El día 13 de agosto decidimos regresar a nuestra misión de la Franja de Gaza. Nuestras hermanas habían partido de Gaza el día 17 de julio, a una semana de haberse iniciado la guerra; luego la guerra se intensificó más y varias zonas fueron seriamente afectadas dejando muchos muertos y heridos en medio de los combates.
A las 09:30 hs, la Hna. María de la Santa Faz y yo, estuvimos en la frontera israelí y, luego de los controles pertinentes, pasamos sin problemas, recorrimos los dos kilómetros que la separa del primer control palestino donde también pasamos sin dificultad y tuvimos que tomar un taxi dado que en tiempos de guerra no permiten llegar a los autos particulares. En el segundo control ya estaba esperándonos el vehículo de la Parroquia con el chofer, P. Mario Da Silva, quien había entrado el pasado 06 de agosto después de una semana de espera en Belén, y Marco, un joven italiano que ejerce el oficio de payaso y ha querido venir a Gaza para poner una sonrisa en los niños y habitantes de esta lacerada tierra en los momentos difíciles que atraviesa.
Como nos encontrábamos en el tercer día de la tregua y ésta recién terminaría a medianoche, teníamos tiempo para recorrer un poco la ciudad. Así que nos dirigimos a dos de los barrios más afectados por los bombardeos Shujiaya y a Beit Hanun. Contrasta ver la vida y actividad que tiene la ciudad que se encuentra solo en tiempo de tregua con la devastación de estos barrios. Hay casas completamente destruidas, algunas con paredes totalmente voladas, edificios con el solo esqueleto de los fundamentos, lo cual permite ver aún las salas y recintos privados de las casas. Montones de escombros sin que se pueda percibir qué es lo que ha existido antes allí.
En medio de tanta destrucción se ve gente y autos andando entre las ruinas, grupos de hombres con algunos niños al reparo de algún techo que ha quedado aún en pie, o en una carpa improvisada, con un colchón, como cuidando las ruinas de su casa.
Nos paramos en una de las calles y saludamos a los que se encontraban allí. Un señor con un niño se acercó a nuestra camioneta y cuando le preguntamos por la familia y su casa, nos respondió que su familia estaba bien, nos señaló un montón de escombros indicando su casa, luego señaló su camisa y nos dijo que era lo único que tenía, pero decía “Al-hamdulilla!” (Gracias a Dios!). Su hijo, mientras tanto, se entretenía con Marcos quien ya había sacado su valija con sus pertenencias de payaso e inflaba un globo para regalarle.
Finalmente llegamos a nuestra Parroquia y fuimos a ver nuestra casa. Sabíamos que nuestra casa había sido dañada como consecuencia de un bombardeo a la casa de un vecino, por lo cual no podríamos regresar para habitar en ella. Fue dañada la sala, la capilla y una habitación. Encontramos muchas cosas tiradas, cortinas rotas, pedazos de pared y de ventana en el otro extremos de la casa, pero lo que mas nos sorprendió fue ver las imágenes de San José, la Virgen de los Dolores, la Sagrada Familia y la Virgen de Luján intactas, sin ningún daño. Supimos más tarde que todas las imágenes habían caído al piso por la explosión y que la rayera, la corona y el vestido de la Virgen de Luján estaban esparcidos en distintas partes, pero la imagen estaba intacta.
La tregua se ha extendido por otros cinco días y aunque vivimos todavía con la incerteza de las negociaciones sobre el fin de los conflictos, es la esperanza de todos que sea el inicio de una paz estable.
Estos dos primeros días hemos ya encontrado a feligreses que se alegran de volvernos a ver. Empezamos nuestro traslado a un pequeño departamento que nos prestan las Hermanas de la Caridad de la M. Teresa de Calcula, hasta que podamos reparar nuestra casa. Las familias empiezan a venir al Hogar de las hermanas a visitar sus hijos discapacitados que permanecieron durante toda la guerra con las hermanas. Las ancianas que provisoriamente habían sido traídas al hogar de niños discapacitados hoy ya han regresado a su casa que se encuentra al frente del Hogar. Como todos, aquí también nosotras tenemos que recomenzar.
Al encontrarse las personas, las preguntas que se hacen son: ¿Cómo estás? ¿Cómo está la familia? ¿Cómo está tu casa? Todos se alegran cuando se responde que están bien, que salió ileso de la guerra –que conservó la vida-, que la familia está bien y en tercer lugar se piensa en la casa. Es común que la respuesta a la tercera pregunta sea que perdieron la casa o que ha sido dañada, pero todos concluyen “Al-hamdulilla!” (Gracias a Dios!).
Muchas familias han perdido algún miembro, en algunos casos han muerto la mayoría. Así un señor perdió a sus dos esposas y todos sus hijos, once miembros muertos, sólo él se salvó. Otros aún luchan por la vida o han quedado minusválidos.
La destrucción material que hemos podido ver nos hace pensar en la destrucción más profunda que causa el odio, la violencia, el pecado en los corazones humanos. Daños mucho más difíciles de reparar.
Elevemos nuestras plegarias a Dios para que el Príncipe de la Paz sea conocido por estas sociedades para que puedan así un día participar de su Paz.
Agradecemos a todos los que han rezado por la paz, por nuestros misioneros, por este pueblo. Que Dios los recompense con creces.
M. María de la Contemplación
(13 fotos)A las 09:30 hs, la Hna. María de la Santa Faz y yo, estuvimos en la frontera israelí y, luego de los controles pertinentes, pasamos sin problemas, recorrimos los dos kilómetros que la separa del primer control palestino donde también pasamos sin dificultad y tuvimos que tomar un taxi dado que en tiempos de guerra no permiten llegar a los autos particulares. En el segundo control ya estaba esperándonos el vehículo de la Parroquia con el chofer, P. Mario Da Silva, quien había entrado el pasado 06 de agosto después de una semana de espera en Belén, y Marco, un joven italiano que ejerce el oficio de payaso y ha querido venir a Gaza para poner una sonrisa en los niños y habitantes de esta lacerada tierra en los momentos difíciles que atraviesa.
Como nos encontrábamos en el tercer día de la tregua y ésta recién terminaría a medianoche, teníamos tiempo para recorrer un poco la ciudad. Así que nos dirigimos a dos de los barrios más afectados por los bombardeos Shujiaya y a Beit Hanun. Contrasta ver la vida y actividad que tiene la ciudad que se encuentra solo en tiempo de tregua con la devastación de estos barrios. Hay casas completamente destruidas, algunas con paredes totalmente voladas, edificios con el solo esqueleto de los fundamentos, lo cual permite ver aún las salas y recintos privados de las casas. Montones de escombros sin que se pueda percibir qué es lo que ha existido antes allí.
En medio de tanta destrucción se ve gente y autos andando entre las ruinas, grupos de hombres con algunos niños al reparo de algún techo que ha quedado aún en pie, o en una carpa improvisada, con un colchón, como cuidando las ruinas de su casa.
Nos paramos en una de las calles y saludamos a los que se encontraban allí. Un señor con un niño se acercó a nuestra camioneta y cuando le preguntamos por la familia y su casa, nos respondió que su familia estaba bien, nos señaló un montón de escombros indicando su casa, luego señaló su camisa y nos dijo que era lo único que tenía, pero decía “Al-hamdulilla!” (Gracias a Dios!). Su hijo, mientras tanto, se entretenía con Marcos quien ya había sacado su valija con sus pertenencias de payaso e inflaba un globo para regalarle.
Finalmente llegamos a nuestra Parroquia y fuimos a ver nuestra casa. Sabíamos que nuestra casa había sido dañada como consecuencia de un bombardeo a la casa de un vecino, por lo cual no podríamos regresar para habitar en ella. Fue dañada la sala, la capilla y una habitación. Encontramos muchas cosas tiradas, cortinas rotas, pedazos de pared y de ventana en el otro extremos de la casa, pero lo que mas nos sorprendió fue ver las imágenes de San José, la Virgen de los Dolores, la Sagrada Familia y la Virgen de Luján intactas, sin ningún daño. Supimos más tarde que todas las imágenes habían caído al piso por la explosión y que la rayera, la corona y el vestido de la Virgen de Luján estaban esparcidos en distintas partes, pero la imagen estaba intacta.
La tregua se ha extendido por otros cinco días y aunque vivimos todavía con la incerteza de las negociaciones sobre el fin de los conflictos, es la esperanza de todos que sea el inicio de una paz estable.
Estos dos primeros días hemos ya encontrado a feligreses que se alegran de volvernos a ver. Empezamos nuestro traslado a un pequeño departamento que nos prestan las Hermanas de la Caridad de la M. Teresa de Calcula, hasta que podamos reparar nuestra casa. Las familias empiezan a venir al Hogar de las hermanas a visitar sus hijos discapacitados que permanecieron durante toda la guerra con las hermanas. Las ancianas que provisoriamente habían sido traídas al hogar de niños discapacitados hoy ya han regresado a su casa que se encuentra al frente del Hogar. Como todos, aquí también nosotras tenemos que recomenzar.
Al encontrarse las personas, las preguntas que se hacen son: ¿Cómo estás? ¿Cómo está la familia? ¿Cómo está tu casa? Todos se alegran cuando se responde que están bien, que salió ileso de la guerra –que conservó la vida-, que la familia está bien y en tercer lugar se piensa en la casa. Es común que la respuesta a la tercera pregunta sea que perdieron la casa o que ha sido dañada, pero todos concluyen “Al-hamdulilla!” (Gracias a Dios!).
Muchas familias han perdido algún miembro, en algunos casos han muerto la mayoría. Así un señor perdió a sus dos esposas y todos sus hijos, once miembros muertos, sólo él se salvó. Otros aún luchan por la vida o han quedado minusválidos.
La destrucción material que hemos podido ver nos hace pensar en la destrucción más profunda que causa el odio, la violencia, el pecado en los corazones humanos. Daños mucho más difíciles de reparar.
Elevemos nuestras plegarias a Dios para que el Príncipe de la Paz sea conocido por estas sociedades para que puedan así un día participar de su Paz.
Agradecemos a todos los que han rezado por la paz, por nuestros misioneros, por este pueblo. Que Dios los recompense con creces.
M. María de la Contemplación
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