viernes, 15 de mayo de 2015

Mártires de Laos: Borzaga y el primer catequista indígena

«Qué alegría ser santos, ser apóstoles, ser mártires a fuego lento». Así escribió en su diario el joven misionero de los Oblatos de María Inmaculada Mario Borzaga, como si estuviera prediciendo el fin de su aventura terrena, en el norte de Laos en 1960. Hoy, la Santa Sede reconoció el martirio “in odium fidei” para él y para el laico catequista indígena Pablo Thoj Xyooj. Ambos fueron asesinados durante un viaje pastoral por los guerrilleros comunistas Pathet lao, que estaban activos en el país.


También en el pequeño país del sureste asiático, como anticipó Vatican Insider, tiene sus mártires. Y, al lado de la causa de beatificación de ambos, continúa otra que incluye a otras 15 personas, entre misioneros y laicos católicos locales, que perdieron la vida en Laos entre 1954 y 1970.


El proceso incluye a 5 religiosos franceses OMI, 5 religiosos de las Misiones Extranjeras de París (MEP) y a 5 laosianos laicos. Se encarga de la causa, que todavía está abierta, la diócesis francesa de Nantes, de la que era originario uno de los misioneros.


«Cada instante es un paso hacia la santidad o un paso hacia atrás», escribió Borzaga en 1959. «La figura del joven sacerdote misionero –explicó a Vatican Insider el postulador de la causa, Angelo Pelis– fascina especialmente a los jóvenes. Y lo atestiguan los miles de testimonios de favores y gracias obtenidos por su intercesión». Pelis, conmovido y feliz por el buen resultado del proceso, se ocupó de editar sus escritos en el volumen “Diario de un hombre feliz”, que describe la personalidad de Borzaga y su vocación a la santidad. Mario Borzaga

La figura del joven misionero italiano fue, seguramente, un impulso, pero el caso del catequista Pablo Thoj Xyooj, el primer laosiano que llega a la gloria de los altares, tiene un significado particularmente importante hoy. La Iglesia católica en Laos, efectivamente, está pasando por una delicada fase de transición en la que el pequeño rebaño de los fieles locales (45 mil católicos en un país de seis millones de habitantes y de mayoría budista) tiene cada vez más libertad, mientras gradualmente va disminuyendo la presión del régimen, presupuesto para una obra pastoral serena y para el crecimiento de la fe.


Lo confirmó el Vicario apostólico de Luang Prabang, Tito Banchong Thopanhong, que definió este 2015 como «un año de bendición para la pequeña Iglesia laosiana», y recordó que en docoembre de este mismo año serán ordenados tres nuevos sacerdotes en su viacriado: «Un signo de gran esperanza», que se suma al «fuerte impulso» que da la inminente beatificación de Borzaga y Thoj Xyooj.


Esta ocasión podría convertirse en la ocasión propicia para que se lleve a cabo en el Vaticano un encuentro con los obispos de la Conferencia Episcopal de Laos y Camboya (Celac), que visitaron Roma por última vez en 2007. Los cuatro vicarios apostólicos de Laos ahora esperan que en 2015 se pueda llevar a cabo el esperado encuentro con Papa Francisco en la “visita ad limina apostolorum”.

 Borzaga podría hacer este milagro. «Estos 17 hombres, laicos cristianos y sacerdotes, laosianos y extranjeros, dieron un supremo testimonio de amor del Evangelio. La joven Iglesia de Laos los reconoce como padres fundadores», se afirma en la vasta documentación de la Postulación de las causas.


Mario Bonzaga nació en Trento el 27 de agosto de 1932. A los 20 años entró a la congregación de los Misioneros Oblatos de María Inamaculada; a los 25 años fue ordenado sacerdote y en 1957 fue enviado a Laos en misión, con el primer grupo de misioneros italianos.


Una vez allí, visitó a las familias, acogió y curó a los enfermos. El 25 de abril, en compañía del joven catequista Pablo Thoj Xyooj, emprendió un viaje apostólico durante el cual pretendía visitar algunas localidades aisladas. Fue su última misión: ambos fueron asesinados por los guerrilleros comunistas Pathet Lao, que después habrían asumido el control del país, hasta la proclamación de la República democrática popular de Laos en 1975.


Para la Iglesia comenzó una fase crítica. En 1976 fueron expulsados todos los misioneros, mientras las iglesias, capillas y propiedades fueron confiscadas. Los primeros signos de una débil liberalización llegaron en 1991, con la aprobación de la nueva Constitución, que reconoce la libertad de culto. Después se fue dando la progresiva apertura hacia el mundo exterior hasta llegar a la situación de hoy, entre dificultades y perspectivas esperanzadoras.

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