domingo, 24 de junio de 2012

Joven ingeniero que pese a su sufrimientos y frágil salud siempre sonreía.

24 de junio, 2012.(Romereports.com)

Algunos piensan que la santidad es accesible sólo a un grupo selecto de personas que han cambiado definitivamente la historia. Si eso fuera verdad, este ingeniero y profesor universitario tendría pocas posibilidades.
Su ideal de laico era: ser “como María, Cáliz vivo, Portador de Cristo”

El sacerdote Carlos Cox ha investigado la vida corriente del chileno Mario Hiriart y está convencido de que es un santo. Nació en Santiago en 1931 en una familia poco creyente pero en el colegio decidió tomarse en serio la religión.
Gracias a un sacerdote conoció el movimiento de Schoenstatt donde le enseñaron a explotar su talento como estudiante para ayudar a los demás y para encontrarse con Dios.

CARLOS COX DÍAZ-Vicepostulador en Chile: “Curiosamente de su generación, muchos entraron a la primera generación fundadora de los padres de Schoenstatt. Y él obviamente se lo planteó pero vio que su vocación no iba por ese lado sino que su forma de llevar el espíritu de Dios, y de la espiritualidad de Schoenstatt, era a través de su vocación de laico consagrado”.

Con 20 años tuvo una experiencia muy fuerte de Dios a través de la naturaleza en sus excursiones en el Valle de Elqui, en el norte del país. Allí entendió que su vocación era ser laico consagrado de los Hermanos de María, un instituto secular nacido entre los prisioneros de la Alemania nazi.

“Por nacer justamente en un campo de concentración, la idea es: el mundo tiene que ser renovado desde Cristo. No podríamos nosotros enfrentar un mundo si no hay gente que desde Cristo quiere traer lo que nosotros llamaríamos en lenguaje moderno una nueva cultura, una nueva civilización. Eso a él le toca”.
Comenzó a trabajar como ingeniero. La empresa chilena CORFO contrató a economistas e ingenieros de prestigio y él fue uno de ellos.
A pesar de haber entrado tan joven a formar parte de la élite de la ingeniería de su país, vio que desde la universidad podría ayudar a más personas.

“Es contratado en una, se llama, Corporación de Fomento de la Producción, que era el motor de desarrollo chileno de esos años 50-60. Pero al mismo tiempo su vocación le muestra que su anhelo profundo es acercarse al joven que está en un proceso de maduración y crecimiento”.
Dejó el trabajo en la empresa para ser profesor en la Universidad Católica de Chile donde le recuerdan por su entusiasmo y su perpetua sonrisa. Sin embargo, tuvo muchos problemas de salud y no le faltaron las incomprensiones dentro del movimiento Schoenstatt por su intensa dedicación a la enseñanza y a los jóvenes.

En 1964, viajó a Estados Unidos para hablar con el fundador, el padre Joseph Kentenich. Durante su viaje le diagnosticaron cáncer de estómago y falleció un día después de su encuentro con Kentenich, a los 33 años.

Su vida ya está en el Vaticano para ser analizada por un equipo de teólogos como parte del proceso de beatificación. Un joven ingeniero que pese a su sufrimientos y frágil salud siempre sonreía.

Biografía de cuerpo y alma es un libro lleno de vida, la que corre escondida y el lector puede ir descubriendo poco a poco, en la medida que se adentra en el mundo interior de Mario Hiriart. Aquí se recrean las luchas y los sueños de un joven ingeniero chileno, que vivió tan sólo tres décadas, pero cuyo paso dejó huellas en Chile, Brasil, Argentina, Uruguay, Milwaukee e, indirectamente, Alemania.
Su camino de crecimiento en la perfección cristiana fue haciéndolo paso a paso, por lo que su mayor grandeza no radicó en el tamaño de sus hazañas o de las obras por él realizadas, sino en la fidelidad y amor puesto en lo pequeño, lo escondido, lo cotidiano. En Mario Hiriart todo alcanza un sentido trascendente-la hermosura de la naturaleza y el más nimio suceso- en virtud de ser, en alguna medida, imagen del Creador y por estar ordenado hacia la eternidad. Mario Hiriart maduró hacia una profunda infancia espiritual fundada en la fuerza asemejadora del amor al Cristo sufriente. Su fe soñaba con hombres nuevos, laicos auténticamente cristianos que forjaran una cultura nueva.
Un nuevo estilo de sociedad, capaz de tomarse en serio esta vida-los compromisos familiares, profesionales y personales de todo orden-, como antesala de la vida eterna. Sin saberlo, se anticipo en años -en espíritu y en verdad-a las enseñanzas del inagotable Concilio Vaticano II. A partir de entonces, la Iglesia entera comenzó a impulsar con fuerza el desafío para los laicos: santos en el mundo; santos en el propio mundo.

VER MAS: www.mariohiriart.cl


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