, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe.

En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía. En la homilía que SS Juan Pablo II pronunció el 6 de mayo de 1990 en este Santuario con ocasión de la beatificación de Juan Diego, indicó cómo «las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe simple [...], su confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad».

Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que éstos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios os haga como Juan Diego». Rodeado de una sólida fama de santidad, murió en 1548. Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, ha atravesado los siglos, alcanzando la entera América, Europa y Asia. Fuee canonizado por SS Juan Pablo II en la propia ciudad de México el 31 de julio de 2002.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Carta de un misionero uruguayo en Angola al New York Times

 

  

Montevideo (Uruguay), 26 May. 10 (AICA)

 
 

El sacerdote salesiano Martín Lasarte envió una carta al diario New York Times respecto a la morbosa insistencia sobre los sacerdotes pedófilos, carta que el diario neoyorquino nunca publicó. La carta comienza diciendo: "Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.

      Y continúa: "Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños serán siempre de una prioridad absoluta.

      "Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico, la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en los detalles de la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de los Estados Unidos, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… ¡Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta de odio.

      "Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía a hacerlo y las ONG's no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 kilómetros cuadrados, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños.

      "No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y de la ONU.

     "No es noticia que un sacerdote de 75 años, el padre Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como padre Stefano, tengan casas para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio. Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando a los enfermos y desesperados.

     "No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a seropositivos, o sobre todo en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.

     "No es noticia que mi amigo, el padre Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región. Ninguno pasa de los 40 años.

     "No es noticia acompañar la vida de un sacerdote "normal" en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.

     "La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

     "No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir a sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura.

     "Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico con la cual me siento ofendido.

     "Sólo le pido, amigo periodista, que busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión".

    Firma: Padre Martín Lasarte, misionero uruguayo en Angola.+

 
 

  

AICA - Toda la información puede ser reproducida parcial o totalmente, citando la fuente

martes, 25 de mayo de 2010

El Card. Bergoglio reclamó un clima social, espiritual e institucional

Buenos Aires, 25 May. 10 (AICA)

El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, volvió a reclamar hoy “un clima social y espiritual distinto al que estamos viviendo”, y consideró que “urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males”.
Antes de iniciar la celebración, el purpurado porteño destacó como "un hermoso gesto" que las autoridades nacionales, encabezadas por la presidenta Cristina Fernández, hayan ido a la basílica de Luján para dar gracias a Dios por la Patria, y se unió a mismo gesto que se realizará en otras catedrales católicas y cristianas del país.

El purpurado no improvisó una homilía, sino que optó por leer la declaración “La Patria es un don, la Nación una tarea”, redactado durante la 155º reunión de la Comisión Permanente, de marzo pasado. El mismo texto que entonces la comisión ejecutiva llevó personalmente a la presidenta Cristiana Fernández de Kirchner, a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia y a los titulares de las cámaras de Diputados y Senadores.
Tras señalar que “la situación actual requiere una actitud de grandeza de parte de todos los argentinos, en particular de sus dirigentes”, estimó que “no es momento para victimizarnos ni para procurar ventajas sectoriales”.

“Aunque a veces lo perdamos de vista, la calidad de vida de las personas está fuertemente vinculada a la salud de las instituciones de la Constitución cuyo deficiente funcionamiento produce un alto costo social. La calidad institucional es el camino más seguro para lograr la inclusión de todos en la comunidad nacional. Por eso, es necesario que los poderes del Estado, de acuerdo a su naturaleza, actúen respetando su legítima autonomía y complementándose en el servicio al bien común”, subrayó.

El cardenal Bergoglio hizo hincapié también en el párrafo que exhorta a “privilegiar la sanción de leyes que respondan a las necesidades reales del pueblo, y no de detenerse en opciones fijadas por intereses que no tienen en cuenta la naturaleza de la personas humana, de la familia y la sociedad”.

Oportunamente, el vocero episcopal, presbítero Jorge Oesterheld, explicó que en ese punto los obispos se referían a los intentos por sancionar normas para favorecer el mal llamado “matrimonio” entre personas del mismo sexo y el aborto.

Una copia de la declaración “La Patria es un don, la Nación una tarea” y el documento "Hacia un Bicentenario en Justicia y solidaridad" fueron entregados a los representantes políticos y fieles que asistieron a la catedral metropolitana a dar gracias a Dios por la Patria, en el marco del comienzo de los festejos por el Bicentenario 2010-2016.

Al finalizar la acción de gracias, referentes de diversos credos manifestaron desde sus creencias el significado de esta fecha patria.

Texto completo del documento
1. La celebración del Bicentenario merece un clima social y espiritual distinto al que estamos viviendo. Urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males. La situación actual requiere una actitud de grandeza de parte de todos los argentinos, en particular de sus dirigentes. También nosotros, como pastores, nos sentimos interpelados por esta situación y no nos excluimos del examen de conciencia que se debe hacer.

2. La que sufre es la Nación toda; no es momento para victimizarnos ni para procurar ventajas sectoriales. “Aunque a veces lo perdamos de vista, la calidad de vida de las personas está fuertemente vinculada a la salud de las instituciones de la Constitución cuyo deficiente funcionamiento produce un alto costo social” . La calidad institucional es el camino más seguro para lograr la inclusión de todos en la comunidad nacional. Por eso, es necesario que los poderes del Estado, de acuerdo a su naturaleza, actúen respetando su legítima autonomía y complementándose en el servicio al bien común.

3. Si toda la Nación sufre, más duramente sufren los pobres. Este es un reclamo del cual nos volvemos a hacer eco, porque se trata de una deuda que sigue vigente, y que se lee “en los rostros de miles de hermanos que no llegan a vivir conforme a su dignidad de hijos de Dios” . Por ello, es el momento de privilegiar la sanción de leyes que respondan a las necesidades reales de nuestro pueblo, y no de detenerse en opciones fijadas por intereses que no tienen en cuenta la naturaleza de la persona humana, de la familia y de la sociedad.

4. La Patria es un don que hemos recibido, la Nación una tarea que nos convoca y compromete nuestro esfuerzo. Asumir esta misión con espíritu fraterno y solidario es el mejor modo de celebrar el Bicentenario de nuestra Patria.

5. Los cristianos invitamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a unirse a nosotros en la oración para invocar al Señor, que es la fuerza de su pueblo, y a pedirle por nuestra querida Patria argentina: “Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia; apaciéntalos y sé su guía para siempre” . Una vez más ponemos estos deseos y esperanzas en las manos de Nuestra Madre de Luján.+

lunes, 24 de mayo de 2010

Murio el ateo que concluyo: “ Hay Dios”

Juanjo Romero

    

viernes, 21 de mayo de 2010  

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que los ateos se veían liderados por personajes fieles a sus principios, buscadores de la verdad y que se atrevían al debate, como el famoso de B. Russell con el jesuita Copleston.

El referente de esa época, por su estilo y coherencia, fue Anthony Flew, quien murió el 8 de abril. Sólo "La Vanguardia" (Española) le dedicó noticia.

Con 87 años el filósofo era un pedazo de historia. En su juventud asistió al Club Socrático de C.S. Lewis, pero al margen de admiración por el maestro —"un hombre eminentemente razonable"— no sacó mucho más que una fidelidad inquebrantable al pensador griego: "sigue el argumento hasta sus últimas consecuencias".

Hábil polemista, su presunción de ateísmo (que resolvía la aporía atea de demostrar la no existencia) y las críticas a la vida después de la muerte y del libre albedrío (fue marxista y determinista) eran la munición intelectual de la que se servían otros ateos. Dos de sus escritos "Dios y la Filosofía" (1966) y "La presunción de ateísmo" (1984), eran los libros de cabecera de la secta atea y el artículo "Teología y Falsificación" uno de los más citados durante 20 años.

Pero a partir del año 2000 comenzaron los rumores de la conversión de Flew, que confirmó el propio Anthony en 2004 en una entrevista: "Ateo se vuelve teísta", cierto que era al "Dios aristotélico", pero echaba por tierra toneladas de falacias, fallos de argumentación y negación de las evidencias de los últimos avances científicos. En el fondo, si Dios cupiese entero en nuestras cabezas, bien pequeño sería.

Era la consecuencia "lógica" de su admiración por los argumentos teleológicos y la fuerza de los hechos: "Los argumentos más impresionantes de la existencia de Dios son aquéllos que son apoyados por recientes descubrimientos científicos".

Tres años después publicaba "Hay un Dios. Cómo el más famoso ateo cambió de parecer", un libro que conmocionó a la comunidad atea hasta tal punto que pusieron en duda que hubiese sido escrito por él. Acusaron al coautor —Roy A. Varghese— de haberlo secuestrado e inventado todo el contenido. El propio Flew tuvo que remitir una nota a través de la editorial:

"Mi nombre está en el libro y representa exactamente mis opiniones. No permitiré que se publique un libro con mi nombre con el cual no estoy cien por ciento de acuerdo. Necesité que alguien lo escribiera porque tengo 84 años. Ése fue el papel de Roy Varghese. La idea que alguien me manipuló porque soy viejo es exactamente incorrecta. Puedo ser viejo, pero es difícil que alguien me manipule. Éste es mi libro y representa mi pensamiento".

Empujaba con fuerza el "Nuevo Ateísmo", y esa generación de ateos bienpensantes fue sustituida por divulgadores de segunda fila como el autoproclamado "apóstol del ateísmo" Richard Dawkins.

Flew lo contaba así en una de las últimas entrevistas, al ser preguntado por su cambio (conversión intelectual):

"Dos factores fueron especialmente decisivos. Uno fue mi creciente empatía con la idea de Einstein y de otros científicos notables de que tenía que haber una Inteligencia detrás de la complejidad integrada del universo físico. El segundo era mi propia idea de que la complejidad integrada de la vida misma —que es mucho más compleja que el universo físico— sólo puede ser explicada en términos de una fuente inteligente.

"Creo que el origen de la vida y de la reproducción sencillamente no pueden ser explicados desde una perspectiva biológica, a pesar de los numerosos esfuerzos para hacerlo. Con cada año que pasa, cuanto más descubrimos de la riqueza y de la inteligencia inherente a la vida, menos posible parece que una sopa química pueda generar por arte de magia el código genético.

"Se me hizo palpable que la diferencia entre la vida y la no-vida era ontológica y no química. La mejor confirmación de este abismo radical es el cómico esfuerzo de Richard Dawkins para aducir en 'El espejismo de Dios' que el origen de la vida puede atribuirse a un 'azar afortunado'. Si éste es el mejor argumento que se tiene, entonces el asunto queda zanjado. No, no escuché ninguna voz. Fue la evidencia misma la que me condujo a esta conclusión".

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El impacto multi-sensorial de una película


 

El cine tiene la capacidad de fascinarnos y de transportarnos a otros mundos de valores. Lo consigue por algunos efectos que hemos analizado últimamente, pero también porque ejerce sobre los espectadores un impacto multidimensional, es decir: afecta simultáneamente a todos nuestros sentidos.

A diferencia del periódico o de la revista, que afectan sólo al sentido de la vista; o a diferencia de la radio, que incide sólo sobre el oído, el cine influye en varios sentidos al mismo tiempo. Ofrece una imagen cuidada y estética, como la pintura o la fotografía (cuidando el encuadre, la composición, la luz); pero añade a la vez la sugestión del movimiento (como en la danza); y, al mismo tiempo, nos envuelve con la banda sonora (como en una audición musical); y realza la acción con efectos de sonido: la modulación de la voz, la retórica verbal, los diálogos…

Todo ello actúa simultáneamente en nuestro psiquismo: en nuestra mente y en nuestras emociones; nos resulta imposible anteponer un filtro a cada uno de esos estímulos; y, en consecuencia, resulta muy difícil sustraerse al impacto que puede producir una secuencia, o atemperar el juego de emociones que empiezan a suscitarse en nuestro interior. Si la historia conduce a un adulterio "por amor", podemos llegar a aprobar emocionalmente ese relato.

Leer el artículo completo…

(Si te gusta, reenvíaselo a tus contactos)

Alfonso Méndiz.

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Marija en España -Horarios



 

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=8818
 


 

To: albertolop2005@hotmail.com
Subject: Re: Marija viene a España
Date: Thu, 20 May 2010 17:27:28 +0200

 
 

En la iglesia del Colegio Nuestra Señora de las Maravillas (Guadalquivir 9), Madrid, 29 de Mayo.
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> El programa será:
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> 16:30 h Santo Rosario
> 17 -18 h Testimonio de Marija
> 18 -18:30 h Preguntas
> 18:40 h Aparición de Nuestra Señora
> 19 h Santa Misa
> 20 h Adoración

 
 

En otras ciudades, ver adjunto.

 
 

Un abrazo

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Los libros deuterocanónicos de la Biblia


 

A las 12:16 PM, por Daniel Iglesias 
Categorías : Sin categorías

Contrariamente a lo que sostienen muchos protestantes fundamentalistas, la Iglesia Católica no agregó ningún libro al Antiguo Testamento. Antes de Cristo hubo dos versiones del canon del Antiguo Testamento: una corta (la de los judíos palestinenses) y una larga (la de los judíos alejandrinos y helenistas). La versión larga incluía siete libros más que la corta: Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría, 1 Macabeos y 2 Macabeos. También incluía algunas adiciones a los libros de Ester y Daniel. Hay indicios de que los judíos palestinenses también apreciaban y usaban esos libros, aunque no los admitían como canónicos.

Después de Cristo los judíos, al cabo de un cierto proceso, abandonaron el canon alejandrino y mantuvieron sólo el canon palestinense, el mismo de la Biblia hebrea actual. Sin embargo, la Iglesia primitiva utilizó sobre todo la "Biblia de los LXX", la más antigua versión del Antiguo Testamento en griego (compuesta en Alejandría en los siglos III, II y I antes de Cristo), que incluía los siete libros enumerados. El Nuevo Testamento contiene unas 300 citas de la "Biblia de los LXX". Muy pronto los cristianos se dieron cuenta de que la Iglesia tenía autoridad para determinar el canon de la Biblia, independientemente de Israel. 

Durante siglos hubo algunas discusiones dentro de la Iglesia Católica sobre la autenticidad de esos siete libros, que a partir de cierto momento fueron llamados "deuterocanónicos", para distinguirlos de los demás libros de la Biblia, llamados "protocanónicos". Por ejemplo, San Agustín se pronunció a favor de la canonicidad de los deuterocanónicos, mientras que San Jerónimo mantuvo una actitud reticente y algo contradictoria hacia ellos. Aunque ya en torno al año 400 varios documentos papales y sínodos se habían pronunciado a favor de la canonicidad de los deuterocanónicos, las discusiones prosiguieron (en parte debido a la opinión de San Jerónimo), a pesar de lo cual a lo largo de los siglos una mayoría cada vez más grande de los cristianos los consideró como canónicos. Finalmente, la cuestión fue resuelta de un modo explícito y autorizado, a favor de la canonicidad, en los Concilios Ecuménicos de Florencia (1442) y de Trento (1546).

En el siglo XVI, Lutero (sin autoridad para ello) quitó esos escritos del canon de la Biblia, en el ámbito protestante. Por lo tanto, ocurrió lo contrario de lo que afirman los protestantes fundamentalistas: los protestantes quitaron siete libros de la Biblia, los deuterocánicos.Para los católicos todos los libros de la Biblia son igualmente canónicos.

Por otra parte, se puede decir que la Iglesia Católica sí agregó unos cuantos libros a la Biblia, pero no en el Antiguo Testamento, sino en el Nuevo Testamento. En verdad todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por miembros de la Iglesia Católica, fundada por Jesucristo.

Lutero, a su vez, estableció un falso "canon dentro del canon" al convertir su herética doctrina de la justificación por la sola fe en la vara con la que se deberían medir todas las enseñanzas del texto de la Biblia, recibido por los protestantes de la misma Iglesia Católica. Así Lutero se sintió tentado de quitar del canon bíblico también la carta de Santiago (contraria a su teología personal de la "sola fe"), la carta a los Hebreos, la carta de Judas e incluso el libro del Apocalipsis, pero al final se conformó con considerarlos "menos inspirados" (!?). Sin embargo, para un texto bíblico dado sólo caben dos posibilidades: o está inspirado por Dios o no está inspirado por Dios. No puede estar "medio inspirado", por la misma razón que una mujer no puede estar medio embarazada.

Daniel Iglesias Grèzes

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"Estaban reunidos y no rezando el rosario"


 
 

Por primera vez estoy de acuerdo con las declaraciones que ha hecho el Ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, cuando anuncia que Las Fuerzas de Seguridad, han detenido en Francia a cuatro terroristas de ETA. Dice: "Los detenidos estaban reunidos en el momento de la operación policial y por supuesto que no estarían rezando el rosario".

Con estas palabras que pronuncia Don Alfredo, reconoce que rezar el rosario, es una buena cosa. Gracias, señor Ministro porque su reflexión, puede calar hondo en muchas personas. Y, dicho de paso, mucha falta que hace a nuestro país que le dedicáramos un rosario cada día.

La Hermana Lucía de Fátima dijo al Padre Agustín Fuertes: "No hay problema, por más difícil que sea, que no podamos resolver con el rezo del Santo Rosario".

 
 

Carmen Ramírez

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"¡Menuda herencia nos dejas, papá!"

 
 

Hay muchas personas mayores, cuando digo mayores me refiero a aquellos que se han jubilado y se deprimen porque piensan que ya no pueden hacer nada en este mundo. Se acomodan en el sillón frente al televisor o cuando más se van al parque un rato a tomar el sol y poco más. Aunque, no todos. Tengo una amiga que cuando se jubiló decía: "no estoy jubilada", "estoy jubilosa".

Ahora, acabo de leer un artículo de José Luis Olaizola, titulado "La aventura tailandesa". Me encanta leer siempre a este señor, por su optimismo sobre la vida, teniendo en cuenta los años que tiene ya. Pues bien, en este artículo se refiere a un viaje que acaba de hacer a Tailandia, acompañado como siempre de su inseparable esposa, -que tampoco es una niña-.Cuenta: "Ha sido una aventura maravillosa, por la que doy gracias a Dios cada día; que en la senectud de mi vida haya puesto en mi camino la posibilidad de colaborar contra el drama de la prostitución infantil".

Lleva ocho años trabajando en esa ONG, "familiar y artesanal" como él la llama y con toda razón, ya que presidente y vicepresidenta son él y su mujer, los consejeros sus hijos a los que invitó a que se involucraran en esa aventura, cuando con ocasión de un viaje que hizo a ese país a dar una conferencia, conoció al misionero jesuita Alfonso de Juan, que lleva más de cuarenta años en Tailandia, y diez luchando contra la denominada industria del sexo. Un negocio millonario ante el que las autoridades cierran los ojos, porque creen que favorece al turismo. Agentes de esa siniestra industria recorren los pueblos comprando niñas, que cuando se encuentran en Bangkok o en Pattaya están perdidas; no conocen el idioma, las maltratan, llegan a mutilarlas para que no puedan escapar.

Hoy, gracias al padre Alfonso, a la familia Olaizola y a la cantidad de personas que con su generosa aportación económica están contribuyendo, hay mil niñas escolarizadas, que están aprendiendo una profesión, un oficio o un idioma, que les permita defenderse en la vida y escapar de la prostitución. ¡Ah! Y cien de esas niñas, están en la Universidad.

Por si alguna persona quiere colaborar en suscribir una beca, por una sola vez, de cien euros, o la cantidad que considere oportuna, la cuenta corriente es: Somos Uno, Caja Madrid, Entidad 2038, oficina 2495 DC 31, número 6000192025, para más información www.ongsomosuno.com.

"¡Menuda herencia nos dejas, papá!", le dicen sus hijos. ¡Con toda razón! Ya digo, que no importan los años para hacer cosas en la vida. Venga ánimo, a los que estén aburridos, que trabajo hay por todas partes. Y gracias José Luis, por acercarnos estas noticias tan gratificantes, que a muchos estoy segura nos va a ayudar.

Elena Baeza

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Niños violados


 
 

Sr. Director:

 
 

Cuando se empleen chiquillos menores de 13 años en la fabricación de cualquier clase de material obsceno, será penado con la cárcel, de uno a cuatro años, según el artículo 189 del Código Penal.

 
 

La Brigada de Investigación Tecnológica de la Comisaría General de Policía Judicial ha desplegado el mayor operativo contra las mafias dedicadas a la propagación de ficheros con embestidas carnales a pequeñas criaturas. Esta brigada ha sido galardonada con el premio internacional "Los niños primero", otorgado por UNICEF, por su operación contra la pornografía infantil.

 
 

Según aclararon fuentes de la indagación, entre el material fiscalizado en los domicilios de los arrestados, hay audiovisuales que contienen una descomunal crueldad con violencias sexuales a bebés.

 
 

En esta sociedad decadente hay que valorar al niño en toda su dimensión como una persona en desarrollo y que los adultos parece que tienen un empeño especial en ir "contra natura", degradando su integridad física y moral.

 
 

Gabriel Roselló

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La casilla de la Iglesia


 
 

 
 

La Iglesia católica aumenta por segundo año consecutivo los fondos que recibe de los contribuyentes a través del IRPF. En el pasado ejercicio, la cantidad ascendió a 252 millones de euros, 11 millones más que en 2008. Se trata de un dato especialmente significativo porque la crisis económica ha producido una sensible caída de la recaudación en este impuesto personal y directo. Además, el número de declaraciones que ejercen la opción de marcar una "X" en la casilla correspondiente creció también en más de 237.000. Una vez más, queda claro el fortísimo arraigo de la Iglesia en la sociedad española. No es difícil aventurar que este aumento tan relevante es una respuesta al acoso de determinados poderes públicos hacia las creencias muy mayoritarias entre los ciudadanos. Hay también otro factor determinante. En tiempo de crisis económica, la sociedad reconoce la labor de la Iglesia al servicio de fines de interés social. A través de Cáritas y de otras muchas entidades se desarrolla una labor callada y eficaz que suple con frecuencia las carencias de las prestaciones públicas, sin preguntar a nadie por los "papeles" o por los requisitos burocráticos.

 
 

 
 

Enric Barrull Casals

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Confunden aborto con anticoncepción


 
 

Ahora, que está a punto de entrar en vigor la ley del aborto libre, me parece interesante recordar algunas de las cosas que sus avaladores han dicho durante la tramitación Así, en su primera intervención ante el Senado, la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajin, defendió la reforma de la ley del aborto con un discurso de corte feminista en el que cometió algunos errores de bulto, especialmente cuando afirmó que la ley pretende que "las mujeres que no lo desean no se queden embarazadas". La dirigente socialista no tuvo en cuenta que para abortar hay que estar primero embarazada.

 
 

Leire Pajín vendió a los senadores un discurso del más añejo feminismo. Habló de las mujeres que "presas del miedo y la clandestinidad" tenían que ir a interrumpir su embarazo al extranjero. También habló de mujeres que van a la cárcel, cuya intimidad se vulnera e incluso del "rechazo social" de las que abortan, cuando todo el mundo sabe que ninguna mujer ha ido a prisión por haber abortado.

 
 

La nueva senadora socialista utilizó en varias ocasiones el argumento de que el objetivo de la ley es "reducir el número de embarazos no deseados". Sin embargo, tan afirmación contradice la lógica de lo que defiende su grupo. Los embarazos no deseados no se pueden reducir abortando puesto que esto ya implica el embarazo en sí, sino que se reducirían con una educación sexual real y no demagógica o en otro caso mediante métodos anticonceptivos. Tal vez estas muestras de rigor sean suficientes para apreciar la altura de la nueva senadora y lo que se puede esperar de ella como parlamentaria y como secretaria de su partido.

 
 

 
 

Jesús Domingo Martínez

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Bueno le quiero pasa una pagina para que difunda la novena de la Virgen María Auxiliadora



www.salesianos.pe

Cristina

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Queremos invitaros a participar en la OFRENDA DE FLORES a Nuestra Señora del Rosario el día 30 mayo, en el que celebraremos EL DOMINGO DE LA ROSA en la Cofradía del Rosario.



 
 


 


 


 

Por ello os pedimos a todos aquellos que queráis participar: MANDADNOS UN MAIL A cofradiarosario@gmail.com INDICANDO CUÁNTAS AVEMARÍAS LE OFRECERÉIS ESE DÍA A NUESTRA MADRE POR LAS PETICIONES QUE ELLA DESEE. Lo publicaremos en la Web de la Cofradía (www.cofradiarosario.net/inicio.htm) y en nuestro perfil de Facebook http://www.facebook.com/event.php?eid=112714292103534.

 
 

YA TENEMOS MAS DE 100.000 AVEMARÍAS OFRECIDAS, PERO HACE FALTA DIVULGARLO MÁS...

 
 

Si conseguimos
20.000 PERSONAS QUE RECEN UNA PARTE DEL ROSARIO, alcanzaremos el millón de Avemarías y le daremos una alegría maravillosa a Nuestra Madre. Será un magnífico regalo que ella recibirá, y que convertirá en gracias para el mundo. Por ello os rogamos que lo reenviéis a vuestros contactos (gracias).

 
 

¡Que Nuestra Señora os bendiga y os ayude a crecer en el amor a su divino Hijo Jesucristo!

 
 

Un cordial saludo, unidos en la oración:

 
 

Ignacio Méndez y Candelaria Pérez

Matrimonio Presidente

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La Teología del Cuerpo

Profundizando en el legado de Juan Pablo II

ROMA, jueves 20 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Por el interés del tema, publicamos la Lectio magistralis pronunciada por monseñor Jean Laffitte, Secretario del Consejo Pontificio para la Familia, en la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, el pasado 22 de abril.

La segunda parte de esta conferencia se publicará en el servicio de mañana viernes 21 de mayo.

* * * * *

El cuerpo humano y sus significados

Quisiera comenzar esta intervención mía con una primera observación sobre el título elegido: "Teología del cuerpo". Verdaderamente la expresión es paradójica. El discurso sobre Dios, teo-logía, se refiere a la persona humana considerada en su totalidad y no sólo en una dimensión de su ser, aquí, el cuerpo. Por tanto, cuando se habla de teología del cuerpo, es necesario entender desde el principio en qué acepción se entiende la palabra cuerpo. Se trata de toda la persona humana, considerada en su dimensión corpórea. Hablamos así de un cuerpo animado, cuyos fenómenos pueden ser estudiados en el campo de varias ciencias: fisiología, anatomía, todos los sectores de las ciencias biomédicas. No es en este restringido sentido fisiológico como la palabra cuerpo debe ser entendida en nuestra perspectiva. De hecho, el cuerpo humano tiene otros significados. En la medida en que hace presente y visible a toda la persona humana, es portador de valores simbólicos: el cuerpo es la modalidad en la que la persona se hace presente. Cada persona se deja contemplar en su cuerpo; el cuerpo es único, singular, personal. Es ciertamente una realidad carnal. Con todo, está animado no de la forma en que un robot estaría animado por movimientos mecánicos y estereotipados, sino de un modo tal que será en seguida identificado como el cuerpo de esta persona precisa. En este sentido, todos los cuerpos son distintos, porque las personas son distintas.

Si nos queremos limitar a la antropología de San Pablo, como la encontramos expresada por ejemplo en la primera carta a los Tesalonicenses, donde el Apóstol se refiere al hombre "todo entero espíritu, alma y cuerpo" (1 Ts 5,23), vemos que una realidad invisible, indicada por los dos términos "alma" y "espíritu", sobre los que diremos luego algo, se completa con un dato material, visible, expresado por la palabra "cuerpo". Como lo hizo observar justamente Denis Biju-Duval [1], esta antropología no debe oponerse a la clásica distinción entre alma y cuerpo, más familiar a los espíritus occidentales. Según este autor, las dos antropologías (alma-cuerpo y espíritu-alma-cuerpo) han sido opuestas artificialmente, sustantivando los términos semíticos, expresados en la Biblia en forma de adjetivos: lo espiritual (pneumatikos), lo psíquico (psychikos). Las realidades espiritual y psíquica remiten a la interioridad del hombre, al corazón, lugar simbólico tanto de la decisión (espiritual) sea de los sentimientos y de la afectividad (psíquica). La interioridad del hombre se comprende sólo en la tensión con su exterioridad. La carne expresa lo que de algún modo sucede en el corazón del hombre. Esto es tan cierto que, para designar la realidad interior del hombre, se usan a menudo símbolos e imágenes inspiradas en la exterioridad (además del lenguaje espacial, como para el binomio interior-exterior, encontramos elementos orgánicos, el "corazón", el "aire puro", las "vísceras", o incluso elementos naturales, hablando del corazón como de una "tierra fértil" o "estéril", como de un templo", de una casa, etc.).

Además de esta función de revelar algo escondido, el cuerpo tiene el papel de mediar entre el hombre y el mundo. Existe una cierta ambigüedad del cuerpo en la medida en que se encuentra por así decirlo a medio camino entre un objeto recibido (Körper) y un hecho asumido (Leib), entre, si queremos, el haber y el ser: "tengo" un cuerpo que me causa sufrimiento o placer, pero al mismo tiempo, "soy" un cuerpo, de forma que quien ataca o hiere mi cuerpo ataca o hiere a toda mi persona. Soy mi cuerpo. Mi cuerpo exige naturalmente respeto.

Me parece que las distinciones hechas ayudan a entender que la palabra "cuerpo" es una realidad compleja. Queda ahora algo que decir sobre el otro término de nuestro título, "teología".

El cuerpo tiene un valor teológico por tres motivos fundamentales:

- El primero es el hecho de que ha sido querido por Dios y creado por él. Esta observación implica necesariamente que es portador de algunas finalidades intrínsecas.

- El segundo motivo es que Dios ha elegido el cuerpo humano como mediación para revelarse a los hombres: es el dato de la Encarnación. El Verbo se hizo carne.

- A estos dos elementos, Creación y Encarnación, debe añadirse un tercero, la Resurrección, que se refiere al destino final del cuerpo humano; es un dato que especifica la fe cristiana: la resurrección de los cuerpos. A pesar de su crecimiento, sus sufrimientos, su envejecimiento hasta la muerte, y su descomposición orgánica, el cuerpo humano está destinado a resucitar. En una visión de fe, este dato ha sido acreditado por el acontecimiento histórico fundamental que ha sido la resurrección de Jesús de entre los muertos. Es sobre la base d este acontecimiento que el cristiano cree verdaderamente que habrá una resurrección de los muertos; un acontecimiento fundamental para él y para todos los hombres, que serán integrados a la fuerza del Resucitado. Podríamos en otro lugar profundizar en el hecho de que la resurrección del cuerpo, lejos de ser una creencia irracional, se funda al contrario en la eminente coherencia de la fe, expresada en este campo por el destino común entre el cuerpo de cada bautizado y el cuerpo del Señor resucitado.

Es imposible fundar una "teología del cuerpo" sin integrar la certeza de la resurrección. Nos ayuda en este sentido el texto esencial d san Pablo en la primera carta a los Corintios: "El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder (1 Cor 6, 13-14). En el contexto d una enseñanza sobre el uso equivocado y pecaminoso del cuerpo que es la fornicación, el Apóstol saca las consecuencias morales de esta forma: "¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él (1 Cor 6, 15-17). En verdad, para ser completos, deberíamos prolongar la lectura de san Pablo, en particular recordar estas dos ideas secundarias de que el cuerpo es "templo del Espíritu Santo", y de que el hombre ya no se pertenece, desde el momento en que ha sido "comprado a caro precio por el Señor". El caro precio ha sido el del Calvario, de la pasión y de la muerte de Jesús en el leño de la cruz.

Para resumir en pocas palabras estos fundamentos de la "Teología del cuerpo", es necesario no olvidar ninguno de los elementos apenas evocados: creación del hombre por Dios y por tanto creación de su propio cuerpo, asunción del cuerpo humano del cuerpo humano por el Hijo eterno del Padre, resurrección de Jesús y resurrección de los hombres en su persona, presencia del Espíritu de Dios como en un templo, dando al cuerpo humano una dignidad excelsa.


 

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[1] Biju-duval D.; La profondità del cuore. Tra psichico e spirituale (Prefacio de J. Laffitte), Effatà Editrice, Cantalupa (To) 2009, pp. 29-41


 


 

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

jueves, 20 de mayo de 2010

“Los jóvenes leen mitología porque buscan valores”


 

Entrevista al autor de la saga "Iván de Aldénuri"

SAN SEBASTIÁN, miércoles 19 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Lleva unos 25.000 ejemplares vendidos, dentro y fuera de España, ha sido traducida al inglés y al croata, y está en trámites para ser el guión de una película. Se trata de la saga Iván de Aldénuri, compuesta por tres volúmenes: El bosque de los Thaurroks, La herencia de Bérehor y El asedio de Muihl-Athern (ed. LibrosLibres).

Con un indiscutible sabor tolkieniano, sin embargo la saga tiene particularidades que la hacen muy apropiada para el público juvenil, y un interesante trasfondo de valores cristianos.

Su autor, Juan Antonio Pérez Foncea, es invitado cada poco por colegios e institutos de toda España para hablar de su personaje. Actualmente prepara una segunda saga, del estilo de la anterior, Thúval de Invérnnia, cuyo primer volumen se publicará este mismo año.

-¿Cómo surgió la historia de Iván de Aldénuri? ¿Fue una inspiración?

Juan Antonio Pérez Foncea: Yo digo siempre que fue una especie de milagro. Yo soy abogado, nunca se me había ocurrido escribir nada. Ocurrió el 3 de abril de 2002 a las cuatro de la tarde, un día que estaba especialmente cansado por un tema del despacho, que estaba llevando ya varias semanas y que era muy complicado. Me puse a escribir durante veinte minutos o media hora, y luego seguí con el tema que me preocupaba.

Después de unos quince días, sin acordarme de aquello, en la pantalla de mi ordenador había un archivo que ponía "historia". Como los abogados somos gente seria y no escribimos historias en el despacho, me dispuse a borrarlo, y conforme lo llevaba con el cursor a a papelera, algo dentro de mí dijo: "¿no vas a leerlo antes de tirarlo?".

Así que lo abrí, lo leí y me gustó bastante. Me recordaba a Tolkien y El Señor de los Anillos, por lo que seguí escribiendo como hobby. Lo terminé en nueve meses y lo mandé a la editorial LibrosLibres, que en seguida me contestó.

Se trata de una historia épica, y en ella se reflejan mis tres pasiones, que son la naturaleza, los pueblos europeos primitivos y el gusto por las etimologías, por el lenguaje. Creo que las palabras tienen connotaciones que van más allá de sus propios significados. Me gusta jugar con la eufonía de las palabras, inventar términos que tienen que ver con lugares en los que he vivido, idealizados.

-Ahora mismo ¿en qué proyectos está trabajando?

Juan Antonio Pérez Foncea: Ahora mismo estoy trabajando en una segunda saga, sin conexión con la anterior, Thúval de Invérnnia. El primer libro está ya en fase de corrección y publicación.

Para quien no lo sepa, ese nombre corresponde a uno de los nietos de Noé, que según una leyenda, recogida en las Crónicas de Alfonso X el Sabio, fue el primer hombre que habitó en España después del Diluvio. Por supuesto, mi libro no es novela histórica, pero me parece interesante explicar el origen de este nombre.

Thúval, el personaje, tiene dos detalles, que me parecieron importantes: uno, es cojo, y otro, su estrecha relación con los animales.

Este segundo detalle se me ocurrió tras conocer la historia de una mujer judía alemana, que cuenta que cuando tenía 7 años se perdió en un bosque, huyendo de los nazis. La encontraron unos lobos, y una loba, por instinto maternal, la cuidó durante todo el invierno, dándole de comer y protegiéndola. Esta historia la he asumido también para Thúval.

Respecto a la cojera, es significativo, como defecto que el personaje tiene que superar.

-Sus jóvenes lectores ¿qué es lo que más aprecian de la saga?

Juan Antonio Pérez Foncea: Pues la verdad es que recibo muchas cartas, e-mails, y hay preferencias para todos los gustos. Recuerdo que el otro día en México, en la Feria del Libro de Guadalajara, y vino un chico de unos 25 años que me dijo: "lo que más me gusta es lo que dice de la esperanza".

En general, los lectores de más edad se fijan en los valores reflejados por el libro, mientras que los más jóvenes prefieren la acción y la aventura.

-Iván de Aldénuri, y muchas otras obras, se inspiran en Tolkien. ¿Qué ha aportado El Señor de los Anillos a la literatura fantástica actual?

Juan Antonio Pérez Foncea: Se podrían dar muchas respuestas. Yo creo que en la cultura actual, tan materialista, tan artificiosa y con tantos medios técnicos, las jóvenes generaciones tienen nostalgia de mundos más románticos, más sencillos.

Por otro lado, los libros de Tolkien están llenos de valores cristianos, de valores perennes para la humanidad, valores imperecederos que "calan" en la gente. Aparte, yo creo que es una literatura que ha existido siempre, desde los libros de caballerías. Y que refleja muy bien la lucha entre el bien y el mal que todos llevamos dentro.

-¿Podría tener también que ver con un cierto desencanto hacia el progreso, y con la búsqueda de nuevas fuentes de inspiración?

Juan Antonio Pérez Foncea: Eso es indudable, como reconocía expresamente el propio Tolkien. Pero hay más, como muestra una célebre conversación entre Tolkien y su amigo C.S. Lewis a propósito de los mitos y la búsqueda de la verdad: las historias fantásticas son verdaderas, en la medida en que despiertan esa "chispa" que todos llevamos dentro, de necesidad de retorno hacia Dios. Para el autor de El Señor de los Anillos, cuanto más profunda era esa búsqueda del ser del hombre, tanto más adecuadas resultaban estas historias fantásticas, de epopeyas.

-La mitología es una búsqueda. ¿Qué cree usted que buscan hoy los jóvenes, cuando acuden a la literatura mitológica?

Juan Antonio Pérez Foncea: Eso lo veo yo constantemente en las cartas que recibo. Dice un autor que hoy, un niño que nace en España, lo primero que hace es bostezar. Los jóvenes viven muy alienados, todo se nos presenta como previsto, medido, tasado, y a la vez ayunos de valores. Muchos acuden a este tipo de literatura en búsqueda de valores, de sentido. Y también es literatura de evasión, que ayuda a escapar del aburrimiento del día a día. Por contra, la tentación de caer en lo esotérico es muy habitual en la literatura fantástica.

-Un detalle muy poco habitual en los libros mitológicos, y por el que usted apuesta claramente en su obra, es que Iván de Aldénuri ¡tiene familia! Unos padres que le quieren mucho, unos hermanos gemelos, una hermana y una hermanita pequeña, un tío misterioso... ¿Cómo se le ocurrió?

Juan Antonio Pérez Foncea: Es verdad, en esta literatura el protagonista suele ser una persona sola, sin padres, sin arraigo, para poder afrontar el destino que le espera. Es un recurso literario muy común. En el caso de Iván de Aldénuri, lo hice de forma inconsciente, sin planificar.

Pero qué duda cabe que la familia es uno de los grandes valores del ser humano, a pesar de los ataques actuales. Conforme pasan los años, uno se da cuenta de cuán importante ha sido en su vida su familia, su infancia, sus hermanos, los libros que ha leído...

-Pero en el contexto actual, en que muchos de sus lectores probablemente carecerán de referencias como los hermanos, incluso la estabilidad familiar, ¿no era un poco arriesgado por su parte proponer una familia, lo que hoy dirían muchos, "tradicional"?

Juan Antonio Pérez Foncea: Yo diría que todo lo contrario. La experiencia me demuestra que muchas personas, que por la razón que sea, no ha tenido una experiencia de familia "plena", rica, extensa, con lazos fuertes, si llega a conocer algún caso, le sorprende y le fascina. Recuerdo el caso de una chica sueca que tenía un novio argentino, y cuando conoció a la familia de él, su primer comentario, entre lágrimas, fue: "yo creía que esto ya no existía". La familia es algo maravilloso.

-Por último, ¿no es arriesgado proponer hoy la existencia de una lucha entre el bien y el mal, en una sociedad que la niega?

Juan Antonio Pérez Foncea: Tampoco. Hay un dicho antiguo que dice que la verdad "sólo tiene un camino". El relativismo de hoy pretende negar una cosa que es evidente, y es la existencia del bien y del mal. Y esa lucha entre uno y otro la tenemos todos, lo queramos reconocer o no. La verdadera batalla épica de la vida no es salir a la calle con una espada a matar orcos, sino que tiene lugar en nuestro interior. Hay personajes de la saga que cambian, a mejor y a peor.

Y eso es algo que siempre atraerá, por la sencilla razón de que es verdad. En una película, todos nos identificamos con el héroe, que se sacrifica a sí mismo para que triunfe el bien. Y eso es lo que un buen libro propone: que disfrutando, intentemos ser mejores.


 

Más información: www.ivandealdenuri.com

[Por Inma Álvarez]

Ser cristianos hoy


 

La Razón

Cardenal Cañizares

19/05/10

Los cristianos –fieles laicos, jerarquía de la Iglesia, todos– nos hallamos en este mundo en una situación de exilio cultural muy semejante al de las primeras comunidades cristianas en el mundo pagano o judío, pero con una diferencia fundamental: que el cristianismo constituía entonces una novedad, mientras la sociedad actual cree conocerlo. Esta sociedad nuestra ha aprendido, por así decirlo, a interpretarlo, en las claves que a ella le son familiares, como ideología, como estructura de poder, como sistema abstracto de valores, como sentido estético, o sentimiento afectivo, o vivencia privada.


 

Por desgracia, con mucha frecuencia, los mismos cristianos interpretamos así nuestra propia fe, y ése es quizá el obstáculo más persistente para una nueva evangelización, que, ante todo, habrá de ser obra de testimonio. En vez de juzgar el mundo desde las categorías que nos proporciona la experiencia de la fe, juzgamos la fe desde las categorías del mundo. Es fundamental que se remueva en nosotros la experiencia de fe, que vuelva a darse en nosotros esa sorpresa y gratitud sin límite por una gracia presente y una certeza que sostiene la vida: la gracia y la certeza de la verdad y del amor sin límite en nuestras vidas que nos afecta de manera incondicional y decisiva, que nos llena por completo y nos hace experimentar la riqueza total que entraña para nuestro humano vivir; la gracia y la certeza de una persona que es Jesucristo en la Cruz, Cristo que vive y está presente con nosotros.


 

Un discurso abstracto acerca de Jesús, una idea sobre Él, o un conjunto de valores que en él pueden descubrirse no bastan para llenar la vida del hombre, moverle a cambiar de vida, hacerle de verdad feliz y dichoso. Sólo puede ser el testimonio de algo que a uno le ha sucedido en la vida, el testimonio de la redención de Cristo, de la que brota una vida nueva esperanzada, libre y dichosa, una visión nueva, una mirada nueva sobre toda la realidad que se extiende a todas las facetas de la vida, las llena de sentido y las ilumina.


 

Un testimonio puede ser rechazado o acogido, pero no es algo de lo que se pueda discutir por mucho tiempo; como el ciego de nacimiento: «Yo sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo»; que me he encontrado con Jesucristo en mi camino y, como al paralítico, me ha hecho andar. La clave es el encuentro con Jesucristo, como les sucedió a Andrés y a Juan, como le sucedió a Pedro: «¿A quién vamos a acudir?; Tú tienes palabras de vida eterna»; o como a Pablo: «Para mí la vida es Cristo»; «¿quién podrá apartarnos del amor de Cristo?»; o como a Zaqueo: «Daré la mitad de mis bienes». Si uno se queda detenido en valores, en conceptos e ideas, por muy atractivos que sean, y no se encuentra con la persona misma de Jesucristo y se confía a Él, no ha llegado hasta el final para ver y palpar la grandeza de ser hombre, la felicidad y la vida, la salvación que en Él se nos da. Pongo un caso real: Se me acerca una madre con sus tres hijos en un lugar de oración, de adoración y encuentro con Dios, a muchos metros de altura: los tres hijos liberados de la droga. Me dijeron lo que les había pasado, el encuentro con Jesucristo los había curado; y me dijeron: «Dígaselo a todos: El, Cristo nos ha curado; hemos ido a muchos lugares, pero sólo Él, aquí, nos ha curado, nos ha salido a nuestro paso, y ya nos ve, sanados».


 

Se puede imaginar lo que a uno se le pasa por la cabeza cuando oye una historia así contada por la persona que la ha vivido. Aún me estremezco y conmuevo al recordarla, y que expresa de forma muy expresiva y significativa lo que sucede cuando uno se encuentra de verdad con Cristo vivo. Ciertamente se trata de una historia dramática, pero que menos dramáticamente, de una manera u otra, puede ser vivida por cualquiera. Contra aquello no caben argumentos. Los hechos son los hechos, son tozudos. La verdad está ahí. ¡Qué alegría y qué agradecimiento tan grandes! ¡Qué felicidad y qué esperanza rezumaban aquellos jóvenes con su madre! Qué dicha tan imposible de arrebatar y qué ganas de vivir!, la de aquellos jóvenes y la de aquella madre cargada de sufrimientos. Como muchos de hoy, jóvenes y no tan jóvenes, habían probado todo o casi todo lo que ofrece esta sociedad nuestra para ser felices, para vivir: sucedáneos, que en modo alguno pueden llenar ni colmar la esperanza, sólo sirven para eso: pasarlo bien y disfrutar; pero se pasa; y el goce siempre resulta efímero, y no hace ser feliz, vivir en la alegría y en el gozo de la vida, ni en la luz de la esperanza. ¿Dónde podemos encontrar una humanidad verdadera, dónde podremos encontrar aquello que llena de verdad la vida?, nos preguntan tantos hoy.


 

Los cristianos no podemos y no deberíamos ofrecer otra respuesta que la que daban, como testimonio, aquella madre y aquellos hijos: ¡en Jesucristo! el Hijo de Dios vivo, Amor encarnado, hecho Compañero y Hermano nuestro en la vida de la Iglesia, donde uno puede encontrar el amor que sostiene la vida, donde uno puede encontrar la verdad de cuál es nuestra vocación, de quiénes somos; donde uno puede encontrar la respuesta a la pregunta «¿quién soy yo, para qué se me ha dado la vida?»; donde se puede ver y palpar la verdad de aquellas palabras de Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna?».

martes, 18 de mayo de 2010

Educar en la propia familia


 

No se debe juzgar a un hombre por sus cualidades,

sino por el uso que hace de ellas.

La Rochefoucauld


 

  • Afectividad y carácter


 

  • Afabilidad


 

  • Tacto para la convivencia


 

  • Estímulo y simpatía. La pequeña Momo


 

  • Soledad acompañada. La familia de Alberto


 

  • Amistad, autoridad y obediencia


 

  • La autodisculpa y la mediocridad


 



Afectividad y carácter


La educación de la afectividad es un aspecto de decisiva importancia en la educación del carácter.

Y para educar correctamente la afectividad es cuestión clave que los padres se quieran mucho entre sí y que quieran mucho a los hijos.

—¿No es un poco tópico todo eso?

No creas, porque se comprueba continuamente cómo un ambiente familiar frío, desconfiado, o excesivamente rígido, puede hacer que un chico o una chica nunca lleguen a adquirir un sano equilibrio en su afectividad.

Cuando a los hijos les faltan en su infancia y adolescencia modelos claros de lo que es el cariño, no aciertan a captarlo bien tampoco después.

—Pero no siempre nos lo ponen fácil. Hay temporadas en que no se dejan querer, que son auténticos erizos...

No es para tanto. Además, ellos mismos se dan cuenta de que están raros, pero les cuesta vencerse. Compréndeles. Interésate por lo que a ellos les interesa, aunque te parezcan bobadas. Cuando conozcas un poco su mundo, descubrirás que es algo vivo y atractivo, y disfrutarás con ello, les entenderás mejor y te sorprenderás de los avances.

—Pero a veces tienen unas actitudes poco respetuosas y no se les puede comprender todo...

Comprender no es consentirlo todo. La convivencia familiar debe edificarse sobre un gran respeto por las personas: por el marido, por la mujer, por cada hijo, por el abuelo o la abuela si viven también allí.

Normalmente no hará falta explicarle
que debe tratar bien a todos:
lo ve, no hay que decírselo.

Sería interesante examinar con qué cuidado tratamos a cada uno. Si hay la suficiente consideración con todos. Si hablamos a todos y de todos con respeto y cariño. Si actuamos con justicia y lealtad también en su ausencia, de forma que si el interesado estuviera presente, quedara agradecido por el modo en que se habla de él; y que si hablaran de nosotros y pudiéramos escucharlo, quedáramos también agradecidos.

Saber llevarse bien es más importante de lo que parece.

—Creo que hay bastante gente que sabe ser agradable, y en las relaciones sociales son muy comunicativos y grandes conversadores, pero luego en su casa son intratables. Supongo que siempre es más fácil ser amable con los de fuera un ratito...

Cualquier persona inteligente sabe que las relaciones sociales más importantes son las de su propia casa. Por eso conviene estar vigilantes ante las grietas de la convivencia y del cariño dentro de la familia, ante esos enfrentamientos estúpidos, ante esa discusión idiota, ante esa sequedad de afecto, ante ese egoísmo de fondo o aquel orgullo tonto..., porque tontamente pueden estropear cosas muy valiosas.



Afabilidad


Hace ya unos años, en Estados Unidos, una poderosa fundación decidió financiar un amplio estudio sobre las causas del descenso de productividad de todo un sector de empresas del país.

Hicieron innumerables encuestas, entrevistaron a cientos de directivos de compañías pequeñas y grandes, analizaron todas las posibilidades, y al final se hizo un extenso informe que fue presentado a los responsables de la Fundación como resultado de más de un año de trabajo.

La idea que encabezaba el informe era la siguiente: el esfuerzo realizado por la mayoría de las empresas durante tantos años para optimizar los procesos de trabajo, especializar al máximo los cometidos y establecer rigurosísimos sistemas de control de productividad de cada empleado, había acabado por afectar negativamente al ambiente de trabajo.

Para el éxito y eficacia de una empresa —decía una de las conclusiones— es fundamental lograr un ambiente de trabajo que resulte grato y motivador para todos. Y como cuestión práctica, insistía en que es preciso empeñarse seriamente en tratar con más deferencia a los subordinados.

—Tampoco es un descubrimiento espectacular. No sé si hacía falta invertir tanto dinero para llegar a eso. Es casi de sentido común.

Estoy de acuerdo contigo, pero por lo menos es una alegría que nuestro sentido común coincida con lo que dicen tan prestigiosos investigadores.

Quizá en la familia podría hacerse un estudio parecido y sacar conclusiones similares.

Para mejorar todo el conjunto de la familia
habría que cuidar más
los detalles externos prácticos
de afabilidad y buena convivencia.

—Sería mejor decir que hay que mejorar en el cariño que se tienen entre sí los miembros de la familia. Lo otro viene como consecuencia, si existe ese cariño.

Tienes razón, pero hay personas a quienes les cuesta manifestarlo.

Cada uno es como es,
pero todas las personas necesitan cariño,
y hay que aprender a manifestar ese cariño
en detalles pequeños.

Hay que ser más afable en el trato, en cosas cuantificables y evaluables. No basta con quererse en general, en teoría: todos necesitamos palparlo en detalles. Enumeremos algunos consejos prácticos sobre detalles de afabilidad:

 esforzarse por ser delicado en el trato (Platón decía que no es necesario hacer ostentación de bondad, pero sí que se deje ver);

 acostumbrarse a no mandar sin razones, a no hablar en tono dogmático (procurando poner delante un "me parece que" o un "quizás");

 aprender a no encasquillarse por cosas que no tienen importancia;

 estar asequibles y facilitar a los hijos que hablen con nosotros, a solas si es preciso: hay muchos problemas que no se resuelven simplemente porque no se hablan en su momento;

 hacer que sea natural prestar pequeños servicios a los demás, y que nadie se sienta humillado por tener que hacerlos (para ello tienen que ir por delante los padres);

 aprender a reprender o a denegar un permiso sin ponerse antipático (ponte en su lugar y piensa cómo querrías que te lo dijeran a ti);

 saber algo de esas cosas que interesan a los hijos (de música, de la liga de fútbol, o de lo que sea), para facilitar el trato con ellos;

 ojo con las bromas: tienen que hacer gracia al sujeto paciente y no sólo al público presente; por eso es mejor no decir lo primero que se nos ocurre, y tampoco insistir demasiado en nuestras gracias: déjalas cuando veas que su risa comienza a ser un poco forzada, porque la ironía hiere y sus heridas son profundas.



Tacto para la convivencia


«Era una mujer que con su sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir. A veces bastaba con oír su voz.

»Con frecuencia me pregunto de dónde sacaba ella ese tacto para la convivencia, sus originales criterios sobre las cosas, su delicado gusto, su sensibilidad.

»Sus antepasados eran gente sencilla, inmigrantes del campo, con poca imaginación. ¿De quién aprendió entonces...?».

Estas palabras de Delibes recuerdan, por contraste, aquellas otras personas que quizá tengan una exquisita educación pero que su presencia no resulta agradable, a veces incluso más bien lo contrario.

A lo mejor les sucede porque todo lo que no es suyo les resulta totalmente ajeno. O porque son personas tan encerradas en sí mismas que han acabado por alterar su propio equilibrio y resultar extrañas. O quizá porque, en la práctica, no saben convivir.

Conviene buscar detalles concretos en los que cada uno pueda proponerse mejorar, en cada una de las facetas de las virtudes de la convivencia. Por ejemplo:

 ir averiguando los gustos ajenos y procurar satisfacerlos siempre que se pueda, en vez de tratar de imponer los planes que a uno le apetecen;

 ser complaciente y buscar factores amenizantes de la convivencia (sin ser excesivamente obsequiosos ni asediantes: el personaje untuoso y poco natural, que ríe de sus propias gracias, o de lo que no tiene gracia, resulta bastante desagradable);

 no hablar demasiado (los excesivamente habladores marean), ni insistir sin confianza;

 no darse aires de persona ocupadísima, ni de sabelotodo, ni de gran memorista, ni de un don Preciso que lo quiere puntualizar todo;

 aprenderse los nombres de quienes trabajan con nosotros o de quienes nos cruzamos en la escalera para tratarles luego por su nombre (si anotamos las fechas de los santos o cumpleaños y nos acordamos de felicitarles, mucho mejor);

 decir cosas agradables a la gente siempre que se pueda (por ejemplo, frecuentando los temas de conversación que gustan a los demás y refiriéndose poco a uno mismo);

 no olvidar la importancia de los buenos modales para hacer la vida agradable a los demás: ser deferentes, saludar con cordialidad, ser puntuales, no elevar destempladamente la voz ni decir tacos, ser pulcros, no caminar con estrépito ni tratar zafiamente las cosas (abrir la puerta con el pie o el codo, caer a plomo sobre el asiento...), etc.

 hacer favores sin llevar la cuenta, empleando generosamente el tiempo, aunque el favorecido apenas pueda correspondernos con nada;

 agradecer las cosas, aunque sean insignificantes, y contestar a quien nos ha llamado por teléfono o nos ha escrito;

 animar a los desanimados, tratar con paciencia a los pesados, visitar a los enfermos y a la gente que sufre soledad; etc.



Estímulo y simpatía. La pequeña Momo


Momo es la pequeña protagonista de aquel famoso libro de Michael Ende que lleva su nombre. Una niña surgida un buen día en la vida de unas personas sencillas.

Nadie sabe quién es, ni de dónde viene, ni nada. Vive en unas ruinas de un antiguo teatro griego o romano. Pero todo el mundo quiere a la chiquilla. Las gentes se han dado cuenta de que han tenido mucha suerte por haber conocido a Momo. Se les hace la niña algo imprescindible. ¿Cómo han podido antes vivir sin ella? A su lado cualquiera está a gusto.

A la hora de hacer balance de su atractivo, no es fácil decir qué cualidad especial le adorna. No es que sea lista. No. Tampoco pronuncia frases sabias. No es que sepa cantar, o bailar, o hacer ninguna maravilla extraordinaria. ¿Qué tiene entonces?

La pequeña Momo sabe escuchar. Algo que no es tan frecuente como parece.

Momo sabe escuchar con atención y simpatía. Ante ella, la gente tonta tiene ideas inteligentes. Ante ella, el indeciso sabe de inmediato lo que quiere. El tímido se siente de súbito libre y valeroso. El desgraciado y agobiado se vuelve confiado y alegre. El más infeliz descubre que es importante para alguien en este mundo. Y es que Momo sabe escuchar.

Todos tenemos en la cabeza la imagen de chicos o de chicas, quizá de apariencia modesta y de cualidades corrientes, pero perseverantes en la amistad, leales, que contagian a su alrededor alegría y serenidad; y su vida aparece ante los demás como una luz, como una claridad, como un estímulo.

—¿Y por qué unos parece que lo son tanto y otros casi nada? ¿Crees que es quizá algo que viene de nacimiento?

Creo que no es sólo de nacimiento. Depende sobre todo de la educación que se ha recibido, y del esfuerzo personal que pone cada uno.

En todos los hombres hay en germen
buenas y malas tendencias,
y cada cual es responsable de la medida
en que permite al bien o al mal
adueñarse de su persona.

Todos sabemos que el alma sólo brilla después de muchos años de esfuerzo por sacarle lustre.

—Me ha gustado la historia de Momo, pero muchos chicos piensan que aguantar algo que no te gusta es ser un poco hipócrita.

No es ser hipócrita. Es parte de ese hábito de preocuparse por los demás y de procurar ser agradable que todo hombre sensato debiera esforzarse por adquirir. Además, cuando uno se esfuerza por ser agradable, pronto pasa a ser algo que sale casi siempre de modo natural.

Pero escuchar no es sólo cuestión de paciencia. Requiere sobre todo deseo de aprender, deseo de enriquecerse con las aportaciones de los demás.

Quien mientras escucha piensa sobre todo en preparar su respuesta, apenas escucha realmente. Sin embargo, quien escucha con atención, con verdadero deseo de comprender, sin dejarse arrastrar por un inmoderado afán de hablar él, o de rebatir lo que oye; quien sabe escuchar de verdad, se hace cada vez más valioso y hace que la persona que le habla se sienta también más valorada y querida.

Es triste que tantos hombres y mujeres hagan grandes sacrificios para poder lucir un coche o una ropa un poco mejor, o adelgazar un poco, o presumir de cualquier cosa, y que, sin embargo, apenas se esfuercen por escuchar más, o ser un poco más simpáticos y agradables, que es gratis y de mucho mejor efecto ante los demás.



Soledad acompañada. La familia de Alberto


«Mire, mi padre se va muy temprano y vuelve a casa tarde, cansadísimo —decía Alberto, un chico de quince años bastante despierto y algo nervioso.

«Algunos días ni le veo. Cuando llega, pasa de puntillas por delante de mi habitación para no despertarme. No sé para qué trabaja tanto; desde luego, no es porque nos falte nada.

»Le veo sólo algunos fines de semana, pero entonces siempre tiene mil cosas que hacer, o se va al fútbol, o se marcha a no sé dónde sin decirme nunca nada. Y si se queda en casa, se pasa el día medio tumbado en el sofá, leyendo.

»Mi madre se queda tranquila con tal de que estemos entretenidos viendo la televisión y que no demos guerra. Antes hablábamos más.

»Sé que ella dirá que soy yo el que está imposible, y que tengo un carácter intratable..., pero es que no soporto que a ella le parezca mal todo lo que hago y que me recrimine continuamente por tonterías.

»Pensará usted quizá que juzgo muy duro a mis padres o que no les quiero. Pero creo que mis padres serían los padres ideales si tuvieran mejor humor y algo de tiempo para nosotros. Creo que no pido tanto.

»Porque, últimamente, y no sé por qué —concluyó—, en casa somos todos como desconocidos. Nunca hablamos de nada. Se producen unos silencios insoportables.»

Esta queja adolescente puede servirnos para examinar cómo es nuestra familia. Porque a veces la familia se convierte en un conjunto de gente solitaria, de personas que, como Alberto, viven en compañía pero con un acompañamiento tan lejano que casi ahonda más la soledad.

Es muy cómodo que los hijos se pasen horas y horas ante la televisión, o que estén encerrados en su habitación escuchando música, y que así se distraigan y nos dejen en paz para poder dedicarnos a todas esas cosas que queremos hacer.

Pero si no quieres que en la familia
acabéis viviendo como desconocidos,
tenéis que sacar tiempo
para hablar y estar juntos.

—Oye, que ya sabes que no es tan fácil enlazar una conversación de más de dos minutos con un adolescente...

Bien, pero no te desanimes, que seguro que tu hijo o tu hija esperan que seas tú quien tome la iniciativa para hablar más. No esperes a que lo hagan ellos. Aun cuando a veces parezcan distantes, desean ese acercamiento a sus padres. No digas que no tienes ánimo para más, o que no estás de humor como para hacer más. Ten paciencia.

Busca el modo de facilitar esas conversaciones. Por ejemplo, no dejes que se llene de ruido la casa. Hay gente que cuando llega a su casa enciende inmediatamente la televisión, aunque apenas le interese lo que dice. Es un error grave, porque es necesario un poco de calma para que los hijos puedan estudiar, para que puedan hablarnos, para que hablen entre ellos, para que puedan pensar.



Amistad, autoridad y obediencia


La amistad entre padres e hijos se puede conjugar perfectamente con la autoridad que requiere la educación.

Es preciso crear un clima de gran confianza y de libertad, aun a riesgo de que alguna vez seamos engañados. Más vale que luego ellos mismos se avergüencen de haber abusado de esa confianza y se corrijan.

En cambio, cuando falta un mínimo de libertad, la familia se puede convertir en una auténtica escuela de la simulación.

—Pero a los adolescentes les cuesta mucho obedecer, les parece humillante...

Tienen que entender que, nos guste o no, todos obedecemos. En cualquier colectivo, las relaciones humanas implican vínculos y dependencias, y eso es inevitable. No pueden engañarse con ensueños de rebeldía infantil.

Pero, de todas formas, piensa si quizá les cuesta mucho obedecer porque tú no sabes mandar sin imperar. No olvides que hay muchos detalles que hacen más fácil y grata la obediencia:

 Exígete en los mismos puntos en que aconsejas, mandas o corriges. Es muy duro, si no, escucharte luego que tienen que ser humildes, pacientes y ordenados, si tú no vas por delante con el ejemplo.

 Manda con afán de servir, sin dar la sensación de que lo haces por comodidad personal. Que vean que te molestas tú primero. Muchas veces así ellos entenderán, sin necesidad de que nadie se lo diga, que deben hacer lo mismo.

 No exhibas demasiado la autoridad. No des lugar al temor o a la prevención.

 Procura saber lo que hiere a cada uno, para evitarlo delicadamente si es preciso. Sé comprensivo y sé muy humano. Aprende a disculpar. No te escandalices tontamente, pues supone casi siempre falta de conocimiento propio.

 Habla con llaneza y sin apasionamiento, sin exagerar, procurando ser objetivo. Aprende a discernir lo normal de lo preocupante o grave.

 Habla con claridad, a la cara. No seas blando, pero tampoco cortante.

 Sé positivo al juzgar y pon en primer término las buenas cualidades, antes de ver los defectos, y sin exagerarlos.

 No quieras fiscalizarlo todo. No quieras uniformarlo todo. Ama la diversidad en la familia. Inculca amor a la libertad, y ama el pluralismo como un bien.

 Respeta la intimidad de tus hijos, sus cosas, su armario, su mesa de estudio, su correspondencia. Y enséñales a respetar a los demás y su intimidad.

 No dejes que se prolonguen demasiado las situaciones de excesiva exigencia. Para ello, debes estar atento a la salud y al descanso para que nadie llegue al agotamiento psíquico o físico. Debes extremar los cuidados a los más necesitados (no todos los hijos son iguales), para evitar que tomen cuerpo las crisis de crecimiento o de madurez.



La autodisculpa y la mediocridad

«A mí no me gusta exigir tanto a mis hijos... —me decía una madre durante una conversación sobre la incierta trayectoria de uno de sus hijos.

»Me conformo con que aprueben, aunque sea a trancas y barrancas. No les pido que se compliquen la vida, ni que hagan ninguna maravilla. Ni yo ni ellos somos perfectos. Somos humanos. Y yo no quiero amargarles la existencia...»

Bien. De acuerdo. Pero..., me pregunto, ¿por qué equiparar eso de amargarse la existencia con tener unos ideales más altos? ¿Por qué ante cualquier fallo nuestro o ajeno —sobre todo nuestro— enseguida lo justificamos diciendo que es algo muy humano?

Somos humanos: parece como si lo propio del hombre fuera lo bajo, lo vulgar, lo vicioso, lo mezquino; cuando lo propiamente humano es la razón, la fuerza de voluntad, la verdad, el esfuerzo, el trabajo, el bien. Para ser verdaderos hombres hemos de empezar por no autodisculparnos siempre con la excusa de que somos humanos.

Es una excusa que tiene apariencia de humildad y, sin embargo, oculta habitualmente una cómoda apuesta por la mediocridad.



 


Hay que inculcar en los hijos un inconformismo natural ante lo mediocre.

Resulta mucho mayor
el número de chicos y chicas
que se acaban deslizando
por la pendiente de la mediocridad
que por la pendiente del mal.

Son muchos los que llenaron su juventud de grandes sueños, de grandes planes, de grandes metas que iban a conquistar; pero que en cuanto vieron que la cuesta de la vida era empinada, en cuanto descubrieron que todo lo valioso resultaba difícil de alcanzar, y que, mirando a su alrededor, la inmensa mayoría de la gente estaba tranquila en su mediocridad, entonces decidieron dejarse llevar ellos también.

La mediocridad es una enfermedad sin dolores, sin apenas síntomas visibles. Los mediocres parecen, si no felices, al menos tranquilos. Suelen presumir de la sencilla filosofía con que se toman la vida, y les resulta difícil darse cuenta de que consumen tontamente su existencia.

Todos tenemos que hacer un esfuerzo para salir de la vulgaridad y no regresar a ella de nuevo. Tenemos que ir llenando la vida de algo que le dé sentido, apostar por una existencia útil para los demás y para nosotros mismos, y no por una vida arrastrada y vulgar.

Porque, además, como dice el clásico castellano, no hay quien mal su tiempo emplee, que el tiempo no le castigue.

La vida está llena de alternativas. Vivir es apostar y mantener la apuesta. Apostar y retirarse al primer contratiempo sería morir por adelantado

André Frossard: Dios existe, yo me lo encontré


 

André Frossard nació en Francia en 1915. Como su padre, Ludovic-Oscar Frossard, fue diputado y ministro durante la III República y primer secretario general del Partido Comunista Francés, Frossard fue educado en un ateísmo total. Encontró la le a los veinte años, de un modo sorprendente, en una capilla del Barrio Latino, en la que entró ateo y salió minutos más tarde "católico, apostólico y romano".

El ateísmo en André Frossard y su posterior y repentina conversión se entienden un poco más contemplando su propia familia, como nos lo cuenta él mismo: "Eramos ateos perfectos, de esos que ni se preguntan por su ateísmo. Los últimos militantes anticlericales que todavía predicaban contra la religión en las reuniones públicas nos parecían patéticos y un poco ridículos, exactamente igual que lo serían unos historiadores esforzándose por refutar la fábula de Caperucita roja. Su celo no hacia más que prolongar en vano un debate cerrado mucho tiempo atrás por la razón. Pues el ateísmo perfecto no era ya el que negaba la existencia de Dios, sino aquel que ni siquiera se planteaba el problema. (...)

Dios no existía. Su imagen o las que evocan su existencia no figuraban en parte alguna de nuestra casa. Nadie nos hablaba de Él. (...)No había Dios. El cielo estaba vacío; la tierra era una combinación de elementos químicos reunidos en formas caprichosas por el juego de las atracciones y de las repulsiones naturales. Pronto nos entregaría sus últimos secretos, entre los que no había en absoluto Dios.

¿Necesito decir que no estaba bautizado? Según el uso de los medios avanzados, mis padres habían decidido, de común acuerdo, que yo escogería mi religión a los veinte años, si contra toda espera razonable consideraba bueno tener una. Era una decisión sin cálculo que presentaba todas las apariencias de imparcialidad. ¿A los veinte años quiere creer? Que crea. De hecho, es una edad impaciente y tumultuosa en la que los que han sido educados en la fe acaban corrientemente por perderla antes de volverla a encontrar, treinta o cuarenta años más tarde, como una amiga de la infancia... Los que no la han recibido en la cuna tienen pocas oportunidades de encontrarla al entrar en el cuartel...

Mi padre era el secretario general del partido socialista. Yo dormía en la habitación que, durante el día, servía a mi padre de despacho, frente a un retrato de Karl Marx, bajo un retrato a pluma de Jules Guesde (socialista que colaboró en la redacción del programa colectivista revolucionario) y una fotografía de Jaurès.

Karl Marx me fascinaba. Era un león, una esfinge, una erupción solar. Karl Marx escapaba al tiempo. Había en él algo de indestructible que era, transformada en piedra, la certidumbre de que tenía razón. Ese bloque de dialéctica compacta velaba mi sueño de niño. (...)

El domingo era el día del Señor para los luteranos, que a veces iban al templo, y para los pietistas, que se reunían en pequeños grupos bajo la mirada falta de comprensión de otros. Para nosotros era el día del aseo general, en el agua corriente del arroyo truchero, después del cual mi abuelo mi friccionaba la cabeza con un cocimiento de manzanilla..."

En Navidad, las campanas de los pueblos cercanos, que no encontraban eco entre nosotros, extendían como un manto de ceremonia sobre la campiña muerta. Nosotros también nos poníamos nuestros trajes domingueros para ir a ninguna parte (...) Almorzábamos en la mejor habitación, sobre el blanco mantel de los días señalados.

Pero ni el moscatel de Alsacia, ni la cerveza, ni la frambuesa, volvían a la familia más habladora. La comida, más rica que de costumbre, y el abeto, completamente barbudo de guirnaldas plateadas, nada conmemoraban. Era una Navidad sin recuerdos religiosos, una Navidad amnésica que conmemoraba la fiesta de nadie.

Entre las izquierdas la política se consideraba como la más alta actividad del espíritu, el más hermoso de los oficios, después del de médico, sin embargo. A ella debían mis padres, por otra parte, el haberse encontrado. Mi madre de espíritu curioso, había escuchado a mi padre hablar del socialismo ante un auditorio obrero, con la fogosidad de sus veinticinco años, una inteligencia combativa, una voz admirable. Desde aquel día, ella le siguió de reunión en reunión, por amor al socialismo, hasta la alcaldía. Cuando me contaba esa historia, yo no comprendía gran cosa. Para mí, mis padres eran mis padres desde siempre y no imaginaba que hubiesen podido no serlo en un momento dado de su existencia. La honestidad, la natural decencia de su vida en común, me habían dado del matrimonio la idea de una cosa que no podía deshacerse y que, al no tener fin, no había tenido comienzo.

Mi madre vendía al pregón el periódico de la Federación Socialista, completamente redactado por mi padre, entonces maestro destituido por amaños revolucionarios y reducido a la miseria. Pero la política llenaba la vida de mi padre. (...)

Rechazábamos todo lo que venía del catolicismo, con una señalada excepción para la persona -humana- de Jesucristo, hacia quien los antiguos del partido mantenían (con bastante parquedad, a decir verdad) una especie de sentimiento de origen moral y de destino poético. No éramos de los suyos, pero él habría podido ser de los nuestros por su amor a los pobres, su severidad con respeto a los poderosos, y sobre todo por el hecho de que había sido la víctima de los sacerdotes, en todo caso de los situados más alto, el ajusticiado por el poder y por su aparato de represión".

Pero sin tener mérito alguno Frossard, porque Dios quiso y no por otra razón, fue el afortunado en recibir el regalo de la conversión. El no buscaba a Dios. Se lo encontró: "Sobrenaturalmente, sé la verdad sobre la más disputada de las causas y el más antiguo de los procesos: Dios existe. Yo me lo encontré.

Me lo encontré fortuitamente -diría que por casualidad si el azar cupiese en esta especie de aventura-, con el asombro de paseante que, al doblar una calle de París, viese, en vez de la plaza o de la encrucijada habituales, una mar que batiese los pies de los edificios y se extendiese ante él hasta el infinito.

Fue un momento de estupor que dura todavía. Nunca me he acostumbrado a la existencia de Dios.

Habiendo entrado, a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra.

Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda, y aún más que escéptico y todavía más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar -hasta tal punto me parecía pasado, desde hacía mucho tiempo, a la cuenta de pérdidas y ganancias de la inquietud y de la ignorancia humanas-, volví a salir, algunos minutos más tarde, "católico, apostólico, romano", llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable.

Al entrar tenía veinte años. Al salir, era un niño, listo para el bautismo, y que miraba entorno a sí, con los ojos desorbitados, ese cielo habitado, esa ciudad que no se sabía suspendida en los aires, esos seres a pleno sol que parecían caminar en la oscuridad, sin ver el inmenso desgarrón que acababa de hacerse en el toldo del mundo. Mis sentimientos, mis paisajes interiores, las construcciones intelectuales en las que me había repantingado, ya no existían; mis propias costumbres habían desaparecido y mis gustos estaban cambiados.

No me oculto lo que una conversión de esta clase, por su carácter improvisado, puede tener de chocante, e incluso de inadmisible, para los espíritus contemporáneos que prefieren los encaminamientos intelectuales a los flechazos místicos y que aprecian cada vez menos las intervenciones de lo divino en la vida cotidiana. Sin embargo, por deseoso que esté de alinearme con el espíritu de mi tiempo, no puedo sugerir los hitos de una elaboración lenta donde ha habido una brusca transformación; no puedo dar las razones psicológicas, inmediatas o lejanas, de esa mutación, porque esas razones no existen; me es imposible describir la senda que me ha conducido a la fe, porque me encontraba en cualquier otro camino y pensaba en cualquier otra cosa cuando caí en una especie de emboscada: no cuento cómo he llegado al catolicismo, sino como no iba a él y me lo encontré. (...)

Nada me preparaba a lo que me ha sucedido: también la caridad divina tiene sus actos gratuitos. Y si, a menudo, me resigno a hablar en primera persona, es porque está claro para mí, como quisiera que estuviese enseguida para vosotros, que no he desempeñado papel alguno en mi propia conversión. (...)

Ese acontecimiento iba a operar en mí una revolución tan extraordinaria, cambiando en un instante mi manera de ser, de ver, de sentir, transformando tan radicalmente mi carácter y haciéndome hablar un lenguaje tan insólito que mi familia se alarmó.

Se creyó oportuno, suponiéndome hechizado, hacerme examinar por un médico amigo, ateo y buen socialista. Después de conversar conmigo sosegadamente y de interrogarme indirectamente, pudo comunicar a mi padre sus conclusiones: era la "gracia", dijo, un efecto de la "gracia" y nada más. No había por qué inquietarse.

Hablaba de la gracia como de una enfermedad extraña, que presentaba tales y cuales síntomas fácilmente reconocibles. ¿Era una enfermedad grave? No. La fe no atacaba a la razón. ¿Había un remedio? No; la enfermedad evolucionaba por sí misma hacia la curación; esas crisis de misticismo, a la edad en que yo había sido atacado, duraban generalmente dos años y no dejaban ni lesión, ni huellas. No había más que tener paciencia.

Se me toleraría mi capricho religioso a condición de que fuese discreto, como lo serían conmigo. Se me rogó que me abstuviese de todo proselitismo en relación con mi hermana menor. Ella se convertiría a pesar de todo al catolicismo, y mi madre también, bastantes años después de ella".

Frossard escribió el libro de su conversión, Dios existe. Yo me lo encontré, que mereció el Gran Premio de la literatura Católica en Francia en 1969, y que se convertiría en un best-seller mundial.

En 1985 fue elegido miembro de la Academia y trabajó en la Comisión del Diccionario. Muere en París en 1995 a los 80 años de edad, tras haber sido uno de los intelectuales católicos franceses más influyentes de su país en el presente siglo.


Tomado de http://www.capellania.org/docs/jcremades
Las citas son de Dios existe, yo me lo encontré, de André Frossard