“No lleven oro, plata o monedas en el cinturón”. El Pontífice desarrolló su homilía partiendo de la exhortación dirigida por Jesús a los Apóstoles enviados a anunciar el Reino de Dios. Un anuncio, dijo, que el Señor “quiere que se haga con sencillez”. Aquella sencillez “que deja lugar al poder de la Palabra de Dios”, porque si los Apóstoles no hubieran tenido “confianza en la Palabra de Dios”, “quizás hubieran hecho otra cosa”. El Obispo de Roma indicó la “palabra-clave” del mandamiento dado por Jesús: “Gratuitamente han recibido, den gratuitamente”. Todo es gracia, recalcó, y “cuando nosotros pretendemos hacer en forma tal que la gracia es dejada de lado, el Evangelio no es eficaz”: “La predicación evangélica nace de la gratuidad, del estupor de la salvación que viene y de aquello que yo he recibido gratuitamente, debo darlo gratuitamente. Ellos actuaron así desde el inicio. San Pedro no tenía una cuenta bancaria, y cuando tuvo que pagar los impuestos el Señor lo envió al mar a pescar un pez y encontrar la moneda dentro del pez, para pagar. Felipe, cuando encontró al ministro de economía de la reina Candace, no pensó: ‘Ah, bien, hagamos una organización para sostener el Evangelio…’
¡No! No ha hecho un ‘negocio’ con él: anunció, bautizó y se marchó”.
El Reino de Dios, “es un don gratuito”, reflexionó el Papa, resaltando que, desde los orígenes de la comunidad cristiana, esta actitud ha estado sujeta a tentación. Existe, precisó, “la tentación de buscar fuerza" por todos lados excepto que en la gratuidad, mientras que “nuestra fuerza es la gratuidad del Evangelio”. El Pontífice constató que “siempre, en la Iglesia, ha existido esta tentación". Y esto crea “un poco de confusión”, advirtiendo que así “el anuncio parece proselitismo, y por ese camino no se avanza”. El Señor, agregó, “nos ha invitado a anunciar, no a hacer prosélitos”. Citando luego a Benedicto XVI, Francisco subrayó que “la Iglesia crece no por proselitismo, sino por atracción”. Y esta atracción, prosiguió, viene del testimonio de “aquellos que desde la gratuidad anuncian la gratuidad de la salvación”:
“Todo es gracia. Todo. Y ¿cuáles son los signos de cuando un apóstol vive esta gratuidad? Hay tantos, pero sólo les señalo dos: primero, la pobreza. El anuncio del Evangelio debe ir por el camino de la pobreza. El testimonio de esta pobreza: no tengo riquezas, mi riqueza es sólo el don que he recibido, Dios. Esta gratuidad: ¡ésta es nuestra riqueza! Y esta pobreza nos salva del convertirnos en organizadores, empresarios… Las obras de la Iglesia se deben llevar adelante, y algunas son un poco complejas; pero con corazón de pobreza, no con corazón de inversión o de empresario, ¿no?”
“La Iglesia –agregó- no es una ONG: es otra cosa, más importante, y nace de esta gratuidad. Recibida y anunciada”. La pobreza, insistió, “es uno de los signos de esta gratuidad”. El otro signo, agregó, “es la capacidad de alabanza: cuando un apóstol no vive esta gratuidad, pierde la capacidad de alabar al Señor”. Alabar el Señor, de hecho, “es esencialmente gratuito, es una oración gratuita: no pedimos, sólo alabamos”:
“Estas dos son señales del hecho que un apóstol vive esta gratuidad: la pobreza es la capacidad de alabar al Señor. Y cuando encontramos apóstoles que quieren hacer una Iglesia rica y una Iglesia sin la gratuidad de la alabanza, la Iglesia envejece, la Iglesia se convierte en una Organización No Gubernamental, la Iglesia no tiene vida. Pidamos hoy al Señor la gracia de reconocer esta gratuidad: ‘Gratuitamente han recibido, den gratuitamente’. Reconocer esta gratuidad, aquel don de Dios. Y también nosotros avanzar en la predicación evangélica con esta gratuidad”. (RC-RV)
VIDEO: http://youtu.be/PMYQr0yDAJI
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