miércoles, 4 de junio de 2014

El don de la piedad no significa tener lástima de alguien, sino que es sinónimo de amistad con Dios..


(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 Durante la audiencia general del primer miércoles de junio, en una límpida Plaza de San Pedro bajo el sol primaveral, y ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países, el Papa Francisco dedicó su catequesis al don de la piedad, como don del Espíritu Santo, que se refiere a nuestra relación con Dios, al auténtico espíritu religioso de confianza filial, que nos permite rezar y darle culto con amor y sencillez, como un hijo que habla con su padre.

La palabra la piedad, explicó Francisco no tiene el sentido superficial con que a veces la utilizamos de tener lástima de alguien; sino que nos permite vivir como verdaderos hijos de Dios, con lo cual nos lleva también a amar al prójimo y a reconocer en él a un hermano.

El Papa también dijo que la piedad incluye la capacidad de alegrarnos con quien está alegre y de llorar con quien llora, de acercarnos a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir al que yerra, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad.

Por esta razón, invitó a los participantes en esta audiencia semanal a pedir a Jesús que este don de su Espíritu venza nuestros miedos y nuestras dudas, y nos convierta en testigos valerosos del Evangelio.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco en nuestro idioma:

RealAudioMP3 Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy mencioné el don de la piedad. Esta palabra, “piedad”, no tiene aquí el sentido superficial con que a veces la utilizamos: tener lástima de alguien. No, no tiene ese significado.

La piedad, como don del Espíritu Santo, se refiere más bien a nuestra relación con Dios, al auténtico espíritu religioso de confianza filial, que nos permite rezar y darle culto con amor y sencillez, como un hijo que habla con su padre. Es sinónimo de amistad con Dios, esa amistad en la que nos introdujo Jesús, y que cambia nuestra vida y nos llena el alma de alegría y de paz.

Éste es el don que nos hace vivir como verdaderos hijos de Dios, nos lleva a amar también al prójimo y a reconocer en él a un hermano. En este sentido, la piedad incluye la capacidad de alegrarnos con quien está alegre y de llorar con quien llora, de acercarnos a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir al que yerra, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad.

Pidamos al Señor que este don de su Espíritu venza nuestros miedos y nuestras dudas, y nos convierta en testigos valerosos del Evangelio.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Guatemala, República Dominicana y otros países latinoamericanos. Que el Corazón de Jesús, al que está dedicado especialmente el mes de junio, nos enseñe a amar a Dios como hijos y al prójimo como hermanos. Gracias.


Texto completo de la catequesis que el Papa Francisco pronunció en italiano:
Los Dones del Espíritu: La Piedad

(con audio) RealAudioMP3

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Hoy queremos examinar un don del Espíritu Santo que a menudo viene mal entendido o considerado de una manera superficial, y que en cambio toca el corazón de nuestra identidad y de nuestra vida cristiana: es el don de la piedad.

Hay que dejar claro que este don no se identifica con tener compasión por alguien, tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro profundo vínculo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y nos mantiene unidos, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y atormentados.

1. Este vínculo con el Señor no debe interpretarse como un deber o una imposición: es un vínculo que viene desde dentro. Se trata, en cambio, de una relación vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos ha dado Jesús, una amistad que cambia nuestras vidas y nos llena de entusiasmo y alegría. Por esta razón, el don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, gratitud y alabanza. Es éste, en realidad, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y de nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del Señor y de todo su amor por nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de forma natural a la oración y la celebración. Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de aquella capacidad de rezarle con amor y sencillez que caracteriza a los humildes de corazón.

2. Si el don de la piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios y nos lleva a vivir como sus hijos, al mismo tiempo nos ayuda a derramar este amor también sobre los otros y a reconocerlos como hermanos. Y entonces sí que seremos movidos por sentimientos de piedad – ¡no de pietismo! - hacia quien nos está cerca y por aquellos que encontramos cada día.¿Por qué digo no de pietismo? porque algunos piensan que tener piedad es cerrar los ojos, hacer cara de estampita, ¿así no? y también fingir el ser como un santo, ¿no? No, este no es el don de la piedad. En piamontés nosotros decimos: hacer la “mugna quacia”, éste no es el don de piedad ¡eh! De verdad seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado. Hay una relación, muy, muy estrecha entre el don de piedad y la mansedumbre. El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles. Nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los otros con apacibilidad.

Queridos amigos, en la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: “¡Abba, Padre!” (Rm 8, 14-15). Pidamos al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestro temor, nuestras incertidumbres, incluso nuestro espíritu inquieto, impaciente y pueda hacernos testimonios gozosos de Dios y de su amor. Adorando al Señor en la verdad y también en el servicio a los próximos, con mansedumbre y también con la sonrisa, que siempre el Espíritu nos da en la alegría. Que el Espíritu Santo nos dé a todos nosotros este don de la piedad. Gracias.


 
(RV).- RealAudioMP3 (con audio) Invocar siempre al Espíritu Santo, rezándole y pidiéndole el don de la piedad para crecer siempre en la relación y en la comunión con Dios y poder derramar su amor también sobre los demás, reconociéndolos como hermanos. También en sus palabras a los miles de peregrinos de tantas partes del mundo - en la audiencia general que precede la solemnidad de Pentecostés - el Papa Francisco reiteró que la ‘piedad’ es el don del Espíritu Santo que nos permite vivir con alegría y gratitud la relación de amor y de amistad con Dios nuestro Padre, que nos donó Jesús. Y alentó a todos a pedir al Señor el don de la piedad, para que podamos permanecer siempre firmes en el testimonio alegre de nuestra fe cristiana, ante los desafíos y dificultades de la vida.

Y con un recuerdo especial de San Juan Pablo II, saludando a los peregrinos polacos, el Papa Francisco se dirigió en particular a los jóvenes que se reúnen anualmente en Lednica, donde el año 966 el primer rey polaco Mieszko I fue bautizado y con su bautismo Polonia se convirtió en un país cristiano:

«Hoy, en particular, me dirijo a los jóvenes que se reúnen en Lednica, en las fuentes bautismales de Polonia, para renovar su adhesión a Cristo y a la Iglesia. Este año desean profundizar y vivir el misterio de la filiación divina de Jesús y - en Él - de todos aquellos que, por el Bautismo, participan en su vida, muerte y resurrección. Desean reflexionar sobre lo que significa ser hijos de Dios y experimentar su amor. Desean vivir este amor con el fin de testimoniarlo a los demás.

Nuestra filiación es fidelidad, es gratitud, es participación. Es fidelidad al amor de Dios que nos ha amado primero, nos ha creado y nos ha dado a su Hijo unigénito, Jesucristo. Es gratitud por su misericordia paterna, la alegría que nos abre los ojos y los corazones a la presencia, la bondad y la belleza de los hermanos. Es participación en el amor del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo, que nos lleva a compartir las alegrías y las tristezas, la felicidad y el sufrimiento, la prosperidad y la adversidad.

¡Queridos jóvenes, sean valientes! Respondan con entusiasmo al amor de Dios, como hijos amados; respondan con confianza cuando regresen al Padre misericordioso como hijos pródigos. Alégrense siempre por la gracia de ser hijos de Dios y lleven esta alegría al mundo.

San Juan Pablo II, que hace dieciocho años comenzó este camino de Lednica con ustedes, los guíe y obtenga todas las gracias necesarias para que sus jóvenes vidas sean plenas y generosas.

Los encomiendo a la protección materna de la Virgen María y los bendigo de corazón».

El Obispo de Roma saludó también, entre otros, a los peregrinos que participarán en la peregrinación a pie que cada año se realiza desde la ciudad italiana de Macerata al Santuario de la Virgen de Loreto, que llevaron a la Plaza de San Pedro la antorcha de la paz, que acompaña esta peregrinación, durante el camino nocturno, que se desarrolla por cerca de 26 km entre las colinas de Le Marche, para que el Papa la bendiga.

Y como es tradicional, el Santo Padre dirigió también unas palabras especiales a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Alentando a prepararse a la solemnidad de Pentecostés, a los queridos jóvenes los invitó a dar espacio a la iniciativa del Espíritu de Dios en sus vidas. A los queridos enfermos les deseó que el Espíritu Santo les conceda con abundancia los dones de la fortaleza y de la piedad. Y a los queridos recién casados, en particular a los que participan en el encuentro promovido por el Movimiento de los Focolares, los invitó a que invoquen a menudo al Espíritu Santo en su vida conyugal.

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