Bao Yuanjin (no es su nombre real) es un sacerdote clandestino en China.
Sólo hace 20 años que es cristiano: antes de 1994 era ateo, estaba sin bautizar y era miembro del Partido Comunista. Contó su testimonio a la agencia AsiaNews hace un tiempo, como un testimonio del catolicismo que crece en China por debajo del radar del Partido.
Como todos, clases de ateísmo en el colegio
Bao no recibió ninguna formación cristiana. Sólo tenía una abuela cristiana, protestante, que una vez de niño le dijo que Jesús era el Hijo de Dios. Nada más. Al pequeño Bao aquel tema no le interesaba.
Como todos los chinos, recibió sus clases obligatorias de ateismo, tanto en la escuela elemental como en la universidad.
Siendo universitario, creer en Dios le parecía algo infantil, "quizá incluso un poco estúpido", recuerda.
En su cuarto curso en la universidad se apuntó al Partido Comunista, algo que se suele hacer para conseguir contactos que ayuden a encontrar trabajo y puestos interesantes. Tenía que formar parte de una célula de estudiantes comunistas, con la misión de "ser buenos con todos, estudiosos y buenos organizando todo tipo de actos".
No suena como algo malo. Pero el sistema estaba podrido: "esas cosas no se hacían por el bien de los demás, sino por uno mismo, para avanzar en la propia carrera. Y estaba enraizado en la mentira".
Autocrítica, adulación y mentira
No se podían decir las verdades, la adulación a los jefes inmediatos era obligatoria.
Aunque había un espacio para practicar lo que llamaban la "autocrítica", Bao recuerda que consistía sobre todo en adular a algún jefe diciendo, por ejemplo: "debo criticarle, señor, por algo que usted no hizo bien: ¡trabaja usted demasiado por nosotros! El trabajo es importante, pero también la salud, para poder seguir sirviendo a la sociedad! Tiene usted que descansar, por favor".
"A veces una voz en mi corazón decía: esto es todo una mentira, una mentira, pero yo participaba en ello", recuerda.
Un extraño sueño... con regalo
En cierto momento, cayó enfermo. Por las noches, empezó a tener pesadillas que le despertaban. Una noche, soñó que encontraba un paquete. Lo abrió, y dentro había un libro. "Era una Biblia, brillante, resplandeciente. Me desperté. Recordé que mi abuela era la única persona que me había dicho algo de la Biblia, y la recordé diciéndome que Jesús era todopoderoso. Pensé: si Jesús es todopoderoso, quizá pueda curarme". Y empezó a ir a una iglesia protestante a escondidas.
Acabó su carrera y visitó a su familia, que vivía en otra región. Allí, al final de su temporada de vacaciones, un amigo le regaló 10 casetes con los sermones de un cura chino. Los escuchó, y empezó a pensar que quizá Dios existía, que la Iglesia Católica tenía razón. Pero chocaba con sus clases de ateísmo y con el peligro de meterse en problemas si aceptaba la fe.
¡Pidiendo un accidente a la Virgen!
Tenía que volver a su ciudad. Y por primera vez rezó, y lo hizo hablando con la Virgen María: "Santa María, si existes y la fe católica es cierta y quieres que yo sea católico, dame una señal; que mañana, durante el viaje, me pase algo importante, un accidente quizá, al que sobreviva, y creeré".
Años después el padre Bao admitiría que era una oración estúpida que tentaba a Dios, "pero fue la única que se me ocurrió entonces".
El caso es que, efectivamente, al día siguiente el autobús en el que viajaba volcó, sin muertos ni heridos, pero todos tuvieron que salir del autobús rompiendo las ventanas.
Procesión de la Virgen en el santuario mariano de Sheshan
Pero ¿se convirtió Bao? No: ni se acordaba de su promesa. Pero cuando descubrió que con el retraso había quedado sin billetes de tren y perdería tres días en la estación y daría mala imagen en su trabajo, volvió a rezar a la Virgen: "¡ayúdame a encontrar un billete de tren; si me ayudas esta vez, te juro que te seguiré!".
En ese momento apareció un hombre por las taquillas gritando: "¿Quién quiere billetes para la ciudad de Tal? Son para hoy. ¿Quién los quiere comprar?" ¡Era lo que Bao necesitaba, y los compró!
Católicos: gente sencilla, sin mentiras
Bao llegó a su ciudad, empezó su nuevo trabajo... y empezó a ir a misa a escondidas. Entre los católicos encontró una comunidad de gente "sencilla y buena, sin mentiras, con amigos reales. Era liberador para mí, ya no tenía que mentir. Allí la gente se podía criticar, ¡incluso podías criticar al cura!". Una libertad y autenticidad muy distinta a lo que conocía.
Pensó bautizarse, pero el cura le dijo que antes tendría que abandonar el Partido. Y eso era complicado de hacer. Era una renuncia directa, un significarse. Escribió una carta pidiendo dejar el Partido, pero no se atrevía a entregarla. Cuando por fin lo hizo, el oficial que la recibió se quedó sin palabras. "Era la primera vez que veía a alguien rehúsar a permanecer en el Partido, estaba completamente aturdido".
Bao se bautizó: era 1994. Y sintió una gran paz. Iba a misa a una comunidad católica clandestina. Allí una monja le comentó si no querría ser sacerdote, pero él tenía claro que no podía ser: como hijo mayor tenía que mantener a sus padres cuando fuesen ancianos, algo imposible para un cura.
Y oyó una Voz
Seis meses después, estando en oración en su habitación, "oí una voz que me decía SÍGUEME. No había nadie en la sala. En mi corazón, entendí que era Jesús que me llamaba. Me asusté, porque ser cura de la iglesia clandestina significaba dejarlo todo, dejar familia, trabajo, ponerme en riesgo, abrazar la Cruz, sufrimiento, prisión..."
Y dijo "no". Tenía una vida tranquila, buen trabajo. Dijo no a seguir a Jesús. Pero perdió la paz, no tenía gozo ni alegría. Y entendió que no podía resistirse a la llamada de Dios.
Durante dos años trabajó duro, ahorró una cantidad para sus padres, y luego entró en el seminario clandestino, una casa en el campo que un feligrés dejaba a los seminaristas. Cuando la policía les descubría, tenían que buscar otra: en 5 años cambiaron tres veces de escondite.
Había poca comida, "pocos vegetales, casi nada de carne, habitaciones abarrotadas sin espacio". Pero estaba contento.
"En mi corazón sentía paz, un gozo enteramente nuevo, diferente de lo que hubiera sentido antes, Había una amistad fuerte y sentido de hermandad entre los seminaristas. Todos estábamos prestos a amar al otro y superar las dificultades".
La Policía duerme: ordenación
Después de 5 años de estudios clandestinos, recibió la ordenación en una ceremonia emocionante... ¡a las 4 de la madrugada! "Es la hora en la que todos duermen en China, incluso los policías, porque había alboroto en la diócesis y nos arriesgábamos a que nos encarcelaran".
Durante esos años vio el crecimiento de las ccomunidades católicas. En 1983, cuando China empezaba sus reformas económicas, sólo había 3 familias católicas en la ciudad. Veinte años después, en 2003, ya había 4.000 católicos en esa localidad. "Realmente, la sangre de mártires es semilla de cristianos", asegura el padre Bao.
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