¿Por qué un hombre y una mujer que dicen quererse no se casan?
La
crisis del matrimonio -tantos jóvenes que no piensan casarse- tiene muy
variadas causas, pero entre ellas, quizá una de las principales sea una
visión distorsionada del matrimonio.Desvirtuado por costumbres tales
como el divorcio y el llamado casamiento homosexual, se podría decir que
el matrimonio que rechazan es una visión desfigurada del verdadero
matrimonio, que no conocen. Se puede pensar que si lo conocieran, no lo
rechazarían.
Pero,
¿qué es casarse? ¿para qué una persona se casa? ¿qué sucede cuando se
casa? ¿por qué una persona supuestamente enamorada puede querer no
casarse con quien dice amar?
Quien
desconoce la grandeza del matrimonio... o tiene una visión
distorsionada del mismo difícilmente pueda quererlo para sí en una
sociedad que no lo promueve.
Si
el matrimonio fuera algo meramente formal –un papelito que se firma
después de una ceremonia... y que sirve de excusa para la fiesta más
grande de la vida– es fácil preguntarse: ¿para qué quiero un papelito?
¿mi amor a Fulano/Fulana no depende de un papel? Con la fiesta me
alcanza…
Y
si el matrimonio no fuera más que un papelito, tendrían razón... Si
fuera un rito… lo mismo. La falta de rito no cambiaría las cosas.
El
asunto es muchísimo más que un papelito (hay un papelito, pero el
matrimonio no es el papelito). El matrimonio cambia la vida, y mucho. Y
tiene mucho que ver con el amor y el sentido de la propia vida.
¿Qué es el amor conyugal?
De
los distintos tipos de amor, hay uno muy especial, el amor conyugal. Un
amor total, capaz de ser fecundo. Un amor total, que une de tal manera a
dos personas que las hace capaces de generar la vida. Es decir, un amor
fecundo del modo más radical: una persona humana es fruto de ese amor
(por eso los padre después dan la vida por sus hijos…).
El
amor conyugal sólo puede realizarse entre un hombre y una mujer –sólo
ellos pueden ser fecundos– que se quieren con un amor total. Es decir:
se aman con toda el alma y con todo el cuerpo: con todo su ser y toda su
vida, que quieren compartir plenamente. Así unen sus vidas en un único
proyecto existencial.
La totalidad propia del amor conyugal implica dos requerimientos:
1)
exclusividad: para ser total, tiene que ser exclusivo. Si me doy a
varios... no me puedo dar del todo. No hay otra posibilidad: si es del
todo, sólo puede ser a uno/una.
2)
definitividad: no tiene fecha de vencimiento: quiere ser definitivo,
irreversible y para siempre. Si tiene fecha de vencimiento (o situación
de vencimiento: te amo por dos años... o hasta que me canse... o consiga
otra/otro mejor...) mi amor no puede ser total. Si es total, es para
siempre. Si no es para siempre, no es total.
Esto
de la totalidad del amor conyugal es una cosa seria. O amo con amor
total, o amo con amor reservado (no me entrego, me reservo cosas que no
entrego). Este amor es incondicional.
El
amor total supone y genera una confianza tal, que a su vez lo hace
posible: sólo cuando puedo confiar del todo en el amor de la otra
persona y el otro puede confiar en mí plenamente (en su entrega
exclusiva y definitiva), entonces podemos amarnos del todo. Si mi
confianza no es total, mi entrega tampoco lo será. Y mi amor tampoco. Si
la entrega no es total, no puede haber una confianza que no se ofrece.
Sólo cuando amo del todo, mi entrega engendra en el otro una confianza plena que hace posible el amor total.
Si
no confío en el otro de esta manera (que siempre estará, pase lo que
pase –enfermedad, situación económica, etc.–) no puedo abrirme, ni
proyectar, si amar desinteresadamente, sin reservarme nada… y por
supuesto podré compartir cosas sueltas, pero no me entregaré.
El
amor conyugal se prepara con el amor del noviazgo: un amor que madura,
hasta hacerse total. ¿Cuándo se produce el click, es decir, cuando se
realiza la unión total? Eso es el matrimonio: el acto por el cual dos
personas se entregan y reciben mutuamente la vida. A partir de ese
momento se pertenecen mutuamente. El bien de cada uno de ellos, pasa a
ser el bien del otro, y recíprocamente.
¿Qué es el matrimonio?
Como
hemos dicho, el amor conyugal lleva a un hombre y una mujer a
entregarse mutuamente el uno al otro y recibirse el uno al otro. El acto
en que se entregan la vida –toda la vida– y la reciben, hasta que la
muerte los separe es el matrimonio. Porque se quieren del todo, con un
amor total, y quieren que ese amor no termine: deciden hacerlo
definitivo. Porque confían mutuamente en el amor del otro, de verdad,
hasta el punto de ponerse enteramente en sus manos.
Como
es algo muy importante, normalmente se realiza en una ceremonia
solemne. Esta entrega y recibimiento mutuo se realiza cuando delante de
testigos, mediante una declaración -palabras- se entregan y reciben,
comprometiéndose a quererse y a cuidarse el resto de sus vidas, en una
unión exclusiva e inseparable. Se expresa en unos anillos, cuya figura
circular quiere expresar el amor que no tiene fin.
Antes
del momento de la entrega, hay deseos de entrega, proyectos de entrega,
pero la entrega se realiza en el momento del matrimonio: es
precisamente eso: dar el propio ser al otro y recibir el ser del otro.
Dar y recibir. Y esta mutua entrega, crea comunión. Un momento antes de
realizarla, no existe; un momento después, sí. Antes de casarse, se
quieren, tienen deseos de pertenecerse, pero no han realizado la
entrega, no se pertenecen, son libres de hacerlo o no. Es sólo algo
posible. No se ha realizado: no existe. En el matrimonio se juegan por
el amor, queriendo hacerlo definitivo y eterno.
Quienes
se aman con amor total, quieren casarse. Quieren entregarse mutuamente
la vida, del todo y para siempre. Y lo hacen públicamente para que toda
la sociedad sepa de su amor. Si sólo uno de los dos ama con amor total
no es posible el matrimonio, ni tampoco el amor total (ya que no es
correspondido). Es el caso de una mujer que había fracasado en su
matrimonio. Me explicaba: “cuando nos casamos, los dos queríamos lo
mismo: lo queríamos a él”.
Entonces, ¿por qué hay gente que dice quererse y no se casa?
Es
verdad que se quieren, pero no lo suficiente como para casarse. Su amor
tiene un problema. No quieren a la otra persona ni confían en ella
tanto como para jugarse por ella de esta manera tan loca como es el
matrimonio. No quieren construir y compartir un proyecto existencial
común con ella. Es una lástima, piensan que se quieren mucho, pero en
realidad no se quieren tanto, se quieren con un amor limitado, que
impide la confianza total que permita entregar la vida.
¿Vivir juntos antes de casarse es una alternativa?
Vivir juntos antes de casarse no resuelve el problema de la falta de deseos de una entrega mutua total.
Dos
personas que se van a vivir juntas manifiestan que se quieren –si no,
no querrían vivir juntos–, pero también muestran la insuficiencia de ese
amor: no da como para casarse.
Lo
que quieren del otro –estar juntos…– es claro que, por ahora, no lo
quieren del todo y para siempre, sino un poco y por un tiempo, después
veremos, lo tienen sin mayor entrega y compromiso. Entonces, ¿para qué
más, si no quiero darle más, ni que me dé más?
Estar
dispuestos y deseosos de compartir la cama y el pago del alquiler del
departamento no es una muestra de amor conyugal. Es una muestra de
cierto amor, pero parcial, temporal y provisional. Y no tiene futuro,
salvo que los convivientes quieran comenzar a amarse de otra manera, con
un amor que incluya la totalidad...
Una relación inestable...
Vivir juntos sin estar casados es una situación bastante confusa existencialmente. ¿Qué son? ¿Novios? No. ¿Esposos? Tampoco.
El
noviazgo es algo provisional: por definición tiene fecha de
vencimiento. Está llamado a acabarse en un plazo relativamente corto de
tiempo. Y acaba ante un altar (cuando los novios se casan, dejan de ser
novios: el amor deja de ser una promesa, para ser una realidad) o porque
cada uno sigue su camino (cuando se dan cuenta que no son el uno para
el otro, mejor es que se acabe el noviazgo: continuarlo les haría daño a
ambos: para qué perder tiempo y dañarse afectivamente). Y es bueno que
acabe (en ambos casos).
Ahora
bien, en el caso de novios que viven juntos, pasa una cosa rara: una
relación provisional (por definición eso es el noviazgo), toma visos de
una definitividad de la que carece. Y esto no es sano.
Un problema de identidad en la relación
¿Qué
son dos novios a partir de que se van a vivir juntos? ¿Cómo se llama su
relación? Porque en cuanto viven juntos, dejan de ser novios...
En
efecto, cuando dos novios se van a vivir juntos, dejan de ser novios
para convertirse en concubinos. Es la palabra con que el idioma
castellano designa a dos persona que conviven con intimidad sexual sin
estar casadas (cualquier duda consultar el diccionario de la Real
Academia Española). El lenguaje precisa las cosas para no confundir las
realidades. Realidades distintas, tienen distintos nombres; y es bueno
usarlos, para no confundir las realidades. A veces se generaliza con
“pareja”, término que incluye casi toda relación entre dos personas
(desde el jugar el tenis hasta el matrimonio…).
Es
decir, sería bueno usar el lenguaje correcto: no es exacto llamar
novios a dos personas que conviven maritalmente sin estar casados.
Pero,
en realidad tampoco son propiamente concubinos..., ya que en general
los concubinos son personas que quieren vivir juntos pero rechazan el
matrimonio, adoptando una forma de convivencia que tiene cierta
estabilidad. Y los novios que viven juntos, en realidad no saben bien
qué quieren… ni cómo va a seguir la relación… Quieren vivir juntos por
ahora, no quieren casarse por ahora, no saben si quieren casarse entre
ellos o con algún otro/a. Es una relación anclada en el presente, que
carece de proyección en el tiempo.
¿Qué
viene después? No lo saben. No hay proyecto que se construye. ¡No
tienen en común –no ponen juntos, en la mayoría de los casos– ni el
dinero para comprar un departamento!
¿Qué aporta el concubinato temporal?
Se argumenta que
es bueno convivir antes de casarse para experimentar si la relación
funciona... Pero para eso no es necesario vivir juntos. Es más, no
parece muy razonable ir por la vida probando la convivencia con los
hombres/mujeres que nos caigan simpáticos para probar si la relación
tiene futuro... Y la dignidad de la persona, rechaza la posibilidad de
probar con ella. La convivencia que incluya la intimidad sexual es algo
demasiado íntimo para estar probando...
Y una vez que están viviendo juntos, la cuestión se complica.
De
entrada no suelen querer tener hijos, ya que si no quieren casarse,
menos quieren tener hijos que los unirían más entre ellos. Dicen que al
menos por ahora...; y en ese caso, no hay tiempos de definición... puede
ser un año, dos, cinco, diez... quién sabe). Es decir, comienzan lo que
parece un amor total, pero que no es total. Un amor no exclusivo –no se
garantiza nada cara al futuro, como máximo se supone que habrá algo de
exclusividad temporal– y menos, definitivo. Y de entrada no quieren que
su amor sea fecundo. Con lo cual es un amor que comienza anulado
lasdimensiones más profundas del amor conyugal: la exclusividad, la
confianza y el gozo de poder abrazar un hijo, fruto de su amor. Todo
esto es puesto entre paréntesis.
¿Es bueno animar a casarse a quienes viven juntos?
¿Es bueno empujar a casarse a los convivientes solteros? No. Porque el matrimonio es para siempre. Vivir juntos no.
Si
las personas tienen un proyecto para toda la vida, porque se quieren de
verdad con amor total, sí sería bueno que se casen: para que su amor
total deje de ser algo esperado, supuesto, deseado, y pase a realizarse
en los hechos: una cosa es decir que estoy dispuesto a casarme...
(a entregarme, serte fiel…) y otra muy distinta hacerlo hasta que la
muerte los separe. Entre el dicho y el hecho... hay mucho trecho.
Tienen un problema a resolver. No es bueno eternizar situaciones afectivas provisionales.
Por
eso, quienes viven juntos, sería bueno que resuelvan su situación: ¿se
quieren con amor total o no? De otra manera están perdiendo el tiempo...
y eso es malo para los dos, pero sobre todo para la mujer, cuya
fecundidad tiene fecha de vencimiento... Cuando me cuentan de
treintañeras que viven con el novio... me duele por ellas. Tendrán que
resolver pronto su situación... porque si no van a casarse con el que
viven..., mejor que lo dejen cuanto antes, para buscar el amor de su
vida. Si no perderán la capacidad de ser madres…
¿Una cuestión de fe?
Cuando
los católicos hablamos de matrimonio con entusiasmo, muchos piensan que
lo hacemos por cuestiones de fe. Que queremos hacer casar a todo el
mundo porque el concubinato es un pecado. Algo de cierto hay, pero el
problema –antes de ser un problema de fe–, es un problema humano.
En un primer momento, Dios no tiene nada que ver...; después sí, y mucho …
Tiene
que ver en cuanto que creó al hombre como lo creó (el hombre es lo que
es y no otra cosa), con su complementariedad, capacidad de amor, de
paternidad y maternidad…
Tiene que ver en cuanto un católico juntado no puede acceder a la Sagrada Comunión, es decir, su casarse o no casarse tiene una influencia decisiva en su vida sacramental.
Pero,
no es lo primero en cuanto a motivación. A fin de cuentas, los motivos
por los que dos personas que dicen quererse íntimamente no se casan
pueden reducirse a dos: o porque no saben lo que es el matrimonio –por
eso les resulta lo mismo estar casados o no– o porque no quieren
realizar la unión total que significa –en cuyo caso no se quieren de
verdad–. Y es muy importante que se aclaren si quieren unir sus vidas o
no. Y no esto por motivos religiosos, sino profundamente humanos.
Dios
aparece un momento después: en caso de que se casen, bendice ese amor y
lo diviniza a través de un sacramento. En caso de que convivan
conyugalmente sin estar casados, también aparece, en cuanto que desaparece... ya que no podrán vivir la vida sacramental que es la que mete a Dios en sus vidas...
La cuestión de fondo
La
verdadera cuestión es humana... no es de religión. Es una cuestión de
proyecto existencial. El amor –si es abierto y generoso- crea comunión,
crea proyecto común, deseo de unirse para siempre.
¿Tienen un proyecto común a largo plazo o no? ¿Se quieren y confían mutuamente como para entregarse la vida?
En
caso de que la respuesta a estas preguntas sea negativa, se ruega no
engañarse más. Es recomendable que cada uno siga su camino por su lado.
Pero no por motivos religiosos, ¡¡¡por motivos humanos!!! No sigan
perdiendo el tiempo precioso que podrían estar dedicando a vivir una
relación estable y duradera, de amor total, con un proyecto existencial
común, que incluye algo tan grande y precioso como los hijos. Y si
siguen juntos, que sepan que están perdiendo el tiempo, al menos en
cuanto a la construcción de un proyecto de amor para toda la vida… están
alejando la posibilidad de que sea una realidad en sus vidas.
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