VATICANO, 08 Oct. 14 / 11:39 am (ACI/EWTN Noticias).- En la cuarta congregación del Sínodo Extraordinario sobre la Familia, realizada durante la tarde del 7 de octubre, los Obispos denunciaron la “dictadura del pensamiento único” que distorsiona el concepto del matrimonio entre un hombre y una mujer.
Según informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, los Obispos señalaron primero “el vínculo entre crisis de la fe y crisis de la familia afirmando que la primera genera la segunda. Y esto porque la fe se percibe generalmente como un conjunto de aportaciones doctrinales cuando en cambio es, ante todo, un acto libre por el que nos confiamos a Dios”.
En ese marco, se propuso considerar un “vademécum” dedicado “a la catequesissobre la familia, para que ésta refuerce su misión evangelizadora”.
“Además, se habló de la debilidad de la fe de muchos de los bautizados, causa de que muchos cónyuges lleguen al matrimonio sin ser plenamente conscientes de lo que éste lleva aparejado”.
Los Obispos señalaron como “uno de los grandes retos” actuales de la familia a la “'dictadura del pensamiento único'”, la cual “pretende introducir en la sociedad una serie de valores que distorsionan el concepto de matrimonio como unión entre hombre y mujer”.
“La crisis de valores, el secularismo ateo, el hedonismo, la ambición de poder destruyen la familia, la desnaturalizan, debilitan a las personas y, en consecuencia, hacen también más frágil a la sociedad. Por eso es importante lograr que los fieles recuperen la conciencia de su pertenencia a la Iglesia, porque la Iglesia crece por atracción y son las familias de la Iglesia las que atraen a otras familias”.
La Iglesia, “experta en humanidad”, indicaron los Obispos participantes en el Sínodo, “debe enfatizar la belleza y la necesidad que cada uno tiene de la familia, porque es irremplazable. Hace falta despertar en el ser humano el sentido de pertenencia al núcleo familiar”.
Los Prelados recordaron además “la importancia de la relación entre sacerdotes y familias. Los primeros acompañan a las familias en todas las etapas más importantes de la vida, compartiendo sus alegrías y sus dificultades; las familias, a su vez, ayudan a los sacerdotes a vivir el celibato como afectividad plena, equilibrada, y no como una renuncia”.
“Además, la familia ha sido definida como ‘cuna de las vocaciones’', porque es dentro de las paredes domésticas, en la oración vivida en común, donde surge frecuentemente la llamada al sacerdocio”.
Los Obispos subrayaron también “el vínculo entre el bautismo y el matrimonio”, destacando que “sin una iniciación cristiana seria y profunda el significado del sacramento conyugal se ve disminuido”.
“De ahí, la observación de que el matrimonio cristiano no puede ser sólo una tradición cultural o una exigencia social. Debe entenderse como una decisión vocacional, emprendida con una preparación adecuada que no se puede improvisar durante pocos encuentros, sino que exige tiempo”.
Al reflexionar sobre la repercusión del trabajo en la dinámica familiar, los Obispos señalaron que son dos dimensiones “que hay que conciliar”, en base “a los horarios de trabajo cada vez más flexibles, a los nuevos modelos contractuales, a las distancias geográficas entre el hogar y el lugar de trabajo”.
“Además hay que tener en cuenta que con la tecnología el trabajo entra en casa haciendo más difícil el diálogo familiar”.
Los Obispos abordaron también los desafíos pastorales que enfrentan las familias en África, entre ellos “la poligamia, el levirato, las sectas, la guerra, la pobreza, el drama doloroso de la emigración, la presión internacional para el control de nacimientos”.
Todos estos problemas, indicaron, “socavan la estabilidad de la familia, poniéndola en crisis”.
“Hay que enfrentar estos retos con una evangelización profunda, capaz de promover los valores de la paz, la justicia y el amor, unida a una adecuada promoción del papel de la mujer en la sociedad, a la esmerada educación de los niños y a la protección de los derechos de todas las víctimas de la violencia”.
En la hora de intervenciones libres, se abordó el anuncio del Evangelio a través de las nuevas tecnologías de los medios de comunicación y la indisolubilidad del matrimonio.
Sobre esta última, se indicó que “en nuestros días parece como si la ley se contrapusiera al bien de la persona. En realidad, la verdad del vínculo conyugal y su estabilidad están grabadas en la persona, por lo tanto, no se trata de contraponer ley y persona, sino de apurar cómo contribuir a no traicionar la propia verdad”.
Se propuso también un diálogo sobre “las familias que no han tenido el don de los hijos a pesar de quererlos, así como de las que viven en las regiones afectadas por el virus del Ébola”.
Al finalizar, los Prelados señalaron que la Iglesia como luz que debe ser no solo “la luz de un faro, que permanece fijo e ilumina a distancia, sino antorcha, es decir ‘luz amable’ que acompaña a los seres humanos en su camino, paso tras paso”.
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