lunes, 27 de enero de 2014

Tradición, rebeldía y pimentón

La vida de Carmen Jiménez está inseparablemente unida a Jaraíz de la Vera (Cáceres), un pueblo de 7.000 habitantes al que su familia lleva varias generaciones dedicado en cuerpo y alma. Allí es donde ha pasado los momentos más bellos, pero también los más duros de su vida.

Los Jiménez eran una familia respetada y emprendedora; Su abuelo puso en marcha una fábrica de pimentón –el producto típico de la zona–, y su padre, además de empresario, fue alcalde de la localidad. Por eso para Carmen, la pequeña del clan, supuso un auténtico mazazo la ruina económica de su familia y, más adelante, la enfermedad y muerte de su padre, cuando ella tenía 18 años. 

Dicen que el sabor de la Vera es intenso, y así, intensamente, pasaron aquellos años. Perdió la fe. El dolor ardía y se volvió reaccionaria, aferrándose a un modo de vida en el que iba la defensa del aborto, del divorcio, una vida bastante superficial, etc. Vivió en Salamanca, en Madrid pero la añoranza tiraba y volvió a su pueblo, a casa; empezó a trabajar en elMuseo del Pimentón, algo que ella ve como una manera de transmitir sus raíces a estudiantes, a turistas y a todos los que pasan por Jaraíz. Una forma de dar continuidad al amor de los suyos por su tierra pimentonera.

Opus Dei - Carmen fue con unos amigos a hacer el Camino de Santiago, por turismo, y se quedó tocada al ver el compañerismo sincero que se vivía entre los peregrinos.
Carmen fue con unos amigos a hacer el Camino de Santiago, por turismo, y se quedó tocada al ver el compañerismo sincero que se vivía entre los peregrinos.
¿Y la fe? Después de muchas vueltas y vaivenes, hace algo más de dos años, fue con unos amigos a hacer el Camino de Santiago, por turismo, y se quedó tocada al ver el compañerismo sincero que se vivía entre los peregrinos. Algo parecía cuestionarse en sus planteamientos. Ese mismo verano, las palabras de Benedicto XVI desde la Puerta de Alcalá: “No sucumbir a las tentaciones que conducen a una libertad sin Dios (…) Edificad vuestras vidas en los cimientos de Cristo y, entonces, seréis bienaventurados y contagiaréis la alegría de vivir” resquebrajaron a Carmen definitivamente. Su vida pedía a gritos pilares sólidos y Dios salía a su encuentro.

La cara de susto de los habituales en la Misa de su pueblo era comprensible, pero ella buscó su sitio discretamente, recomenzando tras muchos años.  Empezó a buscar su hueco dentro de la Iglesia, no veía donde: ¿la vida religiosa?, ¿alguna asociación de fieles? Probó muchas cosas pero nada le llenaba. Un día, de pronto, en el trabajo, navegando por internet le vino como una inspiración: el Opus Dei. Se puso de pie del susto, porque había oído cosas muy negativas y rezó: ¿Cómo puedes pedirme esto? Entró en la web “del Opus”, empezó a leer y, para su sorpresa, fue encontrando respuestas a todas sus preguntas. Leyó, vio un vídeo detrás de otro y finalmente se topó con la homilía de San Josemaría en el Campus de Navarra; que fue lo que realmente le enganchó y le movió a escribir un correo pidiendo información.Hoy Carmen es supernumeraria del Opus Dei y tiene mucho deseo de hacer partícipes a los demás de la felicidad que ella tiene. 

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