sábado, 3 de agosto de 2013
La yerba mate fue fundamental en la primera evangelización iberoamericana
El Papa Francisco es un asiduo a la bebida del mate. En él se unen dos peculiaridades, su nacionalidad argentina, lugar donde el mate es “bebida nacional” y su pertenencia a la Compañía de Jesús, la gran precursora del cultivo y quienes comenzaron la industrialización y distribución de la yerba, considerada “oro verde” o “te de los jesuitas”. La utilización de la hoja de mate para la preparación de bebidas estimulantes y con finalidad medicinal proviene de las tradiciones del pueblo guaraní y fueron los jesuitas los primeros en promover el uso del mate por su actividad estimulante, lo que permitió aumentar el trabajo de los indios y disminuir su consumo de alcohol. Hubo un tiempo en el que fue prohibido. El 20 de mayo de 1616, el gobernador de Buenos Aires Hernando Arias de Saavedra, más conocido como Hernandarias, hizo publicar un bando en el que prohibía la yerba mate en cualquier uso. Lo denominaba como "sugestión clara del demonio", "vicio abominable y sucio que es tomar algunas veces al día la yerba con gran cantidad de agua caliente" que "hace a los hombres holgazanes, que es total ruina de la tierra, y como es tan grande temo que no se podrá quitar si Dios no lo hace". Los jesuitas tampoco lo vieron con buenos ojos al principio, pero finalmente accedieron a controlar su cultivo y sobre todo para paliar los continuos ultrajes que vivían los campesinos que lo cultivaban. En los tiempos de la Conquista, la planta sólo se obtenía en la sierra de Mbaracayú, en el Guayrá, a unos 500 kilómetros al Norte de Asunción. El acceso hasta este lugar era dificultoso, y muchos de los que iban hasta allí con la intención de lograr beneficios por el buen precio que se pagaba sufrían ante un medio hostil y un clima insalubre. Los jesuitas humanizan su cultivo Los indios, al servicio de los españoles morían en masa durante los meses de recolección del mate. Las selvas tropicales, la falta de refugios y albergues y el poco alimento, propiciaban las epidemias y las muertes por fatiga. Serían los jesuitas los encargados de humanizar, perfeccionar y racionalizar la recolección del mate salvaje. Hasta tal punto que la hierba popularmente fue conocida como el té de los jesuitas. El mate sería entonces el gran recurso de las reducciones. Los padres jesuitas consiguieron encontrar un sistema de fecundación y de cultivo que propició un número de 700.000 plantas que proveía de yerba dos veces al día a unos 90.000 habitantes de las reducciones y propiciar con el negocio el pago de los tributos al rey. Los jesuitas conseguirían transformar, así, a los guaraníes como ciudadanos del reino. El mate como forma de solidaridad Esto, unido a la toma de elementos religiosos guaraníes para la evangelización, supuso la aceptación de la prédica jesuítica en aquellos lares. En lugar de reemplazar la tradición guaraní de “casa abiertas” y propiedad comunal, consiguieron potenciar las formas asociativas de producción dentro de la comunidad y de compartir con otras comunidades. La solidaridad también fue definición y características de las reducciones y conscientes de la importancia de la yerba, se intercambiaba con carne o artesanías de otras reducciones con menor capacidad productiva. La agricultura, la ganadería, la herrería, ebanistería o albañilería será intercambiada entre las reducciones a cambio del “oro verde” que suponía la yerba mate. Habito inalterable Pocas cosas han cambiado desde el hábito de beber mate popularizado por las reducciones jesuíticas y su consumo ha arraigado en Argentina, sur de Brasil, Paraguay y Uruguay. El mate, la bombilla y la preparación de la yerba siguen siendo las mismas desde hace 200 años y sólo la utilización de termos para mantener el agua caliente ha cambiado. El ingrediente de los guaraníes, especialmente cuidado por los jesuitas se convierte en una bebida bajo el nombre de “chimarrao” en Brasil y “mate” en Argentina, Uruguay y Paraguay.
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