lunes, 9 de diciembre de 2013

Princy Mangalika ve la mano de Dios en su historia

Princy Mangalika era una ama de casa que nunca había trabajado fuera del hogar y no sabía nada del sida. Como muchas otras mujeres en su país, Sri Lanka.

Su marido era un trabajador del mundo hotelero que por razones de trabajo había estado años en el extranjero. Él era de tradición budista; ella, católica.

En el año 2000 él cayó enfermo y la prueba en el hospital reveló que tenía sida, que habóa contraído en el extranjero. La voz se corrió entre los vecinos, que lo acosaron.

Princey lo encontró después de buscarlo 3 días en un templo budista de Colombo llorando histéricamente, con la boca quemada por un veneno que se había tragado para suicidarse. Los médicos no pudieron salvarlo. No le mató el sida, sino el estigma social y la falta de esperanza.

Después Princy descubrió que ella también tenía el sida. Pero ella, movida por su fe cristiana y confiada en Dios, optó por la vida y la acción. Fundó la primera ONG del país que ayuda a personas seropositivas, especialmente mujeres y niños. Su trabajo puede seguirse en:
http://pwnsrilanka.blogspot.com.es/

El objetivo de esta ONG es ayudar a las personas que padecen su misma enfermedad en Sri Lanka. En concreto, a no avergonzarse de su enfermedad, a superar el estigma social y a enfrentar el tratamiento.

La voluntad de Dios: servir a los demás
"Lo que me ha sucedido era por la voluntad de Dios. Él quería que yo sirva a muchos que, como yo, han contraído el virus. Hoy estoy muy feliz". Así se manifestó Mangalika para Asia News.

Princy no se enfadó con su marido cuando este se contagió. "Yo no estaba enojada con él. Le amaba mucho, y él era un padre amoroso con nuestras dos hijas", recuerda.

Los vecinos no se lo tomaron igual. "Lamentablemente, la noticia se extendió rápidamente en el pueblo, y fue entonces cuando comenzó la pesadilla", explica ella.

Mangalika y su familia comenzaron a recibir cartas amenazantes. "Algunos lanzaban piedras a nuestra casa, gritando obscenidades cuando caminábamos por la calle. Entonces yo no conocía la enfermedad, ni sabía cómo curarla; estaba muy asustada por mis niñas..."

Cuando el marido se suicidó, los problemas de la madre y las hijas crecieron: al estigma de la enfermedad se sumaba el estigma del suicidio del marido y padre.

Un funeral lejos, una casa quemada
Las escenas que relata son difíciles de olvidar: "Yo quería que lo enterraran, por lo que celebré el funeral lejos de nuestro pueblo. Una noche oímos ruidos, nos levantamos y nos dimos cuenta de que alguien había prendido fuego a nuestra casa".

Mangalika abandona la idea de vivir allí y decide mudarse junto a sus padres, en Ragam, donde sí fuie bien acogida: "Nos dieron la bienvenida con amor y gracias al apoyo que encontré me decidí a hacerme la prueba. Cuando me enteré de que era VIH positivo pensé que había tocado fondo. No sabía a dónde ir ni qué hacer".

La doctora que le dio fuerzas
La fe iluminó su camino. "Me puse en manos de Dios y visité a la doctora Kamelika Abeyratne, quien me animó a tomar conciencia de la difícil situación del VIH / SIDA en Sri Lanka. Incluso la médico era VIH positiva, a causa de una transfusión de sangre. Su fuerza me dio el impulso necesario para fundar Positive Women´s Network en el 2009".

En Sri Lanka, las personas con VIH / SIDA a menudo son víctimas de persecución por parte de la sociedad, ya que el virus se considera una fuente de vergüenza y de impurezas.

Además, hay poca información sobre cómo se puede prevenir, contraer y tratar la enfermedad. Según datos oficiales, en la actualidad hay cerca de 3.000 enfermos en el país.



Una casa-oficina para pacientes
La ONG de Mangalika trata a 300 pacientes, de los cuales 174 son niños. "En mi casa-oficina viven muchos pacientes. No tienen un lugar a donde ir, por lo que aquí se pueden curar y llevar a cabo los exámenes necesarios. Me ocupo de la alimentación de ellos y apoyarlos en sus momentos de debilidad. Por esta razón, estoy en continua búsqueda de ayuda económica. Estamos todavía en alquiler y necesitamos una casa propia", explica la fundadora.

Esta luchadora da testimonio de lo que la fe le ha ayudado a afrontar su destino: "Doy gracias al Señor por todo lo que me ha pasado y por mis dos hijas, que ahora son grandes y han creado sus familias".

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