lunes, 9 de septiembre de 2013

¡Shaka y buena ola, surferos!

Ana, profesora de Educación Física en un colegio público de Jerez y atleta desde niña, descubrió su vocación al Opus Dei a través del deporte. Ha aprendido que en la vida también hay que luchar con deportividad por alcanzar una meta, el Cielo.


Hola, gracias, all right, see you, paz, adios... Todos estos buenos deseos contiene, entre el pulgar y el índice de la mano, el gesto hawaiano del shaka: un saludo asociado a la cultura surfera. Porque ser surfero es más que un deporte, es un estilo de vida que requiere una buena dosis de virtudes: paciencia, fuerza, equilibrio, perseverancia...
Ana, profesora de educación física en un colegio de Jerez y gran deportista, lo practica desde los veinte años. Esta primavera ha aguardado varios meses la llegada del swell a las costas de Vejer: esas líneas puras de oleaje que vienen de altamar y que permiten dibujar cada ola con la tabla. Sólo por la emoción de ese instante merece la pena esperar. Mientras, ha dedicado los fines de semana a hacer kilómetros en mountain bike con su grupo de amigos.

En el cuerpo lleva muchos años de atletismo, baloncesto, futbol, hockey y aerobic de competición. “Cuando tenía ocho años mi madre nos preguntó a mi hermano y a mí qué actividad extraescolar nos gustaría hacer. Mi hermano tiró por la música, y yo por el deporte”.
De la afición hizo profesión, y comenzó los estudios de Magisterio de Educación Física. “He visto que una de las asignaturas más importantes de la vida es el hábito de la educación física. A través del juego, los chavales aprenden el respeto, el pudor, la higiene, la salud corporal, la lucha de cada día”.

No habla de teorías, ella misma lo ha experimentado: “El deporte ha significado algo muy grande en mi vida, porque me ha dado muchas ganas de seguir luchando en todo, de mejorar en los estudios y como persona, de fomentar el respeto a los demás”…
El surf ha sido, incluso, un camino para llegar a Dios y descubrir su vocación como supernumeraria del Opus Dei. Desde entonces, todo parece igual, pero es completamente distinto. Ahora la meta de cada carrera, de cada ride, es el Cielo. Allí “Arriba” quiere llegar en compañía de muchos amigos con quienes comparte afición y pasión aquí abajo.

“Correr para alcanzar la corona que nunca se marchita”, ya lo decía San Pablo. Ana lo explica a su manera: “El deporte necesita continuidad, entrenamiento, esfuerzo. Si quieres competir, todavía más. En la vida espiritual, lo mismo. Tú quieres llegar a un sitio, al Cielo, y necesitas recorrer una serie de pasos para mejorar en virtudes. Luego, cuando tienes una lesión en el plan deportivo es como cuando caes en la vida sobrenatural. Si pecamos hay que levantarse, confesarse, y Dios es misericordioso. Incluso luchas con más fuerza cuando tienes una lesión”.

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