martes, 28 de mayo de 2013

Jefe de la Marina en EEUU, «egoísta radical», se convirtió al catolicismo tras 40 años de ateísmo

Jeff Miller creció en Portland, Oregón, en un ambiente familiar donde la religión no tenía cabida en absoluto.


“La religión era una cosa privada de la que nunca se hablaba. Yo sabía que mis amigos del barrio iban a la iglesia con sus padres, pero nunca hablé sobre su iglesia o sobre ninguna cuestión religiosa. También sabía que mi familia era considerada extraña debido a que no asistíamos a la iglesia”, comienza a contar Jeff.

“Mi padre se considera agnóstico y mi madre, ya fallecida, entró en la Iglesia católica en mis años de instituto. El tema de la religión era tan privado en mi casa que yo ni siquiera me enteré de que mi madre se había convertido del metodismo a la Iglesia Católica hasta muchos años después”, reconoce.

Sin Dios, cantaba y comulgaba

El primer contacto con la Iglesia católica lo tuvo precisamente a través de su madre, a la que acompañó para complacerla. Entró en el coro de la parroquia gracias a sus buenas dotes musicales: “Me hacía mucha gracia la ironía de ser ateo y estar cantando en la iglesia. Incluso comulgaba sin saber lo que estaba recibiendo”, reconoce.

Orgulloso ateo en la Marina

Los padres de Jeff se divorciaron y él abandonó de inmediato la misa dominical. “Pensaba que no tendría ningún efecto sobre mí. Mi madre quería el divorcio y yo animé a mi padre a concedérselo, haciéndole ver que no era ningún problema para mí. En ningún momento conecté mi declive moral y mis malas notas con lo que estaba sucediendo en mi casa”, continúa relatando.

Poco tiempo después Jeff entró en la Marina para estudiar el programa de electrónica avanzada y en su hoja de servicios quiso señalar específicamente que era ateo. No quería saber nada de la religión y estaba orgulloso de ello.

Casarse con una filipina

Mientras se encontraba en el extranjero contrajo matrimonio con una filipina llamada Socorro. Ella era católica y se casaron en una iglesia católica. Durante los siguientes quince años sólo entró en una iglesia para los bautizos de sus hijos.
“Me sentí incómodo durante la preparación bautismal y me parecía un fraude total hacer esto mientras continuaba siendo ateo”, admite. “Mi esposa continuó con sus devociones privadas gracias a algunos libros de oración que trajo con ella y con el rezo del rosario. Traté de convencerla de lo que yo pensaba sobre las supersticiones, pero ella me ignoró sabiamente”.

El egoísmo radical como la virtud mayor

“En el momento en que me uní a la Marina, mis puntos de vista están estrechamente alineados con lo que es el liberalismo moderno: el Gobierno debía hacer todo lo posible para ayudar a las personas y mejorar sus vidas. Estaba en el apogeo de mi conservadurismo basado en el positivismo. Para mí, el egoísmo radical era la virtud más alta. El individualismo y el ser un hombre hecho a sí mismo eran mis ideales más altos”, explica.

Las sorprendentes vías de Santo Tomás

Un día escuchando la radio, oyó hablar de las cinco vías para la demostración de la existencia de Dios que santo Tomás de Aquino detalla en la Summa Theologiae, y se sorprendió de lo bien expuestas que estaban en términos racionales.
“Comencé a observar que muchas personas a las que respetaba creían en Dios y que, al mismo tiempo, no estaba de acuerdo con muchos de los que se llamaban a sí mismos no-religiosos”.
Quizá fue porque vio tambalear su ateísmo, quizá fue por la necesidad de reforzar esta “fe atea”, pero lo cierto es que Jeff comenzó a leer compulsivamente libros sobre el ateísmo en busca de respuestas “para poder seguir siendo conservador y ateo”.

Un antes y un después

Pero el comienzo real de su conversión fue un accidente que tuvo mientras iba con su bici al trabajo. Vio como un coche se dirigía hacia él. El conductor no le había visto y era evidente que embestiría a Jeff sin remedio.

“Calculé que no había manera de evitar ser golpeado. En esos segundos mi vida no pasó ante mis ojos, lo único que pensé era que iba a morir sin ningún tipo de duda”.
El coche le golpeó y lo desplazó varios metros más allá. La primera reacción fue la sorpresa: ¡aún estaba vivo!

¿Dejar de existir al morir?

“Terminé con lesiones relativamente menores y algunos puntos de sutura. Éste también fue el fin de mi ateísmo. Frente a la muerte, me di cuenta de que realmente no me creía que mi existencia desaparecería si hubiera muerto. El alma no es sólo una idea metafísica”, explica Jeff.
Aunque le habría gustado que su conversión fuera igual que la caída del caballo de Saulo, aún le llevó un tiempo descubrir hacia dónde dirigirse con su recién descubierto “teísmo”.

“Yo creía que había un Dios pero no tenía ni idea de qué hacer con esa información. Sabía que existían diferentes iglesias, pero no tenía ni idea de la diferencia entre la protestante, la católica o la iglesia mormona. Mi ateísmo anterior y el estoicismo no me habían preparado para todos los errores que había cometido en la vida, y ya estaba listo para admitir que era un pecador y que necesitaba un redentor”.

Jerarquía, como en el ejército

Jeff se retiró de la Marina y se mudó a vivir a Florida. Allí encontró una librería donde compró el Catecismo y otros libros más sobre el catolicismo.

“Leyendo el Catecismo me emocioné mucho con lo que encontré. Me di cuenta de que lo que la Iglesia enseñaba era coherente con lo que yo había observado en la vida, y que se presentaba como un todo coherente”. Afortunadamente, la zona a la que se mudaron contaba con una radio católica y llegaba el canal de televisión católico EWTN por cable.

Las preguntas y las respuestas dadas en el programa de Catholic Answers en directo fueron una parte importante de su conversión intelectual.

“Al estar en el ejército, fue fácil para mí llegar a comprender que la Iglesia necesita una jerarquía y un magisterio para proclamar la verdad. El Ejército ha escrito instrucciones para casi todo, sin embargo constantemente teníamos que interpretar a los demás lo que estas instrucciones significaban. Incluso a veces teníamos que consultar a un superior para garantizar que nuestra interpretación era la correcta”, explica. “Me di cuenta de que tenía que existir una Iglesia viva para proteger la doctrina y para interpretarla y enseñarla sin error”.

¿Quién interpreta con autoridad?

“Los padres fundadores de los Estados Unidos asumieron que existía este problema cuando escribieron la Constitución. Ellos sabían que la Constitución no puede interpretarse a sí misma, y por eso se creó el Tribunal Supremo. Por supuesto, este sistema se rompe si la Corte Suprema hace una interpretación incompatible con la intención de los fundadores. A causa del pecado original, ninguna organización humana puede evitar caer en el error. Sólo a través del Espíritu Santo que guía a la Iglesia podemos estar seguros de que la Iglesia no está enseñando ninguna doctrina errónea”.

Cuando Jeff entendió y asumió todos estos planteamientos se consideró preparado para entrar en la Iglesia católica.

“Después de recibir la Comunión por primera vez me di cuenta de que, tanto literal como figuradamente, había pasado cuarenta años en el desierto, y ahora había entrado en la Tierra Prometida. También sabía que, al igual que Israel aún enfrenta muchas batallas al entrar en la Tierra Prometida, yo también me enfrentaría a batallas espirituales en los años venideros”.


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