El
viernes 27 de junio tuvo lugar en la Capilla San Lucas del Instituto
Juan Pablo II, contiguo al Comando de Salud del Ejército, la celebración
de una Santa Misa con motivo de conmemorar la Solemnidad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Patrona de la Sanidad Castrense y los diez años de la Pastoral de Salud.
La celebración fue presidida por Monseñor Pedro Candia, Administrador Diocesano del Obispado Castrense y concelebraron el Delegado para la Pastoral de la Salud, Monseñor Luis Eugenio Ferrari, el Capellán Mayor de la Armada, Monseñor Germán Carmona y los Capellanes Roberto Beldi, Capellán Castrense del Hospital Militar de Campo de Mayo; el Padre José Antonio Lepore, Capellán Castrense del Hospital Militar Central y el Padre Alberto Luis Luna Andrine, Capellán Castrense del Hospital Naval Pedro Mallo.
La celebración fue presidida por Monseñor Pedro Candia, Administrador Diocesano del Obispado Castrense y concelebraron el Delegado para la Pastoral de la Salud, Monseñor Luis Eugenio Ferrari, el Capellán Mayor de la Armada, Monseñor Germán Carmona y los Capellanes Roberto Beldi, Capellán Castrense del Hospital Militar de Campo de Mayo; el Padre José Antonio Lepore, Capellán Castrense del Hospital Militar Central y el Padre Alberto Luis Luna Andrine, Capellán Castrense del Hospital Naval Pedro Mallo.
HOMILÍA DE MONSEÑOR CANDIA POR LA SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
“La designación de la Madre de Dios bajo el titulo de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro como Patrona de la Sanidad en el ámbito castrense, no es algo fortuito o producto d una ocurrencia caprichosa.
La imagen es un icono; una composición religiosa con un estilo propio, que centra la atención en la Madre de Dios y en Jesucristo Niño quien se acoge al refugio de sus brazos. Flanquean la figura central en tamaño mas reducido (lo que expresa que son de menor categoría) las imágenes de los Arcángeles Miguel y Rafael. Ambos presentan los instrumentos de la Pasión: cruz, lanza, esponja, etc.
El primer mensaje que nos transmite es la actitud humana ante el dolor. La reacción espontanea es de temor, rechazo huida.. El temor se refleja en el Niño que mira con ojos interrogantes y asustados, tembloroso su cuerpo y la angustia en sus manos que se aferran a las de la Madre. Nos trae a la memoria aquel: ” si es posible aparta de mi este cáliz” ( en el cuadro como un anuncio futuro) en el huerto como una realidad inminente ante la cruz de la Pasión.
La mirada de la Madre de Dios invita a la reflexión. Tiene un aire de tristeza, de dolor pero también de contemplación profunda que induce a meditar, a pensar..
Y toda la composición trae un mensaje de esperanza y de consuelo en el dolor, como llama el Concilio: “María signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor” (L.G. 68)
Ese consuelo y esa esperanza es lo que indica el nombre con el que quiso ser invocada: “Soy la Madre del Perpetuo Socorro”.
La contemplación de esa mirada nos lleva a buscar el significado del dolor, de la enfermedad. Sabemos que el dolor en todas sus formas es consecuencia del pecado, el fruto amargo producido por la primera rebeldía allá en el Génesis. Pero después que Jesucristo muere y resucita, adquiere una dimensión, un significado nuevo. Más aún como enseña San Pablo- “completa en bien de los redimidos lo que falta a la Pasión de Cristo”.
La enfermedad para el cristiano es como el sol ardiente del verano que produce la madurez de los frutos. Contiene en sí una potencialidad no imagniadam una fecundidad que es fruto de la purificación que produce el dolor.
Ante todo la mirada de la Madre de Dios, induce la calma, ala serenidad, ala paz que nacen de la cercanía del Salvador y de quien es nuestra firme esperanza y seguro consuelo: de quien es Perpetuo Socorro.
Como todo icono, no tiene proyección, profundidad, sombras.. Todo está en un solo plano. Como en la eternidad: el “nunc stans” (ahora detenido) de Santo Tomás de Aquino. Para Dios todo es presente. No hay antes o después: es eterno. El socorro de María es perpetuo.
El fondo dorado del cuadro indica el cielo; la felicidad eterna. Su enseñanza?: “Invita a poner la mirada en la eternidad, con la esperanza en el cielo…” No en las cosas que pasan, porque “ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene preparado para los que le aman”. Observar, valorar lo que es transitorio, con el pensamiento puesto en lo eterno: lo que es para siempre.
El consuelo más solido y verdadero del que sufre es la verdad. Y la Verdad con mayúscula.. Al enfermo no se lo engaña fácilmente: para no mirar de frente la eternidad ( que se termina su peregrinación) aparentemente cree (quiere creer) que no está tan mal, que ya pasara el mal transe, que esta mejorando.. Al profesional, al verlo sufrir, mas de una vez le acosa el pensamiento de “abreviar el dolor”. La vida es patrimonio exclusivo de Dios. Y lo que realmente importa es la etapa de la eternidad, la definitiva, la que anhela todo ser humano, que tiene vocación del absoluto (“peregrino del absoluto”…)
La mirada de la Madre de Dios, nos invita a tener el dolor la única postura realista y esperanzada : la que nace de la fe en Jesucristo, que venció el dolor y la muerte con su resurrección al tercer día..
Y desde ahí comienza para Él como primicia, el cuarto día que es eterno. La eternidad feliz que es nuestro destino y la meta final de la peregrinación..
Que esta peregrinación nuestra, con sus peripecias, con las luces y las sombras que le son propias, se desarrolle siempre bajo la mirada de la Madre, quien nos contempla, nos observa, vela por nosotros desde su icono con su Perpetuo Socorro.”
“La designación de la Madre de Dios bajo el titulo de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro como Patrona de la Sanidad en el ámbito castrense, no es algo fortuito o producto d una ocurrencia caprichosa.
La imagen es un icono; una composición religiosa con un estilo propio, que centra la atención en la Madre de Dios y en Jesucristo Niño quien se acoge al refugio de sus brazos. Flanquean la figura central en tamaño mas reducido (lo que expresa que son de menor categoría) las imágenes de los Arcángeles Miguel y Rafael. Ambos presentan los instrumentos de la Pasión: cruz, lanza, esponja, etc.
El primer mensaje que nos transmite es la actitud humana ante el dolor. La reacción espontanea es de temor, rechazo huida.. El temor se refleja en el Niño que mira con ojos interrogantes y asustados, tembloroso su cuerpo y la angustia en sus manos que se aferran a las de la Madre. Nos trae a la memoria aquel: ” si es posible aparta de mi este cáliz” ( en el cuadro como un anuncio futuro) en el huerto como una realidad inminente ante la cruz de la Pasión.
La mirada de la Madre de Dios invita a la reflexión. Tiene un aire de tristeza, de dolor pero también de contemplación profunda que induce a meditar, a pensar..
Y toda la composición trae un mensaje de esperanza y de consuelo en el dolor, como llama el Concilio: “María signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor” (L.G. 68)
Ese consuelo y esa esperanza es lo que indica el nombre con el que quiso ser invocada: “Soy la Madre del Perpetuo Socorro”.
La contemplación de esa mirada nos lleva a buscar el significado del dolor, de la enfermedad. Sabemos que el dolor en todas sus formas es consecuencia del pecado, el fruto amargo producido por la primera rebeldía allá en el Génesis. Pero después que Jesucristo muere y resucita, adquiere una dimensión, un significado nuevo. Más aún como enseña San Pablo- “completa en bien de los redimidos lo que falta a la Pasión de Cristo”.
La enfermedad para el cristiano es como el sol ardiente del verano que produce la madurez de los frutos. Contiene en sí una potencialidad no imagniadam una fecundidad que es fruto de la purificación que produce el dolor.
Ante todo la mirada de la Madre de Dios, induce la calma, ala serenidad, ala paz que nacen de la cercanía del Salvador y de quien es nuestra firme esperanza y seguro consuelo: de quien es Perpetuo Socorro.
Como todo icono, no tiene proyección, profundidad, sombras.. Todo está en un solo plano. Como en la eternidad: el “nunc stans” (ahora detenido) de Santo Tomás de Aquino. Para Dios todo es presente. No hay antes o después: es eterno. El socorro de María es perpetuo.
El fondo dorado del cuadro indica el cielo; la felicidad eterna. Su enseñanza?: “Invita a poner la mirada en la eternidad, con la esperanza en el cielo…” No en las cosas que pasan, porque “ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene preparado para los que le aman”. Observar, valorar lo que es transitorio, con el pensamiento puesto en lo eterno: lo que es para siempre.
El consuelo más solido y verdadero del que sufre es la verdad. Y la Verdad con mayúscula.. Al enfermo no se lo engaña fácilmente: para no mirar de frente la eternidad ( que se termina su peregrinación) aparentemente cree (quiere creer) que no está tan mal, que ya pasara el mal transe, que esta mejorando.. Al profesional, al verlo sufrir, mas de una vez le acosa el pensamiento de “abreviar el dolor”. La vida es patrimonio exclusivo de Dios. Y lo que realmente importa es la etapa de la eternidad, la definitiva, la que anhela todo ser humano, que tiene vocación del absoluto (“peregrino del absoluto”…)
La mirada de la Madre de Dios, nos invita a tener el dolor la única postura realista y esperanzada : la que nace de la fe en Jesucristo, que venció el dolor y la muerte con su resurrección al tercer día..
Y desde ahí comienza para Él como primicia, el cuarto día que es eterno. La eternidad feliz que es nuestro destino y la meta final de la peregrinación..
Que esta peregrinación nuestra, con sus peripecias, con las luces y las sombras que le son propias, se desarrolle siempre bajo la mirada de la Madre, quien nos contempla, nos observa, vela por nosotros desde su icono con su Perpetuo Socorro.”
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