Dicen quienes la conocieron que María
Paula Giglio llevaba su sonrisa a todos lados. Esa misma sonrisa lucía
el miércoles a la mañana, cuando ingresó a la apacible Comuna sancarlina
[en Argentina] con el fin de cobrar una pauta publicitaria para el
programa que producía en la FM Red 101.
Estaba en el lugar y el momento equivocados. Pero nada podría haberla
hecho sospecharlo. Mientras aguardaba su cheque quizás pensando en
terminar el trámite y regresar en su auto a Ciudad, apareció en escena un joven con un brote psicótico y un cuchillo en mano y allí mismo terminó con la vida de la joven comunicadora.
La única respuesta que tuvieron a mano varios de los sorprendidos empleados municipales fue que ese era su destino.
Pero María Paula Giglio, con apenas 33 años, ya había hecho mucho para dar con ese mentado destino, tanto que hasta soñaba con hacer de su casa un hogar de ancianos y transitar el camino para llegar a ser monja.
Periodista... con otros proyectos
Hasta el miércoles María Paula tenía muchos proyectos en sus manos.
Producía y se encargaba de conseguir la publicidad para el programa Reglas de Juego, que conduce el periodista José Luis Toso. "Era una defensora de la independencia periodística.
Prefería visitar a decenas de empresarios y comunas y que cada uno
pusiera una publicidad ínfima a que pagaran más y eso nos hiciera
depender editorialmente de ese auspiciante", recordó Sandra de Toso,
esposa de José Luis y también productora del programa.
Además Paula colaboraba activamente con el convento de carmelitas descalzas, al que pretendía ingresar.
Trabajaba para reacondicionar una casa que había comprado
recientemente, después de vender la vivienda familiar en donde no quería
vivir sola luego de que su familia se disgregara.
"Ella nunca quiso vivir en su casa paterna porque le traía muchos recuerdos, pensá que provenía de una familia muy tradicional y después de que sus padres se separaron ella se quedó sola.
Sus dos hermanos ya estaban en España, su madre se fue a Mar del Plata y
su otra hermana a Buenos Aires. Además como su padre quedó mal con la
separación, ella lo apuntaló y lo convenció para que se fuera a España.
En ese tiempo sentía que se le había derrumbado todo.
No podía con eso, si hasta regaló los muebles y los perros", recordó
Silvana Toso, hija del periodista, con quien Paula compartió el grupo Movimiento Juvenil Peregrinos y a quien adoptó como hermana menor.
Pensando en los ancianos solos
Sin embargo, la compra de esa casa la tenía angustiada porque cuando
quiso mudarse detectó varias fallas que hacían inhabitable el lugar:
"Apenas la compró quiso cambiar los azulejos y se le cayó una pared
completa", recordó Sandra de Toso, mamá de Silvana. El tema es que Paula pensaba ese hogar como el lugar en que adoptaría a varios ancianos que no tenían con quién vivir.
"No puedo dejar que esa gente viva sola, yo sé lo que es estar sola",
solía decir cada vez que alguno de sus amigos le reprochaba que pasara
sus fines de semana cuidando a una abuela que había adoptado como
propia.
En esa casa había invertido todo lo que había obtenido de la venta de su vivienda familiar y por ende no le quedaba dinero para reacondicionarla.
Por si esto fuera poco, en los últimos días había recibido amenazas por
haberse atrasado en el pago de la última cuota de esa casa, algo que un
abogado cercano a su familia le había aconsejado que no hiciera hasta
que los anteriores dueños la dejaran en condiciones de ser habitada o le
hicieran una rebaja por las condiciones en que se encontraba.
Una premonición
"Estaba angustiada. La noche del martes me llamó por teléfono y me dijo: me ha agarrado como un miedo a morirme... Pensá que tengo muchos proyectos, ¿y si me pasa algo y me muero mañana? Y yo la noté tan mal que le aconsejé que se tranquilizara y nos pusimos a rezar juntas",
relata Silvana, y el sólo recuerdo de aquella fatal intuición de Paula
les humedece los ojos a ella y a varios de los amigos de la comunicadora
que se reunieron para recordarla.
Es más, apenas 20 minutos antes de ser atacada mortalmente, mientras
esperaba en la fila para cobrar el cheque y regresar a Mendoza, llamó a Sandra para decirle que tenía miedo de perder la casa. "Y yo le contesté que se tranquilizara. Le dije: ´Mirá Paula, si el diablo quiere la casa que se la lleve", repasó Sandra.
El asesino y el diablo
Pocos minutos después las cámaras de la Comuna registraron a Yamil
Ezequiel Palleres que ingresaba con las manos en los bolsillos de su
campera. Caminó hasta la fila, la miró a la cara y le asestó una puñalada en el cuello.
Luego diría a la policía: "El diablo me ordenó que matara a una mujer".
"Para mí siempre fue un ejemplo de mujer, que nunca supo lo que era el
rencor y siempre perdonó mucho", dice a través del teléfono Juan Giglio,
su hermano menor, que desde hace años vive en España con otra de sus
hermanas y su padre. Juanito, como Paula lo llamaba, era su debilidad y a
la vez su cómplice, aunque estuviera lejos.
En el 2006 ella viajó a Europa para ver a sus hermanos y de hecho se
quedó casi un año allá. "Fue un viaje como para buscarse a sí misma.
Ella no elegía irse a vivir allá, y tampoco que se fueran ellos. Sólo
quería encontrarle un sentido a su vida", repasó Sandra de Toso, en cuya
casa vivió Paula alternativamente.
Recuerdos de generosidad
En el verano pasado Juan vino a visitar a su hermana porque no la había
escuchado muy bien por el teléfono y quiso verla. "Cuando vino nos trajo
un celular súper tecnológico a cada una y ella estaba feliz con el
suyo, pero unos días después a mí me robaron el mío y ella se desesperó y
buscaba solucionarlo. Quería vender el suyo y comprar dos de menor
valor para las dos. Era de esas personas que se posponen todo el tiempo para que el otro esté bien", repasa Silvana Toso.
Esa anécdota dispara varios comentarios de sus amigos que se reunieron en la casa de la familia Toso para recordarla.
"Hace tiempo a mi madre la operaron de cáncer y el médico le recomendó
que hiciera reposo durante varios días. El tema es que ella tenía un
colchón viejo que ya no servía. A mí se me ocurrió contarle eso y ella no dudó en prestarme su colchón, que era el único que tenía, y se pasó 30 días durmiendo en el piso [en el suelo]. Así era", cuenta Enrique, y se le ahoga la garganta.
De sus hermanos Juan fue el primero en saber de la trágica muerte de su
hermana: "Ese hombre (por el asesino) me ha quitado la mitad de mi
vida", dice el joven desde el teléfono y asume que aún no logra
despedirse de ella, no porque no pudo venir a sus exequias, sino porque
"siento que está acá conmigo siempre".
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