miércoles, 29 de febrero de 2012

Gary Cooper, abrazó la fe mucho antes de sufrir cáncer

ROMA, 29 Feb. 12 / 12:04 am- Gary Cooper, uno de los iconos de Hollywood más famosos de todos los tiempos, no se convirtió al catolicismo mientras enfrentó el cáncer terminal que le causó la muerte en 1961, sino al menos diez años antes. Su hija Maria Janis reveló el intenso proceso en una historia recogida por L’Osservatore Romano.

Aunque las biografías de Gary Cooper no mencionan su fe en épocas previas a su enfermedad, Cooper se acercó de manera gradual a Dios junto a su familia. Hacia el año 1950, luego de vivir una crisis matrimonial, "empezó a venir con nosotros a Misa más a menudo, no solo en Navidad o Pascua", y "luego pidió que le bautizaran".

"He gastado cada hora de mi vida, año tras año haciendo casi exactamente aquello que me venía en mente de hacer, y aquello que quería hacer no estaba siempre entre las cosas más correctas. El pasado invierno empecé a pararme un poco más de lo normal sobre alfo que está en mi cabeza desde hace tiempo: ‘Viejo Coop, ¡debes algo a Alguien por todo aquellos que tienes! No seré nunca un santo (…) pero lo único que puedo decir es que estoy intentando ser un poco mejor. Quizá lo consiga", afirmó el actor en un testimonio recogido por el libro The Hollywood Greats.

Frank James Cooper nació en Helena (Estados Unidos) y se mudó a Los Ángeles para trabajar como dibujante de viñetas en un periódico. Probó diversos oficios como el de comerciante de arte, ayudante de fotógrafo, vendedor de decorados teatrales, y publicista gráfico, hasta que finalmente se encontró con el éxito de Hollywood.

Durante 36 años hizo películas taquilleras y hasta salvó de la crisis económica de 1929 a la famosa productora de cine Paramount Pictures Corporation. En 1931, viajó a Inglaterra y se enamoró de la actriz Verónica Balfe, con quien se casó en 1933.

En 1953, durante un tour promocional por Europa, Cooper, quiso conocer al entonces Papa Pío XII para profundizar en su fe.

María Janis, quien acompañaba a su padre en aquél encuentro, recuerda que "llevaba estampitas, medallitas y una gran cantidad de rosarios en la manga de la chaqueta, porque muchos de sus amigos de Hollywood le habían pedido un objeto bendecido por el por el Papa".

"Había mucha tensión en el aire cuando, precedido por la guardia suiza entró el Papa, alto, pálido, y vestido de blanco (...) Mi padre arrodillándose perdió el equilibrio debido a la emoción y de su dolor de espalda crónico, sus estampitas y rosarios se cayeron por el suelo y las medallas rodaron por toda la habitación".

"Presa de una vergüenza monumental, moviéndose a gatas, mi padre trató de recoger todo lo más rápido posible, pero de improvisto se topó con un zapato rojo y el bordado de una túnica. El Papa lo miraba, esperando paciente a que se levantara", cuenta María Janis.

La hija de Cooper, explicó que este encuentro marcó intensamente a su padre, quien "tenía una espiritualidad muy profunda alejada de todo ‘ismo’, de cada teoría o ideología, y un sentido religioso que probablemente se desarrolló viviendo en contacto con la naturaleza de Oeste y conociendo y amando la cultura y la espiritualidad de los nativos de América. Nunca fue una persona egoísta o superficial".

En el año 1961, le concedieron un premio Oscar honorífico que no pudo recoger por el cáncer que padecía. Recibió mensajes de apoyo de numerosas personalidades, entre ellos la reina de Inglaterra Isabel II, el presidente de Kennedy y hasta el propio Papa Juan XXIII.

María Janis explicó que los que lo visitaban durante la enfermedad quedaban maravillados por la serenidad con que el actor afrontaba su muerte.

"Lo que más le ayudó fue su religión. A medida que su enfermedad progresaba, nunca se preguntó ¿por qué a mí?, nunca se lamentó, le ayudaron los sacramentos", concluyó.

Un periódico de la época, The Straits Times publicó unas palabras que Cooper pronunció días antes de morir a uno de sus periodistas: "Sé que aquello que está sucediendo es la voluntad de Dios, no tengo miedo del futuro".

Sin terapia ni medicina, niña de 3 años supera isquemia cerebral...


ROMA, 29 Feb. 12 / 09:12 am - En octubre próximo, los españoles celebrarán la canonización de una nueva santa: la religiosa catalana Carmen Sallés y Barangueras, quien subirá a los altares por su intercesión en la asombrosa curación total de una niña brasileña que sufrió una isquemia cerebral aguda.

El milagro ocurrió en Sao Paulo (Brasil) en año 1999 cuando la pequeña Maria Isabel Gomes de Melo Gardelli, de solo tres años de edad sufrió una isquemia cerebral aguda que la dejó paralizada, con el rostro deformado y sin esperanzas de recuperación.

De padres médicos, la niña fue enviada a su casa sin tratamiento ni medicinas, esperando un fatal desenlace. Fue entonces que tanto su familia, como sus compañeros del colegio María Inmaculada de Sao Paulo, iniciaron una Novena de oración a la Madre Carmen Sallés.

La Postuladora de la Causa de Canonización, Madre María Asunción Valls Salip, explicó en una entrevista concedida a ACI Prensa que en "el quinto día de la Novena, fue cuando se curó…la oración de los niños tiene mucha fuerza".

Los médicos habían descartado una curación completa. Aún si hubiera recibido años de terapia y tratamientos, los médicos dejaron claro que tendría riesgo alto de epilepsia y otros síntomas secundarios".

A lo largo de su vida, la joven pasó por el diagnostico de 27 médicos y "realmente no ha quedado absolutamente ninguna secuela", explica la Madre Valls. Ahora María Isabel tiene 15 años, y por su belleza hasta ha recibido ofertas para trabajar como modelo.

"Es una alumna brillante, con 8 y medio de nota media en todos sus estudios, con un carácter alegre, solidario, una gran capacidad de comprensión, es decir, es una alumna brillante humanamente e intelectualmente", y "claro, no puede caber duda del milagro", explica la postuladora.

Una resonancia magnética reciente demuestra que en el cerebro de la joven está aún la cicatriz de la isquemia y nadie puede negar que sufrió este severo ataque cerebral, según explica la religiosa.
Futura santa

Carmen Sallés, vivió entre 1848 y 1911, en plena revolución industrial. Inspirada por la Virgen María dedicó su vida a la promoción de la mujer mediante la educación de las niñas y fundó las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza.

"Un obispo de Astorga que había conocido personalmente a la Madre Carmen decía en una carta suya: ‘Muy buenas, muy santas tienen que ser las concepcionistas para ser dignas de esta madre’. Entonces la canonización para nosotras pues es como un reto, un desafío de tratar de acercarnos un poco más a ella", agregó la postuladora.

La Beata Carmen Sallés ascenderá a los altares el próximo 21 de octubre de 2012

Carmen Sallés fue una pionera en su tiempo, porque aportó a la Iglesia un mensaje de igualdad entre el hombre y la mujer sin olvidar que "todos tienen que conocer bien la autenticidad y el valor complementario de los dos sexos".

Su carisma era misionero y de promoción de la mujer entendiendo la enseñanza como una elevación de la dignidad.

"El objetivo era que la mujer pudiera intervenir en la sociedad dignamente tanto en la familia, como también en la sociedad civil y por supuesto, dentro de la Iglesia". La Beata "fue una promotora de la capacidad de la mujer, incluso dentro de la Iglesia ella tenía su palabra que decir, y la aprobación por parte de Roma de la Congregación fue una dinamización de algo que se discutía", porque "había veces que algunos barones no lo comprendían dentro de la misma Iglesia", pero ella "quería llegar a todo lo que se pudiera llegar sin traspasar los límites de los sensato, lo correcto, lo adecuado… siempre dentro de la Iglesia".

Carmen Sallés "conoció a la mujer prostituta y delincuente, y se preguntó que habría sido de ellas si hubiera tenido una formación adecuada. Sobre todo en un momento en el que la mujer en la sociedad tenía muy pocas posibilidades de trabajo. Entonces, la inspiración le vino de mirar a María Inmaculada: María, modelo de mujer, prevenida por el amor de Dios desde el primer momento".

El 15 de marzo de 1998, Carmen Sallés fue beatificada por el Papa Juan Pablo II.

El milagro entonces fue la curación de una religiosa de su misma congregación que sufría de una espondilitis tuberculosa.

"Tenía mal las vértebras de la espalda, algunas estaban ya absolutamente destruidas, y durante la novena a madre Carmen, el último día, sintió como si una mano suave le pasara por la espalda. Así lo explicaba ella. Se le cayó el Rosario, se agachó, y se dio cuenta de que antes no podía hacer ese movimiento. Le habían crecido vértebras nuevas como las de un niño. Claro, el milagro era muy evidente", explicó la Madre Valls.

Ahora, a la espera de que llegue el día de la Canonización de su fundadora, la religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza preparan la celebración bajo el lema que tantas veces repitió en vida la Beata: "Adelante, siempre adelante, Dios proveerá".

viernes, 24 de febrero de 2012

Aprender contenidos de la fe para combatir "analfabetismo religioso"...

VATICANO, 24 Feb. 12 / 01:12 pm (EWTN Noticias).-

El Papa Benedicto XVI alentó a los católicos a reapropiarse de los contenidos de la fe para combatir el "analfabetismo religioso" de muchos actualmente y hacer conocido a Dios con humildad.

En el tradicional encuentro al inicio de la Cuaresma con los párrocos y sacerdotes de Roma, ciudad de la que es Obispo, el Santo Padre meditó sobre un fragmento de la Carta de San Pablo a los Efesios.

En el texto el Apóstol alienta a vivir "una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, (…) sobrellevándoos unos a otros con caridad, continuamente dispuestos a conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz".

El Papa explicó que la primera llamada que han recibido los sacerdotes es la del bautismo; la segunda, la vocación de pastores al servicio de Cristo. "El gran sufrimiento de la Iglesia de hoy en Europa y en Occidente es la falta de vocaciones sacerdotales; pero el Señor llama siempre, falta la escucha", dijo.

"Nosotros hemos escuchado su voz y debemos estar atentos a la voz del Señor también para los demás, ayudándoles para que la oigan y así la llamada sea aceptada".

La primera de las virtudes que debe acompañar la vocación, según señala San Pablo, es la humildad, la virtud de los seguidores de Cristo, quien "siendo igual a Dios, se ha humillado, aceptando el papel de siervo y obedeciendo hasta la cruz. Este es el camino de la humildad del Hijo que debemos imitar".

"Lo contrario de la humildad es la soberbia, raíz de todos los pecados. La soberbia es arrogancia, quiere sobre todo poder, apariencia no tiene intención de agradar a Dios, sino de agradarse a sí mismo, de ser aceptado e incluso venerado por los demás".

La soberbia, refirió el Santo Padre, "pone el 'yo' en el centro del mundo: se trata del 'yo' soberbio que todo lo sabe. Ser cristiano quiere decir superar esta tentación originaria, que está en el núcleo del pecado original: ser como Dios, pero sin Dios".

Frente a ello, "la humildad es, sobre todo, verdad. Reconociendo que soy un pensamiento de Dios, de la construcción de su mundo, y soy insustituible precisamente así, en mi pequeñez, solo de este modo, soy grande".

"Aprendamos a ser realistas de esta manera: no queramos aparentar, sino agradar a Dios y hacer lo que ha pensado de cada uno de nosotros y para nosotros, y así aceptaremos también a los demás".

Aceptarse a sí mismo, dijo el Papa, "y aceptar al otro van juntos: solo aceptándome a mí mismo como parte del gran tejido divino puedo aceptar también a los demás, que forman conmigo la gran sinfonía de la Iglesia y de la Creación". Y se aprende también a aceptar la propia posición en la Iglesia, sabiendo que "cada pequeño servicio es grande a los ojos de Dios".

La falta de humildad destruye la unidad del Cuerpo de Cristo. Asimismo, la unidad no puede crecer sin el conocimiento de la fe: "Un gran problema de la Iglesia actual es la falta de conocimiento de la fe, el 'analfabetismo religioso'. Con este analfabetismo no podemos crecer".

Por eso, exhortó el Santo Padre, "debemos reapropiarnos de los contenidos de la fe, no como un paquete de dogmas y mandamientos, sino como una realidad única que se revela en toda su profundidad y belleza. Debemos hacer lo posible por actuar una renovación catequística, para que la fe sea conocida, de modo que Dios sea conocido, Cristo sea conocido, la verdad sea conocida y crezca la unidad en la verdad".

En este punto, Benedicto XVI advirtió que no se puede vivir en una "niñez de la fe": muchos fieles no han ido más allá de la primera catequesis, con lo que "no pueden exponer como adultos, con competencia y convicción profunda, la filosofía de la fe, la gran sabiduría, la racionalidad de la fe" para iluminar a los demás.

Es por ello necesaria una "fe adulta", que no quiere decir, como se ha entendido en los últimos decenios, emancipada del Magisterio de la Iglesia; cuando se abandona el Magisterio, el resultado es "la dependencia de las opiniones del mundo, de los dictados de los medios de comunicación".

Por el contrario, precisó el Papa, "la auténtica emancipación consiste en liberarse de estas opiniones, en la libertad de los hijos de Dios. Debemos rezar mucho al Señor para que nos ayude a emanciparnos y a ser libres en este sentido, con una fe realmente adulta que pueda ayudar también a los demás a llegar a la verdadera perfección en comunión con Cristo".

"Hoy día, el concepto de verdad está bajo sospecha, porque se asocia al de violencia. Lamentablemente, en la historia ha habido episodios en los que se trataba de defender la verdad con la violencia. Sin embargo, las dos son contrarias. La verdad no se impone con otros medios que no sean ella misma. Puede llegar solo mediante su propia luz. Pero tenemos necesidad de la verdad".

"Sin verdad –prosiguió– nos quedamos ciegos en el mundo, no tenemos un camino, El gran don de Cristo es precisamente que vemos el rostro de Dios y (…) conocemos el fondo, lo esencial de la verdad en Cristo".

El Papa resaltó que "donde está la verdad, nace la caridad. Gracias a Dios, podemos verlo a lo largo de los siglos: a pesar de los hechos negativos, los frutos de la caridad han estado siempre presentes en la cristiandad, y están también presentes hoy".

Lo vemos, concluyó, "en los mártires, en tantas religiosas, frailes y sacerdotes que sirven humildemente a los pobres, los enfermos, que son presencia de la caridad de Cristo. Y son así el gran signo de que aquí está la verdad".

Un misionero fallece tras salvar la vida de siete niños

El pasado 5 de febrero de 2011, falleció en Ecuador el misionero Pedro Manuel Salado, español de 43 años, tras salvar la vida de siete niños que habían sido arrastrados por el mar.

El hermano Pedro Manuel Salado, natural de Chiclana de la Frontera, Cádiz, se consagró al Señor, en la Familia Eclesial Hogar de Nazaret, en el año 1990 y hasta 1998 vivió en el Hogar de Nazaret de Córdoba; en este año fue destinado a la misión que la obra tiene en Quinindé, Ecuador.

Y allí ha servido al Señor, en la Iglesia y en los niños desamparados, dirigiendo un Hogar y la Escuela-Colegio Sagrada Familia de Nazaret, “con una entrega reconocida por aquellos que lo conocíamos y habíamos convivido con él”, afirma una nota enviada a ZENIT por el Hogar de Nazaret.

El 5 de febrero, la comunidad misionera se había ido con los niños y niñas que tienen acogidos a una playa cercana a la misión. Estando los niños jugando en el agua cerca de la orilla una ola se llevó a siete hacia dentro.

El hermano Pedro, a pesar del respeto que solía tener al mar, no dudó en lanzarse al agua diciendo “tengo que salvar a mis niños” y los fue sacando uno por uno. Tras sacar a los dos últimos niños (Selena y Alberto), fallecía en la orilla exhausto.

Al conocer la noticia, el obispo de Esmeraldas afirmaba que “el hermano Pedro murió como vivió” entregado a Dios y a los niños.

El lema del Hogar de Nazaret es “Si el grano de trigo cae en tierra y muere da mucho fruto” (Jn 12,24). “Pedro Manuel lo ha cumplido con creces durante su vida y en este último acto heroico”, afirma la nota.

Uno de sus niños decía llorando: “Y ahora ¿quién va a cuidar de nosotros?”. La obra Hogar de Nazaret seguirá acogiendo a esos niños, pero hay varios que estaban esperando al mes de marzo para ir a vivir con Pedro Manuel.

“Pedimos a Dios las vocaciones necesarias para poder atender a estos niños”, afirma la nota de el Hogar de Nazaret.

“En un domingo en el que celebrábamos en muchas diócesis la jornada de la Vida Consagrada, nuestro hermano nos ha recordado hasta dónde puede llegar el amor a Dios y al prójimo”, afirma la nota.

Y concluye: “Tristes por su ausencia, pero gozosos por su generosidad y valentía, agradecemos a Dios el don que ha hecho al enviar al hermano Pedro a nuestra obra, Hogar de Nazaret, y a la Iglesia”.

El Hogar de Nazaret es una institución fundada por María del Prado Almagro Roldán en 1978. Actualmente es la directora general de la misma.

La obra desarrolla su actividad en una doble vertiente. Por un lado atienden a niños cuya situación familiar es difícil, en hogares, ofreciéndoles un ambiente lo más parecido a una familia (siempre grupos pequeños, de 6 a 8), y por otro lado, se dedican al apostolado familiar, en colaboración con las parroquias.

Tienen hogares en España (Granada, Albolote, Málaga, Chiclana, Sevilla, Córdoba, Puente Genil, Valdepeñas, Madrid y Toledo) y en Ecuador (Quinindé), donde además de tres hogares, dirige una escuela que comprende edades de 3 a 18 años.

Su carisma se inspira en la Sagrada Familia de Nazaret y en su espíritu oculto de humildad, trabajo y sencillez.

Dios es más grande que Elvis

Entre todas las estrellas de Holywood que pisarán la alfombra roja en la ceremonia de los Oscar 2012 habrá una monja benedictina. Se trata de la Madre Dolores, una monja de 73 años del convento Regina Laudis, en Bethelem (EEUU). Antes de ser religiosa fue una joven y prometedora actriz.

Una película sobre su vida titulada "Dios es más grande que Elvis" ha sido nominada a un Oscar en la categoría de mejor documental. En ella explica cómo pasó de trabajar en películas junto a Elvis Presley a hacer votos solemnes para ser monja de clausura.

La Madre Dolores participó en 11 películas, entre ellas ´Where the Boys Are´, junto a George Hamilton, o una sobre la vida de ´Francisco de Asis´.

Este nuevo documental no solamente habla de la vida artística de la Madre Dolores. También cuenta su día a día en el convento.

El documental se estrenará el 5 de abril en la televisión estadounidense HBO. Algunos ya hablan de la noche de los Oscar como la vuelta a casa de quien en su día fue una gran estrella de cine, Dolores Hart.

Ver video: http://www.romereports.com/palio/una-monja-protagonista-de-documental-nominado-a-los-premios-oscar-spanish-6138.html

viernes, 17 de febrero de 2012

Ordenaciones sacerdotales en la diócesis de San Luis




San Luis, 17 Feb. 12 (AICA)
Mañana, sábado 18 de febrero, en la catedral Inmaculada Concepción, de San Luis, el obispo, monseñor Pedro Daniel Martínez, ordenará a cuatro nuevos sacerdotes.

La comunidad católica de San Luis vive estas nuevas consagraciones sacerdotales como una gran bendición y un signo para renovar el compromiso por las vocaciones sacerdotales.
Los cuatro diáconos, ordenados en agosto del año 2011, se formaron en el seminario mayor San Miguel Arcángel para consagrar sus vidas para siempre al servicio de Dios y su Iglesia, muy pronto vivirán junto a todo el pueblo fiel el momento central del sacramento del orden, la imposición de manos y la oración consagratoria.

El diácono Mauro Guillermo Quevedo, nació el 23 de mayo de 1975 en Rufino, Santa Fe. Cursó la escuela primaria en el colegio Don Bosco de la ciudad de San Luis y la secundaria en el colegio San Luis Rey. Durante su juventud formó parte de la Acción Católica Argentina (ACA) y estudió Licenciatura en Computación. Ingresó al Seminario San Miguel Arcángel en 2003.

El diácono David Perassi nació el 21 de marzo de 1985 en la ciudad de Justo Daract, San Luis. Realizó sus estudios primarios en la Escuela Capital Federal y los secundarios en el Centro Educativo n°11, Inspector Sócrates Cortés, de su ciudad natal. Ingresó al Seminario Mayor de San Luis en 2003.

El diácono Alejandro Salinas nació el 11 de julio de 1977 en Buenos Aires. Ingresó a la Escuela de Aviación Militar en el año 1998 y obtuvo el grado de Alférez en la Fuerza Aérea Argentina y el Brevet de Aviador Militar.

El diácono Diego Torres nació el 5 de diciembre de 1983 en la ciudad de San Juan. Realizó estudios primarios y secundarios el colegio Presbítero Francisco Hernández, perteneciente a la basílica de Desamparados, San Juan. Ingresó al Seminario arquidiocesano Nuestra Señora de Guadalupe y San José, de San Juan en 2002. En 2008 ingresó al Seminario Mayor San Miguel Arcángel de San Luis.+

lunes, 13 de febrero de 2012

"Las vocaciones don de la caridad de Dios"...

VATICANO, 13 Feb. 12 / 11:01 am (ACI/EWTN Noticias).-



El Papa Benedicto XVI señala en su mensaje por la 49º Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebrará el 29 de abril, que la familia, comunidad de vida y amor, puede ser el "primer seminario" para la vida consagrada a Dios y al prójimo.
En su mensaje para la Jornada, presentado hoy y titulado: "Las vocaciones don de la caridad de Dios", el Papa explica que Dios es amor y "movido exclusivamente por su amor incondicional, Él nos ‘creó de la nada’ para llevarnos a la plena comunión con Él".

Benedicto XVI afirma luego que la dinámica del amor de Dios, que permite amarlo a Él y a los hermanos, "se puede llevar a cabo de manera elocuente y singular en las familias cristianas, cuyo amor es expresión del amor de Cristo que se entregó a sí mismo por su Iglesia".

"En las familias, ‘comunidad de vida y de amor’, las nuevas generaciones pueden tener una admirable experiencia de este amor oblativo. Ellas, efectivamente, no sólo son el lugar privilegiado de la formación humana y cristiana, sino que pueden convertirse en ‘el primer y mejor seminario de la vocación a la vida de consagración al Reino de Dios’, haciendo descubrir, precisamente en el seno del hogar, la belleza e importancia del sacerdocio y de la vida consagrada".

"Los pastores y todos los fieles laicos –afirma el Papa– han de colaborar siempre para que en la Iglesia se multipliquen esas ‘casas y escuelas de comunión’ siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, reflejo armonioso en la tierra de la vida de la Santísima Trinidad".

El Santo Padre recuerda que toda persona es amada por Dios de manera eterna y fiel, y descubrir esa realidad cambia verdaderamente la vida en lo más hondo. "En una célebre página de las Confesiones, San Agustín expresa con gran intensidad su descubrimiento de Dios, suma belleza y amor, un Dios que había estado siempre cerca de él, y al que al final le abrió la mente y el corazón para ser transformado".

"Se trata de un amor sin reservas que nos precede, nos sostiene y nos llama durante el camino de la vida y tiene su raíz en la absoluta gratuidad de Dios", añade.

El Papa subraya después que "toda vocación específica nace de la iniciativa de Dios; es don de la caridad de Dios. Él es quien da el ‘primer paso’ y no como consecuencia de una bondad particular que encuentra en nosotros, sino en virtud de la presencia de su mismo amor ‘derramado en nuestros corazones por el Espíritu’".
El amor de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo, "permanece para siempre, es fiel a sí mismo, a la ‘palabra dada por mil generaciones’. Es preciso por tanto volver a anunciar, especialmente a las nuevas generaciones, la belleza cautivadora de ese amor divino, que precede y acompaña: es el resorte secreto, es la motivación que nunca falla, ni siquiera en las circunstancias más difíciles".

El Santo Padre expresa además que "la grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar ‘como’ lo hace Dios; se trata de un amor que se manifiesta en el don total de sí mismo fiel y fecundo".

El Papa explica asimismo que "el amor a Dios, del que los presbíteros y los religiosos se convierten en imágenes visibles –aunque siempre imperfectas– es la motivación de la respuesta a la llamada de especial consagración al Señor a través de la ordenación presbiteral o la profesión de los consejos evangélicos".

El amor al prójimo, señala el Pontífice en su mensaje, "sobre todo hacia los más necesitados y los que sufren, es el impulso decisivo que hace del sacerdote y de la persona consagrada alguien que suscita comunión entre la gente y un sembrador de esperanza".
Tras resaltar la importancia entre los sacerdotes y los comunidades, el Papa alienta a estar atentos a los signos que pueden apreciarse en vistas a la vocación consagrada de los jóvenes e indica que "será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero".

"Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria".

Pero, sobre todo, dice el Papa, "que la Eucaristía sea el ‘centro vital’ de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor".

"Es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la ‘gran medida’ del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino".

Para leer el mensaje completo ingrese a: http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=436

sábado, 11 de febrero de 2012

"¡Levántate, vete; tu fe te ha salvado!" (Lc 17,19)

VATICANO, 11 Feb. 12 / 09:02 am (ACI/EWTN Noticias).-



Con ocasión de la celebración de la 20° Jornada Mundial del Enfermo, hoy 11 de febrero cuando la Iglesia festeja a la Virgen de Lourdes, el Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios (Pastoral de la Salud), Mons. Zygmunt Zimowski, indicó que "la cabecera del enfermo es cátedra de espiritualidad y de fe".

En un artículo publicado en L’Osservatore Romano, Mons. Zimowski recalcó que el enfermo "sacude la sensibilidad más entumecida y llama a los valores más sencillos y profundos, que en situación de buena salud suelen ser relegados, paradójicamente, en segundo plano".

"La Iglesia cree en el valor sagrado de todo ser humano, que no es un número ni un objeto, sino una persona que debe ser tratada como tal".

Mons. Zimowski reveló que, de acuerdo a las cifras del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, a la fecha son más de ciento veinte mil las instituciones sanitarias y de asistencia social fundadas y administradas por la Iglesia.

El Prelado destacó que el Papa Benedicto XVI, en su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo 2012, resalta la importancia de la fe y los sacramentos en la curación de las personas que sufren y de quienes los atienden.

En su mensaje, el Santo Padre afirma que "en la acogida generosa y afectuosa de cada vida humana, sobre todo la débil y enferma, el cristiano expresa un aspecto importante de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo, que se ha inclinado ante los sufrimientos materiales y espirituales del hombre para curarlos".

Benedicto XVI también explicó que el título de su mensaje por el evento que este año se celebra en Francia, "¡Levántate, vete; tu fe te ha salvado", está profundamente relacionado con el próximo "Año de la fe", que comenzará el 11 de octubre de 2011.

Por ello, el Papa pidió a los enfermos y a quienes sufren que encuentren "siempre en la fe un ancla segura, alimentada por la escucha de la palabra de Dios, la oración personal y los sacramentos".

El mensaje concluye con una invitación a dirigir la mirada a la Virgen María, Madre de Misericordia y Salud de los Enfermos, para que "su materna compasión, vivida junto al Hijo agonizante en la Cruz, acompañe y sostenga la fe y la esperanza de cada persona enferma y que sufre en el camino de curación de las heridas del cuerpo y del espíritu".

Para leer el mensaje completo del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial del Enfermo 2012, ingrese a: http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=431

jueves, 9 de febrero de 2012

LA PEQUEÑA FE...




Hoy he traducido algunos párrafos de un blog canadiense, escrito por una madre soltera evangélica, Myah Walker, que quedó embarazada de un bebé a quien los doctores diagnosticaron anencefalia, recomendando el aborto. Le dijeron que la niña moriría inmediatamente después de nacer, ya que nunca podría vivir separada de su madre. A pesar de tenerlo todo en contra, Myah decidió no acabar con la vida de su hija.


Continuó con el embarazo y, sorprendentemente, su hija nació viva y recibió el nombre de Faith Hope (Fe Esperanza).

Les pongo el comienzo y el final de su historia, ya que la pequeña Faith murió la semana pasada, cuando tenía tres meses de edad.



Sorprendentemente, podía respirar, reaccionar ante su entorno, balbucear en lenguaje de bebé, sonreír… Su madre muestra en sus palabras el gran amor que ha tenido a su hija, su forma de ver estas cosas con los ojos de Dios y su esperanza de que un día volverán a encontrarse en el cielo. Para mí, estos párrafos son un ejemplo de que Dios ve las cosas de otra forma, de que la pequeña Faith es infinitamente preciosa a sus ojos, igual que yo o cualquier otra persona.

Por desgracia, también me ha servido esta historia para ser más consciente de los extremos a los que llega la depravación humana. Hay unas cuantas páginas en Internet dedicadas exclusivamente a insultar a esta madre y a su hija, a decir las cosas más horribles que puedan imaginar sobre Faith, exigiendo que no se deje nacer a niños así y quejándose del gasto que pueda suponer para los servicios sanitarios públicos. Otro elemento horrendo de la historia es que el padre de la niña es un pastor evangélico casado que dejó embarazada a Myah y luego la abandonó. Sin embargo, todo esto es una muestra más de que la misericordia de Dios es más fuerte que nuestros pecados, por grandes que sean.


El título del blog de Myah es una frase de San Pablo: “Caminamos en la fe (faith) y no en la visión".

Gracias por estar aquí y por su recuerdo y oraciones…

Me llamo Myah. Tengo 23 años y soy madre soltera de una niñita muy especial.

Cuando estaba embarazada de 19 semanas, me dijeron que mi bebé no tenía cerebro. Esta enfermedad se conoce como “anencefalia”. Me dijeron que mi bebé sólo estaba viva porque estaba unida a mí, pero que no podría sobrevivir por sí misma. El doctor me dijo que podía continuar el embarazo sin riesgos, pero que mi bebé moriría poco después de nacer. O también podía decidir interrumpir el embarazo en ese momento, induciendo el parto a las 20 semanas y dejando que mi bebé muriera sin llegar a verla ni a tenerla en mis brazos (no quiero saber lo que hacen con los bebés en esos casos). Supongo que para algunas personas sería una decisión difícil, pero no lo fue para mí. No tuve que pensarlo ni un segundo. Sabía que no se ganaba nada con interrumpir el embarazo y mi hija era ya la persona a la que más quería en el mundo. Incluso si permanecía inconsciente, como me habían dicho los médicos, y sólo vivía unos segundos o minutos, incluso si nacía muerta, merecía la pena. Así que comenzamos nuestra odisea…

Hoy, mientras escribo esto, Faith tiene 10 semanas de edad (+1 día) y está muy bien. Es totalmente consciente y responde como cualquier bebé “normal”. Es muy sensible al tacto (especialmente cuando algo está frío) y no hay duda de que puede oír. Sonríe, hace ruiditos cuando está contenta, llora y es una niña luchadora. Sabe lo que le gusta y lo que no le gusta y te lo hace saber. Tiene su pequeña personalidad propia que nos encanta. Nos ha asombrado su desarrollo… desde el primer día sonreía y decía cosas de bebé ("bu", “he", “bua"… monísima). Desde que nació podía levantar la cabeza y, cuando se sentó, cuando sólo tenía 5 días, nos dejó boquiabiertos :)

Como Faith claramente estaba consciente y le iba muy bien, le hicieron un TAC para confirmar el diagnóstico. Un neurocirujano y radiólogo revisó las imágenes y estuvo de acuerdo en que, increíblemente Faith sí que tiene anencefalia. No saben como explicar que Faith esté viva y respirando, y mucho menos que además actúe de forma consciente. Hay cosas que los médicos no pueden explicar ;)

Espero que, al compartir nuestra historia, podamos dar cierta luz a esta enfermedad llamada anencefalia, Pero sobre todo espero que a través de la vida de Faith, puedan ver la gracia de Dios. Pueden creerme… hay más esperanza y alegría aguardándoles de lo que podrían imaginar. ¡Lo sé por experiencia! Pueden leer todos los libros y revistas médicas que quieran, pero esto es la vida REAL. Y esto es el amor real. Quiero a mi hija como Dios la ha hecho. Es un regalo y un milagro y siempre lo será.

Myah (la mamá de Faith)
……………………..
Los mejores 93 días de mi vida…

…los pasé con mi hija. Faith se fue hoy al cielo. Pasamos toda la mañana y parte de la tarde abrazadas en mi cama. Le dije que la quería muchas veces. La tenía en mis brazos cuando murió. Fue alrededor de la 4:40 de la tarde. Acababa de cambiarle el pañal y decidí cogerla y envolverla en una manta. Sonrió muy dulcemente y siguió haciéndolo durante varios segundos… me pareció que estaba muy mona.


Esperé a que volviera a respirar, pero no lo hizo. Me miró, abriendo sus preciosos ojos, y me di cuenta de lo que estaba pasando.


Le dije que fuera con Jesús. Le dije que la quería y que todo estaba bien, que nos encontraríamos en el cielo. La abracé y lloré sobre ella. Toqué su pecho y ya no había latidos del corazón. Pero seguía estando guapísima. E incluso ahora, sigue estándolo… la tengo en brazos y parece feliz y en paz. Dios es bueno.

martes, 7 de febrero de 2012

«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras»

Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012

CIUDAD DEL VATICANO, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el texto del Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012, sobre el tema «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras».

Queridos hermanos y hermanas

La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24).



Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza valiosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

1. "Fijémonos": la responsabilidad para con el hermano.

El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse ajenos, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. Enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico Epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf.Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. "Los unos en los otros": el don de la reciprocidad.

Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

3. "Para estímulo de la caridad y las buenas obras": caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

domingo, 5 de febrero de 2012

El papel de un capellán a bordo en tragedias como la del Concordia

ROMA, lunes 16 enero 2012 (ZENIT.org).-



Los cruceros que recorren el Mediterráneo son vistos en las publicidades como grandes centros lúdicos y lo son. Con la noticia del hundimiento de la nave Costa Concordia, entretanto vino a flote algo que normalmente no se tiene en cuenta sobre los cruceros: estas ciudades flotantes cuentan con la presencia de un capellán.



En este caso el padre Raffaele Malena, que vivió en primera persona el naufragio. Junto a él, el párroco de la isla del Giglio ayudó a los náufragos y el director de la pastoral del mar de la Iglesia italiana, Giacomo Martino, explicó a ZENIT el papel de un capellán a bordo.

En una llamada telefónica a la central del Apostolado del Mar, el padre Raffaele Malena avisó de lo que estaba sucediendo. Le preguntaron si quería que lo fueran a buscar y sin dudar dijo: “Ahora es importante que me quede cerca de la tripulación y los pasajeros para confortarlos en este momento de gran confusión”.
El padre Malena, que conocía a muchos de los más de mil tripulantes indicó que el problema del desembarco fue principalmente el pánico y que el personal de a bordo se comportó bien.

En entrevista a Sergio Centofanti de la Radio Vaticano indicó que “el capellán donde es llamado tiene que correr. Les di coraje, había tantos niños, a una niña la tomé en mis brazos, dije que la mandaran antes con la mamá y la hicieron evacuar antes”. Y añadió que “había otro sacerdote a quien le agradece mucho, el párroco del Giglio, don Lorenzo Pasquotti, que inmediatamente abrió la iglesia”.

Recordó que en esta isla de 1.200 personas en verano y 700 en invierno “todas querían dar una mano: abrieron los hoteles, nos dieron de comer, nos dieron mantas y todo lo que tenían nos lo daban” y concluyó indicando que “a los habitantes de la isla del Giglio deberíamos hacerles un monumento”.

Don Lorenzo Pasquotti, párroco de San Lorenzo y San Mamiliano, de 61 años, por su parte abrió la iglesia y organizó todo lo que se podía para ayudar a los náufragos de este gigante de 17 pisos.

Ayer lunes, debido al mar picado y a un deslizamiento de la nave se suspendió la búsqueda de las 15 personas que continuaban desaparecidas.

El sacerdote Giacomo Martino, director de la Oficina para la pastoral de los trabajadores de la navegación marítima y aérea, de la Conferencia Episcopal Italiana, interrogado por ZENIT dijo sobre el naufragio que “los tripulantes probablemente aún no asimilaron enteramente el golpe, y las acusaciones que giran en los medios contra ellos les hacen sufrir como un segundo naufragio”.

Subrayó que “con tantas personas hemos visto que no era cierto lo de la incompetencia de la que hablaron algunos medios”. “Se hacen simulacros de naufragio –indicó- pero otra cosa es un naufragio verdadero en el que cunde el pánico”.

El papel de un capellán de a bordo

“¿Qué hace un capellán? Hace de hombre de Dios. Claro –prosiguió–, sin hacer diferencia entre los pasajeros y los tripulantes aunque su principal trabajo se desarrolla en el área de la tripulación”.

Recordó que “estos trabajadores cuentan con la presencia de un capellán, aunque sean de otras confesiones religiosas” y narró cómo “incluso cuando es el Ramadán por ejemplo, no automáticamente, pero muchas veces me piden que haga una oración final”.
En la tripulación de una nave, indicó, “las personas son de diversas nacionalidades y por lo tanto también de diversas religiones y además cada una tienen su especialización: los filipinos por ejemplo son muy buenos barman, los chinos en las lavanderías, cada uno aporta su profesionalidad. Por ejemplo, los sudamericanos no se encuentran en las naves de carga, sí en cambio en las de pasajeros. Los brasileños son buenos con la parte artística”.

¿Cuales son las inquietudes de los tripulantes? Como primera cosa quieren “agradecer a Dios y en segundo lugar piensan en sus familias”.

El director de la Oficina para la pastoral marítima dijo a ZENIT que, en el puerto de Grosseto, hizo un giro por los hospitales y hoteles para dar asistencia a los náufragos.

Y que el domingo, como aún no lo había hecho, celebró la santa misa en la que participaron muchos, aunque pocos comulgaron, o sea que probablemente los católicos no eran tantos.

“Lo que me gusta mucho de esta gente –añadió– es la absoluta naturalidad que tienen con Dios, pues viven la dimensión religiosa como otra actividad”.

Sobre la religiosidad de los navegantes precisó: “He notado que existe una cultura religiosa en ellos con un profundo conocimiento de la diferencia. No es que creemos todos en Dios pues tanto es uno sólo. Ellos saben que soy un sacerdote católico. Y en la conciencia de la diferencia se manifiesta la perfección de la unidad. No hay confusión –indica- no hay una fe que es una mermelada, aquí no”.

“Quien está abordo –concluyó- casi que está obligado a subrayar lo que nos une y no lo que nos divide. Es como cuando se mira el mar desde la tierra, se piensa que el mar nos divide, en cambio el marítimo que está sobre el barco dice: no, el mar nos une”.

Tripulación: “Somos el chivo expiatorio”

El director de la Oficina para la pastoral marítima ha dado a conocer a ZENIT algunos de los sms que ha recibido sobre la tragedia. Uno dice: “Hola don Giacomo. ¿Sabe lo que pienso oyendo las noticias? Se habla mal de la tripulación, todos los demás son estupendos y buenos pero nuestra tripulación se ha convertido en un chivo expiatorio. Espero que alguien de la empresa asuma la defensa de los miembros de la tripulación. He leído un artículo en un periódico que decía que “la gente rompía armarios de vidrio para robar salvavidas”, pero ¿quién ha publicado esto? Por favor, ¿quién ha visto los salvavidas en armarios de vidrio por los pasillos? Créame todos los de la tripulación nos sentimos mal, también hemos perdido a algunos acompañeros, también nuestros amigos sufren y no los encuentran. ¿Habrá alguien que nos defienda? Disculpe que me haya desfogado”.

Otro mensaje de un compañero de misión, capellán también: “Hermanos todos, estamos viviendo momentos de gran dolor por la tragedia del Concordia, nave que llevo en el corazón, ya que el Concordia es para mí el primer amor, habiendo pasado cerca de ocho meses a bordo, desde marzo a noviembre de 2011. ¡Ahora, pensar que hay víctimas y otras personas desaparecidas nos llena de dolor por su actual situación! (…) Estamos experimentando las atenciones que los miembros de la tripulación tienen con nosotros, se nota mucho esto. Estamos viendo que los muchachos están confundidos, se nota su preocupación y sufrimiento, debemos por tanto ser fuertes primero nosotros y en consecuencia estar cercanos a su situación de desorientación actual. El Señor no de la fuerza para desempeñar nuestra delicada misión de capellanes a bordo y vivirla del modo mejor (…) Me gusta recordar el pasaje del evangelio de Emaús que, de algún modo explicita nuestro estar a bordo de la nave: ‘Jesús se puso al lado de los dos discípulos y caminaba con ellos’”.

Por H. Sergio Mora

viernes, 3 de febrero de 2012

"Si quieres ser tratada como dama, vístete como dama"

LONDRES, 01 Feb. 12 / 07:31 pm (ACI/EWTN Noticias).-


Helena Machin es una joven diseñadora inglesa de 30 años de edad que trabaja para importantes clientes en Londres. Luego de la muerte de su hermano y en medio de una cultura que cosifica a las mujeres, decidió ayudarlas a vestir atractivamente y con decoro.

Machin sufrió la pérdida de su hermano James hace tres años a causa del cáncer. Su muerte y la aproximación a la Iglesia la alentaron a darle un nuevo giro a su vida profesional como diseñadora.

"Quiero invertir algo de mi tiempo y amor en la siguiente generación. Quiero permitirles abrazar la femineidad con ropa decorosa y atractiva, ya que al hacerlo logran alcanzar todo el potencial que Dios les ha dado", comenta.

Sobre su hermano, Helena lo recuerda como "alguien que sirvió a otros, mostrándoles el camino hacia Cristo con su ejemplo heroico y su buen humor. Logro además que muchos volvieran a la fe".
Una de sus últimas actividades ha sido una conferencia que dio el jueves pasado en la que explicó las distintas formas del cuerpo de las mujeres y la mejor forma de vestirse de acuerdo a cada una.

En opinión de la joven de 23 años, Amy Mulvenna, que estudia para ser crítica de arte, "la manera en la que Helena se refiere a la femineidad balancea la relación positiva entre el vestido y la propia personalidad".
"Creo que estamos tan abrumados por las revistas más famosas que es importante no olvidar que una debe presentarse con respeto. Replantear este balance le da más peso y más crédito a la mujer", añade.

Para Emily Green, una alumna de la escuela de administración del King’s College en Londres, el trabajo de Helena "redefine los roles y la distinción entre hombres y mujeres. Las mujeres se han vuelto muy ahombradas para encajar en el trabajo. Eso confunde a los hombres y los hace más violentos cuando eso es algo que las mujeres no quieren ni esperan".

"Me encanta la aproximación de Helena al diseño", añade y señala que "todas queremos el reconocimiento social y algunas veces las mujeres se visten para encajar, pero no se dan cuenta de que eso genera menos respeto. Si una no se respeta a sí misma entonces no se puede esperar respeto de los otros".
"Vine porque quería tener una mejor idea sobre cómo vestirme de la mejor manera", comentó la estudiante de medicina Vicky Weissmann. "Si estás cómoda con lo que usas entonces tendrás más confianza. Además creo que es cortés para con los otros vestirse bien", agrega.

Helena, quien se acercó al Opus Dei y se decidió a vivir su vida cristiana santificando el trabajo, ha iniciado una serie de proyectos como un curso intensivo que dará en el Baytree Centre de Londres para muchachas entre 14 y 18 años. Además dará una serie de conferencias en universidades y escuelas.

Un consejo final de Helena es el siguiente: "si quieres ser tratada como dama, vístete como dama".

Mons. Marino celebró el centenario de la iglesia Stella Maris

Mar del Plata, 3 Feb. 12 (AICA)

Una multitud de fieles, alumnos y ex alumnos, docentes, autoridades y miembros de la Armada Argentina se dieron cita en la iglesia Stella Maris con motivo de la apertura del jubileo por los cien años del templo.

El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, presidió la misa, que fue concelebrada por el vicario general de la diócesis, monseñor Armando Ledesma y varios sacerdotes de la ciudad. Todas las hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento, congregación que allí reside, participaron de la celebración.

La imagen de Stella Maris, patrona de la Armada Argentina, fue ingresada al templo por cuatro marinos.

En su homilía, el prelado aseguró que la capilla “es un verdadero símbolo del barrio y legítimo orgullo de esta ciudad de Mar del Plata” y agregó que “honramos también en este día y en este lugar a la Santísima Virgen bajo la advocación de ´Estrella del Mar´ o Stella Maris.

Por eso, la Armada Argentina la honra como su patrona. A ella acuden también todos aquellos que están vinculados con el mar, de una u otra manera. Y, en general, todo transeúnte que, al entrar aquí, siente que es peregrino en el mar de la vida”.

Como conclusión, monseñor Marino expresó: “En horas de riesgo y también de esperanza para nuestra patria de oscuridad y de luchas, donde los cristianos católicos tratamos de proyectar sobre la sociedad la luz que de Cristo hemos recibido, mirando hacia la Estrella del Mar”.

Al finalizar la misa, se realizó en el salón del colegio Stella Maris, el acto por los 100 años, festejos que se prolongarán durante todo este año y tendrán como protagonistas principales a las hermana Adoratrices del Santísimo Sacramento y a la nutrida comunidad educativa del lugar. +