domingo, 9 de noviembre de 2014

«Fe y caridad: También nosotros debemos dar la vida por los hermanos»

La Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud difundió una carta pastoral dirigida a la comunidad con motivo del Día Nacional del Enfermo, que este año se celebrará el domingo 9 de noviembre animada por el lema “Como Jesús, detenete, acercate, date”. 

En su misiva, la comisión episcopal reconoce que el próximo domingo es una ocasión para que, “frente a la desesperanza y los sufrimientos del hombre de hoy, aprendamos de Jesús a fijar nuestra mirada atenta y tender una mano generosa a nuestros hermanos que sufren”. 

“Como Jesús, queremos detenernos al borde de los caminos, donde hoy encontramos a tantos hermanos debilitados por el flagelo del hambre y de la violencia, de la desesperanza y de la soledad. Detenernos ante el lecho del enfermo en los hospitales, en los hogares de ancianos y en nuestras propias casas, donde hay personas enfermas necesitadas de una ayuda inmediata y concreta, o una simple mirada, una sonrisa, una mano amiga. Es lo que desearíamos si estuviéramos en esta situación”, manifiesta la carta. 

La comisión también recuerda que toda la comunidad eclesial, pastores y fieles, debe integrarse en el servicio a los enfermos y ser un “evangelio viviente”, que anuncie con gozo que Dios ama, cura, consuela y salva. 

“Gracias a Dios son muchos los pastores y fieles que, siguiendo su ejemplo, se acercan a los enfermos, a los débiles y heridos para acogerlos, cuidarlos, curarlos e infundirles fortaleza y esperanza”, reconocen los obispos integrantes de la comisión, que aseguran que es necesario conocer profundamente a Jesús para encarar una verdadera Pastoral de la Salud. 

“Necesitamos conocer profundamente a Jesús y aceptar su invitación a encontrarnos con Él, vincularnos estrechamente con Él y dejarnos interpelar por la actual realidad sociocultural, religiosa y ambiental. Jesús nos llama a servirlo en nuestros hermanos enfermos”, observan los obispos. 

El mensaje lleva la firma de monseñor Aurelio Kühn OFM, obispo prelado emérito de Deán Funes y presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud; monseñor Emilio Bianchi Di Cárcano, obispo emérito de Azul; monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo emérito de Rosario, y monseñor Luis Stöckler, obispo emérito de Quilmes, todos miembros de dicha comisión. 

El mensaje del Santo Padre
Con ocasión de la XXII Jornada Mundial del Enfermo 2014, el papa Francisco dio a conocer meses atrás una carta pastoral denominada «Fe y caridad: También nosotros debemos dar la vida por los hermanos»+

Queridos hermanos y hermanas: 

1. Con ocasión de la XXII Jornada Mundial del Enfermo, que este año tiene como tema Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16), me dirijo particularmente a las personas enfermas y a todos los que les prestan asistencia y cuidado. Queridos enfermos, la Iglesia reconoce en vosotros una presencia especial de Cristo que sufre. En efecto, junto, o mejor aún, dentro de nuestro sufrimiento está el de Jesús, que lleva a nuestro lado el peso y revela su sentido. Cuando el Hijo de Dios fue crucificado, destruyó la soledad del sufrimiento e iluminó su oscuridad. De este modo, estamos frente al misterio del amor de Dios por nosotros, que nos infunde esperanza y valor: esperanza, porque en el plan de amor de Dios también la noche del dolor se abre a la luz pascual; y valor para hacer frente a toda adversidad en su compañía, unidos a él. 

2. El Hijo de Dios hecho hombre no ha eliminado de la experiencia humana la enfermedad y el sufrimiento sino que, tomándolos sobre sí, los ha transformado y delimitado. Delimitado, porque ya no tienen la última palabra que, por el contrario, es la vida nueva en plenitud; transformado, porque en unión con Cristo, de experiencias negativas, pueden llegar a ser positivas. Jesús es el camino, y con su Espíritu podemos seguirle. Como el Padre ha entregado al Hijo por amor, y el Hijo se entregó por el mismo amor, también nosotros podemos amar a los demás como Dios nos ha amado, dando la vida por nuestros hermanos. La fe en el Dios bueno se convierte en bondad, la fe en Cristo Crucificado se convierte en fuerza para amar hasta el final y hasta a los enemigos. La prueba de la fe auténtica en Cristo es el don de sí, el difundirse del amor por el prójimo, especialmente por el que no lo merece, por el que sufre, por el que está marginado. 

3. En virtud del Bautismo y de la Confirmación estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren. «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo. Cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios. 

4. Para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos. María, animada por la divina misericordia, que en ella se hace carne, se olvida de sí misma y se encamina rápidamente de Galilea a Judá para encontrar y ayudar a su prima Isabel; intercede ante su Hijo en las bodas de Caná cuando ve que falta el vino para la fiesta; a lo largo de su vida, lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón anunciando que una espada atravesará su alma, y permanece con fortaleza a los pies de la cruz de Jesús. Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Podemos recurrir confiados a ella con filial devoción, seguros decque nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonará. Es la Madre del crucificado resucitado: permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena. 

5. San Juan, el discípulo que estaba con María a los pies de la Cruz, hace que nos remontemos a las fuentes de la fe y de la caridad, al corazón de Dios que «es amor» (1 Jn 4,8.16), y nos recuerda que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos. El que está bajo la cruz con María, aprende a amar como Jesús. La Cruz es «la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos… La Cruz de Cristo invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda» (Via Crucis con los jóvenes, Río de Janeiro, 26 de julio de 2013). 

Confío esta XXII Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de María, para que ayude a las personas enfermas a vivir su propio sufrimiento en comunión con Jesucristo, y sostenga a los que los cuidan. A todos, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, imparto de corazón la Bendición Apostólica. 

Vaticano, 6 de diciembre de 2013
Francisco

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