Maltratada desde niña por sus padres biológicos, fue violada en varias ocasiones desde los cinco hasta los 15 años, edad en la que tras el último ultraje quedó embarazada. Todos los adultos la convencieron de que “lo que llevaba en el vientre no era más que un tejido sin vida”, por lo que abortó cuando el bebé que llevaba en su seno había alcanzado los seis meses y medio de vida. “Cuando entré por fin en quirófano, mi bebé comenzó a patear con fuerza”, me relataba clavándome sus ojos verde uva con infinito arrepentimiento.
Me asusté mucho y comprendí que lo que mi seno
albergaba no era un tejido muerto, sino un ser vivo”. Fue entonces cuando
suplicó, lloró y pidió al doctor que la dejara marchar, que deseaba quedarse con
ese bebé fruto de una violación. Pero nadie le hizo caso; la durmieron y
despertó dos horas más tarde con un vientre plano y con una hemorragia brutal
que casi la llevó a la tumba. Desde entonces su vida entró en una espiral de
miedo, tristeza y promiscuidad que la condujeron a jugar con un intento de
suicidio, que, por pura misericordia de Dios, no pudo consumar.Con el corazón cargado de amor hacia los demás, y sin entender por qué sus padres biológicos y las familias de acogida por las que tuvo que pasar la despreciaban y maltrataban, acabó siendo, por fin, adoptada por una familia “normal” de quienes ha tomado el apellido y cuyos padres considera hoy como verdaderos. Fue su madre adoptiva quien la llevó de peregrinación a la Basílica de Guadalupe en México, donde bajo la Tilma de Nuestra Madre Morena experimenta una profunda conversión que la colma hasta el día presente.
Toma los hábitos hace 17 años, y funda la Congregación de las Hermanas de la Sociedad del Cuerpo de Cristo. Es hoy un alma perdidamente enamorada de Cristo, de sus enseñanzas y su ternura. Sólo desea cuidar del prójimo y lo demuestra con una intachable entrega que la está haciendo muy conocida en la ciudad de Corpus Christi (Texas), en donde mucha gente la respeta y llama ante cualquier adversidad (hospitales, centros de acogida, familias privadas, autoridades policiales, etc.).
No tengo palabras para describir la incomprensible sensación de paz y ternura que se desprende de ella, amor que recae sobre el oyente de sus palabras de una manera absolutamente sobrenatural. Después de trabajar en la novela basada en su vida durante el último año y medio, la conozco bien…
Indiscutiblemente afirmo que Cristo vive en su corazón, en su alma y en su cuerpo. No obstante su camino es difícil y sus necesidades infinitas. No es fácil ser santo, y mucho menos escribir sobre uno de ellos cuando se es tan pecadora como yo.
www.mariavallejonagera.com

No hay comentarios:
Publicar un comentario