El Papa reflexionó este mediodía -en sus palabras previas a la oración mariana dominical del Ángelus, que rezó con los peregrinos llegados de distintos países al palacio apostólico de Castelgandolfo-, a partir del Evangelio en el que Jesús se propone como Pan de vida”, y este pan es su carne y su sangre, ofrecidos en sacrificio por nosotros.
“Se trata por lo tanto –dijo el Papa-, de recibirlo con fe, no escandalizándose de su humanidad; y se trata de “comer su carne y beber su sangre”, para tener en sí mismos la plenitud de la vida”.
“Jesús hace este discurso para desilusionar a la multitud y para provocar una decisión en sus discípulos. De hecho, muchos de entre ellos, desde ese momento no lo siguieron más” dijo el Papa, después de explicar que “Jesús revela el sentido del milagro” de la multiplicación de los panes.
“Con este discurso Jesús provocó muchos disensos, explicó el Santo Padre en la reflexión. “Él, en efecto, explicando la imagen del pan, afirma de haber sido mandado para ofrecer la propia vida, y que, quien quiere seguirlo debe unirse a Él en modo personal y profundo, participando en su sacrificio de amor”.
Escuchando este discurso la gente comprendió que Jesús no era un Mesías como lo querían, que aspiraba a un trono terrenal. No buscaba consensos para conquistar Jerusalén; es más, quería ir a la Ciudad santa para compartir la suerte de los profetas: dar la vida por Dios y por el pueblo.
“Aquellos panes, partidos para miles de personas, no querían provocar una marcha triunfal, sino preanunciar el sacrificio de la Cruz, en la que Jesús se hace Pan, cuerpo y sangre ofrecidos en expiación por la vida del mundo”, explicó Benedicto XVI.
“Queridos amigos, -concluyó el Pontífice-, dejémonos, también nosotros, nuevamente sorprender por las palabras de Cristo: Él, semilla de trigo lanzado en los surcos de la historia, es la primicia de la humanidad nueva, liberada de la corrupción del pecado y de la muerte.
Y redescubramos la belleza del Sacramento de la Eucaristía, que expresa toda la humildad y la santidad de Dios. Que la Virgen María, que dio al mundo el Pan de la vida, nos enseñe a vivir siempre en profunda unión con Él.+
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