El pontífice se reunió con numerosos enfermos y con miembros de la Unión Nacional Italiana del transporte por enfermedad a Lourdes y a santuarios internacionales (Unitalsi, en sus siglas en italiano) en el aula Paolo VI del Vaticano, con ocasión del 110 aniversario del nacimiento de la asociación.
El Papa baja a saludar a los mil enfermos
Tras su discurso, el Papa bajó del estrado y una gran avalancha de gente -en el aula se encontraban unos mil enfermos- se acercó a él poniendo a los servicios de seguridad vaticanos en aprietos.
Francisco, sin inmutarse, recorrió cada fila del Aula Paolo VI y saludó uno a uno a todos los enfermos, la mayoría de ellos en silla de ruedas, que lo abrazaron -algunos se aferraron a él con fuerza-, besaron y a los más graves les impuso las manos en su cabeza, realizando una breve oración de sanación.
Muchos le entregaron cartas, le enseñaron fotos, le regalaron libros y le hicieron confidencias. "Bendice a nuestros hijos", exclamaron algunos padres de niños enfermos.
Un menor de unos 8 años le entregó un solideo blanco que Jorge Mario Bergoglio se colocó en la cabeza y le regaló el suyo.
Ante el regocijo general y en un clima de emoción con muchas lágrimas, el Papa, de 76 años, tuvo para todos, una caricia, una palabra o un beso, que reconfortó a los enfermos, voluntarios, monjas y peregrinos asistentes a la inmensa aula vaticana.
Parte de la acción apostólica
En su discurso dijo a los enfermos que no se avergüencen de ser "un tesoro precioso para la Iglesia" y que no se consideren solo un objeto de solidaridad y de caridad, sino que deben sentirse parte de pleno derecho de la acción apostólica. "El contexto cultural y social se inclina más bien a esconder la fragilidad física, a considerarla solo como un problema", aseguró.
Para favorecer la real integración de los enfermos en la comunidad cristiana y suscitar en ellos un fuerte sentido de pertenencia, es necesaria una pastoral que les incluya en las parroquias y asociaciones, refirió.
Se trata de valorar la presencia y el testimonio de las personas frágiles y dolientes "no sólo como destinatarias de solidaridad y caridad, sino como seres integrados de pleno derecho en la vida y en la misión de la Iglesia", aseveró.
Vuestra presencia "silenciosa pero más elocuente que tantas palabras, vuestra oración, la oferta cotidiana de vuestro sufrimiento en unión a aquella de Jesús crucificado para la salvación de mundo, y la aceptación paciente y también alegre de la vuestra condición son una respuesta espiritual, un patrimonio de cada comunidad cristiana", concluyó el papa.
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