El 8 de octubre se conmemora en nuestro país el Día del Estudiante Solidario en referencia a “la tragedia de Santa Fe”, donde un choque ocurrido en esa provincia entre un micro y un camión provocó la muerte de nueve alumnos y una profesora del Colegio Ecos, que venían de realizar un viaje solidario en el norte de Argentina.
Sus compañeros y familiares resumen sus reflexiones actuales, luego de nueve años de ocurrida la tragedia en una palabra “responsabilidad”. Santiago Bravo de la Serna (21), hermano de Benjamín; Carolina Arienti (24), compañera de curso de los estudiantes; y Lucas Kalwill Lima (25), sobreviviente del siniestro, son también víctimas, y durante estos años buscaron el modo de transformar su dolor en una causa solidaria.
Paradójicamente estos jóvenes encontraron consuelo en los padres de las víctimas fatales. Poco después del hecho, esos hombres y mujeres que habían perdido a sus hijos decidieron organizar una asociación, Conduciendo a Conciencia, y a través de ella varios recitales de rock conmemorativos, que sirven como excusa para reunir donaciones que se envían a escuelas vulnerables del norte argentino. Porque de allí volvían los chicos y la profesora fallecidos,habían llevado ayuda a una escuela rural de la localidad chaqueña de El Paraisal.
El duelo de Santiago llevó tiempo. Haber perdido de golpe a su hermano mayor lo dejó en estado de shock, cuando apenas tenía 13 años. Hoy se siente feliz de volver a tener proyectos, como una novela de próxima publicación o la búsqueda de un trabajo como compositor: descubrió que su mundo es el arte y que cada obra suya está inspirada en los recuerdos. “Todo lo que pasó me ayudó muchísimo a crecer, pero yo no tenía ganas de crecer. Ahora, por primera vez puedo decir que estoy empezando a vivir“, resume.
Los tres coinciden en que lo ocurrido los llevó a saltearse etapas clásicas del mundo adolescente. “En ese momento, dejamos de ser chicos de secundario que salían a la noche. Nos juntábamos en una casa, con los tiempos que tenía cada uno para hablar, pero algo de la adolescencia se había roto“, describe Carolina, hoy convertida en productora de radio y, según dicen desde la ONG, también productora allí.
Para Lucas, la carga también es mucha. No sólo perdió a sus amigos; él mismo fue parte de aquel viaje al norte y resultó herido en el choque. “Agradezco tener la pierna, que no la perdí por un centímetro”, sobre todo pensando en su trabajo cotidiano, que se concentra en tareas de apicultura y carpintería en una isla del Tigre adonde se mudó hace unos años. De todas formas, aclara: “La que nos marca es la cicatriz emocional. Lo otro fue leve para mí.” Asegura que está listo para volver a visitar la escuela chaqueña y que le gustaría, “porque esos chicos tienen mucho que enseñar”.
Lucas se refiere a la tragedia ocurrida y a la tarea que ahora desempeñan con mucha claridad: “lo que vivimos fue muy fuerte y uno siente que tiene una responsabilidad, un compromiso con la vida. Tratar de elegir cosas que ayuden a los demás. Transmitir lo que sentimos es aportar algo para cuidar al otro”, reflexiona.
Los tres coinciden en algo: “hoy se habla mucho de la venganza, y de la justicia pensada desde un lugar muy violento, no valorando la vida. El mensaje de los padres siempre fue muy claro: dale valor a tu vida. Valorar lo que tenemos, cuidarlo mucho, y acompañarnos en el dolor, que es una realidad. Desde que empezamos con el armado de Conduciendo a Conciencia, la cuestión fue valorar la vida, reír y seguir viviendo. Y eso se da cada 8 de octubre, en los festivales solidarios. Siempre esperamos muy contentos su llegada”. Este año no fue la excepción.
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