Ciudad del Vaticano, 4 de marzo de 2012 (VIS).-Benedicto XVI, como obispo de Roma, visitó hoy la parroquia romana de San Juan Bautista de la Salle, en el Torrino, zona sur de la capital donde viven muchas parejas jóvenes.
A su llegada, el Papa fue saludado por los niños que reciben la catequesis parroquial y recibió algunos regalos que le habían preparado.
En la homilía, el Santo Padre, recordando este momento, dijo: “Somos realmente familia de Dios y el hecho de que veáis en el Papa también al “papá”, es para mí muy bonito y me da ánimos. Pero tenemos que pensar que el Papa no es la última instancia; la última instancia es el Señor, a quien miramos para percibir y entender -en la medida de lo posible- algo del mensaje de este segundo domingo de Cuaresma”.
Benedicto XVI explicó, en este sentido, el Evangelio de hoy, que narra la Transfiguración. “Jesús-dijo- lleva consigo a los tres discípulos (Pedro, Santiago y Juan) para ayudarles a entender que el camino para llegar a la gloria, el camino del amor luminoso que vence las tinieblas, pasa por la entrega total de sí mismo, pasa a través del escándalo de la Cruz (…) La transfiguración es un momento anticipado de luz que nos ayuda, también a nosotros, a contemplar la pasión de Jesús con la mirada de la fe. Es, efectivamente, un misterio de dolor, pero es también la 'pasión bendita', porque ,en su núcleo, es un misterio del amor extraordinario de Dios; es el éxodo definitivo que nos abre la puerta hacia la libertad y la novedad de la Resurrección, de la salvación del mal”.
“Como los tres apóstoles del Evangelio -prosiguió- también nosotros necesitamos subir al monte de la Transfiguración para recibir la luz de Dios, para que su rostro ilumine el nuestro. Y es en la oración personal y comunitaria donde encontramos al Señor no como una idea o una propuesta moral, sino como una Persona que quiere relacionarse con nosotros, ser amigo nuestro y renovar nuestra vida para hacerla como la suya”.
Después, dirigiéndose a los parroquianos, agregó: “No esperemos que otros vengan a traer mensajes diversos, que no conducen a la vida verdadera: haceos vosotros misioneros de Cristo para los hermanos, allí donde viven, trabajan, estudian o transcurren el tiempo libre. (…) La fe se vive juntos y la parroquia es un lugar donde se aprende a vivir la propia fe en el 'nosotros' de la Iglesia”.
También habló el Papa del próximo Año de la Fe, manifestando el deseo de que sea “una ocasión propicia (…) para que crezca y se consolide la experiencia de la catequesis sobre las grandes verdades de la fe cristiana para (…) conocer y profundizar el Credo de la Iglesia y superar ese 'analfabetismo' religioso que es uno de los grandes problemas de nuestra época”.
“Del Tabor, el monte de la transfiguración -concluyó el pontífice-, el itinerario cuaresmal nos lleva hasta el Gólgota, monte del sacrificio supremo de amor del único Sacerdote de la nueva y eterna alianza. En ese sacrificio está encerrada la fuerza más grande de transformación del ser humano y de la historia. Asumiendo sobre sí todas las consecuencias del mal y del pecado, Jesús resucitó al tercer día como vencedor de la muerte y del Maligno.
La Cuaresma nos prepara a participar personalmente en este gran misterio de la fe que celebraremos en el triduo de la pasión, muerte y resurrección de Cristo”.
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