No hay que dejarse engañar, ni paralizarse por el miedo, exhortó Francisco, en la reflexión previa a la oración del Ángelus que rezó con la multitud de peregrinos, que verdaderamente acampan desde más de dos horas antes para escucharlo y rezar con él.
El Papa reflexionó a partir del Evangelio en el que Jesús responde a las preguntas de cuando será el fin del mundo y cuáles serán los signos. Jesús cambia la atención a la cuestión de no dejarse engañar por los falsos salvadores, a no tener miedo y a vivir el tiempo de espera como tiempo de testimonio y perseverancia. “Es una invitación al discernimiento –afirmó el Vicario de Cristo-. También hoy, en efecto, hay falsos “salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos pone en guardia: ¡No los sigan!. Y el Señor también nos ayuda a no tener miedo: frente a las guerras, a las revoluciones, pero también a las calamidades naturales, a las epidemias, Jesús nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas.”
El Sucesor de Pedro explicó que Jesús nos preanuncia que habrá pruebas dolorosas y persecuciones pero que a su vez nos recuerda que estamos totalmente en las manos de Dios. “Las adversidades que encontramos por nuestra fe y nuestra adhesión al Evangelio –dijo- son ocasiones de testimonio; no deben alejarnos del Señor, sino impulsarnos a abandonarnos aún más en Él, en la fuerza de su Espíritu y de su gracia.”
Al final, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria –dijo-: “Con su perseverancia salvarán sus almas” (v. 19). ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia –afirmó Francisco- porque “¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el proyecto de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá! Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la Virgen, que camina siempre con nosotros”.
Jesuita Guillermo Ortiz -RV
Después de la oración del Ángelus, el Obispo de Roma recordó que hoy se celebra el ‘Día de las víctimas de la carreta’ y pidió “seguir en el empeño de la prevención, porque la prudencia y el respeto de las normas son la primera forma de protección de uno mismo y de los demás”. También informó a los presentes en la Plaza de San Pedro que por el final del Año de la Fe se les entregaría una caja que contiene una “medicina espiritual” llamada la Misericordina, un rosario que es un “ayudo espiritual para nuestra alma y para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad”. (MZ-RV)
Texto completo de la alocución del Papa antes de rezar el Ángelus:
Audio:
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Lc 21, 5-19) consiste en la primera parte de un razonamiento de Jesús: el de los últimos tiempos. Jesús lo pronuncia en Jerusalén, cerca del templo; y la idea se la da precisamente la gente que hablaba del templo y de su belleza. ¡Porque era bello aquel templo!
Entonces Jesús dijo: “Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida” (Lc 21, 6). Naturalmente le preguntan: ¿cuándo sucederá esto?, ¿cuáles serán los signos? Pero Jesús dirige la atención de estos aspectos secundarios – ¿cuándo será?, ¿cómo será? – la dirige a las verdaderas cuestiones. Y son dos:
Primero: no dejarse engañar por falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor.
Esta alocución de Jesús es siempre actual, también para nosotros que vivimos en el Siglo XXI. Él nos repite: “Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre” (v. 8).
Es una invitación al discernimiento. Esta virtud cristiana de comprender dónde está el Espíritu del Señor y dónde está el mal espíritu. También hoy, en efecto, hay falsos “salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, también brujos, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos pone en guardia: “¡No los sigan!”. “¡No los sigan!”.
Y el Señor también nos ayuda a no tener miedo: frente a las guerras, a las revoluciones, pero también a las calamidades naturales, a las epidemias, Jesús nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas.
El segundo aspecto nos interpela precisamente como cristianos y como Iglesia: Jesús preanuncia pruebas dolorosas y persecuciones que sus discípulos deberán padecer, por su causa. Sin embargo asegura: “Pero no perecerá ni un cabello de su cabeza” (v. 18). ¡Nos recuerda que estamos totalmente en las manos de Dios!
Las adversidades que encontramos por nuestra fe y nuestra adhesión al Evangelio son ocasiones de testimonio; no deben alejarnos del Señor, sino impulsarnos a abandonarnos aún más en Él, en la fuerza de su Espíritu y de su gracia.
En este momento pienso y pensamos todos, eh, hagámoslo juntos, pensemos en tantos hermanos cristianos que sufren persecuciones a causa de su fe. ¡Hay tantos! Quizá más que en los primeros siglos. Jesús está con ellos. También nosotros estamos unidos a ellos con nuestra oración y nuestro afecto. También sentimos admiración por su coraje y su testimonio. Son nuestros hermanos y hermanas que en tantas partes del mundo sufren a causa de ser fieles a Jesucristo. Los saludamos de corazón y con afecto.
Al final, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: “Con su perseverancia salvarán sus almas” (v. 19). ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia, a saber esperar los frutos seguros de la salvación, confiando en el sentido profundo de la vida y de la historia: las pruebas y las dificultades forman parte de un designio más grande; el Señor, dueño de la historia, lleva todo a su cumplimiento. ¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá!
Y esta es nuestra esperanza. Ir así, por este camino, en el designio de Dios que se cumplirá. Es nuestra esperanza.
Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la Virgen, que camina siempre con nosotros.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Los saludo a todos ustedes, familias, asociaciones y grupos que han venido a Roma, de Italia y de tantas partes del mundo: España, Francia, Finlandia, Países Bajos. En particular, saludo a los peregrinos procedentes de Vercelli, Salerno, Lizzanello; el Motoclub de Lucania de Potenza, los chicos de Montecassino y de Caserta.
Hoy es la "Jornada de las víctimas de la carretera". Aseguro mi oración y los aliento a seguir con el ejemplo de la prevención, porque la prudencia y el respeto de las normas son la primera forma de protección de uno mismo y de los demás.
Querría sugerir a todos ustedes que están aquí en la plaza un modo para concretar los frutos del Año de la Fe, que llega al final. Se trata de una ‘medicina espiritual’, llamada Misericordina. Es el contenido de una cajita, que algunos voluntarios distribuirán mientras dejan de la plaza. Hay una corona del Rosario, con la cual se puede rezar también la “Coronilla de la Divina Misericordia”, ayuda espiritual para nuestra alma y para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad.
A todos los deseo un buen domingo. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
El Papa reflexionó a partir del Evangelio en el que Jesús responde a las preguntas de cuando será el fin del mundo y cuáles serán los signos. Jesús cambia la atención a la cuestión de no dejarse engañar por los falsos salvadores, a no tener miedo y a vivir el tiempo de espera como tiempo de testimonio y perseverancia. “Es una invitación al discernimiento –afirmó el Vicario de Cristo-. También hoy, en efecto, hay falsos “salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos pone en guardia: ¡No los sigan!. Y el Señor también nos ayuda a no tener miedo: frente a las guerras, a las revoluciones, pero también a las calamidades naturales, a las epidemias, Jesús nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas.”
El Sucesor de Pedro explicó que Jesús nos preanuncia que habrá pruebas dolorosas y persecuciones pero que a su vez nos recuerda que estamos totalmente en las manos de Dios. “Las adversidades que encontramos por nuestra fe y nuestra adhesión al Evangelio –dijo- son ocasiones de testimonio; no deben alejarnos del Señor, sino impulsarnos a abandonarnos aún más en Él, en la fuerza de su Espíritu y de su gracia.”
Al final, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria –dijo-: “Con su perseverancia salvarán sus almas” (v. 19). ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia –afirmó Francisco- porque “¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el proyecto de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá! Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la Virgen, que camina siempre con nosotros”.
Jesuita Guillermo Ortiz -RV
Después de la oración del Ángelus, el Obispo de Roma recordó que hoy se celebra el ‘Día de las víctimas de la carreta’ y pidió “seguir en el empeño de la prevención, porque la prudencia y el respeto de las normas son la primera forma de protección de uno mismo y de los demás”. También informó a los presentes en la Plaza de San Pedro que por el final del Año de la Fe se les entregaría una caja que contiene una “medicina espiritual” llamada la Misericordina, un rosario que es un “ayudo espiritual para nuestra alma y para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad”. (MZ-RV)
Texto completo de la alocución del Papa antes de rezar el Ángelus:
Audio:
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Lc 21, 5-19) consiste en la primera parte de un razonamiento de Jesús: el de los últimos tiempos. Jesús lo pronuncia en Jerusalén, cerca del templo; y la idea se la da precisamente la gente que hablaba del templo y de su belleza. ¡Porque era bello aquel templo!
Entonces Jesús dijo: “Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida” (Lc 21, 6). Naturalmente le preguntan: ¿cuándo sucederá esto?, ¿cuáles serán los signos? Pero Jesús dirige la atención de estos aspectos secundarios – ¿cuándo será?, ¿cómo será? – la dirige a las verdaderas cuestiones. Y son dos:
Primero: no dejarse engañar por falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor.
Esta alocución de Jesús es siempre actual, también para nosotros que vivimos en el Siglo XXI. Él nos repite: “Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre” (v. 8).
Es una invitación al discernimiento. Esta virtud cristiana de comprender dónde está el Espíritu del Señor y dónde está el mal espíritu. También hoy, en efecto, hay falsos “salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, también brujos, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos pone en guardia: “¡No los sigan!”. “¡No los sigan!”.
Y el Señor también nos ayuda a no tener miedo: frente a las guerras, a las revoluciones, pero también a las calamidades naturales, a las epidemias, Jesús nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas.
El segundo aspecto nos interpela precisamente como cristianos y como Iglesia: Jesús preanuncia pruebas dolorosas y persecuciones que sus discípulos deberán padecer, por su causa. Sin embargo asegura: “Pero no perecerá ni un cabello de su cabeza” (v. 18). ¡Nos recuerda que estamos totalmente en las manos de Dios!
Las adversidades que encontramos por nuestra fe y nuestra adhesión al Evangelio son ocasiones de testimonio; no deben alejarnos del Señor, sino impulsarnos a abandonarnos aún más en Él, en la fuerza de su Espíritu y de su gracia.
En este momento pienso y pensamos todos, eh, hagámoslo juntos, pensemos en tantos hermanos cristianos que sufren persecuciones a causa de su fe. ¡Hay tantos! Quizá más que en los primeros siglos. Jesús está con ellos. También nosotros estamos unidos a ellos con nuestra oración y nuestro afecto. También sentimos admiración por su coraje y su testimonio. Son nuestros hermanos y hermanas que en tantas partes del mundo sufren a causa de ser fieles a Jesucristo. Los saludamos de corazón y con afecto.
Al final, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: “Con su perseverancia salvarán sus almas” (v. 19). ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia, a saber esperar los frutos seguros de la salvación, confiando en el sentido profundo de la vida y de la historia: las pruebas y las dificultades forman parte de un designio más grande; el Señor, dueño de la historia, lleva todo a su cumplimiento. ¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá!
Y esta es nuestra esperanza. Ir así, por este camino, en el designio de Dios que se cumplirá. Es nuestra esperanza.
Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la Virgen, que camina siempre con nosotros.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Los saludo a todos ustedes, familias, asociaciones y grupos que han venido a Roma, de Italia y de tantas partes del mundo: España, Francia, Finlandia, Países Bajos. En particular, saludo a los peregrinos procedentes de Vercelli, Salerno, Lizzanello; el Motoclub de Lucania de Potenza, los chicos de Montecassino y de Caserta.
Hoy es la "Jornada de las víctimas de la carretera". Aseguro mi oración y los aliento a seguir con el ejemplo de la prevención, porque la prudencia y el respeto de las normas son la primera forma de protección de uno mismo y de los demás.
Querría sugerir a todos ustedes que están aquí en la plaza un modo para concretar los frutos del Año de la Fe, que llega al final. Se trata de una ‘medicina espiritual’, llamada Misericordina. Es el contenido de una cajita, que algunos voluntarios distribuirán mientras dejan de la plaza. Hay una corona del Rosario, con la cual se puede rezar también la “Coronilla de la Divina Misericordia”, ayuda espiritual para nuestra alma y para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad.
A todos los deseo un buen domingo. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
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