La visita se realizó en el marco de su presencia en la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, presidida por el papa Francisco. Luego el prelado se reunió unos días en Brasil con los vicarios de la Obra de todos los países de América y pasó brevemente por Chile y Uruguay antes de venir a nuestro país.
Monseñor Echevarría llegó a Buenos Aires el domingo 18 por la mañana procedente de Montevideo y partió el martes 20 pasado el mediodía hacia Europa.
Al dejar el país, expresó que “ha sido una gran alegría llegar a la tierra del papa Francisco y poder ser un altavoz para sus palabras” y llamó “a vivir la cultura del encuentro, como le gusta decir al Papa”. Recordó con especial emoción la estadía “en este querido país” de San Josemaría Escrivá, a quien acompañó en 1974 cuando el fundador del Opus Dei estuvo en la Argentina. Y señaló que se unía a lo que el santo recomendó entonces en el teatro San Martín, de Buenos Aires: “¡Que los argentinos se quieran! ¡Que no haya nunca odios!, ¡Que se comprendan, que sean generosos unos con otros!”.
El lunes al mediodía el prelado visitó al arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Poli, acompañado por el vicario general del Opus Dei, monseñor Fernando Ocáriz, y por el vicario de la Obra en la Argentina, Paraguay y Bolivia, monseñor Mariano Fazio. Tuvieron una amable conversación con el sucesor del cardenal Bergoglio, a quien le dejó un ejemplar de un libro de monseñor Ocáriz, que acaba de aparecer, “Sobre Dios, la Iglesia y el mundo”.
El domingo 18, a pocas horas de llegar al país, tuvo una reunión al aire libre con familias en el colegio Los Molinos, de Munro, en una agradable tarde de sol. Animó a los más de 12.000 participantes a ser “mujeres y hombres que améis más y más a Jesucristo” y llamó a llevar a cabo ese apostolado que está pidiendo el Papa: ir al encuentro de la gente, sin respetos humanos.
“Daos cuenta de que muchas personas nos están pidiendo a gritos que les ayudemos con nuestra fe, una fe que tiene que concretarse también en la vida corriente”, expresó. Invitó a todos a vivir “una auténtica corriente de fraternidad” y les dijo: “Tenéis que llevar, desde el norte hasta el sur, desde Paraguay y Bolivia hasta Tierra del Fuego, la fe que el Señor ha puesto en vuestros corazones”.
En diálogo con los presentes, contó sucedidos y anécdotas con gracia y sentido del humor. Como la de un fiel del Opus Dei que conoció a quien es hoy su esposa al coincidir su coche con el de ella en un embotellamiento de tránsito. “Yo me siento argentino”, dijo, y animó a pedir por el Papa Francisco al comer dulce de leche y a la vez, de cuando en cuando prescindir de un poquito para ofrecerlo por él. Respondió preguntas, escuchó comentarios y recibió algunos regalos que le entregaron pequeñas alumnas de tres colegios de chicas y alumnos de un instituto de Villa Madero.
Entre otros, un docente de ese instituto, Fabián Ingrao, le preguntó por el valor del trabajo bien hecho y honesto; una mujer comentó que cuando estaba de novia había practicado motocross y carreras de autos y lo interrogó sobre la vocación a la vida familiar y los sacramentos; Adriana, de Rosario, afectada como todos por la tragedia que afectó a esa ciudad, quiso escuchar sus palabras sobre el sentido del dolor; un padre de cuatro hijos pidió consejo sobre la responsabilidad del marido en el hogar, hacia su esposa y los hijos.
Cuatro alumnas de cuarto año del colegio Buen Consejo, de Barracas, le dijeron que la mayoría vivía en la villa 21, donde pudieron conocer al papa Francisco. Contaron que lo habían visto por última vez en diciembre pasado cuando confirmó a 300 chicos, y le preguntaron “cómo podemos hacer lío en un lugar donde es tan difícil hacerlo”.
Las animó a rezar todos los días por la gente de Barracas, a pedir por “cada mujer y cada hombre, por cada piba y cada pibe”, a querer más a la gente, a demostrarlo “también con la amabilidad, con la sonrisa en vuestras caras”, a estudiar y cumplir con su deber, “sabiendo que eso es también oración para vosotras y para la gente de ese barrio estupendo”.
Un ambiente de alegría impregnó ese encuentro, en el que dio la bendición a los asistentes, sugirió detalles muy concretos, como llevar un crucifijo en el bolsillo, y subrayó el valor del sacramento de la confesión, en el que “no es el padre Fulano o el padre Mengano, es Cristo el que perdona”.
El lunes 19 tuvo dos grandes reuniones en Parque Norte, donde confluyeron fieles del Opus Dei provenientes de países vecinos como Paraguay y Bolivia, y de muy distintos puntos del país, como Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza, Tucumán, Salta, Posadas, Santa Fe, San Juan y otros lugares, en un clima de afecto y cordialidad.
Llenando una intensa y apretada agenda con serenidad y disponibilidad, monseñor Echevarría recibió también a algunas familias, tuvo encuentros con hombres y mujeres en centros del Opus Dei, celebró la Santa Misa en el Centro Universitario de Estudios (CUDES), donde predicó una meditación, y el lunes por la noche compartió en el auditorio de ese centro un momento de recreación con jóvenes que interpretaron música y representaron algunos “sketchs”, que comentó divertido.
Esta fue la cuarta vez que monseñor Echevarría estuvo en el país como prelado del Opus Dei. Las anteriores fueron en 1997, 2000 y 2003. En 1974 había acompañado en su visita a la Argentina al fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá.
Monseñor Javier Echevarría nació en Madrid en 1932 pero vive en Roma, centro de la universalidad de la Iglesia, desde comienzos de los años 50. Fue ordenado sacerdote en 1955. Colaboró estrechamente con san Josemaría Escrivá, de quien fue secretario desde 1953 hasta su muerte, en 1975. Luego secundó a su sucesor en la conducción de la Obra, monseñor Alvaro del Portillo, que pronto será beatificado. En 1994, luego de la muerte de Alvaro del Portillo, fue elegido por un congreso general y nombrado por Juan Pablo II prelado del Opus Dei. Para los miembros de la Obra es, sencillamente, “el Padre”.
En la reunión en el colegio Los Molinos, monseñor Echevarría recordó una frase de san Josemaría cuando vino a Buenos Aires en 1974: “Me iré y volveré”. Y consideró que se quedó siempre en la Argentina. En un mensaje que dejó escrito antes de irse, el actual prelado del Opus Dei expresó: “Dejo este país con la alegría de haber estado en mi hogar; y rezo por la generosidad, por la simpatía de la gente, por su apertura a Dios. ¡Dios les ha regalado muchos dones para hacerlos fructificar en servicio de los demás y del mundo entero!”+. (Jorge Rouillon)
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