domingo, 3 de mayo de 2015

El Papa: somos sarmientos de la única vid

(RV).- El Papa Francisco a la hora de la oración del Regina Coeli en este primer domingo de mayo, recordó a los fieles que gracias a la Iglesia podemos continuar en comunión vital con Cristo. El Santo Padre explicó como el Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la Última Cena, cuando sabe que su “hora” está cerca, y que sus discípulos estarán unidos a Él de “una forma nueva”. Y así habló de cómo Jesús usa la imagen de la vid y de los sarmientos: “Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí” (Jn 15, 4-5).
Añadió el Obispo de Roma que Jesús nos quiere hacer entender la importancia que tiene para nosotros cristianos, el hecho de estar unidos a Él, que hemos recibido de Él gratuitamente el don de la nueva vida, y gracias a la Iglesia podemos continuar en comunión vital con Cristo. Y así, recordó que estamos llamados a llevar esta permanencia común a Cristo y a la Iglesia.
El Pontífice después de la oración mariana saludó a los cientos de miles de peregrinos venidos también de diferentes partes del mundo, y especialmente en la Jornada de los niños víctimas de la violencia, agradeció a la Asociación Méter por su empeño ante la prevención de estos crímenes.
(MZ-RV) 
Palabras del Papa antes del rezo de Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la Última Cena, en el momento en el que sabe que la muerte está ya cercana. Ha llegado su “hora”. Por última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también cuando Él no estará más físicamente en medio a ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de una manera nueva, y así dar mucho fruto. Todos podemos permanecer unidos a Jesús de manera nueva. Si por el contrario uno perdiese la comunión con Él, se volvería estéril, es más, dañino para la comunidad. Y para expresar esta realidad Jesús usa la imagen de la vid y de los sarmientos: «Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos» (Jn 15, 4-5). Y con esta figura nos enseña a permanecer unidos a Él.
Jesús es la vid, y a través de Él – como la linfa en el árbol – pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo.  Precisamente: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola Jesús quiere hacernos entender la importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no son autosuficientes, sino dependen totalmente de la vid, en donde se encuentra la fuente de su vida. Es así para nosotros cristianos. Injertados en Cristo con el Bautismo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y gracias a la Iglesia podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la oración, la escucha y la docilidad a su Palabra, leer el Evangelio, la participación a los Sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la Reconciliación.
Si uno está íntimamente unido a Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que – como nos dice san Pablo – son «amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22); y en consecuencia hace tanto bien al prójimo y a la sociedad, como un verdadero cristiano. De estas actitudes, de hecho, se reconoce que uno es un verdadero cristiano, así como por los frutos se reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es trasformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Entonces, con su corazón, como Él lo ha hecho, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y sufrientes, y así dar al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.
Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid; y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de esta pertenencia común a Cristo y a la Iglesia. Confiémonos a la intercesión de la Virgen María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y testimoniar de manera coherente nuestra fe, coherencia de vida y de pensamiento. De vida y de fe. Conscientes que todos, según nuestras vocaciones particulares, participamos de la única misión salvífica de Jesucristo.      

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