La homilía del Pontífice estuvo centrada sobre el Espíritu Santo que es “justamente Dios, la Persona Dios, que da testimonio de Jesucristo en nosotros”. El Papa indicó la protección del Espíritu Santo que “Jesús llama Paráclito”, “o sea aquello que nos defiende”, que “siempre está a nuestro lado para sostenernos”:
“No se puede entender la vida cristiana sin la presencia del Espíritu Santo: no sería cristiana. Sería una vida religiosa, pagana, piadosa, que cree en Dios, pero sin la vitalidad que Jesús quiere para sus discípulos. Y aquello que da la vitalidad es el Espíritu Santo, presente”.
El Espíritu “testimonia” a Jesús - subrayó el Papa - “para que nosotros podamos testimoniarlo a los demás”:
“En la primera lectura hay una cosa bella: aquella mujer que escuchaba a Pablo, que se llamaba Lidia. De ella se dice que el Señor le abrió el corazón para adherir a las palabras de Pablo. Esto es lo que hace el Espíritu Santo: nos abre el corazón para conocer a Jesús. Sin Él no podemos conocer a Jesús. Nos prepara al encuentro con Jesús. Nos hace ir por el camino de Jesús. El Espíritu Santo actúa en nosotros durante todo el día, durante toda nuestra vida, como testimonio que nos dice dónde está Jesús”.
El Papa exhortó una vez más a la oración, como el camino para tener, en “cada momento”, la gracia de la “fecundidad de la Pascua”. Una riqueza posible – dijo – gracias al Espíritu Santo. El Obispo de Roma reflexionó asimismo sobre “el examen de consciencia”, “que los cristianos realizan con respecto a la jornada que han vivido”, un “ejercicio” que “nos hace bien - afirmó - porque es tomar consciencia de aquello que el Señor ha obrado en nuestro corazón ”:
Porque es una presencia divina que nos ayuda a ir adelante en nuestra vida de cristianos. Pidamos hoy esta gracia. Y esto hará que, como lo hemos hecho en la oración, en cada momento tengamos presente la fecundidad de la Pascua. Así sea”.
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