domingo, 7 de abril de 2013

Mi abuelo, el cura de Saldungaray

JUAN CARLOS DE PIAZZA ES VIUDO, TIENE DOS HIJOS Y SEIS NIETOS


Mi abuelo, el cura de Saldungaray

Con 73 años de edad, el diácono Juan Carlos De Piazza será ordenado sacerdote el 31 de mayo, en lo que fue una de las últimas decisiones de Benedicto XVI. "Me siento querido, contento y contenido. Es mi lugar en el mundo", dijo sobre la localidad serrana.
  A Juan Carlos le gusta el mate dulce y lo ceba bastante dulce. Es un tanto despistado, al punto de no acordarse dónde deja las cosas o de atender el teléfono anunciando: "Obispado de Bahía Blanca, buenos días".

Le encantan los animales: en la casa parroquial tiene un par de loros y tres perros, y asegura que, en el Nuevo Cielo, Dios tiene un lugar para animales tan cariñosos y tan fieles.

Marplatense de nacimiento, franciscano por naturaleza, habitante de Saldungaray ("este es mi lugar"), e hincha (bien hincha) de Boca. Dice que le gusta todo lo mundano; y piensa sus palabras, habla pausado y amablemente, con voz y mirada claras, directo a los ojos.

Por unos días, en su pueblo adoptivo fue casi tan famoso como Francisco, el Papa argentino. El 19 de marzo, el día en que Jorge Bergoglio tomaba posesión de la Santa Sede, al diácono permanente de Saldungaray Juan Carlos de Piazza le anunciaban que, a sus 73 años, se iba a ordenar sacerdote por decisión de quien había sido Papa hasta hacía unos días, Benedicto XVI. El condimento especial de la noticia reside en el hecho que, normalmente, a los diáconos permanentes no les es permitido abrazar el sacerdocio, a diferencia de los diáconos temporales.

A partir de ese momento, la novedad circuló rápidamente de boca en boca, por teléfono, por internet, por radio, por todos lados: un viudo de 73 años, con dos hijos y seis nietos, iba a ser ordenado sacerdote en Saldungaray.

"La noticia me tomó por sorpresa y me impactó más de lo que imaginaba. Lo primero que hice fue llamar a mi hija Mónica, a España, y a mi hijo Pablo, a Mar del Plata", recuerda.

"Ellos entienden todo esto que está ocurriendo, pero a mis nietos (Nicolás, Marcos y Guido, en España; y Miranda, Dante y Thea, en Mar del Plata), más allá de estar contentos, no les cierra la idea. ¿Su abuelo, cura? Les parece raro, y creo que es lógico que así sea", cuenta.

El pedido para ser ordenado había sido hecho en septiembre del año pasado al Vaticano. Cuando ya pensaba que todo iba a quedar en la nada, llegó la noticia desde Roma, y con un condimento inesperado: su ordenación fue una de las últimas decisiones de Benedicto XVI.

"Como chiste pienso que, como en la Iglesia nos manejamos con la eternidad, a la larga ningún tiempo es mucho", dice.

Para su ordenación espera la presencia de mucha gente, además varios obispos, amigos que ha ido haciendo a lo largo de su vida y, por supuesto, de todo Saldungaray. También estará su hijo Pablo con sus nietos. Como para su hija es complicado pagar tantos pasajes, ya siendo sacerdote viajará a España para dar una misa junto a Mónica y su familia.

De chiquito

Juan Carlos pertenece a una familia católica, y siempre participó en distintos movimientos vinculados a la Iglesia: de pequeño fue monaguillo; a los 16 años ingresó en la Tercera Orden Franciscana; y cuando estaba casado con Mirta, ambos participaban del Movimiento Familiar Cristiano.

Ya viudo y trabajando como secretario de monseñor Rómulo García --en Mar del Plata y en Bahía Blanca--, estudió y concluyó sus estudios de teología en la Escuela Universitaria de Teología. También pertenece al movimiento Franciscanos Misioneros Seculares, donde se consagró a Dios tomando los votos de pobreza, castidad y obediencia.

A Saldungaray llegó en 1999 y permaneció hasta 2001. Volvió en 2007, para trabajar con jóvenes junto al padre Adrián Martínez; y terminó quedándose como diácono permanente y capellán del colegio Fortín Pavón.

"Aquí me siento muy querido, contento y contenido. Mi familia me dice que este es mi lugar en el mundo, y es cierto", asegura.

Lo demás es historia ya conocida.

"Apostolado se hace en cualquier lado"

En las paredes del comedor de la casa parroquial de Saldungaray hay muchas fotos colgadas: sus nietos, sus hijos, del grupo de pibes que se reúnen de vez en cuando a comer allí; inclusive, hay una en blanco y negro en la que está con Mirta, el día de su casamiento.

"¡Mirá qué facha tenía!", dice.

Por esa época, Juan Carlos era visitador médico, vivía en Mar del Plata y dividía el tiempo entre su familia, el trabajo y el karate coreano (tang soo do), del cual llegó a ser cinturón rojo. Para cambiar de rubro, junto a su madre y hermana alquiló un kiosco en una estación de servicio ubicada sobre la Avenida Constitución, donde en ese momento estaban los boliches bailables.

"Yo seguía vinculado a la Iglesia, e incluso había formado un grupo de encuentros en la estación de servicio, llamado San Francisco. Eso demuestra que cuando querés hacer apostolado, lo hacés en cualquier lado", afirma.

En ese lugar, a mediados de la década del 70 se enteró del accidente y la muerte de su esposa. A partir de ese momento, nunca más manejó un auto.

"En la estación de servicio había conocido a un cura que era secretario del obispo de Mar del Plata, que en ese momento era Rómulo García. Cuando le asignaron una parroquia, se comunicó conmigo para ver si quería ocupar su puesto. Así fue como me reuní con Rómulo, y estuve con él desde agosto de 1979 durante 20 años.

"Trabajaba a la mañana con él, dormía a la tarde y a la noche estaba en la estación de servicio. Encima, hacía karate. Después, por cuestiones de tiempo, dejé la estación y el kiosco; y más tarde tuve que dejar el karate", comenta.

Gustos y más gustos

Siendo pequeño, una de sus abuelas lo llevaba a misa. También iba con ella al teatro, a conciertos de música o al cine.

"Ya de grande me di cuenta que ella era sorda, y que en realidad sólo iba a esos lugares para que yo pudiera estar. Lo que puede el amor... Ella se aburriría como un hongo, pero me llevaba", recuerda.

De ahí quedó su gusto por la música, mayormente clásica y ópera, que inculcó también a los suyos: su hijo tiene un grupo de reggae, y le manda varios demos para que escuche.

"También leo mucho. Cuando era chico iba a la ruta a ver pasar los autos de Turismo Carretera; era hincha de Juan Gálvez y después de Oscar Gálvez. Al principio le tenía bronca a (Juan Manuel) Fangio, pero después me hice hincha de él", comenta.

El fútbol también le gusta. En su momento discutía mucho sobre el tema y su Boca Juniors.

"Me peleaba por fútbol; sobre todo con una de mis abuelas, que era de River. Tengo grabada una imagen de ella, agachándose para agarrar una piedra de la calle para tirármela por la cabeza, porque yo la gastaba...", sonríe.

Cura, no cacique

Cuando le preguntan por el papa Francisco, Juan Carlos reconoce que admira cada vez más a Benedicto XVI, ya que considera que sentó las bases para todo el trabajo que, a partir de ahora, quiere hacer Bergoglio en la Iglesia.

"También me gusta mucho la actitud y la forma que Francisco quiere darle a la Iglesia. Por supuesto, lo voy a seguir incondicionalmente", dice.

Se ríe cuando le preguntan si va a ser un cura "new age"; cuenta que al principio le molestaba que le dijeran "padre Juan Carlos"; y reconoce que quiere que la de Saldungaray sea "una iglesia de puertas abiertas".

"Quiero ser un ministro de la Reconciliación. Quiero formar una comunidad servidora, en la que el cura no sea el cacique, sino que esté al servicio de los demás y se preocupe por ellos. Donde todos tengan lugar; aún los no creyentes. Que la gente viva dignamente, venga o no a misa", cuenta.

"Creo en la libertad y en la Fe. Mi lema de ordenación será: `Yo anunciaré Tu Nombre a mis hermanos' y eso es lo que quiero hacer. La Fe no se compra en el kiosco; es un Don de Dios. Y si logro crear un encuentro con Cristo en la gente que me escucha, bendito sea, porque ese será mi trabajo. Y los que no vienen a misa, tal vez en algún momento lo hagan; pero lo importante es que se sientan bien", agrega.

Una vez ordenado --la celebración será el viernes 31 de mayo en Saldungaray--, el trabajo será bastante arduo: ser el sacerdote en la parroquia Nuestra Señora del Tránsito incluye también atender los templos de Sierra de la Ventana, Villa Ventana y El Divisorio, entre otros.

Eso sí: no quiere cocineros ni personas que le hagan los mandados. En sus propias palabras, no quiere perder la calle.

"Quiero ir a la verdulería y pelearme con la gente porque yo estaba primero. Quiero hacer todo como los demás, porque es una forma de estar con ellos.

"¿Sabés cuántos bautismos he logrado por estar con la gente? Muchos quieren bautizar a sus chicos, pero a veces no quieren venir a la iglesia, no saben qué hacer o les parece que el cura los va a apuntar con el dedo", asegura.

Juan Carlos dixit

Como todo joven

"Cuando comenté en la escuela que me iban a ordenar sacerdote, vi que una de las alumnas me sacaba una foto. Cuando me quise acordar, en Facebook tenía un montón de comentarios y felicitaciones. Por supuesto, tengo Facebook; como todo joven".

Con el perro, no

Amante de los perros, Piazza siempre tiene alguno cerca que le hace compañía y hasta se enoja si alguien quiere sacarlo del templo. Tuvo uno llamado Nico, que prácticamente era un monaguillo más. "Estaba siempre conmigo, entraba a la iglesia con nosotros y se ponía al lado nuestro --comenta--. Un día me dijeron que el perro quedaba feo en la iglesia; y yo contesté que las cosas son lindas o feas de acuerdo a los ojos con los que se los miren".

Dios es liberador

"Me preguntaron si Francisco es un papa de transición, y creo que si es un papa de transición como lo fue Juan XXIII, benditos sean él y la transición, porque de cualquier forma va a dejar huella. Creo que América Latina tiene una preparación especial para vivir ese tipo de iglesia. Dios es liberador y no hay que tenerle miedo a eso".

NOTA DE: http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/7/04/2013/d47002.html

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