El 22 de octubre de 1978, Juan Pablo II inauguraba su pontificado, escribiendo una nueva página, que engalanaba la historia de la Iglesia y de la humanidad, con su célebre exhortación, que desde la Plaza de San Pedro dio la vuelta al mundo: «¡No tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a Cristo!»
Y el 22 de octubre es la fiesta del Beato Juan Pablo II, como anunció Benedicto XVI, en la solemne celebración en la que beatificó al Papa Karol Josef Wojtyla, el 1 de mayo de 2011, que coincidía con el Domingo de la Divina Misericordia. Solemnidad establecida en el Año 2000 por el mismo, Juan Pablo II, que luego cerró sus ojos a este mundo en las vísperas de la misma, en 2005. La misma solemnidad elegida por el Papa Francisco, para canonizarlo junto con Juan XXIII, el 27 de abril de 2014, que será precisamente el Domingo dedicado a la Divina Misericordia.
El 22 de octubre de 1978 es la fecha en que el Papa polaco dio comienzo a su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Es el día en que, como nuevo Obispo de Roma, pronunció su célebre exhortación a no tener miedo de acoger a Cristo y de aceptar su dulce potestad, «potestad que no habla con un lenguaje de fuerza, sino que se expresa en la caridad y en la verdad». Lo hizo después de rogar la ayuda del Señor, con el anhelo de ser siervo de sus siervos. Y la ayuda del Pueblo de Dios al Papa y a los servidores de Cristo para servir al hombre y a toda la humanidad:
«El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa, humilde y confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en servidor, y lo sea, de tu única potestad! ¡Servidor de tu dulce potestad! ¡Servidor de tu potestad que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea un siervo! Más aún, siervo de tus siervos.
¡Hermanos y hermanas! ¡No tengan miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad!
¡Ayuden al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera!
¡No tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a Cristo!
Abran a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengan miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce!Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación. Permitan, pues, — se lo ruego, lo imploro con humildad y con confianza— permitan que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!»
Y ese día pidió que se rezara por su ministerio petrino, al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Lo hizo en varios idiomas, también en español, destacando el gran número de fieles de habla hispana en el mundo e invitando a cultivar la entrañable devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra:
«Mi pensamiento se dirige ahora hacia el mundo de lengua española, una porción tan considerable de la Iglesia de Cristo.
A vosotros, hermanos e hijos queridos, llegue en este momento solemne el afectuoso saludo del nuevo Papa.
Unidos por los vínculos de una común fe católica, sed fieles a vuestra tradición cristiana, hecha vida en un clima cada vez más justo y solidario, mantened vuestra conocida cercanía al Vicario de Cristo y cultivad intensamente la devoción a nuestra Madre, María Santísima».
«¡Que el Señor esté con todos con su gracia y su misericordioso amor hacia la humanidad!» Juan Pablo II culminaba su primera homilía como Sucesor de Pedro dirigiéndose a todos los hombres y reiterando su exhortación a rezar por el Papa:
«Y me dirijo una vez más a todos los hombres, a cada uno de los hombres - ¡y con qué veneración el apóstol de Cristo debe pronunciar esta palabra: hombre! - ¡Recen por mí! ¡Ayúdenme para que pueda servirlos! Amén».
Como recordó el Papa Francisco, el pasado miércoles en su audiencia general, este año se cumple el 35 aniversario de la elección de Karol Josef Wojtyla como sucesor del Apóstol Pedro:
«Encomiendo a todos los que están presentes aquí y a sus seres queridos a la celestial intercesión del Beato Juan Pablo II, en el trigésimo quinto aniversario de su elección a la Cátedra de Pedro y los bendigo de corazón ¡Alabado sea Jesucristo!» Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años. Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales - más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte - en 9 consistorios. Uno de los cardenales creados por Juan Pablo II fue Jorge Mario Bergoglio – hoy Papa Francisco - como anunció en el Ángelus del 21 de enero de 2001, con el nombre de otros 32 purpurados.
Y el 21 de febrero de 2001, víspera de la solemnidad de la Cátedra de Pedro pronunció la solemne fórmula en latín:
Cuatro años después, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Iglesia Argentina, celebraba la Santa Misa en memoria de Juan Pablo II, destacando la coherencia obediencial y trascendental de su corazón a la voluntad de Dios.
«Recordamos a un hombre coherente que una vez nos dijo que este siglo no necesita de maestros, necesita de testigos, y el coherente es un testigo. Un hombre que pone su carne en el asador y avala con su carne y con su vida entera, con su transparencia, aquello que predica», decía el Card. Bergoglio, de Juan Pablo II y añadía «este coherente que por pura coherencia se embarró las manos, nos salvó de una masacre fraticida; este coherente que gozaba tomando a los chicos en brazos porque creía en la ternura. Este coherente que más de una vez hizo traer a los hombres de la calle, para hablarles y darles una nueva condición de vida. Este coherente que cuando se sintió bien de salud pidió permiso para ir a la cárcel a hablar con el hombre que había intentado matarlo».
Es un testigo, dijo el Card. Bergoglio y terminó su homilía repitiendo las palabras: «Lo que necesita este siglo no son maestros son testigos». Y en la encarnación del Verbo, Cristo es el testigo fiel. Hoy vemos en Juan Pablo una imitación de este testigo fiel – reiteró, para añadir textualmente: «Y agradecemos que Juan Pablo haya terminado su vida así, coherentemente, que haya terminado su vida siendo simplemente eso: un testigo fiel».
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. El 22 de octubre de 1978 coincidía con la Jornada Misionera Mundial, es decir, la Jornada en que toda la Iglesia «ora, medita, trabaja para que las palabras de vida de Cristo lleguen a todos los hombres y sean escuchadas como mensaje de esperanza, de salvación, de liberación total» como dijo él mismo inaugurando su Pontificado.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia cruzó el umbral del tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
Y el 22 de octubre es la fiesta del Beato Juan Pablo II, como anunció Benedicto XVI, en la solemne celebración en la que beatificó al Papa Karol Josef Wojtyla, el 1 de mayo de 2011, que coincidía con el Domingo de la Divina Misericordia. Solemnidad establecida en el Año 2000 por el mismo, Juan Pablo II, que luego cerró sus ojos a este mundo en las vísperas de la misma, en 2005. La misma solemnidad elegida por el Papa Francisco, para canonizarlo junto con Juan XXIII, el 27 de abril de 2014, que será precisamente el Domingo dedicado a la Divina Misericordia.
El 22 de octubre de 1978 es la fecha en que el Papa polaco dio comienzo a su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Es el día en que, como nuevo Obispo de Roma, pronunció su célebre exhortación a no tener miedo de acoger a Cristo y de aceptar su dulce potestad, «potestad que no habla con un lenguaje de fuerza, sino que se expresa en la caridad y en la verdad». Lo hizo después de rogar la ayuda del Señor, con el anhelo de ser siervo de sus siervos. Y la ayuda del Pueblo de Dios al Papa y a los servidores de Cristo para servir al hombre y a toda la humanidad:
«El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa, humilde y confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en servidor, y lo sea, de tu única potestad! ¡Servidor de tu dulce potestad! ¡Servidor de tu potestad que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea un siervo! Más aún, siervo de tus siervos.
¡Hermanos y hermanas! ¡No tengan miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad!
¡Ayuden al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera!
¡No tengan miedo! ¡Abran - aún más - abran de par en par las puertas a Cristo!
Abran a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengan miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce!Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación. Permitan, pues, — se lo ruego, lo imploro con humildad y con confianza— permitan que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!»
Y ese día pidió que se rezara por su ministerio petrino, al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Lo hizo en varios idiomas, también en español, destacando el gran número de fieles de habla hispana en el mundo e invitando a cultivar la entrañable devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra:
«Mi pensamiento se dirige ahora hacia el mundo de lengua española, una porción tan considerable de la Iglesia de Cristo.
A vosotros, hermanos e hijos queridos, llegue en este momento solemne el afectuoso saludo del nuevo Papa.
Unidos por los vínculos de una común fe católica, sed fieles a vuestra tradición cristiana, hecha vida en un clima cada vez más justo y solidario, mantened vuestra conocida cercanía al Vicario de Cristo y cultivad intensamente la devoción a nuestra Madre, María Santísima».
«¡Que el Señor esté con todos con su gracia y su misericordioso amor hacia la humanidad!» Juan Pablo II culminaba su primera homilía como Sucesor de Pedro dirigiéndose a todos los hombres y reiterando su exhortación a rezar por el Papa:
«Y me dirijo una vez más a todos los hombres, a cada uno de los hombres - ¡y con qué veneración el apóstol de Cristo debe pronunciar esta palabra: hombre! - ¡Recen por mí! ¡Ayúdenme para que pueda servirlos! Amén».
Como recordó el Papa Francisco, el pasado miércoles en su audiencia general, este año se cumple el 35 aniversario de la elección de Karol Josef Wojtyla como sucesor del Apóstol Pedro:
«Encomiendo a todos los que están presentes aquí y a sus seres queridos a la celestial intercesión del Beato Juan Pablo II, en el trigésimo quinto aniversario de su elección a la Cátedra de Pedro y los bendigo de corazón ¡Alabado sea Jesucristo!» Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años. Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales - más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte - en 9 consistorios. Uno de los cardenales creados por Juan Pablo II fue Jorge Mario Bergoglio – hoy Papa Francisco - como anunció en el Ángelus del 21 de enero de 2001, con el nombre de otros 32 purpurados.
Y el 21 de febrero de 2001, víspera de la solemnidad de la Cátedra de Pedro pronunció la solemne fórmula en latín:
Cuatro años después, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Iglesia Argentina, celebraba la Santa Misa en memoria de Juan Pablo II, destacando la coherencia obediencial y trascendental de su corazón a la voluntad de Dios.
«Recordamos a un hombre coherente que una vez nos dijo que este siglo no necesita de maestros, necesita de testigos, y el coherente es un testigo. Un hombre que pone su carne en el asador y avala con su carne y con su vida entera, con su transparencia, aquello que predica», decía el Card. Bergoglio, de Juan Pablo II y añadía «este coherente que por pura coherencia se embarró las manos, nos salvó de una masacre fraticida; este coherente que gozaba tomando a los chicos en brazos porque creía en la ternura. Este coherente que más de una vez hizo traer a los hombres de la calle, para hablarles y darles una nueva condición de vida. Este coherente que cuando se sintió bien de salud pidió permiso para ir a la cárcel a hablar con el hombre que había intentado matarlo».
Es un testigo, dijo el Card. Bergoglio y terminó su homilía repitiendo las palabras: «Lo que necesita este siglo no son maestros son testigos». Y en la encarnación del Verbo, Cristo es el testigo fiel. Hoy vemos en Juan Pablo una imitación de este testigo fiel – reiteró, para añadir textualmente: «Y agradecemos que Juan Pablo haya terminado su vida así, coherentemente, que haya terminado su vida siendo simplemente eso: un testigo fiel».
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. El 22 de octubre de 1978 coincidía con la Jornada Misionera Mundial, es decir, la Jornada en que toda la Iglesia «ora, medita, trabaja para que las palabras de vida de Cristo lleguen a todos los hombres y sean escuchadas como mensaje de esperanza, de salvación, de liberación total» como dijo él mismo inaugurando su Pontificado.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia cruzó el umbral del tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
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