domingo, 15 de noviembre de 2009

P.PABLO OSOW, DE GERLI, TAMBIEN AMENAZADO


Las mafias de las drogas están dispuestas a todo con tal de que nadie se oponga a su mortal negocio.
Otro cura, esta vez en Gerli, fue amenazado de muerte. Se trata del padre Pablo Osow, quien con otros sacerdotes busca en las calles a “pibes que se drogan para ofrecerles ayuda”. “Hace unos pocos días aparecieron un par de amenazas de muerte”, comentó, y agregó que “fueron muy parecidas a las que recibió el padre Pepe”, a quien de manera personal le dijeron que iba “a ser boleta” después de que denunciara el aumento del narcotráfico en las villas porteñas. El padre Osow, de la parroquia San Pedro Armengol, en Gerli, explicó que con otros sacerdotes salen a las calles “a buscar pibes que se drogan para ofrecerles ayuda, ya que en la parroquia tienen un tratamiento ambulatorio”. Además, el religioso cuestionó a la policía porque “está en conocimiento de la cadena de producción, venta y consumo de la droga”. “Cuando tomamos contacto con la policía, el comisario me dijo que no había en la comisaría ni una sola investigación sobre droga iniciada. Eso es un insulto a la inteligencia y una falta de respeto”, se quejó Osow, quien agregó: “A mí me resulta escandaloso que la policía diga que no conoce dónde se vende la droga”. En respuesta a las amenazas, el cura, junto con otros compañeros, firmó una carta dirigida a quienes venden droga en los barrios: “Hermano traficante, yo te daría una mano a vos también si en vez de amenazarnos te dejaras ayudar”. Un momento crítico entre dos posturas bien diferenciadas. La sacerdotal procurando llevar esperanza, alivio y deseo de superarse, enfrentada contra la brutal del narcotráfico, que transforma en despojos vivientes a los que caen en la adicción a las drogas. Es el lapso de mayor tensión, porque las familias piden ayuda desesperada ante el flagelo que arrastra a sus seres queridos. Las amenazas que recibió Osow se suman a las que denunció el sacerdote José María Di Paola, conocido como el padre “Pepe”, quien vive y trabaja en la Villa 21-24 de Barracas. “Rajá de acá, vas a ser boleta. Te la tienen jurada”, comentó el religioso que le advirtió una persona mientras atravesaba en bicicleta el asentamiento, en el que realiza un trabajo de prevención de la adicción al paco.

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