GUANAJUATO, 25 Mar. 12 / 01:03 pm (ACI).- El Papa Benedicto XVI presidió una solemne Eucaristía ante más de 600 mil personas reunidas en el Parque Bicentenario al pie del Cerro del Cubilete en Guanajuato. En su homilía pidió a los creyentes de México y toda América Latina, tener un “corazón nuevo” y recordó que el reinado de Cristo se basa “el amor de Dios que él ha traído al mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio”.
Tras agradecer a Mons. José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, por sus palabras de bienvenida, el Papa saludó a los obispos mexicanos y latinoamericanos, las autoridades y todos los presentes reunidos bajo el monumento a Cristo Rey que corona el Cerro del Cubilete.
El Pontífice reflexionó sobre las lecturas y el Evangelio de este domingo. Refiriéndose al Salmo 50 y el versículo “crea en mí, Señor, un corazón puro”, explicó que “esta exclamación muestra la profundidad con la que hemos de prepararnos para celebrar la próxima semana el gran misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Nos ayuda asimismo a mirar muy dentro del corazón humano, especialmente en los momentos de dolor y de esperanza a la vez, como los que atraviesa en la actualidad el pueblo mexicano y también otros de Latinoamérica”.
“Un corazón puro, un corazón nuevo, es el que se reconoce impotente por sí mismo, y se pone en manos de Dios para seguir esperando en sus promesas”, agregó.
El Papa recordó que “la historia de Israel narra también grandes proezas y batallas, pero a la hora de afrontar su existencia más auténtica, su destino más decisivo, la salvación, más que en sus propias fuerzas, pone su esperanza en Dios, que puede recrear un corazón nuevo, no insensible y engreído”.
“Cuando se trata de la vida personal y comunitaria, en su dimensión más profunda, no bastarán las estrategias humanas para salvarnos. Se ha de recurrir también al único que puede dar vida en plenitud, porque él mismo es la esencia de la vida y su autor, y nos ha hecho partícipes de ella por su Hijo Jesucristo”, señaló.
Asimismo, afirmó que la gloria de Jesús comenzará “en la cruz, desde la cual atraerá a todos hacia sí”.
Benedicto XVI recordó que el Beato Juan Pablo II “aunque lo deseó ardientemente, no pudo visitar este lugar emblemático de la fe del pueblo mexicano en sus viajes a esta querida tierra”.
“Seguramente se alegrará hoy desde el cielo de que el Señor me haya concedido la gracia de poder estar ahora con ustedes, como también habrá bendecido a tantos millones de mexicanos que han querido venerar sus reliquias recientemente en todos los rincones del país”.
Refiriéndose al monumento que representa a Cristo Rey en lo alto del Cerro del Cubilete, explicó que “las coronas que le acompañan, una de soberano y otra de espinas, indican que su realeza no es como muchos la entendieron y la entienden. Su reinado no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia. Se funda en un poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que él ha traído al mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio”.
“Éste es su señorío, que nadie le podrá quitar ni nadie debe olvidar. Por eso es justo que, por encima de todo, este santuario sea un lugar de peregrinación, de oración ferviente, de conversión, de reconciliación, de búsqueda de la verdad y acogida de la gracia. A él, a Cristo, le pedimos que reine en nuestros corazones haciéndolos puros, dóciles, esperanzados y valientes en la propia humildad”.
El Papa también reflexionó sobre el bicentenario del nacimiento de la nación mexicana y pidió a Cristo “un corazón puro, donde él pueda habitar como príncipe de la paz, gracias al poder de Dios, que es el poder del bien, el poder del amor”.
Recordó que “para que Dios habite en nosotros, hay que escucharlo, hay que dejarse interpelar por su Palabra cada día, meditándola en el propio corazón, a ejemplo de María”.
Benedicto XVI habló sobre la cita del Episcopado Latinoamericano en Aparecida del año 2007 y afirmó que la Misión Continental, que se lleva a cabo diócesis por diócesis en este Continente y “tiene precisamente el cometido de hacer llegar esta convicción a todos los cristianos y comunidades eclesiales, para que resistan a la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente”.
“También aquí se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia”, indicó.
“Pidamos a la Virgen María que nos ayude a purificar nuestro corazón, especialmente ante la cercana celebración de las fiestas de Pascua, para que lleguemos a participar mejor en el misterio salvador de su Hijo, tal como ella lo dio a conocer en estas tierras. Y pidámosle también que siga acompañando y amparando a sus queridos hijos mexicanos y latinoamericanos, para que Cristo reine en sus vidas y les ayude a promover audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad. Amén”.
Lea la homilía completa en http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=448
Tras agradecer a Mons. José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, por sus palabras de bienvenida, el Papa saludó a los obispos mexicanos y latinoamericanos, las autoridades y todos los presentes reunidos bajo el monumento a Cristo Rey que corona el Cerro del Cubilete.
El Pontífice reflexionó sobre las lecturas y el Evangelio de este domingo. Refiriéndose al Salmo 50 y el versículo “crea en mí, Señor, un corazón puro”, explicó que “esta exclamación muestra la profundidad con la que hemos de prepararnos para celebrar la próxima semana el gran misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Nos ayuda asimismo a mirar muy dentro del corazón humano, especialmente en los momentos de dolor y de esperanza a la vez, como los que atraviesa en la actualidad el pueblo mexicano y también otros de Latinoamérica”.
“Un corazón puro, un corazón nuevo, es el que se reconoce impotente por sí mismo, y se pone en manos de Dios para seguir esperando en sus promesas”, agregó.
El Papa recordó que “la historia de Israel narra también grandes proezas y batallas, pero a la hora de afrontar su existencia más auténtica, su destino más decisivo, la salvación, más que en sus propias fuerzas, pone su esperanza en Dios, que puede recrear un corazón nuevo, no insensible y engreído”.
“Cuando se trata de la vida personal y comunitaria, en su dimensión más profunda, no bastarán las estrategias humanas para salvarnos. Se ha de recurrir también al único que puede dar vida en plenitud, porque él mismo es la esencia de la vida y su autor, y nos ha hecho partícipes de ella por su Hijo Jesucristo”, señaló.
Asimismo, afirmó que la gloria de Jesús comenzará “en la cruz, desde la cual atraerá a todos hacia sí”.
Benedicto XVI recordó que el Beato Juan Pablo II “aunque lo deseó ardientemente, no pudo visitar este lugar emblemático de la fe del pueblo mexicano en sus viajes a esta querida tierra”.
“Seguramente se alegrará hoy desde el cielo de que el Señor me haya concedido la gracia de poder estar ahora con ustedes, como también habrá bendecido a tantos millones de mexicanos que han querido venerar sus reliquias recientemente en todos los rincones del país”.
Refiriéndose al monumento que representa a Cristo Rey en lo alto del Cerro del Cubilete, explicó que “las coronas que le acompañan, una de soberano y otra de espinas, indican que su realeza no es como muchos la entendieron y la entienden. Su reinado no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia. Se funda en un poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que él ha traído al mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio”.
“Éste es su señorío, que nadie le podrá quitar ni nadie debe olvidar. Por eso es justo que, por encima de todo, este santuario sea un lugar de peregrinación, de oración ferviente, de conversión, de reconciliación, de búsqueda de la verdad y acogida de la gracia. A él, a Cristo, le pedimos que reine en nuestros corazones haciéndolos puros, dóciles, esperanzados y valientes en la propia humildad”.
El Papa también reflexionó sobre el bicentenario del nacimiento de la nación mexicana y pidió a Cristo “un corazón puro, donde él pueda habitar como príncipe de la paz, gracias al poder de Dios, que es el poder del bien, el poder del amor”.
Recordó que “para que Dios habite en nosotros, hay que escucharlo, hay que dejarse interpelar por su Palabra cada día, meditándola en el propio corazón, a ejemplo de María”.
Benedicto XVI habló sobre la cita del Episcopado Latinoamericano en Aparecida del año 2007 y afirmó que la Misión Continental, que se lleva a cabo diócesis por diócesis en este Continente y “tiene precisamente el cometido de hacer llegar esta convicción a todos los cristianos y comunidades eclesiales, para que resistan a la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente”.
“También aquí se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia”, indicó.
“Pidamos a la Virgen María que nos ayude a purificar nuestro corazón, especialmente ante la cercana celebración de las fiestas de Pascua, para que lleguemos a participar mejor en el misterio salvador de su Hijo, tal como ella lo dio a conocer en estas tierras. Y pidámosle también que siga acompañando y amparando a sus queridos hijos mexicanos y latinoamericanos, para que Cristo reine en sus vidas y les ayude a promover audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad. Amén”.
Lea la homilía completa en http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=448
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