martes, 22 de octubre de 2013
La Cruz como una espada, para Wojtyla
Los devotos de Wojtyla lo celebraron beato por última vez, porque el próximo 22 de octubre del 2014, Juan Pablo II ya será celebrado como santo.
El hecho es que en la imagen que tengo de Juan Pablo II, no lo puedo separar de su báculo, del cayado de pastor, del “pastoral” –como lo llaman muchos- que Wojtyla sostenía firmemente. Ese bastón plateado, rematado en la cruz con el madero transversal arqueado por el peso de Jesús.
Veo siempre y así lo quiero ver al Papa polaco, aferrado a ese cayado, como a un bastón que no se puede sostener si él mismo bastón no te sostiene, porque la cruz no es otra que la cruz de Jesús. Y al final es Jesús el que sostuvo y sostiene la cruz y no al revés, como esas espadas de la ficción que tienen poder, movimiento y eficacia por sí mismas y guían a la victoria a quien las empuña. Y es Jesús la espada que derrota el mal y abre en el propio corazón la fuente inagotable de Vida en el Amor.
Juan Pablo II blandió la cruz como una espada sobre el mundo, para romper cadenas y abatir muros, y en el mismo gesto de plantarla como un árbol, para que de frutos, él se sostenía en ese Jesús crucificado. Sostenía en alto la cruz que lo sostenía a él.
Tantas veces lo vimos aferrarse directamente a la cruz y no al soporte largo. Apoyar esa cruz sobre su cabeza o sostenerla como con un beso, pegada a sus labios.
Hasta que la cruz se blandió sobre él y el mismo crucificado hizo experimentar a Wojtyla parte del dolor por el sacrificio de amor por el hombre, desde adentro de su propio cuerpo oprimido dura y dolorosamente por el Párkinson.
Pero como espada de dos filos la misma cruz de Cristo le abrió la fuente del gozo del cielo, porque Juan Pablo II sostuvo hasta el final la cruz que lo sostuvo a él siempre.
REFLEXIONES EN FRONTERA
Jesuita Guillermo Ortiz
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