Que cuantos se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas y no controladores de la fe: es lo que ha dicho el Papa esta mañana durante la Misa en Santa Marta. Concelebró el cardenal Agostino Cacciavillan, presidente emérito de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. Estaba presente un grupo de sacerdotes.
El Evangelio del día nos habla de Jesús que riñe a los discípulos porque quieren alejar a los niños que la gente lleva al Señor para que los bendiga. “Jesús los abrazaba, los besaba, los tocaba, a todos. Pero Jesús se cansaba mucho y los discípulos querían impedirlo. Y Jesús se indignaba: “Jesús se enfadaba, algunas veces”. Y dice: “Dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. Porque de quien es como estos es el Reino de Dios”.
“La fe del Pueblo de Dios– observa el Papa – es una fe sencilla, es una fe quizás sin tanta teología, pero con una teología dentro que no se equivoca, porque está el Espíritu detrás”. El Papa cita el Concilio Vaticano I y el Vaticano II, allí donde dice que “el pueblo santo de Dios … no puede equivocarse al creer” (Lumen Gentium).
Y para explicar esta formulación teológica añade: “Si quieres saber quién es María ve al teólogo y te explicará bien quién es María. Pero si quieres saber cómo amar a María, ve al Pueblo de Dios y te lo enseñará mejor”. El pueblo de Dios – prosigue el Papa – “siempre de acerca para pedir algo a Jesús: unas veces es un poco insistente en esto. Pero es la insistencia del que cree”:
“Recuerdo una vez, saliendo de la ciudad de Salta, la Fiesta patronal, había una señora humilde que pedía a un sacerdote la bendición. El sacerdote le decía: ‘¡Bien, pero señora usted ha estado en la Misa!’ y le explicó toda la teología de la bendición en la Misa. Le hizo bien: ‘Ah, gracias padre; sí padre’, decía la señora. Cuando el sacerdote se fue, la señora se dirigió a otro cura: ‘¡Deme la bendición!’. Y todas aquellas palabras no le entraron, porque ella tenía otra necesidad: la necesidad de ser tocada por el Señor. Esa es la fe que encontramos siempre y esta fe la suscita el Espíritu Santo. Debemos facilitarla, hacerla crecer, ayudarla a crecer”.
El Papa cita después el episodio del ciego de Jericó, que los discípulos reñían porque gritaba al Señor: “Jesús, Hijo de David, ¡ten piedad de mí!”:
“El Evangelio dice que querían que no gritara, querían que no gritara y él gritaba aún más, ¿por qué? ¡Porque tenía fe en Jesús! El Espíritu Santo había puesto la fe en su corazón. Y ellos decían: ‘¡No, no se puede! Al Señor no se le grita. El protocolo no lo permite. ¡Es la segunda Persona de la Trinidad! Mira lo que haces…’ como si dijeran eso, ¿no?”.
Y piensa en la actitud de tantos cristianos: “Pensemos en los cristianos buenos, con buena voluntad; pensemos en el secretario de la parroquia, una secretaria de la parroquia… ‘Buenas tardes, buenos días, nosotros dos – novio y novia – queremos casarnos’. Y en lugar de decir: ‘¡Pero qué bien!’. Dicen: ‘Ah, muy bien, sentaos. Si queréis la Misa, cuesta tanto …’. Estos, en lugar de recibir una buena acogida – ‘¡Es algo bueno casarse!’ – reciben esto: ‘Tenéis el certificado de Bautismo, todo correcto …’. Y encuentran una puerta cerrada.
Cuando este cristiano y esta cristiana tienen la posibilidad de abrir una puerta, dando gracias a Dios por este hecho de un nuevo matrimonio… Somos muchas veces controladores de la fe, en lugar de ser facilitadores de la fe de la gente”.
Es una tentación que está desde siempre – explica el Papa – es la de “adueñarnos, apropiarnos un poco del Señor”.
Y contó otro episodio: “Pensad en una madre soltera, que va a la iglesia, a la parroquia y al secretario: ‘Quiero bautizar al niño’. Y este cristiano, esta cristiana le dice: ‘No, tu no puedes porque no estás casada!’. Pero mire, que esta chica ha tenido el valor de seguir adelante con su embarazo y de no ‘quitárselo de encima’, ¿qué encuentra? ¡Una puerta cerrada! ¡Esto no es celo! ¡Aleja del Señor! ¡No abre las puertas!
Y así cuando estamos en este camino, en esta actitud, no hacemos bien a los demás, a la gente, al Pueblo de Dios.
Pero Jesús instituyó siete sacramentos, y nosotros con esta actitud instituimos el octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral!”.
“Jesús se indigna cuando ve estas cosas” – subraya el Papa – porque el que sufre es “su pueblo fiel, la gente que Él ama tanto”:
“Pensemos hoy en Jesús, que quiere siempre que todos se acerquen a Él; pensemos en el Santo Pueblo de Dios, un pueblo sencillo, que quiere acercarse a Jesús; y pensemos en tantos cristianos de buena voluntad que se equivocan y que en lugar de abrir una puerta la cierran … Y pidamos al Señor que todos los que se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas, encuentren las puertas abiertas, abiertas, abiertas para encontrar este amor de Jesús. Pidamos esta gracia”.
© Radio Vaticana
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