(RV).- (Con audio)
Pastores, antes que
estudiosos, que no olvidan jamás a Cristo, su “primer amor”, y permanecen
siempre en su seguimiento. Es el retrato que el Papa Francisco trazó en su
homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa
Marta.
“¿Cómo va el primer amor?”. Es decir, ¿estoy enamorado de ti como
el primer día? ¿Soy feliz contigo o te ignoro? Preguntas universales que hay que
hacerlas con frecuencia, dijo el Papa. Y no sólo los cónyuges en la pareja, sino
también los sacerdotes y los obispos ante Jesús. Porque es Él – afirmó Francisco
– quien nos lo pregunta como un día hizo con Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me
amas?”. Precisamente el Santo Padre inició su homilía a partir de este diálogo
presentado por el Evangelio, en el que Cristo pregunta tres veces al primero de
los Apóstoles si lo ama más que a los demás. Y dijo que se trata de un modo para
llevarlo “al primer amor”:
“Esta es la pregunta que me hago a mí, a
mis hermanos obispos y a los sacerdotes. Como va el amor de hoy, el de Jesús,
¿no? ¿Es como el primero? ¿Estoy enamorado como el primer día? ¿O el trabajo,
las preocupaciones un poco me hacen mirar otras cosas, y olvidar un poco el
amor? Pero los cónyuges pelean, pelean. Y eso es normal. Pero cuando no hay
amor, no se pelea: se rompe”.
“Jamás olvidar el primer amor. Jamás”,
reafirmó el Papa Francisco y destacó otros tres aspectos que hay que tener
presentes en la relación de diálogo de un sacerdote con Jesús. Ante todo, antes
del estudio, antes de querer convertirse en “un intelectual de la filosofía, de
la teología o de la patrología – afirmó el Santo Padre – debe ser un “pastor”,
tal como Jesús le pidió a Pedro cuando le dijo: “Apacienta mis ovejas”. Y
añadió: “El resto, viene “después”:
“Apacienta. Con la teología, con
la filosofía, con la petrología, con lo que estudias, pero apacienta. Se pastor.
Porque el señor nos ha llamado para esto. Y las manos del obispo sobre nuestra
cabeza son para ser pastores. Es una segunda pregunta, ¿no? La primera es:
‘¿Cómo va el primer amor?’. La segunda es ésta: ‘¿Soy pastor, o soy un empleado
de esta ONG que se llama Iglesia?’. Hay una diferencia. ¿Soy pastor? Una
pregunta que yo debo hacerme, que los obispos se deben hacer, y también los
sacerdotes: todos. Apacienta. Pastorea. Ve adelante”.
No hay “gloria”
ni “majestad” – observó Francisco – para el pastor consagrado a Jesús: “No,
hermano. Terminará del modo más común, incluso más humillante, tantas veces: en
un lecho, que te dan de comer, que te deben vestir… Pero inútil, allí,
enfermo…”. El destino es “terminar – repitió el Papa – como terminó Él”: amor
que muere “como la semilla de grano y después vendrá el fruto. Pero yo no lo
veré”. En fin, el cuarto aspecto, la “palabra más fuerte” – indicó el Santo
Padre – con la cual Jesús concluye su diálogo con Pedro,
“sígueme”:
“Si nosotros hemos perdido la orientación o no sabemos cómo
responder sobre el amor, no sabemos cómo responder sobre este ser pastores, no
sabemos cómo responder o no tenemos la certeza de que el Señor no nos dejará
solos, incluso en los momentos perores de la vida, en la enfermedad, Él dice:
‘Sígueme. Es ésta nuestra certidumbre. Sobre las huellas de Jesús. En ese
camino. ‘Sígueme”.
A todos nosotros, sacerdotes y obispos – terminó
diciendo el Papa – que el Señor de “la gracia de encontrar siempre o de recordar
el primer amor, de ser pastores, de no tener vergüenza de terminar humillados en
un lecho o incluso con la cabeza perdida. Y que siempre nos de la gracia de ir
tras Jesús, sobre las huellas de Jesús: la gracia de seguirlo”.
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