domingo, 17 de julio de 2011

EDIPO REY

Rey de Tebas, héroe griego en el que se centra el ciclo de leyendas tebanas. Simboliza la fuerza del destino.

MITO
Layo observa el abultado vientre de su esposa Yocasta, y la angustia se apodera de su alma como si le anticipara toda su desgracia futura.
Afligido, perturbado, se encamina al templo de Apolo, en Delfos. Por medio del oráculo quiere saber del dios cuál será el sino de la criatura que está por nacer.
El oráculo le responde cruda y directamente: el ser que Yocasta lleva amorosamente en su seno matará a su propio padre y llevara a la ruina al palacio de Tebas.
La verdad hiere como aguda lanza la consciencia de Layo. Sus pensamientos lo torturan. El terror lo transforma en una pálida sombra del rey que gobernaba con tanta energía.
De regreso en su hogar, repite las palabras de Apolo a su desolada esposa. después ambos aguardan impotentes, el nacimiento del hijo de trágico destino.
El día del parto, apenas el frágil vagido anuncia la nueva vida, Yocasta entrega su hijo a un servidor, ordenándole que lo lleve bien lejos. Layo le ata los piececitos con una correa apretada, y precisa a su vez al criado que lo ligue a un árbol, librándolo así a los peligros del bosque. El esclavo parte, y Yocasta se deja caer pesadamente sobre el lecho.
Al pie del monte Citerón, el siervo encuentra a algunos pastores de Corinto y apiadado, les entrega al príncipe. Después emprende el regreso a Tebas, donde el rey y la reina creen haber engañado al oráculo.

El siervo se lo entregó a Polibio, cuya esposa, Peribea, lo acogió amorosamente y lo adoptó como hijo con el nombre de Edipo, que en griego significa el de los pies hinchados.
Cuando Edipo contaba catorce años, ya los oficiales de la corte habían admirado, en muchas ocasiones, su fuerza y su destreza. En todos los juegos gimnásticos salía vencedor, excitando de tal manera la envidia de sus compañeros, que uno de ellos para mortificarle le echó en cara que sólo era un pobre expósito, un hijo adoptivo.

Atormentado Edipo por tal reproche empezó a sentir escrúpulos sobre su nacimiento, y en diversas ocasiones lo inquirió, lleno de ansiedad, de la que siempre había tenido por madre; pero Peribea que le amaba entrañablemente se guardó mucho de aclarar sus dudas; muy al contrario, se esforzó en persuadirle de que era su hijo, Edipo quiso tener la certeza de esta afirmación y se fue a consultar al oráculo de Delfos. El oráculo por respuesta le dio un consejo: "que no retornara jamás a su país natal, si no quería ocasionar la muerte de su padre y desposarse con su madre". Conmovido por estas palabras, resolvió no volver jamás a Corinto, que él consideraba su patria, y angustiado partió en dirección a Fócide. En un camino estrecho se encontró con cuatro personas, una de ellas, anciano que iba sentado en un carro y que le mandó con arrogancia que le dejara el paso libre, acompañando el mandato con un gesto amenazador. Se entabló una disputa, echaron mano a las espadas y Edipo mató al viejo sin conocerle: este anciano era Layo. Después de esta catástrofe que privaba a la ciudad de Tebas de su rey, una calamidad inaudita desoló toda la comarca: era la Esfinge. Este monstruo tenía la cabeza, la cara y las manos de doncella, la voz de hombre, el cuerpo de perro, la cola de serpiente, las alas de pájaro y las garras de león. Se situaba en la cima de una colina, junto a Tebas, detenía a todos los caminantes que por allí pasaban y les proponía un enigma capcioso, devorando a los que no acertaban a resolverlo. Muchos millares de desgraciados habían perecido allí.

Creonte, hermano de Yocasta, que entonces reinaba, sacrificando su propio interés al interés del pueblo, anunció en toda Grecia que concederla la mano de Yocasta y la corona de Tebas al que librara la Beocia de esta calamidad. La muerte de la Esfinge dependía de la explicación de un habla planteado en estos términos: ¿Cuál es el animal que por la mañana tiene cuatro pies, dos al mediodía y tres en la tarde?
Edipo, cuya sagacidad corría parejas con el amor a la gloria, se presentó al monstruo, y al oírle el enigma, sin titubear, le respondió "ese animal es el hombre", porque en su infancia anda sobre sus cuatro extremidades, camina de pie en su edad viril y ya viejo debe usar un bastón como tercer pie. La Esfinge, furiosa, se lanzó por un despeñadero y se rompió la cabeza al estrellarse con las piedras que había en el fondo del precipicio.

Entonces, aceptando lo prometido por Creonte, se convirtió en Rey de Tebas y tomó a Yocasta como esposa, que le dio dos hijos: Etéocies y Polinice y, también, dos hijas, Antígona e Irmene.

Cierto día en la ciudad de Cadmo, la población de ese lugar encabezada por los ancianos, pide ayuda a su rey para que acabe o busque un remedio contra las enfermedades que están azotando a todas las personas y que están matando a niños, mujeres, adultos y ancianos. Edipo decide ayudarlos porque no le queda otro remedio ya que él es una persona muy importante para Cadmo.

Entonces el rey manda a su cuñado Creonte a visitar al dios Apolo para que éste le diera un consejo y así acabar con la peste de la cual sufría su patria, al regresar a Cadmo, todavía encontró a los ancianos en reunión con el rey, por eso dijo las instrucciones del dios frente a todos ellos. Apolo había dicho que se acabarían los padecimientos si se resolvía un crimen que fue cometido hace mucho tiempo y que por obra de la esfinge ya no es asunto para recordar por ninguno de los ahí presentes; se tenía que aclarar el asesinato del rey anterior a Edipo llamado Layo.

Después de oír éstas palabras, el rey Edipo hizo muchas sanciones al que fuera el culpable y mandó a toda la población en busca de aquel asesino que mató al anterior rey. Una acusación era el exilio otra, que nadie le abriera las puertas de su casa y, otra más era que nadie le podía hablar ni admitirlo en sus plegarias o sacrificios porque era todo un criminal y debía ser castigado. Todo lo que se sabía y lo que se decía del asesinato de layo era que lo habían matado unos bandidos.

Por otra parte, una vez que hubo terminado la reunión de Edipo y el pueblo de Cadmo, se apareció ante el rey un adivino llamado Tiresias el cual dijo al gran gobernante que moderara sus palabras y acusaciones ante el asesino que aún no conocía ya que de lo contrario le podían pasar cosas muy malas; sin embargo, Edipo no hizo caso a éstas palabras del adivino que provocaron su enojo y cólera, así que lleno de coraje el soberano insultó a Tiresias y lo echó de su palacio.

El pobre ciego (adivino), también se enojó e insinuó al gran rey la culpabilidad de tal asesinato, pero Edipo no se dejó y lo acusó de complicidad con Creonte para quitarle la corona y quedar su cuñado como único y legítimo rey, después de éstas últimas palabras, Tiresias se fue.

Edipo se quedó pensando en lo que le había dicho el adivino, así que habló con Creonte, para aclarar el mal entendido, pero todas las explicaciones por parte de su cuñado fueron en vano, ninguna hacía cambiar de parecer en Edipo la idea de fraude y complicidad por parte de Creonte y el adivino.

Después, el magnánimo rey de Cadmo, habló con su esposa Yocasta, la cual le dijo que no se afligiera con todo lo que le habían dicho ya que era seguro que nada de lo mencionado por el adivino podía ser verdad, y así en el gobernante cesó por un rato su duda.

Luego de un tiempo de hablar con su mujer, ésta le indicó que hace mucho tiempo ella estuvo casada con Layo, y que de él tuvo un hijo. Una terrible noticia había llegado a sus oídos por parte del oráculo de Apolo, tal profecía decía que el hijo de Layo habría de matar a su padre, casarse con su madre y engendrarle hijos, es decir, que el hijo de Layo habría de ser su asesino, esposo de su esposa y padre de sus hermanos.

Por lo que Layo optó por atar al niño de los pies, y llevarlo hacia las afueras de Cadmo para matarlo. Yocasta del mismo modo le dijo a Edipo que el rey Layo en el momento de su muerte iba acompañado de unos siervos, y de los cuales sólo sobrevivía uno que había sido mandado lejos.

Posterior a esto, Edipo hizo llamar a aquel siervo para aclarar sus dudas, pues ya sospechaba ser el asesino de Layo. Enseguida, llegó un mensajero a palacio, el cual daría noticia al gobernante Edipo; el enviado decía que el rey había heredado la fortuna de su padre Pólibo que estaba muerto y que por tal motivo debía ir a su lugar de origen para reclamar la corona y el reino de Corintio

Luego de oír éstas palabras del mensajero, Edipo no sospechó más de su inocencia en el asesinato, pero también recordó que un día le hicieron llegar una noticia parecida a la que oyó Yocasta que consistía en que, en un tiempo Edipo iba a matar a su padre y se habría de casar con su madre para tener hijos con ella, por tal motivo recordó que se fue de su lugar de origen y en un camino se encontró con un anciano que después de una disputa lo mató. Con tales reminiscencias, el rey de Cadmo, pensaba en su inocencia y en su culpabilidad al mismo tiempo que también temía por todas las sanciones puestas al culpable por él mismo.

Después de ésta noticia llegó uno de los criados de palacio el cual anteriormente había ayudado a Layo a deshacerse de aquel hijo que le iba a quitar la vida al rey.

Éste criado, le dijo a Edipo que hace mucho tiempo de sus propias manos le hizo entrega a una persona de las afueras de Cadmo, un niño, el cual fue crecido en una familia buena, y eso era todo lo que sabía.

Con todas éstas indagaciones a Edipo le llegaba a la cabeza la idea de que él era el asesino de su padre Layo y que se había casado con su madre Yocasta para tener hijos, inmediatamente de pensar y poner al descubierto al culpable, la buena madre y esposa de Edipo se suicidó debido a todos lo problemas que tenía y todas las faltas y orgías que había cometido con sus propio hijo.

Tal comprobación, llevó a Edipo a una desesperación sin límites y creyéndose indigno de ver la luz del día, se arrancó los ojos. Expulsado de Tebas, de la mano de su hija Antígona marchó hasta Atenas, donde recibió una hospitalaria acogida en la mansión de Teseo. Allí vivió hasta su muerte.

EL COMPLEJO DE EDIPO (PSICOANÁLISIS)

Historia
El concepto fue desarrollado por S. Freud, quien se inspiró para su denominación en el mito de Edipo.
Carl Jung desarrolló de forma similar el complejo de Electra, entendido como la atracción entre una niña y su padre.

El complejo de Edipo es la atracción sexual que, inconscientemente, siente un niño por su madre. Simultáneamente, en el subconsciente del niño se da también un sentimiento de odio por el padre. El periodo de manifestación del complejo abarca, aproximadamente, los seis primeros años de vida del niño, como parte de la llamada etapa pregenital.

La relación de los padres como pareja es importantísima para que los niños puedan superar con éxito la fase de Edipo o de Electra.
Cuando existen peleas u hostilidades sostenidas -ya sean "abiertas" o "disimuladas"-, el niño abrigará durante más tiempo y con más seriedad la esperanza de que pueda sustituir al rival y convertirse en la mujercita de papá o el pequeño amante de mamá. Esta situación no es nada sana para los pequeños y puede conducir, en el peor de los casos, a dificultades en su trato con el sexo opuesto.

PARA EL NIÑO
Entre los tres y cinco años, los pequeños varones atraviesan una fase de romántico enamoramiento de la madre. Y empiezan a ver a su padre como un rival. Habrá vencido con éxito esta fase cuando la rivalidad se convierta en identificación: el pequeño ya no compite sino que se alía con su padre.

MANIFESTACION Y CARACTERISTICAS DEL EDIPO
Desde hace unas semanas, Santiago siente auténtica pasión por su madre. A cada rato le recuerda lo linda, buena e inteligente que es; la observa embelesado durante horas, no hay peor castigo para él que tener que separarse de ella y se pone furioso cuando presencia algún arrumaco entre sus padres. ¿Qué mosca le ha picado al niño? ¿Por qué se ha "enamorado" tanto de repente? Es lo que los psicólogos llaman "Complejo de Edipo", una fase por la que pasan todos los chicos de forma más o menos acusada.

El niño de tres años ya ha comprendido que existen diferencias entre los sexos, y nota que sus padres están unidos por lazos afectivos. También se da cuenta de que la relación entre su padre y su madre es distinta a la que él tiene con ellos. Esto es lo que hace que surjan celos y que el amor hacia su madre, hasta entonces muy infantil y caracterizado por la dependencia, adquiera ahora esos matices de apasionamiento y romanticismo.

Las señales de que el niño está pasando por esta fase de Edipo no son siempre tan claras como en el caso de Santiago, pero siempre se traslucen de alguna forma. Algunos niños simplemente se muestran un poco ariscos con el padre, prefiriendo que la madre les bañe o les lea el "cuento de las buenas noches".
Otros revelan sus celos a través de alguna frase que los padres luego cuentan como un gracia, sin darse cuenta del significado que tiene en realidad.

Así, contaba una madre que cuando paseaba con su marido de la mano, su hijo se les acercó corriendo por detrás, les separó las manos y gritó triunfante: "¡He roto vuestro amor!". Tampoco es raro que el niño anuncie que se casará con su madre cuando sea mayor. Sus sentimientos son tan profundos, que no deben tomarse con una simple sonrisa benévola. El romance materno constituye una parte fundamental en el desarrollo del niño; su madre es la primera mujer de su vida y el padre su primer rival. Este primer enamoramiento marcará en gran medida su futura relación con el otro sexo. Tampoco la rivalidad con el padre debe tomarse a la ligera. Se trata de sentimientos terriblemente contradictorios que le crean más de una dificultad: por un lado, sigue queriendo y necesitando a su padre y, por otro, está celoso de él y le odia como rival. Y lo peor del caso, es que con frecuencia el pequeño piensa que su padre lo ve a él también como rival, y que su ira puede descender en forma de terribles castigos.

Esta conclusión emocional suele traducirse en pesadillas. Los niños entre tres y cinco años sueñan muchas veces con monstruos y bestias salvajes -que representan al padre- que se abalanzan sobre ellos y quieren destruirlos. Si la situación familiar es normal y los padres se toman en serio estas contradicciones emocionales, el pequeño poco a poco se dará cuenta de que sus fantasías de suplantar al padre nunca llegarán a convertirse en realidad.

Aunque estos sueños románticos vuelvan intermitentemente durante toda esta fase, que concluye entre los cinco y seis años, cada vez serán menos intensos, menos duraderos y también menos problemáticos para él. Y una vez que haya desistido de su propósito, aplicará aquella antigua sabiduría de "si no puedes vencer a tu adversario, ¡únete a él!". Como no puede convertirse en el marido de su madre, se conformará con ser como él. La antigua rivalidad se transformará en identificación con el propio sexo. Tanto es así que a partir de los seis años es posible que la celosa sea la madre.

¿QUÉ LOS PADRES DEBEN HACER FRENTE A LA ETAPA DEL EDIPO DE SU HIJO?
La madre no debe mostrarse más cariñosa que de costumbre; sí acaso, un poco más comprensiva. El padre ha de evitar autoritarismos que dificultarían el deseo de identificación del chico. Padre y madre deben seguir tan afectivos y unidos como siempre. Si, por seguirle el juego, suprimen las muestras de cariño, el niño podría verse atormentado por la idea de que se han dejado de querer por su culpa. Aunque inconscientemente ése sea su deseo, no es ni mucho menos lo que pretende. ¡Pero tampoco hay que provocarle gratuitamente! La mejor ayuda es la paciencia, la comprensión y el necesario consuelo cuando sus contradicciones le hagan sufrir.

ES FUNDAMENTAL LLEVAR AL NIÑO A ATRAVESAR DE LA RIVALIDAD A LA IDENTIFICACIÓN CON EL PADRE.

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