sábado, 30 de enero de 2016

Por el amor de Dios: el cura de Villa Mitre que orienta el Papa

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com
“Ustedes no eligieron, fueron elegidos para un camino de cruz, de servicio al Señor...".
El cardenal Jorge Bergoglio alzó la voz y llevó sus ojos a los de esos 14 jóvenes que estaban en el umbral de su ordenación.
Eusebio Hernández nunca podrá olvidar ni la mirada ni aquellas palabras de quien ahora es el líder de 1.200 millones de católicos.
Hasta esa misa del 21 de noviembre de 2009, en el porteño microestadio de Argentinos Juniors, Eusebio había recorrido un largo camino con principio en su Bahía Blanca natal.
Peregrinando en otros caminos, el sacerdote se ha pasado los últimos días de 2015 y los primeros de 2016. En diciembre, realizó una convivencia con jóvenes de su parroquia en el Monasterio de las Clarisas, en Puan, su segunda casa
en estos pagos de la región. Muy pronto continuó su tarea misionera en el pueblo de El Hoyo, en la árida Santiago del Estero, misión que llevó a cabo junto a las hermanas Esclavas del Sagrado Corazón y 40 alumnos de su colegio situado en el barrio porteño de Belgrano.
De nuevo en Buenos Aires, se prepara para asumir, a pedido del cardenal Poli, su tarea como párroco de Nuestra Señora de Caacupé, en el barrio de Caballito.
Bergoglio, al consagrarlo, también le pidió que nunca se canse de ser misericordioso.
* * *
En septiembre del año pasado, Eusebio viajó a Roma con su madre, y en el Vaticano visitó por segunda vez al Papa. Su primera visita había sido en agosto de 2013, junto a 14 jóvenes, a quienes Francisco recibió en audiencia privada luego de la misa.
“Solía repetirme que no me olvide nunca de dónde venía, de quiénes eran mis padres, y que siempre agradezca con alegría la honesta sencillez de mi casa. Me decía: 'si tenés eso siempre presente, vas a ser un buen cura'".
El cura bahiense sostiene que el Papa propone una Iglesia llamada a ofrecer a todos su única riqueza verdadera: Jesús. “En Él todo hombre puede experimentar la misericordia que renueva y la paz de un amor que nos 'primerea' --como decía Bergoglio--, y la alegría de una esperanza que no defrauda".
Religión, rugby y política.
Eusebio Hernández Greco nació en un parto por cesárea el 20 de febrero de 1974, en el Hospital Español.
--¿Qué vas a ser cuando seas grande?
--Sacerdote –-contestaba muy convencido el pibe que crecía junto a Octavio y Augusto, sus dos hermanos, en la casa de la calle Parera, casi Sócrates. Al cumplir los 3 años, Rosita Greco, su mamá, lo consagró a la Virgen María Auxiliadora.
De la infancia entre familiares y amigos, Eusebio guarda sus mejores recuerdos de su tiempo en el barrio y como alumno del Colegio Don Bosco. Con varios de sus ex compañeros sigue en comunicación.
De su abuela, María Rosa Andols, una vital y lúcida chubuteña de 86 años, hija de catalanes, recibió el interés por la política. Ella lo llevaba al comité radical de Donado 354.
“Tenía 12 o 13 años y por entonces descubrí mi pasión por la política y el compromiso ciudadano. Pude conocer personas interesantes, entre los que recuerdo a Juan Carlos Cabirón, Jorge Paternesi, Jaime Linares y Carlos Lemos”.
Por motivos laborales de su papá, inspector de la Caja de Subsidios Familiares para Empleados de Comercio, la familia se trasladó temporalmente a Trelew, donde cursó los dos últimos años del secundario en el Colegio Padre Juan Muzzio.
De su padre, Antonio Hernández –fallecido hace dos años--, heredó el compromiso solidario y la pasión por el rugby. Jugó en el Club Argentino desde los 9 a los 15 años. Aunque poco futbolero, también lleva a Villa Mitre en su corazón.
Si bien en la adolescencia Eusebio dejó de repetir que iba a ser cura, sintió que tarde o temprano lo sería.
A los 21 años ingresó al Monasterio de San Benito, en Luján, donde por 7 años dice que bebió de la espiritualidad benedictina en el silencio, la oración y el trabajo.
Tiempo después, Bergoglio lo animó a que escuche siempre la música del primer llamado y que se disponga para lo que Dios vaya pidiendo.
La amiga gobernadora.
Corría 1992 cuando Eusebio se radicó en Buenos Aires para estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Católica Argentina. Entre sus compañeras estaba la hoy gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal.
“Nos hicimos muy amigos. Esa relación permanece fiel en el tiempo y las distancias. Es una mujer con mucha sensibilidad social, de profunda y honesta espiritualidad. Evidencia una incansable capacidad de trabajo y compromiso. Tengo la total certeza de que la provincia está en manos de una persona tan eficiente como confiable y solidaria, que al finalizar cada día termina preguntándose, ante Dios y su conciencia, qué hizo por el prójimo”.
El 10 de diciembre del año pasado, Eusebio acompañó a su amiga a la jura como gobernadora. Tras la asunción y el discurso de María Eugenia Vidal, le ofrendó la bendición ante la presencia de sus familiares, amigos y colaboradores más íntimos.
Papa y el papá.
En 1994, Eusebio se apartó de Ciencias Políticas para ingresar al Seminario de Villa Devoto, desarrolló sus estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Católica y en forma constante contó con la compañía y los consejos de Bergoglio, quien conoció a sus familiares en 1995, en oportunidad de la celebración de Corpus Christi.
“Surgió una amistad con mi papá, que se mantuvo por medio de visitas y varias cartas. El hoy Santo Padre lo ayudó mucho en el crecimiento de su fe. Cuando papá falleció, tuvimos sus condolencias”.
Para su ordenación, Eusebio eligió el lema "Sé en quién he puesto mi confianza". Desde entonces se desempeñó como vicario en la Basílica del Socorro y en la Parroquia San Benito, ambas de Buenos Aires.
"El deseo de buscar el rostro de Jesús, presente en el otro, es el marco de la entrega en lo cotidiano”, afirma, y, en este deseo Eusebio cree que la vida se vuelve servicio.
Rosita Greco
Los recuerdos de mamá
--Dale mamá, enseñame. Daleee.
Rosita Greco cuenta que a los 5 años Eusebio la perseguía para que le enseñase el "Ave María" en latín.
Rosita asegura que Eusebio, su hijo del medio, nunca dejó de ser un chico muy normal, con las travesuras propias de la edad, pero que desde el jardín infantes expresó especialmente su vocación religiosa.
“A los 3 años regalaba estampitas. Decía que la Virgen siempre ayudaba. También lo atraía el altar de María Auxiliadora. A ella le consagré mis hijos”.
Maestra del Colegio María Auxiliadora desde 1969 a 1988, donde llegó a cumplir pequeñas suplencias en la Dirección, Rosita comenta que Eusebio siempre transmitió fe y que por eso ya de chico muchos lo buscaban para pedirle consejos.“Solo puedo decir que siento un orgullo demasiado grande por quien tuvo el valor de entregarle su vida a Dios y de hacerlo todo por amor. Pero también tengo la fortuna de disfrutar de otros dos hermosos nietos”.
Entre las fotos familiares, los mates de Octavio y los comentarios de Rosita, la abuela María Rosa, que conoció en Chubut a la madre de Juan Domingo Perón, revive las tardes-noches en el comité de la Unión Cívica Radical.
“Con Eusebio participamos de lo que Raúl Alfonsín despertó en el radicalismo, al que me afilié a los 18 años. A él le gustaba mucho la política. Preguntaba, conversaba y escuchaba los discursos con atención. En el comité todos los conocían”.
María Rosa, que nunca dudó del destino de Eusebio, lo confirmó tras la comunión de Octavio, en el patio del Don Bosco donde, en el transcurso de la ceremonia y al ver al arzobispo, monseñor Jorge Mayer, le aseguró que él también sería sacerdote.
La entronización de la Virgen de Monserrat por parte de Eusebio hace dos años en el Casal Catalá de Bahía Blanca, es uno de los momentos que María Rosa jamás olvidará.
La abuela nació en 1930, en Facundo Chubut, que por entonces se llamaba Ensanche de la Colonia Sarmiento. Su padre llegó analfabeto, trabajó muy duro, aprendió a leer con los peones, tuvo una gran biblioteca y hasta pudo comprarse un campo en Río Mayo.
“El país le ofreció la oportunidad que no le dio España y papá, como buen catalán, la supo aprovechar”.
De la memoria de María Rosa brotan las más diversas historias, como las vinculadas con la madre de Juan Domingo Perón.
“A doña Juana Sosa, casada en segundas nupcias con Marcelino Canosa, la conocí en Comodoro Rivadavia. Esa mujer ayudó a todo el mundo. Cuando ella murió yo estaba en su casa, junto al esposo, que por teléfono le dio la noticia a Perón. En 1953, tras la muerte de Evita, la mujer de Perón, mi mamá la escribió y él le respondió". A esa carta María Rosa la conservó por años, hasta que se le perdió en una mudanza”.

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